jueves, 30 de septiembre de 2010

P4 LA HISTORIA ROMANA EN LOS DIAS DEL NUEVO TESTAMENTO


IV. Gayo Calígula (37-41 d. C.)
Gayo, hijo adoptivo de Tiberio, generalmente conocido como Calígula (que significa "zapatilla"), se convirtió entonces en el emperador.  En su juventud había sido amigo de Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande. (En cuanto a la relación de Roma con los Herodes, ver t. V, pp. 42-43,  65-67, 70.) Este príncipe palestino había sido educado en Roma con otros hijos de reyezuelos cuyos territorios estaban bajo el dominio romano. 

En Roma se hizo amigo de Claudio y de su sobrino Calígula.  Ambos estaban destinados a ser emperadores.  Calígula era un joven débil, nervioso y dado a los placeres.  Con demasiada facilidad se dejaba influir por Agripa para practicar las despóticas costumbres del Medio Oriente, con lo cual puso una desventurada base para su futuro ejercicio del poder imperial.

A pesar de todo comenzó bien su reinado.  Decretó una amnistía general para liberar a todos los presos y repatriar a todos los desterrados políticos.  Se incorporaron nuevos miembros al senado, escogidos de entre los miembros de la clase adinerada de los caballeros.  Muchos habitantes de las comunidades provinciales recibieron la ciudadanía romana.  Fue un período de notable prosperidad que evidentemente agradó al pueblo.

Pero después de su primer año de reinado, Calígula se entregó a una vida disipada. No sólo dio al pueblo costosas diversiones, forzando a los senadores a que participaran en los juegos, sino que él mismo descendía a la arena para representar el papel de gladiador.

Durante su primer año, Calígula decretó que Herodes Agripa, con el nombre de Herodes Agripa I, fuera rey en Palestina; pero lo retuvo en Roma para tenerlo cerca.  Poco después del nombramiento de Agripa como etnarca, murió su tío Felipe, y Gayo le entregó la tetrarquía de Felipe, además de Abilene y Celesiria.  Ver diagrama, t. V, p. 224.

Calígula pronto pretendió ser un dios. Ordenó que todos le rindieran culto, e hizo que se pusieran imágenes suyas en diversas comunidades, una de las cuales fue Alejandría, Egipto, donde vivían muchos judíos. Estos nombraron una delegación dirigida por el filósofo judío Filón, para que fueran a Roma y le rogaran al emperador que no obligara a los judíos a adorar su imagen, pues eso sería completamente contrario a sus convicciones religiosas. 

La delegación entrevistó a Calígula, pero fue en vano; no tuvieron ningún efecto las súplicas de Filón. El emperador ordenó que su imagen fuera levantada y que los judíos la adoraran.  Murió en el año 41 d. C. mientras insistía en que fuera instalada una imagen en el templo de Jerusalén, lo que hizo que los judíos estuvieran a punto de rebelarse.

Calígula trató de gobernar.  Procuró imitar a los césares que lo habían precedido, y prestó seria atención a sus deberes; pero no quería gobernar siguiendo las normas republicanas, como lo habían hecho Augusto y Tiberio. Sentía desprecio por el senado y deseaba gobernar, no como imperator o cónsul, sino como rey.  Quizo ser constructor; derribaba edificios y los sustituía con otros.  Hizo construir un enorme acueducto, cuyos restos aún llaman la atención de los que visitan la ciudad de Roma.  Reedificó el palacio de los césares con un derroche extravagante.  Comenzó nuevas facilidades portuarias para la ciudad de Roma en la desembocadura del Tíber, lo que podría haber sido provechoso; pero quedaron inconclusas cuando murió.  Fue un derrochador que empobreció la tesorería que Tiberio, con su sentido de la economía, había mantenido con muchos recursos. Era arrebatado, voluble, e indudablemente sufría de desequilibrio mental. 
Le gustaba hacer bromas, pero junto con éstas manifestaba una crueldad que le hizo decir una vez, por ejemplo, que deseaba que el pueblo de Roma tuviera un solo cuello para poder cortarle la cabeza de un solo golpe.

Calígula sólo reinó cuatro años.  Fue asesinado por un oficial de la cohorte pretoriana a quien había insultado. Lo abandonaron completamente sus amigos, y Herodes Agripa fue quien se encargó de preparar su cuerpo para que fuera sepultado.

Cuando llegó al senado la noticia de que Calígula había muerto, inmediatamente comenzó a debatirse qué debía hacerse en cuanto a la sucesión.  Se pronunciaron discursos en los que se insistía que Roma volviera al gobierno senatorial y que se restauraran los antiguos procedimientos republicanos.

Eso habría eliminado todo el problema de la sucesión imperial. Sin embargo, había otros que creían que Roma había prosperado bajo el gobierno de un solo hombre, a pesar de que algunos césares habían sido malos, y que se debía nombrar el sucesor de Calígula.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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