miércoles, 22 de septiembre de 2010

La Iglesia Cristiana Primitiva P11



XI. Días de guardar

El día de reposo.-

Ni los escritores inspirados del Nuevo Testamento ni los escritores del siglo II se ocupan particularmente del día propio para el culto de los cristianos.  Es cierto que Pablo amonesta a los cristianos de origen judío que no olviden de reunirse (Heb. 10: 25); pero en este lugar de sus escritos Pablo no se refiere a ningún día de observancia especial.

Mientras estuvo en la tierra Cristo asistía a la sinagoga (Mat. 13: 54-58; Mar. 1: 21-29; 6: 16; Luc. 4: 16-38).  Su presencia en la sinagoga en el día sábado era un acto que formaba parte de su culto personal, de "su costumbre"; no iba allí meramente porque buscaba una oportunidad de instruir a los judíos. 

Esto es evidente por su estilo de vida y por los hechos del relato evangélico.  El hecho de que Jesús hiciera en sábado cosas desagradables para los dirigentes judíos, como la curación de enfermos y el negarse a reprender a sus discípulos porque recogieron manojos de espigas en el día de reposo, de ningún modo se debió a que menospreciase el sábado. 

Cristo actuaba así para inducir al pueblo judío a que abandonara las irrazonables prácticas tradicionales que convertían la observancia del sábado en una carga. De acuerdo al relato evangélico, Jesucristo murió poco antes de la puesta del sol que indicaba el comienzo del sábado, descansó en la tumba el sábado y resucitó temprano el primer día de la semana.  Sin duda era el plan divino que descansara en la tumba durante el sábado de esa última memorable semana.  Y mientras reposaba en la tumba, sus seguidores observaron el sábado "conforme al mandamiento" (Luc. 23: 56).

El apóstol Pablo menciona una y otra vez que en las ciudades en donde se encontraba en sus viajes misioneros iba a la sinagoga en el día sábado.  Sin duda lo hacía no sólo para evangelizar sino también para rendir culto.  En su primer viaje misionero, cuando en Antioquía de Pisidia asistió a la sinagoga en sábado, habló a los que estaban allí, y después los gentiles de la ciudad pidieron que les predicara en la sinagoga el sábado siguiente, lo cual hizo (Hech. 13: 14-16, 42-44). 

En Tesalónica, en su segundo viaje misionero, "Pablo, como acostumbraba, fue a ellos [los judíos], y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras" (Hech. 17: 23).  En Corinto, donde Pablo permaneció 18 meses, se ganaba la vida trabajando en su oficio, fabricando tiendas, junto con sus compañeros, Aquila y Priscila (Hech. 18: 23). 

Es imposible pensar que Pablo, viviendo con judíos, trabajara en día sábado mientras estuvo allí.  Al contrario, se declara que "discutía en la sinagoga todos los días de reposo" (vers. 4), hasta que se retiró (vers. 7) debido a la oposición de los judíos frente a su evangelismo.  Es completamente razonable creer que Pablo después de su expulsión de la sinagoga, continuó observando el sábado como antes.

Los escritores de los Evangelios sólo mencionan el sábado como el día semanal de culto.  Juan dice de sí mismo que estuvo en el Espíritu en el "día del Señor" (Apoc. 1: 10), y el sábado es el día del cual Jesucristo es Señor (Mat. 12: 8; Mar. 2: 28)Este es el "día santo" del Señor (Isa. 58: 13) y el día de reposo del Señor de los Diez Mandamientos (Exo. 20: 10). 

Además, el autor del Evangelio de Juan, que escribió también el Apocalipsis, no reconocía sino un solo día semanal santo, el sábado.  El único otro día que menciona Juan se conoce con el sencillo nombre de "primer día de la semana" (cf.  Juan 5: 1-9 y Juan 9: 6-14 con Juan 20: 1, 19). 

Como Juan escribió el Evangelio alrededor del mismo tiempo en que escribió el Apocalipsis, o quizá después, tuvo amplia oportunidad para dar al primer día de la semana un título especial, y aun decir que debía ser observado especialmente por los cristianos; pero no lo hizo.  El hecho de que los escritores del Nuevo Testamento no discutan sobre cuál día debe guardarse, es la mejor evidencia posible de que no había duda en sus mentes en cuanto a esto.  Los cristianos guardaban el sábado, séptimo día de la semana, durante el tiempo de los apóstoles.  Hay abundantes pruebas de que muchos de ellos lo guardaron durante siglos, como también otras evidencias que un grupo cristiano también guardaba el domingo

Los días anuales de reposo.-

Después de que Cristo murió en la cruz, dejaron de tener vigencia ciertos ritos de la ley de Moisés.  Eso estaba claramente predicho en Dan. 9: 24-27, donde se profetiza que "a la mitad de la semana [el Mesías] hará cesar el sacrificio y la ofrenda".  Cuando Cristo murió en la cruz, el velo del templo se rasgó "de arriba abajo"; con eso Dios indicó que, mediante la intercesión del Señor Jesucristo, estaba abierto el camino al verdadero santuario, el celestial, y que los sacrificios que diariamente había ofrecido el pueblo hebreo ya no necesitaban ofrecerse más (Mat. 27: 50-51).

Eran tres las solemnes fiestas anuales en las cuales debían presentarse todos los varones israelitas en el templo: la pascua, Pentecostés y los tabernáculos (Lev. 23).

Estos "días de reposo" se celebraban "además de los días de reposo de Jehová" (Lev. 23: 38), es decir, además del "séptimo día" de la semana, el día de reposo, en el cual no se hacía ningún trabajo, y que debía observarse no importaba dónde estuvieran los hebreos (Lev. 23: 3). 

En el Antiguo Testamento, tanto el sábado semanal, como las fiestas anuales, aparecen designados como "sábado" (Heb. shabbat), o sea "día de cesar", "día de descansar".  En la RVR este vocablo se traduce comúnmente como "día de reposo".* Las fiestas anuales, unidas por un lado al calendario agrícola de Palestina, prefiguraban por otra parte la obra de Jesucristo.  Como símbolo, perdieron validez cuando vino la realidad.  Por ejemplo, Pablo afirma que "nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros" (1 Cor. 5: 7).

Pablo escribe a los gálatas advirtiéndoles en contra de la observancia de ciertos días.  "Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años"(Gál. 4: 10), les dice con tristeza.  No especifica si se trata de ceremonias paganas o días de fiesta judíos. 

Sin embargo, no hay duda de que, al hablar en Colosenses de la observancia de días especiales, habla de las fiestas conocidas y observadas por los judíos.  "Por tanto, nadie os juzgue en comida [Griego.  'manera de comer'] o en bebida [Griego.  'manera de beber'], o en cuanto a [manera de observar] días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir" (cap. 2: 16-17). 

Si bien este pasaje es interpretado en diversas formas (ver com.  Col. 2: 16-17), es claro que aquí Pablo reafirma la gloriosa libertad del cristiano que no necesita preocuparse más por los reglamentos rituales que controlaban la manera como los judíos vivían y celebraban las fiestas religiosas.

Pero, a pesar de referirse a estas fiestas como sombras, el Nuevo Testamento deja en claro que los primeros cristianos no habían dejado totalmente de lado la celebración de las fiestas anuales.  Las solemnes fiestas judías aparecen como fechas clave en el calendario de los cristianos. 

También es evidente que, hasta cierto punto, seguían celebrando esos sábados (o "días de reposo") anuales.  Por ejemplo, Pablo escribió a los corintios que estaría en Efeso hasta Pentecostés (1 Cor. 16: 8).  Asimismo al apóstol no le pareció bien detenerse en Efeso al concluir su tercer viaje misionero, pues creyó que debía apresurarse para llegar a Jerusalén, a fin de estar allí en el día de Pentecostés (Hech. 20: 16). 

El dejar de lado las fiestas anuales la pascua, Pentecostés y los tabernáculos parece haber sido difícil para quienes estaban acostumbrados a festejar con todos sus hermanos judíos esas grandes ocasiones.

Es evidente, por lo que dice el Nuevo Testamento, que después de la muerte de Cristo algunos elementos básicos del judaísmo quedaron sin mayor valor por lo cual se concluye en este punto que:

1. Los sacrificios de diversas clases, que los hebreos ofrecían como parte del plan de salvación que se iba desplegando ante ellos, ya no fueron necesarios.

2. La circuncisión, marca que llevaban los varones hebreos desde antes de que tuvieran uso de la razón o que se practicaba en los adultos que aceptaban la fe judía, no fue más exigida como muestra de adhesión a la comunidad de los fieles (Hech. 15).  Este rito desapareció con el primer advenimiento del Señor, pues después de que viniera Cristo ya no hubo un único grupo con el cual Dios hacía su pacto, lo que antes se evidenciaba en los hombres mediante la circuncisión.  La familia de Cristo pasó a estar formada de personas provenientes de todas las naciones, todas las razas, y todas las condiciones humanas (Gál. 3: 28-29).

3. Las fiestas anuales, con sus correspondientes días de reposo, eran "sombra de lo que ha de venir", representación del Mesías y de la salvación que proporcionaría a los creyentes.  Una vez iniciada la dispensación evangélica la celebración de estas fiestas no tuvo más sentido.
Ya en el concilio de Jerusalén se discutió lo que debía exigirse de los gentiles que se convertían al cristianismo.  Se logró el triunfo de la libertad cristiana, los ritos y las ceremonias propiamente de los judíos no fueron más necesarios.  Sin embargo, es evidente que por largo tiempo algunos de los cristianos no pudieron aceptar la sencillez y la libertad del mensaje evangélico.  A éstos Pablo exhorta a estar "firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres" y no volver a estar "sujetos al yugo de la esclavitud" (Gál. 5: 1).

Pascua de resurrección (o pascua florida).-

Sin embargo, la observancia de la pascua y de Pentecostés se introdujo, con un cambio de énfasis, en las prácticas de la iglesia cristiana.  Esto dio lugar a una intensa disputa en la iglesia en los siglos II-IV Entonces apareció, principalmente en el Oriente, una secta llamada los cuartodecimanos. 

Esta palabra, que se deriva del latín, significa literalmente "catorcenos" o "decimocuartos".  Esos cristianos insistían en que el día de la crucifixión de Cristo debía celebrarse anualmente en la primavera (marzo-mayo) con ritos especiales y siempre en el día correspondiente en que había muerto Cristo.  Ese día era el 14 de Nisán, de ahí el nombre de "catorcenos" o "decimocuartos".

De esta manera celebraban anualmente la pascua el mismo día que los judíos, pero por una razón enteramente diferente a la de éstos y sin las ceremonias especiales propias de la pascua judía.  Sin embargo, la observancia de los cristianos del 14 de Nisán significaba que estaban reunidos el mismo día en que los judíos celebraban su fiesta en las sinagogas. 

Como resultado de las persecuciones iniciadas por los judíos y del serio conflicto dentro de la iglesia, centralizado en la continuación de los ritos judíos, especialmente en el Occidente, se desarrolló una fuerte oposición contra la celebración en la iglesia cristiana de cualquier fiesta que coincidiera con otra judía.

Esta reacción originó un movimiento definido en la ciudad de Roma en el tiempo de la segunda guerra judía, durante el reinado del emperador Adriano, alrededor del año 130 d. C. El que presidía la iglesia de Roma en ese tiempo el cual ocupaba con sencillez un cargo que más tarde se transformó en el papado insistió en que la iglesia cristiana debía celebrar anualmente la resurrección de Cristo, no su crucifixión; y que dicha celebración anual debía caer siempre en el primer día de la semana porque ese era el día de la resurrección.  Este fue el origen de la práctica de celebrar esta fiesta anual en la primavera del hemisferio norte (marzo-mayo).

Esto era sólo motivo de un apacible debate entre Oriente y Occidente alrededor del año 150 d. C.; pero al finalizar el siglo II, Víctor, que presidía la iglesia de Roma, insistió en que todas las iglesias debían concordar con la práctica de la iglesia de Roma, no celebrando más la crucifixión sino la resurrección y evitando congregarse en el mismo día con los judíos.  Y para que así sucediera, hizo caer la celebración de primavera de los cristianos en el primer día de la semana, hoy llamado domingo. 

Tan categórico fue Víctor en este asunto, que se intentó excomulgar a todas las iglesias que no aceptaran la práctica romana.  La excomunión fue suspendida debido a una fuerte protesta.  Pero desde allí en adelante la práctica de celebrar la resurrección en domingo, en la primavera, quedó establecida en la iglesia cristiana, y finalmente evolucionó convirtiéndose en la fiesta que ahora popularmente se llama "pascua de resurrección".

Domingo.-

Esta celebración anual de la resurrección en el primer día de la semana fue, sin duda, un factor importante en el establecimiento del culto semanal en domingo.  La primera evidencia indudable de culto regular en día domingo se encuentra en los escritos de Justino Mártir (c. 155 d. C.), quien describe reuniones de cristianos celebradas en la mañana del "día del sol" (Primera apología 67).

La secta de los astrólogos ya rendía homenaje al sol en el primer día del ciclo semanal, y los mitraístas en ese tiempo quizá hacían en domingo su culto especial de Mitra.  Es imposible saber ahora cuánto influyó esto para que los cristianos fijaran un día para celebrar la resurrección triunfante de Cristo en el mismo día en que era adorado el sol. 

También influyó el hecho de que los cristianos quisieron distanciarse de sus raíces judías, en parte para no sufrir junto con los judíos los vilipendios de los cuales eran objeto.  Sea como fuere, a mediados del siglo II muchos cristianos observaban semanalmente el domingo, especialmente en Roma.

Eso no significa en manera alguna que se guardara el domingo como día de reposo.  Parece que los cristianos se ocupaban de sus deberes regulares después del culto matinal.  Pasó algún tiempo antes de que la iglesia procurara convertir el domingo en día de reposo.  Tertuliano sugería alrededor del año 225 d. C. que se evitara tratar los asuntos seculares en día domingo; pero el primer registro de un verdadero intento en ese sentido no se hizo sino hasta el siglo IV d. C.

No es, pues, necesario acudir a las Escrituras para buscar el origen del descanso en domingo.  Entró en la iglesia cristiana aproximadamente medio siglo después de que muriera el último de los apóstoles.  Es evidente que fueron los astrólogos del antiguo Medio Oriente los que primero dieron a los días de la semana los nombres de ciertas deidades paganas, como el Sol, la Luna y Saturno.  Los historiadores llaman a esto la semana astrológica.  Este sistema de señalar el tiempo poco a poco se hizo popular entre los habitantes de Roma.

Las pruebas de una semana tal se encuentran en los registros de las guerras de los romanos en la 6.ª década antes de Cristo, cuando se menciona el día de Saturno.  Lo mismo se halla en las ruinas de las ciudades de Herculano y Pompeya (destruidas por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.), y en los escritos del cristiano Justino Mártir alrededor del año 150 d. C., quien habla de que los cristianos rendían culto "en el día del sol" (Primera apología 67).  Ver com.  Dan. 7: 25.
Pero la iglesia primitiva no abandonó por completo el sábado.  El sábado y el domingo se observaron juntos durante siglos, de un modo especial en el Oriente.  Europa occidental fue evangelizada principalmente desde Roma, por lo cual no hay casi ningún indicio de la observancia del sábado en esa zona.  La observancia del domingo era lo común dondequiera se extendiera la influencia de Roma.

Días de ayuno.-

Además de estas prácticas, se propagó en la iglesia primitiva la observancia de ciertos días de ayuno.  Se los menciona en la Didajé (8) como el "cuarto de los sábados" y la preparación, es decir, miércoles y viernes.  Se advertía a los cristianos que no ayunaran en el segundo y en el quinto día de la semana, pues el lunes y el jueves eran días de ayuno judíos.  Se suponía que el miércoles era el día en el cual Judas había vendido a Cristo y el viernes el día de su crucifixión y sepultura.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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