miércoles, 29 de septiembre de 2010

La Importancia de Escudriñar la Escritura

 ES DE la mayor importancia que cada ser humano dotado con facultades de razonamiento entienda su relación con Dios. La obra de la redención no es estudiada cuidadosamente en nuestros establecimientos de enseñanza. Muchos de los alumnos no tienen un verdadero concepto de lo que significa el plan de salvación. Dios ha empeñado su palabra en nuestro favor. El que experimenta el sentimiento de nuestras flaquezas nos invita: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" "(Mat. 11: 28- 30).

Estudiantes, tan sólo esten seguros si se relacionas con Cristo en perfecta sumisión y obediencia. El yugo es fácil, pues Cristo lleva la carga. Si levantás la carga de la cruz, se hace ligera y esa cruz es para vosotros una promesa de vida eterna. El privilegio de cada uno es seguir gozosamente a Cristo exclamando a cada paso: "Tu benignidad me ha engrandecido" (2 Sam. 22: 36). Pero si queremos viajar hacia el cielo, debemos tomar la Palabra de Dios como nuestro libro de texto. Debemos leer nuestras lecciones, día tras día, en las palabras de la Inspiración.

Dice el apóstol Pablo: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre [como el representante de la raza humana], se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla" (Fil. 2: 5- 10).

La humillación del hombre Cristo Jesús es incomprensible para la mente humana, pero su divinidad y su existencia antes de que el mundo fuera formado nunca pueden ser puestas en duda por los que creen en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo habla de nuestro Mediador, el unigénito Hijo de Dios, el cual en un estado de gloria era en la forma de Dios, el Comandante de todas las huestes celestiales, y quien, cuando revistió su divinidad con humanidad, tomó sobre sí la forma de siervo. Isaías declara: "Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre"  (Isa. 9: 6, 7).

Al consentir en convertirse en hombre, Cristo manifestó una humildad que es la maravilla de las inteligencias celestiales. El acto de consentir en ser hombre no habría sido una humillación si no hubiera sido por la excelsa preexistencia de Cristo. Debemos abrir nuestro entendimiento para comprender que Cristo puso a un lado su manto real, 286 su corona regia y su elevado mando, y revistió su divinidad con humanidad para que pudiera encontrarse con el hombre donde éste estaba y para proporcionar a los miembros de la familia humana poder moral, a fin de que llegaran a ser los hijos e hijas de Dios. Para redimir al hombre, Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma con Cristo, y mediante Cristo, con Dios. Esto ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre. Dio prueba de su humildad al convertirse en hombre. Sin embargo, era Dios en la carne. Cuando tratemos este tema, haríamos bien en prestar atención a las palabras pronunciadas por Cristo a Moisés en la zarza ardiente: "Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (Exo. 3: 5). Debiéramos emprender este estudio con la humildad del que aprende con corazón contrito. Y el estudio de la encarnación de Cristo es un campo fructífero que recompensará al escudriñador que cava profundamente en procura de la verdad oculta.

Las Escrituras son nuestro guía

La Biblia es nuestro guía en las sendas seguras que conducen a la vida eterna. Dios ha inspirado a hombres para que escriban aquello que nos presente la verdad, que nos atraiga, y que, si se practica, capacitará al receptor a obtener poder moral para clasificarse entre los más cabalmente educados. Se ampliarán las mentes de todos los que hacen de la Palabra de Dios su tema de estudio. Mucho más que cualquier otro estudio, éste es de una naturaleza que aumenta las facultades de comprensión y proporciona nuevo vigor a cada facultad. Pone a la mente en relación con los amplios y ennoblecedores principios de la verdad.

Nos coloca en íntima relación con todo el cielo, al impartir sabiduría, conocimiento y entendimiento. Al tratar con producciones vulgares y al alimentarse con los escritos de hombres no inspirados, la mente se empequeñece y rebaja. No está en relación con los profundos y amplios principios de la verdad eterna.

El entendimiento se adapta inconscientemente a la comprensión de las cosas con las cuales es familiar, y en la consideración de esas cosas se debilita el entendimiento y sus facultades se empequeñecen. Dios desea que sean escudriñadas las Escrituras: la fuente de la ciencia que está por encima de toda teoría humana. Desea que el hombre cave profundamente en las minas de verdad para que pueda ganar el valioso tesoro que contienen. Pero con demasiada frecuencia las teorías y la sabiduría humanas se ponen en el lugar de la ciencia de la Biblia. Los hombres se ocupan en la obra de remodelar los propósitos de Dios. Tratan de hacer distinciones entre los libros de la Biblia. Mediante sus falsedades hacen que las Escrituras presenten una mentira.
Precisamente lo que necesita el hombre

Dios no ha hecho que la recepción del Evangelio dependa del razonamiento humano. El Evangelio está adaptado para ser alimento espiritual, para satisfacer el apetito espiritual del hombre. En todos los casos, es precisamente lo que el hombre necesita. Los que han creído necesario que los alumnos de nuestros establecimientos de enseñanza estudien a muchos autores, son ellos mismos ignorantísimos en los grandes temas de la Biblia.

Los mismos docentes necesitan dedicarse al Libro de todos los libros y aprender de las Escrituras que el Evangelio tiene poder para probar su propia divinidad ante la mente humilde y contrita.
El Evangelio es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. El carácter de Cristo en la tierra reveló la divinidad, y el Evangelio que él ha dado ha de ser el estudio de su heredad humana en todas las ramas de la educación, hasta que los docentes, los niños y los jóvenes disciernan en el único Dios  verdadero y viviente el objeto de su fe, amor y adoración. La Palabra debe ser respetada y obedecida. 

Ese Libro, que contiene el registro de la vida de Cristo, su obra, sus doctrinas, sus sufrimientos y triunfos finales, ha de ser la fuente de nuestra fortaleza. Se nos conceden los privilegios de la escuela de la vida en este mundo para que podamos obtener una idoneidad para la vida más elevada: el grado más excelso en la escuela más excelsa, donde, bajo la dirección de Dios, continuarán nuestros estudios por los siglos interminables de la eternidad. 
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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