III. La primera organización de la iglesia
El apostolado.-
Para la supervisión de la buena marcha de la iglesia y para la organización que esto requería, así como para todos los otros asuntos pertinentes a la iglesia y al bienestar de sus miembros, éstos recurrían, naturalmente, a los apóstoles en busca de dirección. Estos eran los hombres que Jesús había escogido de entre los centenares que de tiempo en tiempo lo habían seguido, para que fueran sus discípulos.
Eran sus "apóstoles" (del Griego. apostJllÇ, "envío" y apóstolos, "enviado"); o "misioneros" (del latín mitto, "envío" y missus, "enviado"). Judas Iscariote se había suicidado después de traicionar a Jesús, por lo tanto quedaban once: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, pescadores de oficio; Jacobo (o Santiago) y su hermano menor, Juan, hijos de Zebedeo, llamados Boanerges, hijos del trueno, también pescadores; pero Juan era conocido en la casa del sumo sacerdote (Juan 18: 15) y, de acuerdo con una tradición consignada cien años después, tenía derecho a una categoría sacerdotal (Eusebio, Historia eclesiástica, v. 24. 3); Felipe de Betsaida; su amigo Natanael, conocido también como Bartolomé; Leví Mateo, el publicano; Tomás, conocido como el incrédulo y también como Dídimo: "gemelo"; Jacobo "el menor", de la familia de Alfeo; Judas, conocido también como Lebeo, "por sobrenombre Tadeo", de la familia de uno llamado Jacobo; y Simón el Zelote (Mat. 10: 24; Mar. 3: 14-19; Luc. 6: 13-16; Hech. 1: 13).
Judas Iscariote era quizá el discípulo más inteligente, el mejor preparado para triunfar en la vida; pero fracasó en máximo grado. Los otros fueron grandes sólo debido a la grandeza de su Señor; sabios sólo en la sabiduría de su Señor; tuvieron éxito sólo en el éxito de su Señor, quien había prometido actuar en ellos y mediante ellos.
Estos hombres, con Matías, que reemplazó a Judas Iscariote, fueron los instrumentos del Espíritu Santo en la administración de la iglesia. Conducían a los nuevos conversos a una vida espiritual más elevada y dirigían la distribución de los recursos del fondo común.
Esta administración no fue una tarea fácil. Implicaba serias responsabilidades. Significaba atender las necesidades de personas que habían sido desplazadas de su ambiente habitual debido a sus nuevas convicciones religiosas.
También implicaba tentaciones. Ananías y Safira habían prometido cierta suma de dinero para el fondo común, y vendieron una propiedad para cumplir con su promesa. Cuando Ananías se encontró con Pedro para darle el dinero, fingió que le estaba entregando la cantidad total de la venta. Pero mintió al Espíritu Santo, y murió cuando Pedro se lo hizo notar. Un poco más tarde, ese mismo día, su esposa Safira trató de engañar de la misma manera, y también murió. Entonces "vino gran temor sobre toda la iglesia" (Hech. 5: 11).
Este caso y los milagros que siguieron (Hech. 5: 12-16) dieron a Pedro y a los otros apóstoles la oportunidad de predicar a Jesús. La inquebrantable persistencia de éstos en testificar de Cristo desafiando las órdenes de los dirigentes judíos, dio como resultado su arresto y encarcelamiento.
Cuando el ángel del Señor los liberó, volvieron a su predicación, y de nuevo fueron arrestados. En ese momento Pedro estableció un principio permanente para regular las relaciones públicas de la iglesia en tiempos de dificultades: "Obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech. 5: 29). Los apóstoles podrían haber sido muertos si Dios no hubiera usado a Gamaliel para que interviniera en su favor.
Ese gran maestro de los judíos instó a éstos para que fueran tolerantes. Entonces los apóstoles fueron azotados, se les ordenó que no siguieran predicando y se los dejó libres. En un lapso de sólo pocos meses habían experimentado la segunda persecución grave.
El diaconado.-
Se presentaron varias dificultades debido a la distribución de los bienes. El relato acerca del día de Pentecostés dice que muchos judíos que no eran de Palestina, llamados helenistas, o "griegos", se unieron a la iglesia. Entre éstos había viudas que pronto se quejaron de que no recibían la ayuda suficiente del fondo común.
Las quejas fueron insistentes, lo cual preocupó a los apóstoles en cuanto a su obra para el bien espiritual y el progreso de la iglesia. Entonces se propuso y se decidió que se eligieran siete hombres de buena reputación para que administraran los asuntos materiales de la iglesia.
En esos primeros tiempos no había edificios de iglesia, ni los hubo sino hasta dos siglos después, y como aún no se necesitaba dinero para pagar sueldos a los ministros o para enviar misioneros, se usaban los fondos donados para el sostén de los pobres y necesitados. En una congregación compuesta de cinco a diez mil miembros, era natural que hubiera una gran cantidad de necesitados.
Pero, para muchos, el hecho de unirse a la comunidad cristiana, en una ciudad tan llena de prejuicios contra el Nazareno como era la Jerusalén de entonces, tuvo que significar la pérdida de su empleo, y serios problemas sociales y económicos.
Sin duda los siete primeros diáconos tuvieron mucho trabajo al ocuparse de las necesidades de los pobres y desvalidos de las congregaciones.
Los nombres de los siete fueron: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás (Hech. 6: 5). Juzgando por los nombres, que son helenísticos, no eran judíos de Palestina. Por lo menos uno -Nicolás- evidentemente era gentil, pues es llamado "prosélito". Este grupo fue el prototipo de la orden posterior de los diáconos. Sin embargo, debe advertirse que los ancianos (llamados "presidentes") aparecen en el siglo II manejando los fondos de la iglesia (Justino Mártir, Primera apología 67); y es posible que los siete administradores elegidos constituyeran una base para la organización de los diáconos y de los ancianos (o presbíteros), cargos que Pablo reconocía (Hech. 14: 23; 1 Tim. 3: 8-13).
Los hombres con dones.-
La elección de los siete administradores fue una característica notable del desarrollo de la organización de la iglesia. Hasta ese momento había funcionado bajo la dirección de hombres que se distinguían por tener dones del Espíritu, claramente definidos como "apóstoles", "profetas", "evangelistas", "pastores" y "maestros" (Efe. 4: 11). Estos conductores de la iglesia, que actuaban para la edificación espiritual de ella (vers. 12-15), no eran nombrados por la feligresía sino por el Espíritu Santo a medida que impartía los dones.
Por supuesto, los apóstoles estaban a la cabeza de esos hombres llamados pneumatikói, o "espirituales".
La aplicación de este término a esos hombres con dones especiales, generalmente los destacaba como a personas con una naturaleza transformada, en contraste con la naturaleza común de la humanidad. Sin embargo, literalmente se refiere a hombres poseídos por el Espíritu Santo y en los que se manifestaban los dones especiales de Dios (1 Cor. 2: 15; 14: 37; Gál. 6: 1).
Ejemplos del ejercicio de su autoridad se ven en el reproche de Ananías y Safira (Hech. 5: 1-10), la elección de los siete (cap. 6: 1-6), el envío de Felipe, Pedro y Juan y la forma en que fueron supervisados (cap. 8: 5, 14). Esta era la obra administrativa y, de acuerdo con la práctica tanto de judíos como de griegos, correspondía muy bien llamar "ancianos" a los apóstoles que se desempeñaban de esa manera (cap. 11: 29-30; 15: 2). También parece que los profetas se ocupaban algunas veces de la administración, como en el caso cuando fueron enviados Pablo y Bernabé (cap. 13: 1-3).
Los ancianos.-
Es evidente que en cada congregación había varios ancianos. El ejemplo del nombramiento de "los siete varones" en Jerusalén (Hech. 6) lo demuestra, y también el hecho de que Pablo no mencione un anciano sino "ancianos" en cada congregación (Hech. 14: 23; Tito 1: 5). (notan aquí la pluralidad de ancianos)
En el Nuevo Testamento hay dos palabras que describen el cargo de anciano. Una es presbíteros, "anciano", lo que indica una categoría de dignidad y respeto, y que corresponde con nuestra palabra "presbíteros. Entonces, como ahora en la iglesia protestante, los ancianos eran elegidos de entre los laicos.
El otro título es epískopos, que significa "que mira desde arriba", "superintendente", y que se ha traducido "obispo". Comparando Hech. 20: 17 con el vers. 28, y también por la forma en que se emplea la palabra en Tito 1: 5-9, se ve que ambos vocablos "anciano" (presbúteros) y "obispo" (epískopos) se aplican indistintamente al cargo de anciano.
El episcopado.-
Con el correr del tiempo, en la iglesia estas dos palabras griegas adquirieron distintos significados al aplicarse a cargos diferentes. Al principio el "obispo" servía más o menos como presidente o primero entre sus iguales (hoy diríamos "primer anciano"), pero poco a poco asumió más y más autoridad sobre los que estaban junto con él en la administración de los asuntos de la iglesia local.
El término epískopos sirvió, pues, para designar a un "obispo" como el anciano presidente y finalmente, en los siglos II y III, como autoridad máxima en la iglesia. Hoy se usa el título de "obispo monárquico" para referirse a ese tipo de autoridad eclesiástica.
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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