X. El culto cristiano
En ninguna parte del Nuevo Testamento se describe un servicio de culto cristiano. Hay indicios en Hech. 2 y 20 y en 1 Cor. 11 y 14; pero hay que recurrir a fuentes extrabíblicas para el programa de culto.
Plinio y el culto cristiano.-
La descripción más antigua de un servicio de culto cristiano procede de la pluma de un escritor pagano. Plinio el Joven (62-114 d. C.) era gobernador del Ponto, en la costa meridional del mar Negro. Había sido nombrado para ese cargo por el emperador Trajano.
Plinio es mejor conocido como un hombre de letras que escribía en un latín tan precioso, que se han preservado sus epístolas; entre éstas se encuentra su amplia correspondencia con el emperador. En una de sus cartas describe lo que le pasó en el Ponto con la naciente secta de los cristianos (Cartas x. 96), y le cuenta al emperador lo que estaba haciendo para detener el crecimiento de la secta.
En el curso de su informe describe un servicio de culto cristiano usando la información obtenida de algunos que encarceló por estar acusados de ser seguidores de Cristo.
Fuentes documentales cristianas.-
Hay también dos fuentes documentales cristianas que dicen qué sucedía cuando se reunían los cristianos para adorar a su Señor. Una es el documento anónimo ya citado, la Didajé. Esta no da la secuencia u orden del servicio formal de culto, pero sí proporciona abundante información en cuanto a lo que hacían los cristianos a mediados del siglo II. La otra fuente documental es la Primera apología (67) de Justino Mártir, dirigida al emperador romano Antonino Pío (138-161 d. C.).
Se presenta una clara descripción en la que se sigue el orden de un culto cristiano tal como se celebraba en ese tiempo en la ciudad de Roma, que probablemente era similar a los cultos realizados en otras partes.
Los cristianos eran, según ya se ha dicho, una secta ilegal que no podía poseer ninguna propiedad. Por lo tanto se reunían en los hogares de sus miembros (Rom. 16: 5; 1 Cor. 16: 19; Col. 4: 15) o en lugares alquilados. Las reuniones, por lo menos en los tiempos de persecución, se celebraban muy de mañana (Plinio), quizá para evitar ser descubiertos.
Las reuniones semanales estaban destinadas principalmente a los miembros de iglesia o para los que estaban sinceramente interesados. En los primeros días quizá se hacía poca propaganda pública para las reuniones cristianas, y se procuraba que no hubiera una asamblea pública general. Plinio describe las reuniones para el culto como celebradas "en cierto día fijo" (Cartas x. 96), pero no identifica el día.
El orden del servicio.-
El servicio era muy sencillo, con un mínimo de programación o formalismo. La reunión comenzaba con un canto congregacional, en el que sin duda se empleaban los salmos (Efe. 5: 19), y quizá salmodiaban o recitaban alguna sencilla declaración de fe cristiana, lo que quizá sugieren algunos pasajes de las Escrituras como 1 Tim. 3: 16; 2 Tim. 2: 11-13.
Plinio informa que "se comprometían con un solemne juramento a no hacer ningún acto malo, a no cometer nunca fraude, robo o adulterio, a nunca falsear su palabra, a no desconocer un crédito" (Ibíd.). Según Justino Mártir (Primera apología 67), había una lectura de las Escrituras, lo que en el tiempo cuando escribió Justino (152 ó 153 d. C.) incluía por lo menos partes del Nuevo Testamento.
Esa lectura bíblica no era evidentemente sólo un pasaje o dos, sino más bien largas porciones. Se entenderá fácilmente la razón de esto si se recuerda que en ese tiempo todas las copias de las Escrituras se hacían a mano, y que eran pocos los miembros de la iglesia que las poseían.
El conocimiento bíblico de casi todos los cristianos era obtenido de las lecturas que oían. La lectura era seguida por comentarios de las porciones escogidas, lo que era hecho por una persona nombrada para ese día; sin duda generalmente por el anciano principal, si estaba presente en esa reunión, o por uno de los ancianos asociados. Cuando terminaba el sermón, la congregación se ponía de pie y oraba.
Una comparación de este culto cristiano primitivo con los celebrados en las sinagogas judías (ver t. V, pp. 59-60) revela parecidos tan notables, que es correcto llegar a la conclusión de que en muchos aspectos el orden del culto cristiano fue una imitación del judío.
Por lo que dice Plinio, parece que después de realizarse esta parte del servicio, se despedía a la congregación. Luego de un breve intervalo, se reunían nuevamente sólo los que eran miembros bautizados de la iglesia y celebraban la Cena del Señor.
Según Justino Mártir, en este momento se recogían las ofrendas.
Es difícil saber hasta qué punto se empleaba para la comida de confraternidad lo que se traía como ofrenda. Según 1 Cor. 11: 18-22, los miembros traían su propio alimento para comer en la ágape que precedía a la Cena del Señor. Justino Mártir parece insinuar que algunas de las cosas que se llevaban como ofrendas se usaban en la Cena del Señor.
Se llevaba algo del pan y del vino de la cena a los enfermos. Dinero, alimentos y vestidos que se habían entregado en las ofrendas se distribuían a los forasteros, los pobres y los que estaban en prisión por causa de su fe. La responsabilidad de la distribución descansaba sobre el anciano presidente.
Parece que durante muchos años, por lo menos algunos de los cristianos de origen judío continuaron reuniéndose sábado tras sábado en las sinagogas judías (Hech. 15: 21). Es comprensible que no desearan separarse de sus hermanos judíos.
Más añadiduras y complicaciones del culto cristiano aparecen en documentos posteriores, tales como los escritos de Tertuliano (comienzos del siglo III) y en la obra anónima llamada Constituciones apostólicas, que contiene materiales de los siglos III d. C.
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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