domingo, 8 de agosto de 2010

LA UNIDAD DE LA FE EN ESTE TIEMPO


Dios está guiando a su pueblo para que salga del mundo, establecido sobre la exaltada plataforma de la verdad eterna, los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. El quiere disciplinar y preparar a sus hijos. Estos no estarán discordes, uno creyendo una cosa y otros teniendo una otros teniendo una fe y puntos de vista enteramente opuestos, moviéndose cada uno independientemente del cuerpo.

Por la diversidad de los dones y el gobierno que él ha colocado en la iglesia, todos llegarán a la unidad de la fe. Si un hombre adopta sus puntos de vista referentes a la Biblia sin considerar la opinión de sus hermanos, y justifica su conducta alegando que tiene derecho de sostener sus propias opiniones peculiares, y entonces los impone a otros, ¿cómo podrá cumplirse la oración de Cristo?

Y si otro y aún otro se levanta, y cada uno asevera su derecho a creer y hablar lo que le place sin referencia a la fe del cuerpo, ¿dónde estará la armonía que existió entre Cristo y su Padre y que Cristo oró para que existiera entre sus hermanos? Aunque tenemos una obra individual y una responsabilidad individual delante de Dios, no hemos de seguir nuestro propio juicio independiente, sin considerar las opiniones y los sentimientos de nuestros hermanos; pues este proceder conducirá al desorden en la iglesia.

Es deber de los ministros respetar el juicio de sus hermanos; pero sus relaciones mutuas, así como las doctrinas que enseñan, deben ser puestas a prueba en base a la ley y el testimonio; entonces, si los corazones son dóciles para recibir enseñanza, no habrá divisiones entre nosotros.

Algunos están inclinados a ser desordenados y están apartándose de los grandes jalones de la verdad; pero Dios está induciendo a sus ministros a ser uno en doctrina y en espíritu.

Es necesario que nuestra unidad hoy sea de un carácter tal que soporte la prueba. . . . Tenemos muchas lecciones que aprender, y muchísimas que desaprender. Dios y el cielo sólo son infalibles. Los que creen que nunca tendrán que abandonar una opinión acariciada, los que nunca tienen ocasión de cambiar un punto de vista, resultarán chasqueados. Mientras nos aferremos a nuestras propias ideas y opiniones con determinada persistencia, no podremos tener la unidad por la cual oró Cristo.

Cuando un hermano recibe nueva luz de las Escrituras, debe explicar francamente su posición, y todo ministro debe investigar las Escrituras con un espíritu libre de prejuicios para ver si los puntos presentados pueden ser sostenidos por la palabra inspirada. "El siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad" (2 Tim. 2: 24, 25).

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