V. La expansión de la iglesia
Primera obra evangelística de Pablo.-
Pablo predicó durante "muchos días" en Damasco, y después pasó tres años de estudio y meditación en el desierto de Arabia (Gál. 1: 17). Finalmente volvió a Damasco, pero con dificultad pudo escapar con vida; una noche fue bajado por el muro de la ciudad en una canasta. Regresó a Jerusalén donde Bernabé, judío converso de Chipre, persuadió a los apóstoles a que lo recibieran. Pablo trabajó allí entre los judíos en el nombre de Cristo con valor y vigor incansables, pero cuando se supo que los judíos helenistas habían decidido matarlo, los discípulos lo enviaron a Cesarea. Desde allí prosiguió viaje a su ciudad natal de Tarso, en Cilicia.
Primera obra evangelística de Pedro.-
Después siguió un período de paz transitoria para la iglesia, y los apóstoles de Jerusalén aprovecharon bien esa oportunidad. Pedro, que había estado ayudando a Felipe en Samaria, llegó a Jope durante su obra itinerante. La comunidad cristiana estaba allí lamentando la muerte de Dorcas, una de las mujeres que servían en la iglesia. Pedro entonces demostró que aún poseía el poder que lo había acompañado el día de Pentecostés y cuando había curado al cojo ante la puerta "la Hermosa" del templo de Jerusalén. A la orden, de Pedro, Dorcas resucitó, y muchos aceptaron el Evangelio (Hech. 9: 42).
Después se le ordenó a Pedro, mediante la intervención milagrosa de un ángel, que visitara a Cornelio, centurión de la compañía llamada "Italiana". Cornelio simpatizaba con los judíos, creía en el verdadero Dios de los hebreos y era generoso en sus ofrendas para la causa religiosa. Pedro se reunió con Cornelio, su familia y sus amigos, y el resultado fue que Cornelio aceptó el Evangelio. Pero cuando pidió el bautismo, Pedro vaciló porque Cornelio era gentil; no obstante, el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban en la casa, y entonces Pedro los bautizó (Hech. 10: 48).
Cornelio aún no era totalmente un prosélito, pues no había sido admitido todavía en la comunión judía. Por eso llegó el informe a Jerusalén de que Pedro había dejado entrar en la iglesia cristiana a un gentil mediante el bautismo. Esto produjo muchísimas críticas, y Pedro tuvo que responder ante los apóstoles en Jerusalén por lo que había hecho. Cuando explicó que el Espíritu Santo había descendido sobre los nuevos conversos, los apóstoles no tuvieron nada que criticar sino que justificaron lo que Pedro había hecho.
La muerte de Jacobo.-
No mucho después de esto, los apóstoles Pedro y Jacobo (o Santiago) fueron encarcelados por el rey Herodes Agripa I. Pedro fue liberado por la intervención de un ángel, pero Jacobo fue ejecutado.
El Evangelio a los gentiles.-
Por este tiempo el Espíritu Santo estaba haciendo que sucediera algo más en Antioquía de Siria. Durante la persecución que se desató cuando Esteban fue martirizado, algunos de los creyentes llegaron a Fenicia y Antioquía de Siria, y aun hasta la isla de Chipre; pero habían proclamado el Evangelio sólo a los judíos. Sin embargo, cuando algunos de los conversos de Chipre y Cirene llegaron a Antioquía, no restringieron su predicación a los judíos sino que anunciaron también el Evangelio a los griegos. Esa misión fue muy bendecida, y muchos creyeron (Hech. 11: 19-21).
Esto es digno de destacarse. Por primera vez, gentiles que no habían sido alcanzados de alguna manera por la religión de los judíos, aceptaron el mensaje de Cristo el Señor. El etíope con quien se encontró Felipe, había estado en Jerusalén rindiendo culto con los judíos, y Cornelio ya era "temeroso de Dios"; pero ahora entraron en la iglesia cristiana griegos de Antioquía, sin ninguna relación previa con la religión de las Escrituras. Y los que creían en Cristo fueron llamados "cristianos por primera vez en Antioquía" (Hech. 11: 26).
Cuando los hermanos de Jerusalén supieron de este notable progreso, enviaron a Bernabé, natural de Chipre, para que viera lo que estaba sucediendo. Bernabé se gozó con lo que encontró en Antioquía, y después de un tiempo se fue a Tarso en busca de Pablo. Lo llevó a Antioquía, y ambos estuvieron allí durante un año, enseñando a los conversos y procurando ganar a otros. Fueron excelentes los resultados de esta campaña de evangelización.
Viajes misioneros de Pablo.-
En el libro de los Hechos no se mencionan ancianos o diáconos de la iglesia de Antioquía, pero se da una lista de nombres de varones que tenían los dones del Espíritu, especialmente los de profecía y de enseñanza.
En esa lista están Bernabé y Saulo, junto con Simón, llamado Niger, Lucio de Cirene y Manaén, a quien se menciona como hermano de crianza de Herodes el tetrarca, que había hecho matar a Juan. Esos hombres fueron movidos por el Espíritu Santo clara planificar un programa misionero mucho más abarcante que el que hasta entonces había intentado la iglesia. Bernabé y Pablo fueron invitados, y decidieron participar en ese programa. Los profetas y maestros de Antioquía, bajo la dirección del Espíritu Santo ordenaron a Pablo y a Bernabé, y los enviaron a lo que ha llegado a conocerse como el primer viaje misionero de Pablo.
El primer viaje.-
En el primero de los tres viajes misioneros en que se destaca Pablo, tuvo por compañeros a Bernabé, natural de Chipre, y a un sobrino de éste, Juan Marcos. Cuando Pablo fue por primera vez a Jerusalén para encontrarse con la iglesia, Bernabé hizo amistad con él, y de éste dependió que se llamara a Pablo de Cilicia para venir a Antioquía.
Este grupo misionero viajó por mar de Antioquía de Siria a Chipre, donde testificó mediante curaciones y por la predicación, y luego continuó visitando ciertas ciudades del centro sur del Asia Menor, ahora Turquía. Pero antes de que viajaran por el sur del Asia Menor, Marcos se retiró.
Los esfuerzos de Pablo y Bernabé alcanzaron un notable éxito. Sus dones espirituales se manifestaron mediante curaciones y una exitosa predicación. Siempre iban primero a los judíos y después a los gentiles, y en ambos grupos su obra dio buenos resultados. Se organizaron iglesias en las ciudades visitadas, y se nombraron ancianos para que las presidieron (Hech. 14: 23). A pesar de la gran oposición de los judíos en todas partes, Pablo y Bernabé regresaron por la misma ruta que habían seguido antes, reconfortando a las iglesias; después viajaron por mar hacia Antioquía de Siria, partiendo de Atalia, el puerto marítimo de Panfilia.
El segundo viaje.-
Cuando volvieron se reunió el concilio de Jerusalén, cuyo registro se halla en Hech. 15. Después de esto Pablo y Bernabé hicieron planes para realizar otro viaje. Bernabé deseaba llevar otra vez a Juan Marcos, pero como éste los había dejado en el viaje anterior, mientras Pablo se oponía a que fuera con ellos la segunda vez. El desacuerdo en este asunto entre los dos evangelistas fue tan grande, que Pablo y Bernabé tomaron caminos diferentes. Bernabé fue a Chipre en compañía de Juan Marcos; y Pablo, con Silas, por tierra viajó hacia el norte pasando por Siria y Cilicia, su provincia natal.
Luego continuaron visitando algunas de las iglesias del interior, que Pablo había organizado en su primer viaje. Después viajaron hacía el oeste con el plan de entrar en la provincia de Asia, limítrofe con el mar Egeo, pero el Espíritu Santo les prohibió hacerlo; y cuando intentaron entrar en Bitinia, el Espíritu otra vez se los prohibió. Estas dos provincias parece que fueron evangelizadas por el apóstol Pedro (1 Ped 1: 1).
Cuando se dirigieron a Troas, en una visión se instruyó a Pablo y a Silas que continuaran hasta Macedonia, desde donde pasaron a Grecia predicando el Evangelio, y llegaron al sur, hasta Corinto. Desde aquí Pablo viajó en barco a Efeso, luego siguió a Cesarea, en Palestina y finalmente a Antioquía de Siria.
El tercer viaje.-
Después de permanecer algún tiempo en Antioquía, Pablo otra vez partió dando comienzo a lo que se conoce como su tercer viaje misionero. Pasó por Galacia y Frigia, y permaneció tres años en Efeso. Cuando lo obligó finalmente la oposición a salir de la ciudad, fue a Macedonia y después entró en Grecia. Había pensado viajar por mar desde allí a Siria, pero en vez de hacerlo, con un buen grupo de discípulos regresó por Macedonia, se dirigió a Troas, y después viajó por mar a lo largo de la costa de Asia Menor hacia Jerusalén. En Mileto se encontró con los ancianos de la iglesia de Efeso, después continuó hacia Tiro, y viajando en barco llegó a Cesarea desde donde prosiguió a Jerusalén. Pablo recibió la bienvenida de los hermanos quienes le brindaron una recepción muy diferente a la de veinte años antes, después de su conversión en Damasco. Sin embargo, los hermanos creían que Pablo debía demostrar su lealtad al judaísmo, y le sugirieron que entrara en el templo con cuatro hombres y que cumpliera con un ritual de acuerdo con la costumbre judía.
Primer encarcelamiento de Pablo.-
Pablo cumplió con el pedido, pero cuando los judíos lo vieron en el templo causaron un alboroto tan grande que fue necesaria la intervención de soldados romanos para protegerlo en ese momento y también posteriormente. Durante los dos años siguientes Pablo estuvo en Jerusalén y en Cesarea. Compareció ante Félix y ante Festo, que eran procuradores romanos, y ante Herodes Agripa II y Berenice. Pablo perdió finalmente la esperanza de que el gobernador le hiciera justicia, y como no deseaba ser juzgado por el sanedrín, apeló a César y fue llevado a Roma. Allí no se presentaron acusaciones contra Pablo, y por lo tanto, fue absuelto y dejado en libertad después de haber estado preso dos años.
El lapso intermedio.-
Pablo reanudó inmediatamente su trabajo misionero. Según Clemente de Roma -quizá el amigo a quien se refiere en Fil. 4: 3-, el apóstol predicó en el Oriente y en el Occidente (Primera epístola de Clemente a los corintios 5). Pablo había expresado su intención de visitar una vez más a los cristianos de Filipos (Fil. 2: 24) y de Colosas (File. 22; cf. Col. 4: 9; File. 10). Después de salir de Macedonia pudo haber visitado Efeso, y quizá también Colosas y Laodicea. Clemente afirma que Pablo fue hasta los "límites" del Occidente, lo que quizá signifique España. Esa visita, si la hizo, coincide con la intención que expresó antes a los romanos (Rom. 15: 28). En el Fragmento Muratoriano (170 d. C.), se dice claramente que Pablo fue a España. Las epístolas pastorales sugieren que también fue a Creta y a Efeso, como asimismo a Nicópolis y Troas en Macedonia.
Segundo encarcelamiento y muerte de Pablo.-
Pablo quizá fue detenido nuevamente en Troas, llevado a Roma y, de acuerdo con la leyenda, encarcelado en la mazmorra Mamertina, cerca del Foro Romano. En algún momento entre los años 66-68 d. C. fue martirizado. Lucas, y tal vez Timoteo y Marcos, parecen haber sido sus únicos compañeros de trabajo en esas últimas lóbregas horas (2 Tim. 4: 11).
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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