martes, 14 de septiembre de 2010

La Iglesia Cristiana Primitiva P2



II. El surgimiento de la iglesia

El día de Pentecostés.-

Todos los acontecimientos que habían ocurrido hasta aquí se necesitaban para establecer la iglesia en la tierra como un instrumento en manos de Dios.  Lo único indispensable -el poder- vino cuando terminó el período de espera de diez días que Cristo había establecido, en el cual los discípulos tuvieron una íntima comunión mutua y con su Señor por medio de la oración. 

En el día de Pentecostés, cincuenta días después del día de la resurrección, cuando Cristo -los primeros frutos- había sido ofrecido (Lev. 23: 15-16), fue derramado el Espíritu de Dios y la iglesia quedó inaugurada.

La venida del Espíritu produjo un fenómeno perceptible a los sentidos.  Su venida se sintió como el sonido de un fuerte viento.  Los 120 discípulos, que estaban reunidos en el lugar, vieron descender sobre cada uno de ellos algo parecido al fuego.  El Espíritu llenó el edificio y a cada uno de los discípulos (Hech. 2: 2-4).

La plenitud que produjo el Espíritu fue permanente e inmediatos los efectos. Los discípulos se sintieron vinculados por un sentimiento de unidad que no habían experimentado antes. 

Habían recibido como don, un valor diametralmente opuesto al "miedo de los judíos" que los había mantenido acobardados en el día de la resurrección (Juan 20: 19), valor que los capacitó para avanzar y enfrentar a los mismos judíos que habían crucificado a su Señor y los habían impulsado a ocultarse.  Era un poder que producía resultados totalmente diferentes de los que hubieran sido posibles mediante fuerzas inherentes en ellos.

El don de lenguas.-

En resumen Los apóstoles predicaban ayudados en forma sobrenatural por el don de lenguas.  Más tarde habrían de aprender más acerca de los dones del Espíritu (1 Cor. 12: 1-11; Rom. 12: 6-8; Efe. 4: 11-12). 

En el día de Pentecostés recibieron un don que necesitaban muchísimo en ese día de fiesta y de testificación, pues en ese momento se hablaban muchos dialectos en Jerusalén.  Recibieron el don de lenguas.  El discurso de Pedro fue el más notable.  Al terminar ese día se habían bautizado tres mil fervientes buscadores de la salvación. 

La iglesia emergente.-

Los acontecimientos de ese día constituyeron una parte vital de la historia de la iglesia.  Se habían puesto los fundamentos.  La iglesia que acababa de nacer, estaba preparada espiritual y psicológicamente para su tarea.  Lo que siguió de inmediato fue la etapa de organización y la difusión de la obra a partir de un noble y eficiente comienzo.
 
Cristo el Sumo Sacerdote.-

Cristo, el Autor de la salvación, había consumado su sacrificio y había conquistado una victoria completa.  Con su triunfo sobre el pecado y su victoria sobre la muerte, había demostrado su aptitud para ser Sumo Sacerdote en el santuario celestial. 

El Autor de nuestra salvación había sido perfeccionado "por aflicciones" (Heb. 2: 10).  El que había sido la ofrenda por el pecado  (Heb. 9: 11-14) se ha convertido ahora en el ofrendante sacerdotal de su propia sangre en favor del pecador (cap. 8: 1-2; 9: 23-28) a la diestra del Padre (Hech. 7: 56; Heb. 10: 11-12).  Ministra la gracia expiatorio a favor de los pecadores (Heb. 10: 19-22).Ver Heb. 12: 1-2;

Los sacerdotes de las religiones paganas nunca fueron intercesores válidos.  La suya era no sólo una usurpación sino también una falsificación de la gran verdad de la intercesión entre Dios y el pecador.  Cuando Cristo asumió el sumo sacerdocio, de lo cual su iglesia fue testigo, se revelaron en toda su plenitud la vanidad y la falsedad del antiguo sistema del sacerdocio pagano y sus sacrificios.

Pero el sacerdocio del sistema hebreo también tenía que llegar a su fin.  Había servido para un propósito magnífico hasta que Cristo, el Sumo Sacerdote, después de hacer su preparación en la tierra comenzó su obra sagrada en el cielo. El sacerdocio típico de los hebreos y los sacrificios simbólicos que ofrecía, ya no tenían  razón de existir.  La sombra tenía que ceder el paso a la realidad.

Y más aún: ya no habría lugar para un sacerdocio terrenal entre los seres humanos.  Antes de la cruz, hombres dedicados y bien instruidos no habían representado adecuadamente el sacerdocio de Cristo.  Sería, pues, imposible e innecesario que después de la cruz algún hombre ofreciera la intercesión que es necesaria entre Dios y los hombres.  Estando Cristo como sacerdote en el santuario celestial, sería imposible que algún hombre fuera sacerdote en la tierra, no importa cuán sincero fuera su propósito o cuán elevadas sus pretensiones.

La relación con la iglesia judía.-

Los discípulos no se separaron de la comunidad judía, pues se consideraban como un elemento reformador que daría nueva  forma y nueva vida a ese antiguo cuerpo que estaba en decadencia. 

Los apóstoles pensaban que los conversos concentrarían de un modo especial su lealtad en Jesús como Mesías y Salvador, pero que se empeñarían con celo creciente en que el judaísmo se superara.

Por esto, era normal que Pedro y Juan fueran al templo a la hora del sacrificio y de la oración de la tarde, como siempre lo habían hecho cada vez que habían estado en Jerusalén.  Una de estas visitas, poco después de Pentecostés, estuvo acompañada de una circunstancia muy peculiar. 

En la puerta del templo que se llamaba "la Hermosa", Pedro y Juan sanaron a un cojo en el nombre del Salvador crucificado y resucitado y por medio del poder del Espíritu (Hech. 3: 1-10). 

Pero este resultado adicional y maravilloso de Pentecostés fue rechazado por los dirigentes de los judíos.  La investigación hecha dio como resultado que dichos dirigentes prohibieran terminantemente que desde ese momento se hiciera cualquier obra en el nombre de Jesús; prohibición que, por supuesto, los discípulos no obedecieron.  Entonces comenzó la persecución.  Este nuevo rechazo del cristianismo de parte de los judíos produciría una separación entre el judaísmo conservador y el cristianismo reformador.

La bolsa común.- (el dinero y su manejo)

Mientras estuvieron en compañía de su Señor antes de la ascensión, los discípulos se habían auxiliado de una bolsa común que dependía de las contribuciones (Luc. 8: 2-3), y a ésta se recurría para alimento y limosnas (Juan 4: 8; 6: 5-7). Judas era el tesorero (cap. 13: 29).

El mismo sistema económico se practicó en la naciente iglesia.  Había una tesorería común, a la que contribuían todos los que deseaban hacerlo y con la cantidad que quisieran. 

La unidad de esos primeros cristianos era espiritual, teológico, fraternal y económica; era efectiva en todas las relaciones mutuas de los creyentes.

La capacidad de la iglesia, dirigida por Dios, de procurarse sus propios medios para sostenerse, colocó a los seguidores de Cristo en la situación de no depender más económicamente de los judíos.  La iglesia se bastó a sí misma.  Su propósito supremo era testificar del Señor resucitado. 

Tenía poder, el don del Espíritu Santo.  Rápidamente se desarrolló, convirtiéndose en una organización cuyos principios habían sido establecidos por el mismo Jesús cuando estuvo en la tierra.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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