domingo, 2 de septiembre de 2012

EL SER HUMANO Y SUS PALABRAS!!


CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
NUESTRAS PALABRAS
I. LAS PALABRAS REVELAN EL CORAZÓN DE UNA PERSONA

El hablar de una persona ocupa gran parte de su vida, y de hecho, representa una parte crucial de su vida. El Señor Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca (Mt. 12:34). Mediante sus palabras, una persona expresa lo que está en su corazón, es decir, las cosas que tiene en su corazón. No es fácil conocer a una persona al sólo observar su conducta, pero es muy fácil conocer a alguien por medio de sus palabras. 

Con frecuencia, la conducta de un individuo puede causar una impresión o dar la concepción errónea de tal persona, e incluso provocar juicios equivocados acerca de ella; pero es fácil conocer a una persona por medio de sus palabras, debido a que nadie reprime o controla sus palabras con facilidad. De lo profundo del corazón del hombre habla su boca. El hombre habla de la abundancia de su corazón. Si con su boca una persona miente y engaña, esto quiere decir que en su corazón hay mentiras y engaño. Si una persona mantiene su boca cerrada, nos será difícil conocer su corazón, pero una vez que habla, su corazón será puesto al descubierto. 

Si una persona permanece callada, nadie podrá conocer su espíritu. Pero una vez que esta persona habla, otros podrán tocar su espíritu por medio de sus palabras, y se hará evidente en qué condición se encuentra tal persona delante de Dios. Después de haber creído en el Señor, tenemos que pasar por un entrenamiento fundamental en cuanto a la manera en que vivimos y hablamos. Debemos abandonar completamente nuestra antigua manera de vivir. Desde el día en que creímos, debemos comenzar todo de nuevo, lo cual incluye aun nuestra manera de hablar. Tenemos que atender a la manera en que hablamos y rendirle la debida consideración.

II. TOMAR MEDIDAS CON RESPECTO A LA MENTIRA
Hay cuatro o cinco pasajes en la Palabra que nos indican cómo debe ser nuestro hablar.
Juan 8:44 dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.

Cuando el diablo habla mentira, de lo suyo habla. Él es un mentiroso. Más aún, él es el padre de los mentirosos. En este mundo no hay nada que abunde tanto como las mentiras. Satanás cuenta con tantos mentirosos como el número de gente que posee, pues tiene tantas personas hablando mentiras para él como la cantidad de súbditos que tiene bajo su mano. Satanás requiere de mentiras para poder establecer su reino y necesita mentiras para derribar la obra de Dios. 

Todo aquel que es nacido de Satanás es capaz de mentir y participa de la obra que consiste en mentir. Pero una vez que uno es salvo y se convierte en hijo de Dios, la primera lección que debe aprender delante de Dios, es la de tomar medidas con respecto a sus palabras. Debemos rechazar todas las mentiras. También debemos rechazar toda palabra inexacta, exagerada o distorsionada. Debemos rechazar tanto las mentiras que decimos deliberadamente como aquellas que decimos sin percatarnos. Los hijos de Dios deben desechar toda mentira. En tanto persista alguna mentira, Satanás tendrá una posición de donde atacarnos.

A. Las mentiras son algo común
Uno no sabe cuán bien miente, hasta que intenta rechazar toda mentira. Cuanto más se esfuerza por rechazar las mentiras, más se dará cuenta de lo bien que miente. Se dará cuenta, entonces, que mentir es la inclinación misma de su corazón. En este mundo circulan muchas más mentiras de las que nos imaginamos. 

Nunca sabremos cuánto mentimos hasta que nos propongamos desechar toda mentira. Si tratamos de rechazarlas, entonces tendremos una idea de la inmensa cantidad de mentiras que decimos. Hay demasiadas mentiras en el mundo y en nosotros mismos hay muchas mentiras. Es triste ver que incluso
entre los hijos de Dios parezca inevitable encontrar mentiras. 

¡Cuán lamentable es que las mentiras tengan cabida entre nosotros! La Palabra de Dios es seria y explícita. Todo aquel que miente es un hijo del diablo, y el diablo es el padre de los mentirosos. No hay nada más lamentable en este mundo que el hecho de que la simiente satánica de la mentira permanezca en los corazones de los hijos de Dios. Simplemente no podemos ser creyentes por muchos años y, aun así, permanecer indiferentes con respecto a las mentiras que decimos. Sería demasiado tarde si esperamos que pasen los años para empezar a tomar medidas con respecto a la mentira. Tenemos que aprender a hablar con exactitud tan pronto creemos en el Señor.

B. ¿Qué es mentir?
1. Hablar con doblez
Ser una persona que habla con doblez es mentir. Una persona miente cuando primero dice una cosa e inmediatamente después, al dirigirse a otra persona, dice algo diferente. Miente cuando primero dice que sí y luego dice que no, cuando primero dice que algo es bueno y luego dice que es malo; o cuando en primera instancia concuerda en que algo es correcto, pero después afirma que ello está errado. Esto no esto es tener una mente indecisa; esto es mentir.

2. Hablar regidos por lo que nos agrada o desagrada
Estamos acostumbrados a decir a los demás lo que nos agrada, pero nos callamos lo que nos desagrada. Solemos hablar sobre lo que nos conviene, pero callamos aquello que no nos conviene. Esta es otra manera de mentir. Mucha gente, deliberadamente, cuenta sus relatos a medias. Tales personas callan aquellas cosas que podría beneficiar a otros, especialmente lo que podría beneficiar a sus enemigos. 

En su lugar, ellos difunden las cosas que habrán de herir, dañar o causar perjuicio a los demás. Esto es mentir. Muchos no hablan de acuerdo a la verdad o a la realidad, sino lo que les agrada o desagrada. 

Muchas palabras no están basadas en hechos, sino en sentimientos. Tales personas tocan ciertos temas porque les encanta hablar al respecto y hablan sobre ciertas personas porque sienten preferencia por ellas. 

Estas personas cambian de tono si la conversación gira en torno a personas o temas que no son de su agrado. Esta clase de hablar está completamente regido por lo que a uno le agrada o desagrada; es hablar conforme a las emociones, y no conforme a la verdad y la realidad. Recuerden, por favor, que esto es mentir. 

Las palabras inexactas son un pecado muy grave. Engañar deliberadamente es más grave todavía y constituye un pecado mucho más serio delante de Dios. No debemos hablar de acuerdo a nuestras emociones, sino de acuerdo a los hechos. Nosotros o no deberíamos decir nada, o solamente deberíamos hablar conforme a los hechos y la verdad. No podemos hablar de acuerdo a nuestros sentimientos. Si lo hacemos, estamos mintiendo deliberadamente delante de Dios.

3. Hablar conforme a nuestras expectativas
Más aún, tenemos que aprender a dejar a un lado nuestros propios sentimientos y no debemos tener ninguna expectativa acerca de otros. Hoy en día, mucho de lo que se dice, representan esperanzas en lugar de hechos. 

Así pues, nuestras palabras no trasmiten los hechos sino que únicamente comunican nuestras expectativas. Es frecuente que una persona hable mal acerca de cierta hermana o hermano, según sus sentimientos y no conforme a los hechos. Tal persona espera que dicha hermana sea tan mala como se la imagina; sin embargo, habla como si fuera verdaderamente mala. O, en otros casos, esperando que un hermano va a tropezar, habla como si ya hubiese tropezado. 

Así que, esta persona habla conforme a lo que ella espera que suceda, no conforme a lo que realmente ha sucedido. ¿Detectan cuál es el problema fundamental aquí? Con frecuencia, una persona habla conforme a la expectativa que abriga en su corazón y sus palabras no comunican lo que realmente acontece. Así pues, tal persona, en lugar de hablar sobre lo que sucede concretamente, habla de lo que ella anticipa que habrá de suceder.

4. Añadir nuestras propias ideas
¿Por qué las palabras pueden sufrir tantas alteraciones al ser transmitidas de boca en boca? Con frecuencia, una afirmación cambia completamente después que ha circulado por tres o cuatro personas. ¿Por qué? Esto se debe a que todas ellas han añadido sus propias ideas, en lugar de investigar los hechos. Nadie procura descubrir los hechos concretos, pero todos procuran añadir sus propias ideas. Esto es mentir.

Hay un principio básico que debe regir lo que hablamos: al hablar, no debemos hacerlo respondiendo a nuestros sentimientos ni a nuestras expectativas. Una persona está mintiendo cuando no habla conforme a la verdad y a la realidad, sino conforme a sus expectativas e intenciones. Debemos aprender a hablar según los hechos y a no expresar nuestras propias ideas. Si estamos dando nuestra opinión, debemos dejar bien en claro que se trata de nuestra opinión. Asimismo, si nos referimos a un hecho concreto, tenemos que establecer que se trata de un hecho. 

Tenemos que aprender a distinguir nuestras opiniones de los hechos concretos. No debiéramos mezclar los hechos con nuestras ideas al respecto. Lo que nosotros pensamos acerca de una persona y lo que es realmente dicha persona, son dos cosas distintas. A lo más podremos afirmar que los hechos indican una cosa, pero que nosotros tenemos ideas diferentes al respecto.

5. Exagerar
Existe otra clase de mentira que es muy común en la iglesia: las exageraciones. Les ruego tengan en cuenta que los números inexactos y las palabras inexactas, así como la tendencia a usar expresiones grandilocuentes, palabras poderosas o palabras exageradas, constituyen diferentes maneras de mentir, porque en todas ellas hay falsedad.

Hoy en día, si usted desea saber en qué condición se encuentra el corazón de un santo delante del Señor, todo lo que tiene que hacer es decirle algo y pedirle que lo transmita a otros. Inmediatamente usted podrá saber dónde está el corazón de esa persona en relación con el Señor. Una persona que teme a Dios, que ha aprendido las lecciones debidas y que ha recibido la disciplina de Dios, siempre considerará que hablar es algo muy importante. Tal persona jamás se atrevería a hablar descuidadamente, ni pregonaría ninguna palabra sin consideración. 

Tal persona le dará mucha importancia a la exactitud de las palabras. Si usted le confía algo a una persona que no ha sido restringida ni disciplinada por el Señor, tal persona se afanará por propagar lo que usted le ha dicho. Y en esta propagación descubrirá que ella es una persona frívola, engañosa y deshonesta. Una persona así es capaz de añadir muchas palabras propias y dejar de decir aquello que en realidad debería decirse.

6. Exagerar las cantidades
Muchas personas suelen citar números exagerados al hablar. Ninguna iglesia en Shanghái tiene un local con asientos para cinco mil personas. Cualquier predicador con poco entrenamiento puede determinar la capacidad de un local con sólo una mirada. Sin embargo, muchos de los informes acerca de ciertas reuniones de avivamiento han dado cuenta de una asistencia de diez mil, e incluso hasta de veinte mil personas. 

Si todos los asistentes aun estuviesen parados sobre la cabeza de otra persona, no habría suficiente espacio para todos ellos. Sin embargo, estas palabras provienen de obreros cristianos. ¡Esta es una exageración! Tal clase de exageración equivale a mentir. Nosotros tenemos la tendencia a exagerar los errores de los demás y a minimizar nuestros errores. Exageramos los errores de los demás y minimizamos los nuestros. Esto también es mentir.

C. Debemos aprender meticulosamente a ser personas honestas
Hoy día yo no podría decir que todos los hijos de Dios se convierten en personas honestas al ser salvos. Si ellos, delante del Señor, se proponen aprender estas lecciones por los próximos cinco años, quizás después de ese lapso lleguen a ser personas honestas. Permítanme hablarles francamente: una persona tiene que
rechazar continuamente toda clase de mentiras. Siempre que descubra que usted mismo está hablando con inexactitud, tiene que repudiar despiadadamente tal acto. Si usted pone esto en práctica, quizás llegue a convertirse en una persona honesta en tres o cinco años. 

No podemos esperar que una persona que habla en forma descuidada y caprichosa se convierta en una persona honesta de la noche a la mañana. Las mentiras e inexactitudes son males comunes entre los cristianos. Todas las personas de este mundo siguen a Satanás y todas ellas mienten. Algunas personas son torpes y otras son inteligentes, pero todas mienten. Unos mienten con habilidad y otros sin destreza, pero todos mienten. Continuamente, debemos tratar con el Señor a fin de ser puestos sobre aviso en cuanto decimos alguna mentira o cuando tocamos el espíritu de mentira.

¡Cuán importante es que lleguemos a ser personas honestas! Sin embargo, ¡no es natural el ser honesto! Nuestra naturaleza misma es deshonesta, y desde que nacimos hemos mentido. Al hablar, solemos hacerlo según nuestras propias preferencias, y no conforme a la verdad. Un niño tiene que aprender a hacer las cosas paso a paso, desde el comienzo mismo de su existencia humana. Como hijos de Dios, también necesitamos aprender nuestras lecciones desde el principio. Si somos negligentes, mentiremos y hablaremos con inexactitud.

La mentira es un problema muy común. Se trata no sólo del pecado más oscuro, sino también del más común. Son muchos los que consideran que este asunto es un asunto trivial. Pero si tenemos problemas en cuanto a nuestra manera de hablar, sucederán dos cosas. En primer lugar, muerte entrará en la iglesia, y los cristianos se encontrarán con que les es imposible andar en unidad. En segundo lugar, Dios no podrá hacernos ministros de Su palabra, y nuestra utilidad se paralizará. 

Quizá todavía seamos capaces de hablar algo acerca de la Biblia, así como acerca de las verdades y doctrinas bíblicas, y hasta tal vez podamos dar un discurso, pero no seremos capaces de servir como ministros de la palabra de Dios. A fin de ser un ministro de la palabra de Dios, uno tiene que ser honesto al hablar. Si uno no es honesto, no podrá ser usado por Dios.

Quisiera que todos podamos comprender lo necesario que es rechazar toda mentira. No debemos hablar según nuestros propios deseos. Tenemos que rechazar completamente toda mentira. No deberíamos hablar de manera subjetiva, sino de manera objetiva, es decir, debemos hablar de acuerdo a los hechos, de acuerdo a lo que escuchamos, y no de acuerdo a lo que sentimos. Si los hijos de Dios ponen esto en práctica, una senda recta se abrirá delante de ellos.

III. NINGUNA PALABRA OCIOSA
Otra clase de palabras que jamás deben salir de nuestros labios son las palabras ociosas. Mateo 12:35-37 dice: “El hombre bueno, de su buen tesoro saca buenas cosas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca malas cosas. Y Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

Antes de decir esto, el Señor Jesús dijo: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol” (v. 33). Según el contexto, el fruto al que hace referencia este versículo no se refiere a la conducta, sino a nuestras palabras. Esto quiere decir que las palabras de una persona son buenas si esta persona es buena, y que las palabras de una persona son malignas si esta persona es mala. 

Conocemos a una persona por las palabras que pronuncia. Algunas personas difunden chismes día y noche. Tales personas siempre están parloteando y están llenas de calumnias, injurias, críticas y juicios acerca de los demás. Sus bocas están llenas de toda clase de cosas inmundas, sucias y malignas. Es obvio que se trata de árboles corrompidos.

En nuestros días, un problema evidente entre los hijos de Dios es la incapacidad que tienen ellos para juzgar a las personas basándose en las palabras que éstas profieren; y esto se debe a que ellos mismos son iguales a esas personas. El Señor nos dice que el hombre bueno, de su buen tesoro saca buenas cosas; y que el hombre malo, de su mal tesoro saca malas cosas. La boca habla de la abundancia del corazón. Así pues, por su fruto podemos conocer al árbol.

Si un hermano difunde cosas malignas, destructivas o pecaminosas todo el tiempo, no necesitamos tratar de determinar si lo que dice es cierto o no. Simplemente le podemos decir que el mero acto de difundir tales cosas es un acto impuro. Tenemos que darnos cuenta de que las palabras de los hijos de Dios son el fruto de sus labios. Ninguna persona cuyo corazón sea santo hablará cosas inmundas. Ninguno que tenga el corazón lleno de amor hablará palabras de odio. El árbol es conocido por su fruto.

Esto no quiere decir que podemos decir cualquier cosa, con tal que esto sea verdadero y sea un hecho. A veces, no es cuestión de si algo es un hecho o no. Algo puede ser un hecho concreto y, sin embargo, no debe ser un fruto de nuestros labios. Quizás sea cierto, pero no debemos decirlo. Esto no es cuestión de si algo es verdad o no, sino de si son palabras ociosas o no. Quizás tales palabras sean verdaderas, pero son palabras ociosas. Acabo de decirles que nuestras palabras tienen que conformarse a los hechos. Sin embargo, no todos los hechos necesitan ser difundidos. No debemos pronunciar palabras ociosas ni necesitamos hacerlo.

El Señor dijo: “Y Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (v. 36). Las palabras ociosas que proceden de los labios de un cristiano, no serán dichas una sola vez, sino dos veces. Todo cuanto dijimos hoy sin la menor consideración, volverá a ser repetido en el futuro. Tales frases serán repetidas en su totalidad, una tras otra. Y con base en ello, seremos justificados o condenados. En el día del juicio, tendremos que rendir cuenta de toda palabra ociosa que hayamos pronunciado. Espero que los hijos de Dios aprendan a temer a Dios. 

Tenemos que aprender a rechazar toda palabra inexacta y hablar con exactitud. Jamás deberíamos hablar acerca de lo que no nos concierne y nunca deberíamos decir nada que no sea de provecho para los oyentes o para nosotros mismos.

Uno puede determinar cuanto una persona ha sido disciplinada por el Señor, al oír las palabras que salen de sus labios. Ninguno que ha sido disciplinado por Dios tendrá una boca indisciplinada. Una persona que miente o que habla palabras ociosas y frívolas, será de poca utilidad para Dios; sólo servirá para ser juzgada en el día del juicio. Tenemos que aprender esta lección desde un comienzo. Quienes pronuncian palabras inmundas son personas inmundas, y los que pronuncian palabras corrompidas son personas corrompidas. La clase de palabras que usamos revela la clase de persona que somos. Por sus frutos se conoce un árbol; es por medio de nuestras palabras que otros nos conocen a nosotros.
Es crucial que le prestemos la debida atención a este asunto. Podemos conocer a un hermano por la manera en que habla. Hoy en día la iglesia está llena de mentiras y de palabras ociosas. ¡Es sorprendente que sean tan pocos los hijos de Dios que condenan tal hábito! Ninguno de nosotros tiene el derecho de hablar palabras ociosas.

IV. NINGUNA PALABRA MALIGNA
En 1 Pedro 3:9-12 se nos dice: “No devolviendo mal por mal, ni injuria por injuria, sino por el contrario, bendiciendo, porque para esto fuisteis llamados, para que heredaseis bendición. Porque: „El que desea amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios de palabras engañosas; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y Sus oídos atienden a sus peticiones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.”.

Otra clase de palabras que jamás debiera pronunciar un cristiano son las palabras malignas. ¿Qué son las palabras malignas? Las palabras malignas son aquellas expresiones injuriosas, palabras de maldición. Un hijo de Dios no puede devolver mal por mal, ni injuria por injuria.

A. Debemos aprender a hablar palabras de bendición
Son muchos los que creen que tienen el derecho de hablar de cierta manera simplemente porque otros también se expresaron así. Hoy día, en el mundo se discute mucho para determinar quién fue el primero que dijo algo, pero el Señor está pendiente únicamente de si alguien dijo algo o no. Podríamos preguntarnos:

“Puesto que otros han dicho esto, ¿acaso no podría yo decir lo mismo?”, pero no debemos olvidar que nosotros no podemos pagar mal por mal, ni injuria por injuria. No es cuestión de quién lo haya dicho primero, sino de si uno habló o no.

Un nuevo creyente deberá aprender a hablar palabras de bendición desde el inicio de su vida cristiana. No debemos tolerar que ninguna injuria o maldición salga de nuestros labios.

B. Debemos controlar nuestro mal genio
Además, una persona tiene que saber dominar su mal genio. Ella tiene que controlar su enojo antes de poder controlar sus palabras delante de Dios. Una persona no podrá controlar sus palabras si no sabe controlar su mal genio. Muchas de las palabras perversas que una persona pronuncia surgen debido a que tal persona no sabe controlar su mal genio. Si los hijos de Dios no ejercitan domino propio, palabras injuriosas e inmundas saldrán de sus labios. Son muchos los que no saben controlar su mal genio y llenan sus bocas de palabras injuriosas. Tales palabras, por un lado, no glorifican a Dios y, por otro, impiden que esas personas reciban cualquier bendición de Dios.

V. DEBEMOS RESTRINGIRNOS AL HABLAR
Ahora trataremos el quinto aspecto. Es necesario comprender a qué cosas debemos prestar atención cuando hablamos. Jacobo 3 específicamente trata el asunto de nuestras palabras. Leamos del versículo 1 al 12. Tenemos que descubrir cómo deben hablar los hijos de Dios.

A. Sin hacernos muchos maestros
El primer versículo de este capítulo dice: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros”. ¿Por qué? “Sabiendo que recibiremos un juicio más severo”. La característica más destacada de las personas que son indisciplinadas en sus palabras, es su deseo de ser maestros. Dondequiera que vayan, les gusta enseñar. Dondequiera que estén, siempre tienen algo que enseñar. Ellos quieren ser maestros de los demás en cualquier circunstancia. Ellos dan discursos sin cobrar. Son muchos los que anhelan ser maestros y
consejeros. Siempre que están con alguien, tienen mucho que decir. ¿Perciben en qué consiste el problema?

Un cristiano no solamente tiene que dejar de mentir, dejar de difundir chismes y dejar de pronunciar palabras malignas; además, no debe ser un parlanchín. No importa qué clase de palabras pronuncie tal persona, errará todas las veces que hable demasiado. En cuanto una persona habla demasiado, pierde todas sus bendiciones delante del Señor.

B. Las palabras de una persona denotan el grado de dominio propio que ella posee
El versículo 2 dice: “Porque todos tropezamos en muchas cosas. Si alguno no tropieza en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. El grado en que una persona puede dominarse a sí misma depende del grado en que sabe poner freno a sus palabras. Una persona tendrá dominio propio —uno de los frutos del Espíritu— en la medida en que sepa refrenar su hablar. Muchos hermanos y hermanas no entienden correctamente la Biblia. Ellos piensan que dominarse a uno mismo es ser moderados.

Recuerden que el dominio propio es el dominio propio. La enseñanza de la moderación no tiene nada que ver con nosotros. Los cristianos deben ejercer dominio propio, esto quiere decir ejercer control sobre ellos mismos.

El dominio propio es uno de los frutos del Espíritu. Gálatas 5 nos dice qué es el fruto del Espíritu, mientras que Jacobo nos dice cuál es la característica que denota la presencia del fruto del Espíritu. Jacobo nos dice que una persona que es capaz de dominar su cuerpo, ciertamente será capaz de refrenar sus palabras.

Aquellos que son frívolos al hablar, llevan una existencia frívola. Las personas que hablan insensatamente, se comportan insensatamente. Una persona que es indiscreta con sus palabras, ciertamente será imprudente en todo cuanto hace. Una persona que habla demasiado está destinada a ser una persona negligente delante de Dios. Que una persona sea capaz de refrenar todo su cuerpo o no, dependerá de si puede poner freno a su hablar. Espero que de ahora en adelante todos los nuevos creyentes aprendan, delante de Dios, a controlar sus palabras.

Son muchos los hermanos y las hermanas que oran a Dios rogándole que trate con ellos y les conceda misericordia. Quisiera decirles algo a tales personas: Si Dios puede tratar con vuestro hablar, Él podrá tratarlos a ustedes. Hay muchas personas para quienes su hablar constituye su vida misma; constituye su punto fuerte, es el encaje de su muslo. Si Dios puede regular su hablar, podrá regular todo su ser. Muchas personas no han podido ser derrotadas por Dios con respecto a su hablar. Como resultado, su propio ser no ha sido derrotado por Dios. Si una persona no puede ejercer dominio propio, tal vez pueda actuar de cierto modo, pero una vez que los demás conversen con él durante una media hora, se percatarán la clase de persona que realmente es.

En cuanto una persona habla, su propio ser es puesto al descubierto. Nada pone en evidencia a una persona tanto como sus palabras. En cuanto habla, el propio ser de tal persona es puesto al descubierto. Si usted quiere averiguar si una persona es capaz de ejercer dominio propio sobre sí misma, simplemente pregunte si ella es capaz de controlar su hablar.
C. Lo más pequeño afecta lo más grande
En el versículo 3 se da el ejemplo del freno para los caballos, y en el versículo 4 se da el ejemplo del timón de un barco. La lengua es como un freno y es también como el timón de una nave. Si bien es algo muy pequeño, es capaz de ejercer una gran influencia. El versículo 5 dice que un pequeño fuego es capaz de incendiar un gran bosque. El versículo 6 dice: “Y la lengua es un fuego, todo un mundo de injusticia. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama el curso de la vida, y ella misma es inflamada por la Gehena”.

El versículo 3 habla de un freno, y el versículo 4 de un timón. El versículo 5 afirma que la lengua es un miembro pequeño que se jacta de grandes cosas. El versículo 6 indica que la lengua es todo un mundo de injusticia. La lengua, en sí misma, es un mundo, un mundo de injusticia. Muchos han sido redimidos y han experimentado la misericordia de Dios; aun así, nunca han refrenado sus lenguas. Dondequiera que van, encienden el fuego de la Gehena con este mundo de injusticia.

Estas palabras son palabras muy serias: la lengua inflama el curso de la vida. Aquí la vida es como una rueda; ella gira todo el tiempo. Y la lengua es como un fuego capaz de inflamar toda la rueda de nuestra existencia. Esto significa que es capaz de provocar toda clase de actividad carnal. Por medio de la lengua se puede encender la ira del hombre, o sea, incitar su carne, su mal genio y su enojo. La lengua es capaz de encender el fuego de la Gehena. Por medio de sus palabras, los hijos de Dios pueden suscitar muchos problemas. Esto es algo que, sin duda, procede de la Gehena. La lengua, pues, es un fuego y todo un mundo de injusticia.

Tenemos que aprender a hablar menos. Cuantas menos palabras pronunciemos, mejores personas seremos. En la multitud de palabras hay trasgresión. Proverbios nos aconseja ahorrar nuestras palabras. Sólo los insensatos hablan profusamente. Cuanto más insensata es una persona, más habla. Cuantas más lecciones haya uno aprendido delante de Dios, más estable será y tendrá menos palabras que decir.

D. La lengua es un mal turbulento
Jacobo 3:7 afirma que todo ser vivo puede ser domado, mientras que el versículo 8 dice que la lengua no puede ser domada por ningún hombre. La lengua es un mal turbulento lleno de veneno mortal. La lengua no puede ser domada por los hombres, está llena de veneno mortífero. Es un mal indomable, “un mal turbulento”. Hay males que pueden ser domados, pero la lengua maligna no puede ser domada. ¡Qué insensato es dar rienda suelta a nuestra lengua! Si una persona es de lengua suelta, ciertamente es necia.
E. Un manantial no puede dar dos clases de agua diferentes
Lo que sigue a lo dicho es bastante obvio y evidente. No podemos hacer que nuestra lengua bendiga a Dios y, después, maldiga al hombre que Dios creó. Una persona no puede bendecir por un lado y maldecir por otro. De un mismo manantial no pueden brotar dos clases diferentes de agua. Una higuera no puede producir aceitunas ni una vid producir higos.

El agua salada no puede producir agua dulce. El fruto pone de manifiesto al árbol, y la corriente de agua al manantial. Una persona que es usada por Dios ciertamente producirá agua dulce, y en sus palabras no se hallará nada amargo.

La manera actual en la que Dios efectúa Su salvación, consiste en implantar un manantial nuevo y un árbol nuevo en nuestro ser. Si soy una higuera, ciertamente no produciré aceitunas. Si soy una vid, con certeza no produciré higos. Si Dios me da algo que es nuevo e implanta en mí una vida nueva, yo ciertamente produciré agua dulce.

VI. PRESTAR ATENCIÓN A LO QUE ESCUCHAMOS
Al referirnos a nuestra manera de hablar, no debemos descuidar lo que escuchamos.

A. Debemos resistir la comezón por oír Permítanme hablarles con franqueza. Muchas de las palabras impropias que se pronuncian en la iglesia desaparecerían si todos los hermanos y hermanas aprendieran la lección de cómo escuchar. La razón por la que circulan muchas palabras impropias se debe a que muchos hermanos y hermanas desean escuchar tales palabras. Puesto que existe una demanda, existe también un suministro.

Si en nuestro medio circulan tantas palabras corruptas, críticas, injurias, calumnias y expresiones hipócritas, se debe a que son muchos los que desean prestar oído a tales palabras. El corazón del hombre es engañoso, perverso y corrupto; y además le gusta escuchar este tipo de palabras. Por ello, siempre hay alguien dispuesto a decírselas.
Si los hijos de Dios saben qué clase de palabras pueden o no pueden hablar, ellos sabrán también a su vez qué clase de palabras les es permitido escuchar y qué palabras no les es permitido escuchar. Cierto hermano, muy apropiadamente, dijo: “Los oídos de muchos parecen basureros”. ¿Acaso acostumbramos arrojar la basura sobre una cacerola de arroz?

Ninguno de nosotros haría tal cosa. Si usted es una persona que acepta escuchar toda clase de palabras lujuriosas y no las considera dañinas, evidentemente usted se ha convertido en un recipiente para la basura; esa es la clase de persona que usted es. Únicamente cierta clase de persona prestaría atención a cierta clase de palabras.

Tenemos que aprender a escuchar las palabras sanas. No debiéramos ser desviados por aquellos que propagan rumores y expresiones inapropiadas. Tenemos que declarar: “No quiero oír tal clase de comentarios”. Muchos pecados cesarán y muchos hermanos serán edificados si usted adopta esta postura.

Entre nosotros, está presente el apetito desmesurado por escuchar palabras que no son saludables, y por ello, tales expresiones se propagan. A la gente esto le parece de buen gusto. Pero nosotros debemos ser liberados de tales cosas. Si una persona está diciendo algo inapropiado, tal vez usted deba retirarse calladamente y alejarse de él. Esto hará que ella pierda todo interés en usted la próxima vez que quiera hacer lo mismo.

Otra alternativa consiste en darle testimonio y decirle: “Por ser cristianos, no debemos utilizar tales palabras”. Esto impedirá que le sigan hablando así. Incluso, podríamos ser más enfáticos y decir algo así como: “¡Hermano! ¿Por quién me ha tomado? Yo no soy un basurero. Por favor no arroje sobre mí toda esa basura”.

Muchos de los problemas que se suscitan en la iglesia son como el fuego de la Gehena y deben ser apagados en cuanto se enciendan. No debemos dejar que tales problemas se propaguen. Muchos de los problemas relacionados con nuestro hablar, en realidad son problemas relacionados con la manera en que escuchamos. Por supuesto, la responsabilidad recae mayormente sobre la persona que habla tales cosas, pero el que escucha también es, en parte, responsable. Cuando se trata de escuchar, debemos aprender, delante de Dios, a rechazar el apetito desmesurado por las palabras. Los seres humanos tenemos tal apetito de palabras, el apetito por enterarse de todo. Si podemos negarnos a tal apetito, apagaremos muchos fuegos que proceden de la Gehena.

 Debiéramos decir: “Discúlpeme, pero yo soy un cristiano, y como tal, no puedo prestar oído a tales expresiones”. Así haremos que los demás midan sus palabras. Pero si seguimos escuchando con la expectativa de enterarnos de más detalles y de sondear la situación más profundamente, estamos avivando tal fuego en lugar de apagarlo. Muchas palabras que son inútiles, malignas y engañosas se suscitan debido al interés manifestado por quien las escucha.

B. “Como si fuera sordo”
El salmo 38:13-14 dice: “Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; / Y soy como mudo que no abre la boca. / Soy, pues, como un hombre que no oye, / Y en cuya boca no hay reprensiones”. Ciertamente hay muchos que debieran ser como sordos. Si los demás le cuentan cosas indecorosas, usted debe actuar como si fuera sordo, incapaz de escuchar nada de ello. Usted simplemente debería decir: “No puedo oír”. Si usted quiere ser más tajante, puede darle a la otra persona un testimonio. Si incluso quiere ser más firme al respecto, usted puede reprender a tal persona, diciéndole: “Hermano, ¿por quién me has tomado? ¿Por qué me abrumas con tantas palabras?”. Usted puede testificar, diciendo: “A mi parecer, un cristiano no debería decir tales cosas. Palabras así no deberían surgir de los labios de un cristiano”.

Usted también podría decir: “¡Hermano! Deme un minuto; por favor espere a que yo me vaya para que pueda seguir hablando así”. Con frecuencia, debemos actuar como si fuéramos sordos. Si usted es sordo a tales expresiones, será bendecido por causa de ello. Usted también tiene que aprender a ser como un mudo, incapaz de decir nada. Las palabras son una gran tentación, y nosotros tenemos que aprender a vencerla.

En el capítulo 42 de Isaías, que es una profecía acerca del Señor Jesús, dice en el versículo 19: “¿Quién es ciego, sino Mi siervo? / ¿Quién es sordo, como Mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como el que está en paz conmigo, / Y ciego como el siervo de Jehová?”. Cuando el Señor estuvo en la tierra, no escuchó muchas de las palabras proferidas.
Les ruego que no se olviden que cuanto menos inmundicias y chismes escuchemos, menos problemas tendremos. Ya tenemos suficientes problemas, conflictos e inmundicias en nosotros mismos; si añadimos más de ello a nuestra vida, nos será imposible avanzar. Un nuevo creyente tiene que aprender desde un principio a rechazar la tentación de prestar oído a tales palabras. Tenemos que ser sordos como el Señor Jesús.

 ¿Quién es sordo como nuestro Señor? La manera de actuar de nuestro Señor es la manera más recta posible. Por ello, Él no estaba atado a nada.

C. Esforzarnos por aprender

A los nuevos creyentes se les debe enseñar a hablar. Se les tiene que enseñar cómo hablar y cómo escuchar. Cuando se trata de hablar, ellos tienen que aprender a temer a Dios. Este es un asunto muy importante y ciertamente es un umbral que definitivamente debemos cruzar.

Esta lección no puede ser aprendida sin pagar cierto precio. Tenemos que pasar mucho tiempo cultivando el hábito de hablar con exactitud. No creo que un nuevo creyente pueda obtener la victoria en este asunto rápidamente. He descubierto que una de las cosas más difíciles de hacer es saber usar las palabras
exactas.

Si nos permitimos ser un poco negligentes al respecto, detectaremos errores tanto en nuestras palabras como en nuestros motivos. Mentir es un ejemplo de esto. Hablar palabras inexactas es una manera de mentir, y asimismo lo es cualquier otro intento por tratar de engañar a los demás. A veces una persona dice algo que está correcto, pero con la intención de engañar a otros. Esto también es mentir. Un nuevo creyente tiene que prestar mucha atención a este asunto y tiene que esforzarse mucho por tomar las medidas respectivas desde un comienzo.

El salmo 141:3 dice: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; / Guarda la puerta de mis labios”. Esta debe ser nuestra oración. Debemos decir: “Pon guarda a mi boca para que no hable precipitadamente”. Quizás algunos deban orar: “Pon guarda a mis oídos para que no escuche a la ligera”. Si hacemos esto, le ahorraremos muchos problemas a la iglesia y podremos avanzar de la manera más apropiada.

Hay algo que me causa mucha sorpresa, y es que muchos hermanos se atreven a hablar a la ligera, y son muchos los que los escuchan sin tener el menor sentimiento de temor. ¡Esta es una enfermedad gravísima!

¡Ciertamente esta es una situación muy delicada! Siempre que prestamos oídos a expresiones inapropiadas, ¡estamos enfermos! ¡Es una enfermedad gravísima acceder sin reservas a que se nos diga cualquier cosa y a estar despojados del debido criterio! Tenemos que aprender a rechazar todo fruto inmundo. Cualquier clase de veneno que se propague entre los hijos de Dios traerá consigo impiedad, rebeldía y frivolidad. Quiera Dios darnos gracia y ser misericordioso con nosotros, para que aprendamos a hablar apropiadamente desde el inicio mismo de nuestra vida cristiana. ¡Que aprendamos a correr la recta carrera que tenemos por delante!

Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

domingo, 5 de agosto de 2012

EL CRISTIANO Y LA RECREACION!


LA RECREACIÓN
Lectura bíblica: 1 Co. 10:23; 6:12; 10:31
I. UN REQUISITO PREVIO
Una persona verdaderamente consagrada jamás tendrá problemas con respecto a sus actividades recreativas. Sin embargo, este asunto representa un serio problema para los que no se han consagrado de manera absoluta al Señor. Entre los hijos de Dios, la recreación no existe para los que son consagrados. A fin de que este asunto quede claro, uno primero tendrá que haber resuelto lo relacionado a su consagración. Si nuestra consagración no se ha definido, tampoco podrá ser esclarecido definitivamente el asunto de nuestras actividades recreativas. Una persona que no se ha consagrado podría aprobar aquello que Dios desaprueba. Por esto, primero tenemos que dilucidar definitivamente el asunto de nuestra consagración.

II. EL PROPÓSITO DE LA RECREACIÓN
Después que se ha resuelto el asunto de nuestra consagración, podemos hablar del propósito que tienen nuestras actividades recreativas.

A. Para cuidar de nuestra familia

Queremos abordar el tema de la recreación no debido a nuestra necesidad personal, sino por causa de nuestros niños, es decir, por el bien de las próximas generaciones. Las actividades recreativas no representan un problema para aquel que se ha consagrado, pero en nuestra familia existen, además, otras personas. Así pues, tenemos niños, como tenemos hermanos y hermanas. Si ellos también son personas consagradas al Señor, entonces no tendremos ningún problema. Sin embargo, con frecuencia, ellos no lo son; por lo tanto, la actitud que nosotros adoptemos les afectará mucho. 

Por ello, la clase de recreación que les permitamos tener y la que no les permitamos, constituirá una gran diferencia para ellos. Así pues, abordamos el tema de la recreación debido a que deseamos guiar a nuestra familia en la dirección correcta.

B. Para nosotros mismos
A veces, nosotros mismos también necesitamos divertirnos. ¿Hasta qué punto podemos considerar apropiada tal clase de diversión? ¿Cuáles son los límites apropiados establecidos para un cristiano? Así pues, es necesario que, delante del Señor, veamos algunos principios fundamentales.

¿Qué clase de recreación debieran permitirles los padres a sus niños? ¿Qué clase de recreación se puede considerar apropiada para los cristianos? Por ser hijos de Dios, todos nosotros deberíamos tener esto bien en claro. Si en lo que concierne a este asunto se produce alguna ruptura, el mundo entrará en nuestra familia, y una vez que haya logrado infiltrarse, será difícil alejar al mundo de nuestros niños. A fin de resguardar a nuestra familia para el Señor, tenemos que darle la debida importancia al asunto de la recreación.

III. LOS PRINCIPIOS SUBYACENTES AL ASUNTO DE LA RECREACIÓN
A. Una necesidad del ser humano
La recreación es bíblica y es compatible con la voluntad del Señor. En primer lugar, tenemos que reconocer que la distracción es una necesidad para el hombre. Como cristianos, debemos evitar caer en los extremos. Los seres humanos necesitamos recreación. Muchas personas tienen horarios que las mantienen muy ocupadas; si ellas no tuvieran ninguna distracción, serían propensas a enfermarse al punto de que su salud se deteriora rápidamente. El principio básico detrás de toda actividad recreativa es que ésta deberá proveer alguna clase de diversión a nuestra vida. Esta es una necesidad muy sentida especialmente entre los más jóvenes. No deberíamos esperar que nuestros jóvenes estudien desde la mañana hasta la noche; ellos deben tener alguna clase de recreación. 

No debemos esperar que ellos realicen la misma actividad durante todo el día. Ellos deben tener algunas diversiones. Pero primero tenemos que estar claros acerca de este principio subyacente.

El Señor hizo referencia a los muchachos en la plaza que tocaban flautas y bailaban (Lc. 7:32). Este tipo de baile es distinto del que se practica en un salón de baile. Tanto bailar como tocar la flauta eran el resultado del gozo que estos muchachos experimentaban. No hay nada erróneo en festejar así. De hecho, tales expresiones son necesarias. El principio básico de toda recreación es la diversión. 

Una persona que ha estado laborando durante cinco, seis u ocho horas y ha estado haciendo lo mismo una y otra vez, fácilmente se cansará. Hacer lo mismo una y otra vez, rápidamente genera en nosotros tensión nerviosa y fatiga física. Por lo tanto, existe la necesidad de experimentar un cambio, un recreo. Este recreo aliviará nuestro cansancio. Un cambio de actividad hace que una persona se recupere de su fatiga.

Después de que un niño ha estado estudiando por ocho horas en la escuela, necesita jugar en su casa; esto le dará un momento de recreación en medio de sus actividades cotidianas. Pero saltar y jugar durante ocho horas no es un recreo. Tenemos que reconocer la necesidad de recreo y diversión en nuestras vidas, pero no podemos convertir nuestras vidas en una vida de diversión y recreo. Una persona puede dejar de trabajar para distraerse cuando se siente agotada, pero no debe procurar divertirse todo el día. A algunos les gusta irse a nadar en el verano, y no me parece que haya nada malo en ello. 

Me parece que está bien que uno practique la natación durante media hora o una hora cuando se sienta cansado, pero si uno se queda en el agua durante todo el día como si fuera un pato, esto ya deja de ser un recreo. Quisiera hacerles notar que siempre que una persona tiene problemas con el asunto de la recreación, en realidad el problema no es la actividad recreativa en sí, sino que el problema radica en el vivir de dicha persona.

Algunas personas dicen que los cristianos no tienen recreación, pero en realidad no saben lo que dicen. ¿Podría llamarse recreación a algo que uno indulgentemente practica todo el día y toda la noche? Tales actividades esclavizan a la persona; no pueden considerarse una mera diversión. En otras palabras, el problema de muy pocas personas radica en las actividades recreativas en sí. La mayoría de los problemas surgen debido a lo complaciente que es el hombre con respecto a tales actividades. Algunos se dedican a ciertas actividades durante tres días y tres noches seguidas. 

Tal recreación llega a ser su vida. Únicamente tal clase de persona dirá que es muy difícil ser un cristiano. Todo aquel que tiene problemas con respecto a sus actividades recreativas es una persona que se va a los extremos. Tales personas han hecho de la recreación, su vida. Tenemos que tener bien en claro que todo hombre necesita un recreo, pero no necesita complacerse a sí mismo. Los hombres tienen necesidad de darse una tregua, pero esto no quiere decir que toda su vida deba girar en torno a la necesidad de darse un descanso. 

Todas las cosas me son lícitas, mas no todas son provechosas; todas las cosas son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Si practicamos algo dándole rienda suelta día y noche, esto significa que estamos esclavizados a dicha actividad. Cometemos un grave error si nos permitimos practicar cualquier actividad recreativa de esta manera.

B. Cuatro clases de recreación
Hay cuatro clases de recreación. Un cristiano puede hallar esparcimiento en cuatro clases de actividades:

1. El descanso
La mejor actividad recreativa para un cristiano consiste en descansar. Si uno está cansado, debe descansar. Cuando el Señor Jesús y Sus discípulos se hubieron cansado de trabajar, Él les dijo a los discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (Mr. 6:31). Tenemos que comprender que el reposo del Señor era una actividad recreativa. Él no dijo simplemente que descansaran por un momento, sino que fueran a un lugar desierto y descansaran un poco. Con frecuencia, cambiar de atmósfera al ir a un lugar solitario en las montañas o cerca de un río, le permite a uno hallar descanso. Esta es la actividad recreativa más común para un cristiano.

2. Un cambio de actividad
Si una persona se siente cansada después de haber realizado la misma labor por mucho tiempo, después de cierto lapso puede realizar una labor distinta. En lugar de dedicar ocho horas seguidas a una misma labor, puede dedicarse una o dos horas a hacer algo diferente. Quizá esta persona tenga que trabajar sentada la mayor parte del tiempo. Entonces, ella podría darse un recreo al realizar otra labor que le permita estar de pie. Tal vez tenga que efectuar una labor intelectual todo el tiempo, entonces podría hallar esparcimiento al realizar un trabajo manual. En cuanto tal persona haga esto, sentirá que su cansancio se ha desvanecido. 

Nosotros no procuramos tener la clase de distracción que procura el mundo. Siempre que haya un cambio en la actividad que realizamos, encontraremos una manera de aliviar nuestro cansancio. Para ello, podemos reorganizar un poco nuestra vida. El principio detrás de la recreación es la distracción. Siempre y cuando cambiemos la clase de trabajo que realizamos, obtendremos el recreo que necesitamos.

3. Los pasatiempos
Al mismo tiempo, en nuestra vida cristiana hay cabida para algunos pasatiempos apropiados. A algunos hermanos les gusta tomar fotografías. A otros, les gusta criar pájaros, cultivar flores o pintar. Estos pasatiempos son legítimos dentro del marco de la vida cristiana. A algunos les gusta la música; quizás ellos compongan algunas canciones y las toquen en el piano. A otros les gusta practicar la caligrafía. Todos estos son pasatiempos apropiados.

No importa de qué clase de recreación se trate, ya sea que se trate de descanso, un cambio de actividad o un pasatiempo, tiene que haber algo que una persona pueda practicar y dejar de practicar cuando quiera. Si una persona no puede abandonar alguna actividad, ello denota que algo no marcha bien. Es correcto, por ejemplo, tomar fotografías, examinarlas y aprender algo de las mismas; pero estamos en contra de cualquier actividad que controle la vida de una persona. La recreación debe de ser algo que uno fácilmente realiza y deja de realizar. 

Es correcto que un joven toque el violín, pero si no puede dejar de tocarlo, ello representa un problema. El problema con muchos creyentes jóvenes es que no son capaces de dejar de practicar ciertas actividades recreativas. Si ellos descubren que están esclavizados por alguna actividad, tienen que tomar medidas al respecto. Estos creyentes tienen que cortar sus vínculos con tales actividades, de lo contrario no serán capaces de seguir avanzando apropiadamente en su vida cristiana y serán esclavizados. La recreación debe de ser una actividad que uno pueda practicar o dejar de practicar con entera libertad. Uno jamás debería ser esclavizado por ella. Este es un principio subyacente. Debemos recordar que a fin de que cierta actividad constituya una diversión apropiada, ya sea que se trate de un pasatiempo, un cambio de actividad o un mero descanso, ésta no debe esclavizar a la persona.

Algunos jóvenes gustan de coleccionar estampillas, y no hay nada de malo en coleccionar estampillas. De hecho, tal pasatiempo puede proporcionarnos muchos beneficios, nos puede enseñar acerca de la geografía y la historia de los países del mundo, pero se convierte en un problema cuando uno está esclavizado a tal afición. Cualquier clase de recreación que nos provee esparcimiento apropiado sin que ésta ejerza dominio sobre nosotros, constituye un recreo legítimo.

Los padres deben de enseñar a sus hijos a divertirse de manera apropiada. Jamás debieran hacer que sus hijos busquen entretenimientos impropios debido a que no se les proveyó la clase de recreación apropiada. He conocido a muchos padres muy estrictos que perjudicaron a sus hijos de esta manera. Sus hogares se parecían más a instituciones que a hogares. Y como resultado de ello, sus hijos se escaparon del hogar para divertirse de modo inapropiado. Tenemos que tener en claro que nuestros hijos necesitan tener recreación. 

Nosotros mismos podemos proseguir con diversión o sin ella, pero nuestros hijos tienen
que tener alguna clase de recreación. Si les privamos de su derecho a jugar, se aburrirán e inquietarán cuando estén en el hogar, y siempre que puedan, se escaparán para hacer otras cosas a nuestras espaldas.

4. Los juegos
Existen muchos juegos, tales como el ajedrez, los juegos de pelota y la equitación, que pueden ser considerados como actividades apropiadas, incluso si tales actividades implican ganar o perder. En tales juegos, ganar o perder depende de la habilidad. Es correcto que los niños jueguen tenis de mesa, básquetbol, voleibol, ajedrez o practiquen la equitación. Todas estas actividades son apropiadas y no hay nada pecaminoso en ellas. Los padres deben ser generosos al respecto y guiar a sus hijos a actividades recreativas apropiadas. 

Quizás las personas mayores no tengan tiempo para los deportes más exigentes, pero no deberían de prohibir que los más jóvenes los practiquen. Queremos que nuestros hijos separen un tiempo para el Señor, pero también debemos atender a su necesidad de divertirse. Debemos permitir que tengan cierta recreación.

Hemos mencionado cuatro formas de recreación: descansar, cambiar de actividad, los pasatiempos y los juegos. Un cristiano podrá disfrutar de cualquiera de estas actividades recreativas, pero no deberá ser dominado por ninguna. Esto es incorrecto. Cuanto más joven sea un creyente en el Señor, más cuidadoso debe ser en no ser dominado por nada. Quizás este asunto no sea un problema para nosotros en la actualidad. Tal vez a nosotros no nos importe mucho si tocamos el piano o no, pero esto probablemente sí le importa mucho a un nuevo creyente. 

Y por ello, cada vez que lleva a cabo una de estas actividades, se sentirá inquietado por su conciencia. Al inicio de la vida cristiana, cuanto más se involucra uno en cualquier actividad recreativa, más dominado será por ella. Así pues, en cuanto uno experimente cualquier clase de esclavitud en relación con tales actividades, deberá detenerse inmediatamente.

C. Las actividades recreativas tienen como propósito realzar nuestra labor
En tercer lugar, tenemos que preguntarnos por qué necesitamos la recreación. La recreación tiene como propósito que uno labore mejor. Nuestras actividades recreativas tienen un propósito, no son distracciones por amor a las distracciones. Yo no participo del deporte debido a que ame los deportes, sino que juego porque quiero laborar mejor. No duermo porque me encante dormir, sino porque podré trabajar mejor después de haber dormido. Para mí, cultivar plantas no es un fin en sí mismo, sino que ello me permite laborar mejor después de haberme recreado cultivando mi jardín. 

El propósito de todas estas actividades recreativas es que yo pueda realzar mi trabajo. Ellas tienen que ayudarnos a servir mejor a Dios. Algunas personas tienen crisis nerviosas o
físicas debido a que hacen lo mismo día y noche durante dos o tres semanas seguidas. Tales hermanos y hermanas debieran permitirse cierta clase de diversión. Ellos pueden cambiar de actividad; pueden tocar el piano o practicar algún deporte. Deberían hacer estas cosas únicamente para recuperarse de su fatiga. Todo ello tiene como propósito que sean más eficientes en su labor. Después que ellos se han recreado con tales actividades, podrán laborar y servir al Señor con nuevos bríos.

A veces, una persona debiera darse un descanso saliendo a visitar la campiña, tal como lo hizo el Señor Jesús, o debería viajar o salir de paseo por un corto tiempo. Esto también es muy bueno. O quizás juegue con sus niños en casa. Tales actividades no constituyen enredos para esa persona, sino que cumplen el propósito de ayudarla a laborar mejor. Si alguna actividad resulta en la disminución de nuestro rendimiento laboral, seguramente ésta no corresponde al principio correcto que debe de determinar toda actividad recreativa. 

Toda recreación debe hacer que laboremos mejor. Nos agotaremos con facilidad si día y noche hacemos lo mismo una y otra vez. Es por ello que deberíamos salir a trotar, a cultivar plantas o jugar por un rato. No es que nosotros fomentemos tales actividades, pero sí consentimos con ellas. El principio básico que debe determinar tales actividades es que las mismas deben hacer que mejore nuestro rendimiento en lugar de frustrar nuestra labor.
 
Disfrutar de vacaciones después de haber trabajado por dos o tres meses es correcto; pero si tenemos vacaciones todos los días es ociosidad; ya no son vacaciones. Un cristiano tiene que aprender a trabajar mientras esté en la tierra y a no ser perezoso. Es admisible que las personas tengan alguna forma de recreación con el propósito de incrementar su eficiencia laboral, pero por ello no deberíamos dar cabida a las críticas de los demás. No queremos ir al extremo y no queremos traer vergüenza al nombre de Dios.

D. El azar no debe estar involucrado en nuestras actividades recreativas
En cuarto lugar, toda forma de recreación debe requerir únicamente de cierta habilidad y no debe de involucrar el azar. Podríamos afirmar que la única clase de actividad recreativa apropiada es aquella que requiere sólo de habilidad y nada de suerte. Cualquier actividad recreativa que implique tanto cierta habilidad como la intervención de la suerte, es una especie de juego de azar y no es una actividad recreativa propiamente dicha. 

Y toda actividad que únicamente implica la intervención del azar y no requiere de habilidad alguna, constituye un juego de azar, y los cristianos deberían evitarla. Así pues, todo cuanto implique la intervención de la suerte es una clase de juego de azar. La recreación cristiana debe implicar únicamente el uso de ciertas habilidades y no la intervención del azar. 

Un juego de dados depende completamente de la suerte, un cristiano jamás debe involucrarse en tal clase de juego, pues no es sino un juego de azar. Los jóvenes pueden jugar al ajedrez porque éste es un juego que depende de la habilidad de los participantes y no constituye un juego de azar.

Existen dos clases de recreación: las que requieren de habilidad y las que involucran la intervención del azar. En un juego de dados interviene la suerte del participante. Por tanto, se trata de un juego de azar. Un cristiano no debe involucrarse en ninguna clase de juego de azar. A ciertas personas, antes de ser salvas les encantaba jugar al mah jong. Para tal juego se requiere de un poco de habilidad y de mucha suerte. Un cristiano no debiera participar ni siquiera en juegos que requieren tanto de habilidad como de suerte.

El mah jong es un juego de azar, incluso cuando no hay dinero de por medio. Tales juegos suscitan en el jugador cierta clase de esperanza, cierta clase de oración. El jugador tiene la expectativa de que la suerte estará de su lado. Esta clase de esperanza es errónea. Jugar mah jong aún si ello no involucra dinero es incorrecto.

Jugar billar implica cierta habilidad. Aun cuando es un juego en el que se gana o se pierde, no hay nada malo con el juego en sí. Sin embargo, si hay dinero de por medio, está mal; sería erróneo participar de tal juego, pues se ha convertido en una clase de apuesta.

Podríamos afirmar que algunos juegos son de por sí juegos de azar, mientras que otros no lo son. Sin embargo, uno puede hacer que un juego que no implica apuestas, se convierta en un juego en el que se apuesta. Esto ya cambia las cosas. A veces, hasta algo tan inofensivo como salir a comer puede llegar a convertirse en una clase de apuesta. Jugar a los dados es un juego de azar en sí mismo, aun cuando no haya dinero de por medio. 

Un cristiano no debería participar en esta clase de juego. Por ser cristianos, tenemos ciertos principios que determinan los juicios que emitimos. Cuando afirmamos que podemos hacer algo o que no podemos hacer algo, estamos siguiendo ciertos principios. Es correcto jugar un juego que requiere de cierta habilidad y es incorrecto participar de un juego que requiere de suerte. Cualquier clase de juego que requiere de habilidad es permisible, pero cualquier juego que depende de la intervención del azar no es permisible para un cristiano, pues se trata de un juego de azar.

Más aún, no deberíamos de involucrarnos en nada que el mundo pueda considerar un juego de azar. Tenemos que regirnos por ciertos principios. Tenemos que saber determinar si algún juego es un juego de azar y saber definir lo que es un juego de suerte. Todo lo que requiera la intervención de la suerte es un juego de azar.

Algunos hermanos suelen preguntar si a los cristianos nos es permitido salir a cazar, pescar o apresar aves. En la Biblia, la caza comenzó con Nimrod (Gn. 10:8-9) y tal parece que no fue del agrado del Señor. La pesca es permisible. Una vez que usted tiene bien en claro el principio subyacente, sabrá lo que debe hacer con respecto a muchas otras actividades. En conclusión, es una actividad correcta si implica únicamente la habilidad del participante, y es una actividad incorrecta si requiere de la intervención del azar. Los juegos en los que se apuesta se hallan totalmente descalificados. Un creyente tendría que haberse degradado mucho para tener que preguntar si a los cristianos les es permitido apostar.

Podemos conservar algunas de las aves que han sido domesticadas por muchos años y son como animales domésticos; tales pájaros no podrían sobrevivir en libertad. Pero tenemos que liberar a aquellas aves que son capaces de sobrevivir en su medio natural. Existen tanto palomas domésticas como palomas silvestres. Podemos aplicar los mismos principios a estos asuntos.

E. La recreación debe de satisfacer nuestras necesidades
En quinto lugar, nuestras actividades recreativas tienen que satisfacer nuestras necesidades. No debemos tener recreación si no tenemos necesidad de ella. No deberíamos de involucrarnos en una actividad recreativa que no responda a cierta necesidad. Hay muchos hermanos que están tan ocupados que piensan que no necesitan ninguna actividad recreativa. Otros hermanos, en cambio, no tienen nada que hacer durante todo el día y todo el tiempo piensan en distracciones. 

Aquellos que verdaderamente necesitan divertirse no sienten tal necesidad, mientras que los que no tienen tal necesidad, piensan que la tienen. No es necesario que hablemos a todos acerca de nuestra necesidad de divertirnos ni es nuestra intención dar licencia a los hijos de Dios. No queremos recomendar a ciegas cualquier clase de actividad recreativa. Lo que verdaderamente queremos decirles a los hijos de Dios, es que deben de ser capaces de juzgar por ellos mismos cuáles son sus necesidades. El principio que nos rige debe ser siempre el de vivir para el Señor y reconocer que todo nuestro tiempo le pertenece a Él.

Nuestra vida está medida por el tiempo. El tiempo no es la vida misma, pero sirve para medir nuestra vida. Un hombre no debiera desperdiciar su tiempo en un sinfín de cosas para luego descubrir que ya no tiene tiempo para Dios. Desperdiciar una hora es desperdiciar una hora de vida. Desperdiciar dos horas es desperdiciar dos horas de nuestra vida. Si dedicamos una hora a recrearnos, esa hora tiene que redundar finalmente en beneficio de nuestra labor. 

Si no hay necesidad de usar esa hora así, entonces tal actividad será un desperdicio de nuestro tiempo. Desperdiciar nuestro tiempo equivale a desperdiciar nuestra vida. Si podemos usar una hora más para el Señor, podremos cosechar una hora más de resultados concretos. Si gastamos una hora en una actividad recreativa y tal actividad puede hacer que trabajemos mejor, eso será una inversión y no un desperdicio.

Por tanto, la diversión debe estar basada en nuestra necesidad. Esta también puede estar basada en un consejo procedente de los hermanos más maduros en el Señor o de nuestro médico. A veces un hermano más maduro habrá de aconsejarnos que nos distraigamos un poco debido a que él puede percibir que en nuestro ser se está acumulando cierta tensión. Otras veces, tal vez nuestro médico nos aconseje en contra de ciertas actividades y sus serias consecuencias. 

Nuestras actividades recreativas tienen el propósito de satisfacer ciertas necesidades, no son sólo para divertirse por amor a la diversión. Yo he elegido cierta clase de actividades recreativas y las realizo no solamente por divertirme, sino a fin de laborar mejor. Una persona que trabaja mucho, a veces puede necesitar un tiempo de esparcimiento y otras veces tal vez no. Así pues, la regla general consiste en que las actividades recreativas son para quienes las necesitan. Aquellos que no tienen la necesidad no tienen que realizarlas.

Sabemos que los jóvenes necesitan recreación. Es evidente para nosotros que nuestros adolescentes necesitan divertirse. Algunos padres no necesitan de tales actividades y, por ello, llegan a pensar que sus hijos tampoco las necesitan. Sin embargo, privar a nuestros hijos de las actividades recreativas no hará sino conducirlos hacia la senda del mal. Tenemos que saber reconocer tal necesidad, aun cuando no tengamos la plena certeza de nuestra propia necesidad. El principio de esto es que las actividades recreativas son para aquellos que las necesitan; aquellos que no las necesitan podrán vivir sin tales actividades.

F. Nuestras actividades recreativas deben corresponder a nuestra condición física
En sexto lugar, todas las actividades recreativas deberán corresponder con la condición física de la persona que las practica. Esta debe ser la primera consideración cuando se trata de alguna actividad recreativa. Todos tenemos que tomar esto en cuenta al involucrarnos en cualquier actividad recreativa. 

Nuestra expectativa es que nuestro cuerpo se beneficie con tal actividad y no sea perjudicado. Si nuestro cuerpo es perjudicado a causa de tal actividad, estaremos violando el principio rector de toda recreación. Estamos aquí para que nuestra aptitud física sea mejorada. Si determinada actividad recreativa perjudica a nuestro cuerpo, tal actividad no es correcta. Supongamos que una persona ha contraído tuberculosis; si desea practicar alguna actividad recreativa, deberá elegir una actividad que no empeore su estado de salud. 

Una hermana que tenga alguna dolencia cardiaca, probablemente requerirá practicar alguna actividad recreativa en ciertas ocasiones; pero tal actividad tendrá que aliviar su fatiga en vez de empeorar su condición cardiaca.

Durante mi juventud, tenía un amigo que era una persona muy mala. Después de haber creído en el Señor, este amigo mío sufrió un gran cambio y se convirtió en una persona maravillosa. Antes de convertirse, a él le encantaba jugar básquetbol. Después de haberse salvado, comenzó a sentirse culpable cada vez que practicaba este deporte. Así pues, él decidió jugarlo una última vez y luego abandonar tal práctica. Después de su último juego, vomitó sangre y murió. Esto no puede ser considerado como una actividad recreativa. 

Tal actividad no correspondía a su aptitud física. Este amigo mío creía que podría predicar el evangelio después de haber disfrutado de un último juego. Él nunca pensó que podría morir después de ese juego. ¡Qué gran desperdicio fue eso!

Espero que lleguemos a comprender que nuestro cuerpo es del Señor. Por tanto, si nos divertimos, es para el Señor, y si nos abstenemos de la diversión, también es para el Señor. No hacemos nada para nosotros mismos. Si nos involucramos en cierta clase de actividad recreativa, tenemos que recordar que es para el Señor. Asimismo, si nos abstenemos de divertirnos, no debemos olvidar que lo hacemos para el Señor. Ya sea que uno se divierta o no, el principio detrás de ello es no causarle perjuicio al cuerpo. Siempre será insensato causar daño al cuerpo, pues no solamente es un error causar daño a nuestro cuerpo con actividades inapropiadas, sino que también es erróneo dañarlo con actividades que se consideren apropiadas. 

Los hijos de Dios no son dueños de sus propios cuerpos. Al realizar cualquier actividad recreativa, debemos preguntarnos primero si ella habrá de causar algún perjuicio a nuestro cuerpo. Debemos practicar únicamente aquellas actividades que son beneficiosas para nuestro cuerpo. No haga algo simplemente porque le gusta hacerlo. 

Suponga que una hermana padece del corazón y que al ver a su hermano jugando baloncesto, desea unírsele, a raíz de lo cual, ella agrava sus problemas de salud. No está mal que su hermano juegue tal deporte, pero sí es erróneo que la hermana, quien sufre del corazón, esté participando de tal juego. Es nuestra expectativa que los hijos de Dios sepan darle importancia a este asunto. Todo cuanto hacemos, debemos hacerlo como parte de nuestro servicio al Señor. Aun si nos divertimos un poco hoy día, nuestra meta tiene que ser servir mejor al Señor.

No deseo ver que los creyentes mueran jóvenes. Siempre he abrigado la esperanza de que en la iglesia haya más hermanos y hermanas de edad avanzada. Les ruego que no se olviden que ser ancianos en el mundo es muy diferente de ser ancianos en la iglesia. En el mundo, cuanto más uno envejece,
más senil se pone. Los más jóvenes son los que más prosperan. Sin embargo, en la iglesia, cuanto más años vive uno, más avanzado está. 

En el mundo, los jóvenes no pueden avanzar a menos que los de más edad mueran primero, porque los de más edad siempre son un obstáculo para los más jóvenes. Sin embargo, esto no sucede en la iglesia. Cuanto más uno avanza en edad, se pone más fresco y puede captar asuntos más elevados y más profundos. Una iglesia en la que no haya hermanos y hermanas mayores, será una iglesia muy pobre y derrotada. No me gusta ver que en la iglesia un hermano tras otro muera joven por haber descuidado su propio cuerpo. Si esto sucede, en lugar de que tal persona llegue a constituir una fuente de suministro para la iglesia, las lecciones que el Señor le impartió se habrán desperdiciado. La iglesia no debiera sufrir tal pérdida. Simplemente no se puede permitir semejante pérdida.

Si practicamos algún deporte o participamos en algún juego, no podemos esforzarnos por romper récords de competencia como si fuéramos atletas. Los atletas profesionales no están motivados por el deporte en sí, sino por el anhelo de superar ciertos récords. Nosotros debemos practicar cualquier deporte como uno que juega un juego y debemos hacerlo para beneficio de nuestro cuerpo.

G. Debemos elegir la clase de recreación que mejor corresponda a nuestra manera de ser
En séptimo lugar, la recreación no sólo está relacionada con nuestra aptitud física, sino también con nuestra manera de ser. Si uno disfruta de lo que hace, eso tiende a estar más relajado mentalmente así como a estar más contento psicológicamente. Si uno no disfruta de lo que hace, eso se convierte en una labor y deja de ser una recreación. 

Algunas hermanas aman las flores. Si usted les pide que rieguen las plantas durante media hora, tales hermanas no manifestarán cansancio alguno, aun cuando se trate de una tarea que podría fatigar a otra clase de persona. De hecho, es probable que antes de realizar tal actividad, tales hermanas se hayan sentido tensas o preocupadas; pero después de realizar tal labor, ellas se sienten descansadas. Sin embargo, si usted le pide a una persona que siente aversión hacia las plantas y detesta la jardinería, que riegue las plantas durante media hora, esta tarea sería una carga para tal persona. 

Por lo tanto, también existe una relación entre nuestras actividades recreativas y nuestra manera de ser. Así pues, al elegir ciertas actividades recreativas, usted tiene que optar por aquella actividad que le permita relajar sus nervios y tranquilizar su mente, como se muestra en los ejemplos que mencionamos anteriormente. Para todas las personas existe una determinada clase de recreación que se adapta mejor a ellos. Para algunos, la jardinería es una recreación, para otros no. A algunos les gustan los perros y los gatos, mientras que otros están nerviosos y asustados cuando tales animales están cerca. Tenemos que encontrar una actividad que sea de nuestro agrado. Esta clase de actividades recreativas hará que trabajemos mejor.

Si me propusieran ir al mar, esto no sería recreación para mí; en cambio, ir a la orilla de un río, sí. Otros hermanos son diferentes. Para ellos, cuanto más fuerte sean las olas, mejor. Les alegra, por ejemplo, ver que un barco es mecido por las olas del mar; estas son las cosas que les agradan y les causan felicidad. Tales actividades refrescan sus mentes. Esto se relaciona con la manera de ser del individuo. 

Uno tiene que elegir la clase de recreación que corresponde a su propia manera de ser de tal manera que esa actividad restaure su energía física. Si usted elige hacer algo que va en contra de su manera de ser, se sentirá agotado y no querrá continuar con tal actividad.

H. Cuidando de no causar ningún tropiezo a los demás
En octavo lugar, por ser cristianos, tenemos que ser un ejemplo para los demás en todo asunto. No queremos ser piedra de tropiezo para ninguno, incluso en este asunto de la recreación. Nosotros vivimos para el Señor y para los hermanos; no vivimos para nosotros mismos. No debiéramos preocuparnos únicamente por nosotros mismos e ignorar a los demás. No debemos quejarnos diciendo: “¿Por qué se fijan tanto en lo que yo hago?”. ¿A quién pues habrían de mirar si no es a usted? ¡Por supuesto que los demás lo estarán observando! Si una ciudad está puesta sobre un monte, ¿quién no la vería? ¡Por supuesto que los demás la verán! 

No importa cuál sea nuestra convicción, tenemos que darle debida importancia a la influencia que ejercemos sobre nuestros hermanos más jóvenes cuando ellos vean lo que hacemos. Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si lo que hacemos será causa de tropiezo a los demás. Somos hijos de Dios y hemos creído en el Señor. Por tanto, debemos ser personas sensibles. Tenemos que darnos cuenta de que somos responsables ante Dios y ante los muchos hermanos y hermanas que son más jóvenes que nosotros.

Si uno piensa que puede comer carne, esto no representa problema alguno, pero si al hacerlo está causando tropiezo a su hermano, no debe comer carne. No es incorrecto que uno coma carne, pero está mal si al comerla uno hace tropezar a otros. Del mismo modo, no hay nada de malo en tener recreación, pero es incorrecto hacer tropezar a los hermanos con ello.

Tenemos que tomar en cuenta qué pensarán los más débiles acerca de las muchas cosas que hacemos. No deseo ser una piedra de tropiezo para los más débiles. Al referirse a esto, el Señor no dijo que no seamos piedra de tropiezo para los fuertes. Más bien, Él dijo que no debemos ser piedra de tropiezo para los débiles. Entre nosotros, hay muchos cuya conciencia es débil. Ellos creen que no se debería ir a los templos. 

Por ello, a fin de cuidar de la conciencia de tales hermanos, yo no iré a ningún templo, aun cuando yo sé que los ídolos nada son. A la luz de este principio, no deberíamos participar de ninguna actividad recreativa que pudiera causar que algún hermano tropiece.

Entonces, ¿qué debe hacer uno si tiene paz en su conciencia para hacer algo, pero otros no? En este caso no basta con preocuparse por tener nuestra conciencia en paz. También debemos recordar que la conciencia de la otra persona será inquietada por nuestras acciones. Por ello, tenemos que evitar aquellas cosas que hagan tropezar a otro. No basta con declarar que uno no tropezará. Recuerden que podrían causar tropiezo a los demás. 

No basta con decir que su conciencia está en paz; usted debe recordar que quizás la conciencia de otros no tiene paz. No deben decir: “Esto no me hará pecar”. No se olviden que otros podrían caer en pecado a causa de esto. Quizá lo que usted vaya a hacer no represente ningún problema para usted, pero aun así, eso puede ser un problema para otro. ¿Qué hacer? Tenemos que desechar muchas actividades recreativas por el bien de nuestros hermanos.

Tenemos que comprender que muchas cosas son lícitas, mas no todas son provechosas. Por tanto, tenemos que ser cuidadosos en cuanto a nuestra conducta; cuanto más cuidadosos seamos, mejor. Tenemos que aprender a optar siempre por el camino más apropiado. Debemos aprender a conducirnos cuidadosamente. 

Nosotros permitimos que nuestros hermanos y hermanas disfruten de actividades recreativas y esto es permisible, pero a veces, alguna de estas actividades podría hacer tropezar a otros. Si esto sucede, es mejor dejar de practicar tales actividades. Tenemos que ser cuidadosos especialmente con respecto a quienes con facilidad caen en cautiverio. 

Hay personas que fácilmente son afectadas y con facilidad caen en tal clase de cautiverio. Tenemos que ser cuidadosos con respecto a ellas. Son muchos los que tropiezan fácilmente. Si somos un poquito negligentes al respecto, ellos tropezarán. Por esto debemos darle a este asunto la debida importancia.

I. No debemos hacer nada que los gentiles consideren inapropiado
En noveno lugar, no deberíamos involucrarnos en ninguna actividad recreativa que a los gentiles les pueda parecer inapropiada. Esto no implica que podamos hacer todo cuanto los gentiles consideren apropiado. 

Estos son los dos principios que deben regir nuestra conducta con relación a los gentiles. No necesariamente haremos aquello que los gentiles aprueban, pero ciertamente jamás haremos algo que ellos no aprueben. ¿Comprenden esto, verdad? Hay muchas clases de entretenimiento que los gentiles aprueban, pero nosotros no podemos involucrarnos en ellas. Ellos consideran apropiado ir al cine, jugar juegos de azar y salir a bailar. 

Estos son los entretenimientos básicos que ellos eligen, pero nosotros no los aprobamos. Por supuesto, nosotros jamás haríamos las cosas que los propios gentiles desaprueban.

No vale la pena discutir con la gente acerca de las recreaciones que consideramos apropiadas. En ciertos lugares, hay ciertas personas que consideran que no nos es permitido los juegos de pelota. Nuestro testimonio es para el Señor y no para los juegos de pelota. Nuestra predicación no consiste en dar testimonio a favor de los deportes; por lo que, no es necesario que nosotros testifiquemos a favor de ninguno de ellos. Las normas que nos rigen no deben ser inferiores a las de los gentiles. 

Quizá en algunos lugares los incrédulos piensen que jugar al ajedrez es una actividad inapropiada. En principio, tanto jugar ajedrez como al “Go” (un juego de salón) es decoroso, pero nosotros no damos testimonio a favor de tales cosas. No es necesario que desperdiciemos nuestro tiempo dando sermones sobre el ajedrez. Así como podemos jugar ajedrez, también podemos dejar de jugar ajedrez. 

Nosotros damos testimonio del Señor; no estamos aquí para testificar de tales minucias. No debemos discutir con los inconversos acerca de tales cosas. Nosotros, pues, podemos hacer muchas de las cosas que los gentiles aprueban y no haremos nada que ellos consideren inapropiado.

Por ejemplo, en ciertos lugares es probable que se considere inapropiado salir a pescar. Tenemos que aceptar su punto de vista y no salir a pescar. Nosotros damos testimonio a favor de Cristo y no a favor de la pesca recreativa. Nosotros hemos sacrificado todo por el Señor. ¿Qué podría significar ese pasatiempo para nosotros? No debemos permitir que ninguno sea inquietado por alguna actividad recreativa que practiquemos. Dondequiera que estemos, no debiéramos hacer nada que los demás consideran equivocado. 

Las normas que nos rigen no deben ser inferiores a las normas establecidas entre los gentiles, en especial cuando se trata de un asunto como la recreación.

Es inútil discutir con los demás por causa de este asunto. Conozco ciertos misioneros occidentales que perjudicaron su relación con los nativos sólo por causa de que ellos querían seguir practicando su propia actividad recreativa. Es tonto perjudicar la obra del Señor por causa de un pasatiempo insignificante. 

Debemos darle importancia a los asuntos más importantes y ser flexibles acerca de los otros asuntos. Por ejemplo, algunos hermanos tienen que laborar entre los musulmanes, los cuales no comen carne de cerdo. 

Cuando se encuentran entre ellos, quizás traten de comerla públicamente debido a que piensan que, por ser cristianos, está bien que ellos coman carne de cerdo. Pero la carne de cerdo está prohibida en aquel lugar. Si la comen, no podrán laborar entre aquellas personas. Por el bien de la obra, no debemos involucrarnos en conflictos sobre asuntos insignificantes.

En la actualidad, quizás haya algunos que quieran ir a la provincia de Sikang. En Sikang no se practica la pesca. La gente de aquel lugar nunca ha pescado en toda su vida. Sería incorrecto que usted insistiera en que se practique la pesca y, al hacerlo, provoque fricciones entre usted y los santos de esa localidad. Algunos de los misioneros británicos que fueron a la India irritaron a los hindúes con respecto a ciertos asuntos recreativos. No vale la pena hacer tal cosa.

Les he expuesto estos nueve principios. Tenemos que aplicarlos cuidadosamente. Las fuentes de entretenimiento que son comunes entre los gentiles están completamente descartadas para nosotros. Estas actividades recreativas incluyen tres categorías principales: ir a bailar, los juegos de azar e ir al cine. Tales actividades deben ser completamente descartadas por nosotros. Nuestra carga es presentarles únicamente estos nueve principios de una manera constructiva. No debemos sacrificar ninguno de estos nueve principios.

IV. LA RECREACIÓN APROPIADA NO AFECTA LA ESPIRITUALIDAD DE UNA PERSONA
A. Los conejos e ilustraciones del Sr. Hopkins
Finalmente, permítanme contarles un breve relato. La “Conferencia de Keswick” es una especie de conferencia internacional muy importante que se lleva a cabo en Inglaterra. Todos los años, durante una semana se reúnen allí unas cinco o seis mil personas procedentes de todo el mundo. Me parece que Dios ha usado grandemente estas conferencias. Entre sus oradores podemos hallar a Andrew Murray y F.B. Meyer, quienes tenían un profundo conocimiento del Señor. En esa época, el Sr. Stock Meyer estaba en Alemania, el Sr. Melton en Francia, Andrew Murray en Holanda y Evan Hopkins en Inglaterra. 

El Sr. Hopkins era conocido como el teólogo de Keswick. Él fue la primera persona en comprender la verdad con respecto a la crucifixión de los creyentes juntamente con Cristo. Él era el esposo de Hannah Whitall Smith, quien escribió “El secreto del cristiano para una vida feliz”. Sin la ayuda del Sr. Hopkins, la señora Penn-Lewis no habría podido difundir la verdad de que estamos juntamente crucificados con Cristo, debido a que en Gran Bretaña no se aceptaba que una mujer predicara. El Sr. Hopkins era una persona muy decorosa delante del Señor. Aun así, él tenía un pasatiempo; le encantaba dibujar cuando tenía tiempo para ello. 

En un principio, hacía dibujos serios, pero después, cuando nació su nietecita, él comenzó a dibujar conejitos por causa de ella. Cada vez que regresaba de dar algún sermón, se ponía a dibujar conejos para su nietecita. Así que, a lo largo de su vida, él dibujó miles de conejos. Después, algunos editores publicaron un libro con los dibujos de los conejos que hizo el Sr. Hopkins. Él era una persona muy inteligente; en sus dibujos, cada conejo tenía un rostro diferente. Además, a él también le gustaba la caligrafía fina. Él transcribió toda la oración del Señor en un chelín inglés. No estoy diciendo que ustedes deben imitarlo. 

Simplemente les digo esto para mostrarles que las actividades recreativas no afectan la espiritualidad de una persona. Al contrario, uno puede percibir el aspecto humano de una persona por medio de los pasatiempos que ella practica. Por favor recuerden que los siervos de Dios no son formalistas; eso se usa en catolicismo, no en el cristianismo. Los cristianos son personas sencillas, simples y naturales.

B. George Müller oró pidiendo una madeja de lana para una niñita
George Müller era una persona que tenía mucha experiencia en la oración. En cierta ocasión, una niñita llamada Abigail le pidió que orara pidiendo una madeja de lana de colores. El hermano Müller oró pidiendo esto, y la niñita recibió lo que él había pedido. Esta niñita creció hasta convertirse en una de las cristianas más destacadas de Inglaterra. Al leer la biografía de esta hermana podemos asombrarnos de las lecciones que ella pudo aprender del Señor. Si se practica la recreación de una manera apropiada, ésta no debilitará a una persona. Al contrario, si delante del Señor nos regimos por los principios apropiados para las actividades recreativas, éstas nos elevarán y harán que nuestro cuerpo y nuestra mente recuperen su salud.

Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO