viernes, 24 de septiembre de 2010

La Iglesia Primitiva P14 y P15


XIV. El impacto de la tradición sobre la iglesia

Los apóstoles y la tradición.-

La palabra "tradición" (Griego. parádosis) en sí misma no tiene un mal significado.  Parádosis significa "transmisión", "entrega".  Pablo aconsejaba a los creyentes de Tesalónica a retener "la doctrina [Griego. parádosis] que habéis aprendido" (2 Tes. 2: 15), y les advertía que no tuvieran comunión con cualquiera que no anduviera "según la enseñanza [Griego. parádosis que recibisteis de nosotros" (cap. 3: 6). 

Pablo expresó estos conceptos porque es evidente que algunos se habían presentado a los tesalonicenses con una carta que decían que era de Pablo, acerca del inminente advenimiento de Cristo (cap. 2: 2).  Las "tradiciones" que Pablo mantenía como dignas de confianza eran sus propias enseñanzas orales por las cuales los tesalonicenses debían probar cualquier supuesto mensaje suyo, usando también las cartas que verdaderamente eran de él.

Pero Pablo advirtió a los creyentes de Colosas que no se dejaran engañar "por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo" (Col. 2: 8).  Pedro recordó a los que se habían convertido a Cristo mediante su ministerio, que estaban salvados por el poder de Cristo de la "vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres" [Griego. "recibir como tradición de padres"].

Más clara es aún la condenación que hace Cristo de la tradición.  Cuando le preguntaron por qué permitía que sus discípulos quebrantaran "la tradición de los ancianos" (Mat. 15: 2), él colocó la autoridad de la ley de Dios por encima de la tradición y mostró que la tradición de los judíos los había llevado a quebrantar los mandamientos de Dios (vers. 3-6). 

Citó a Isaías (cap. 29: 13, tal como se conserva hasta hoy en la LXX) como si hablara en nombre de Dios: "En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mat. 15: 9); y pronunció esta  sentencia: "Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada" (Mat. 15: 13).

Estableció claramente que las Escrituras "dan testimonio" de él (Juan 5: 39) y usó los escritos del Antiguo Testamento para confirmar su mesianismo cuando habló con sus discípulos después de su resurrección (Luc. 24: 27, 44).  Pablo entendía que las Escrituras son suficientes para la salvación y para la edificación del cristiano (2 Tim. 3: 15-17).  Juan amonesta duramente a cualquiera que intentara añadir o suprimir a las palabras del libro del Apocalipsis, que le fue dado por inspiración (Apoc. 22: 18-19).

Las Escrituras fueron subordinadas.-

No cabe duda de que el mal uso que los judíos dieron a las Escrituras cuando se opusieron al cristianismo, y el que le dieron los falsos profetas dentro de la iglesia, los herejes, y especialmente los gnósticos, debilitó un poco la fe de los cristianos en la autoridad de las Escrituras.  Tertuliano escribió a comienzos del siglo III que las Escrituras no son suficientes para hacer frente a los ataques de los herejes, porque los mismos herejes usan las Escrituras como fundamento de sus opiniones (De Praescriptione Haereticorum 14, 19). 

Ireneo, obispo de las Galias, escribió su notable obra Contra herejías alrededor del año 185 d. C.; en ella hace frente al mismo problema que Tertuliano enfrentó unos pocos años después.  Como ya se destacó, Ireneo estableció el principio de que la verdad del cristianismo se debe encontrar en las iglesias fundadas por los apóstoles, los cuales transmitieron la verdad a los obispos, los sucesores de los apóstoles según la opinión de Ireneo.  Para él esa verdad "transmitida" era la tradición, e insistía que ésta debía ser una norma de verdad puesto que los herejes usaban las Escrituras (Contra herejías iii. 1-4).  Tertuliano presenta la máxima defensa posible en favor de la tradición en su obra De Corona  3, 4):

"Averigüemos, por lo tanto, si la tradición no debe ser aceptada a menos que esté escrita.  Ciertamente diremos que no debe ser aceptada si no hay casos de otras prácticas registradas anteriormente que, sin ningún instrumento escrito, mantenemos sólo sobre la base de la tradición, y en adelante el apoyo de la costumbre nos proporcione algún  precedente. 

Para tratar este asunto brevemente comenzaré con el bautismo.  Un poco antes de que entremos en el agua, en la presencia de la congregación y bajo la mano del presidente, solemnemente afirmamos que renunciamos al diablo, a su pompa y a sus ángeles.  Después somos sumergidos tres veces haciendo una promesa algo más amplia de la que el Señor ha establecido en el Evangelio.  Luego somos levantados (como malos nacidos de nuevo), gustamos en primer lugar de una mezcla de leche y miel, y desde ese día nos abstenemos del baño diario durante toda una semana. 

También tomamos, congregados antes del alba y únicamente de la mano de los presidentes, el sacramento de la eucaristía que el Señor ordenó que fuera comido a la hora de comer y disfrutado por todos sin excepción.  Cada vez que llega el aniversario hacemos ofrendas por los muertos como homenaje de cumpleaños.  Consideramos que es contra la ley ayunar o arrodillarse en el culto en el día del Señor.  Nos regocijamos en el mismo privilegio también desde la pascua de resurrección hasta el domingo de Pentecostés.  Sentimos tristeza si algo del vino o del pan, aunque sea nuestro, es echado en tierra.  En cada paso y en cada movimiento que damos, en cada entrar y salir, cuando nos vestimos y nos calzamos, cuando nos bañamos, cuando nos sentamos a la mesa, cuando encendemos las lámparas, acostados o sentados, en todos los actos comunes de la vida diaria, hacemos en la frente la señal [de la cruz].

"Si para éstas y otras reglas parecidas insistís en tener una orden positiva de las Escrituras, no la encontraréis.  La tradición se os presentará como la originadora de ellas; la costumbre, como la que les da fuerza, y la fe, como su observadora.  Que la razón sostiene a la tradición, y a la costumbre, y a la fe, lo percibiréis por vosotros mismos, o lo aprenderéis de alguien que lo ha percibido.  Mientras tanto creeréis que hay alguna razón a la cual se debe dar acatamiento".

Ensalzamiento de la tradición.-

El siguiente es un argumento sumamente interesante.  Se afirma que la tradición tuvo que ser aceptada como autoridad para ciertas prácticas seguidas en la iglesia a comienzos del siglo III, para las cuales, se reconoce, no hay autoridad bíblica.  Después se dice que estas prácticas son auténticas porque la iglesia las sigue.  Luego se afirma la autoridad de la tradición porque la iglesia las sigue basada en una autoridad tradicional.  La atrevida lista de Tertuliano de las cosas que la iglesia de sus días hacía basándose en la tradición, nos da una idea de hasta dónde había llegado la iglesia en el siglo III, apartándose de la base de las Escrituras.

De allí en adelante se hizo mucho más basándose en la tradición.  Cuando la iglesia aceptó esa autoridad no bíblica, se abrieron las compuertas para que entrara una inundación casi interminable de rituales sin base bíblica y de enseñanzas erróneas.  Estas se posesionaron de la iglesia no sólo en la Edad Media, sino que hasta han llegado a los tiempos modernos; y no sólo en las más antiguas iglesias ritualistas, sino también, en cierta medida, en las iglesias más evangélicas.  Aún sigue en pie esta verdad: "En vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mat. 15: 9).

Veneración de los santos.-

La doctrina del estado consciente de los muertos y el castigo eterno de los impíos en el infierno, aparece desde muy antiguo en la historia cristiana.  Los servicios conmemorativos ante la tumba de los mártires pronto fueron seguidos por oraciones en favor de los mártires, que se pensaba que estaban en una especie de purgatorio.  Luego, como se creía que los santos perfectos habían ido a una eterna bienaventuranza, se ofrecían oraciones a los santos para que intercedieran por los que todavía estaban en la tierra.  La veneración de los santos y más tarde el culto a la Virgen María fueron la consecuencia lógica de una mala interpretación de la doctrina de la naturaleza del hombre.

La expiación.-

La expiación también fue mal comprendida.  Se la envolvió en una atmósfera de magia.  La gente llegó a pensar que los emblemas de la Cena del Señor estaban investidos de una especie de poder mágico.  Pronto se creyó que la presencia de Cristo en los emblemas impartía el poder de Cristo mismo a los participantes.  Apareció después la enseñanza de la "presencia real" que Cristo está personalmente en el pan y en el vino, y así fácilmente surgió la doctrina de la transubstanciación: que el pan y el vino se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, no sólo en apariencia exterior sino en su naturaleza intrínseca. 

Como ya se ha dicho, los emblemas se habían convertido en un sacrificio, y Cristo era nuevamente ofrecido como la ofrenda por el pecado.  Los ancianos se transformaron en sacerdotes, necesarios para cumplir la función sacerdotal de ofrecer nuevamente a Cristo.

El bautismo llegó a ser un rito que salva a los niños, quienes, según se creía, habían heredado la culpa de sus padres.  Para administrar este rito con propiedades salvadores se necesitaba otra vez un sacerdote.  La comprensión errada de la expiación y de los ritos que la representaban, hicieron posible el establecimiento de un sacerdocio humano que de una manera blasfema ocupó el lugar, en la creencia de la gente, del sacerdocio de Jesucristo en el santuario celestial.

Un nuevo legalismo y ascetismo.-

Con la propagación del antijudaísmo en la iglesia sobrevino una ola de antilegalismo, debido en parte a una tergiversación de ciertas declaraciones de Pablo (cf. 2 Ped. 3: 15-16).  Esto hizo que la iglesia, especialmente en el Occidente, estuviera lista para poner de lado el sábado semanal y para descuidar otras enseñanzas de las Escrituras.  Esto duró en la iglesia el tiempo necesario para hacer daño. 

Vino después una especie de neolegalismo que hizo que la iglesia observara de nuevo las festividades que ocupaban el lugar de los días de reposo anuales del Antiguo Testamento y que observara el domingo, primer día de la semana, en memoria de la resurrección.  Detalles rituales fueron añadidos a las ceremonias que se introdujeron en la iglesia, como se puede ver por el pasaje de Tertuliano ya citado, debido en parte a la presión de creencias tomadas del paganismo.

La iglesia tergiversó lo que Pablo dijo en 1 Cor. 7, y llegó a considerar el celibato como una demostración de consagración.  Diversas prácticas ascéticas proporcionaron a los cristianos fervientes una nueva norma para expresar su celo.  El ayuno se convirtió en algo necesario para la salvación.  Finalmente algunos entusiastas, insatisfechos con las iglesias, huyeron al desierto y se convirtieron en ermitaños que practicaban el celibato y otras formas de ascetismo.  Llegaron a ser finalmente tan numerosos, que fue necesario organizarlos en comunidades. 

En esta forma el monasticismo, con todos sus males inherentes, se convirtió en una institución de la iglesia. Debido a la presión del antijudaísmo, el sábado semanal gradualmente perdió su importancia.  Aún más rápidamente, se abandonó por completo la distinción entre alimentos limpios e inmundos.  Al convertirse los ancianos en sacerdotes e incorporarse muchas creencias del paganismo se produjo una nueva estructura, y el cristianismo perdió de tal manera su naturaleza original y su carácter, que si los apóstoles hubieran resucitado, difícilmente habrían podido reconocer el sistema que ayudaron a fundar.  En su estructura oficial y en su naturaleza general, el cristianismo llegó a ser alrededor del año poco más que un culto de misterio pagano.  En lo que sucedió a la iglesia primitiva con el Estado y con la sociedad, hay lecciones de advertencia para la iglesia remanente.

XV. La propagación del Evangelio

La iglesia como una empresa misionera.-

En cuanto a los alcances de la predicación del Evangelio a fines del siglo I, ya se ha presentado un panorama al tratar la obra de los apóstoles.  Los registros del siglo II no son claros.  En el último tercio del siglo II había una próspera congregación cristiana en el valle del Ródano, de la Francia actual, y al mismo tiempo prosperaba el cristianismo en el Oriente.  

A comienzos del siglo III había progresos visibles del cristianismo en el norte del África y se había extendido algo en España e Inglaterra.  A comienzos del siglo IV se habían establecido iglesias a lo largo del río Rin.  Informes incidentales que se hallan en los escritos de los cristianos primitivos muestran una propagación gradual del cristianismo, lo que significó el establecimiento de iglesias, y a veces su extinción debido a la persecución.  Al mismo tiempo se describe una sociedad que lentamente comenzaba a cristianizarse. 

Cuando fue legalizado el cristianismo, los cristianos sin duda podían contarse por millones, y se usaron edificios de iglesia desde el siglo III en adelante.  Es evidente que las iglesias no eran establecidas con la pureza del cristianismo apostólico, sino con la naturaleza y la complejidad de las apostasías en que había caído la iglesia.  El agua no puede alcanzar un nivel más alto que el de su fuente.  Las nuevas iglesias siguieron naturalmente a las que les habían dado existencia y las habían nutrido.

La extensión del mensaje evangélico.-

Hay una declaración impresionante en los escritos del apóstol Pablo.  El habla de "la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación ['a toda criatura', BJ] que está debajo del cielo" (Col. 1: 23).  Este es un indicio bastante claro de que el progreso de la obra misionera de la iglesia no se medía en los primeros años por las iglesias establecidas que se conocen históricamente. 

Hay suficiente base para creer que con el poder del Espíritu de Pentecostés y con el celo y el valor de los apóstoles, el mensaje del Evangelio fue llevado rápidamente a todo el mundo conocido.  Aunque no dio como resultado en todas partes el establecimiento de comunidades cristianas permanentes, cumplió con el propósito de amonestar a los hombres para que creyeran en el Mesías que había sido crucificado, y había resucitado y ascendido al cielo donde estaba cumpliendo su obra de mediación para todos los que creyeran en él.  Si fue así, debe pensarse que es algo paralelo con el mensaje de amonestación que debe ser predicado al mundo entero antes de la segunda venida de Cristo (Mat. 24: 14; Apoc. 14: 6-12), y que ahora está en marcha.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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