lunes, 16 de agosto de 2010

EXAMINATE, AHORA ES EL MOMENTO...

"Examinaos a vosotros mismo si estáis en la fe, probaos a vosotros mismos" (2 Cor. 13: 5) Fiscalizad detenidamente el genio, el temperamento, los pensamientos, las palabras, las inclinaciones, los propósitos y los hechos. ¿Cómo podemos pedir inteligentemente las cosas que necesitamos, a menos que probemos por medio de las Escrituras la condición de nuestra salud espiritual?

Muchos están trazando sendas torcidas en su vida espiritual. Oran descuidadamente y en forma inconexa. El que está colocado en un puesto de responsabilidad, debiera recordar que por sí mismo no puede hacer lo que se requiere de él. Cada día debiera recordar que es un espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.

Nadie ha de esperar que en su campo de trabajo se le proporcionen costosos medios para hacer el bien. El que encuentra más gozo en su servicio se dedica a su obra, no importa cuán humilde sea, y en cualquier parte que sea colocado. Cristo, nuestro ejemplo en todas las cosas, fue pobre para que por medio de su pobreza pudiera enriquecer a muchos.

Aquel cuyo corazón está lleno con la gracia de Dios y con amor a sus prójimos que perecen, hallará la oportunidad, no importa dónde esté colocado, de hablar una palabra en sazón a los cansados. Los cristianos han de trabajar por su Maestro con humildad y mansedumbre, aferrándose a su integridad en medio de ruido y bullicio de la vida.

Dios exhorta a los hombres para que le sirvan en cada transacción de la vida. Los negocios son una trampa cuando la ley de Dios no se ha convertido en la ley de la vida diaria. El que tiene algo que ver en la obra del Maestro ha de mantener una integridad rectilínea. En todas las transacciones comerciales, tan ciertamente como cuando está de rodillas, busca la ayuda de lo alto; la voluntad de Dios ha de ser su voluntad.

Ha de mantener al Señor siempre delante de sí, estudiando constantemente los temas de que habla la Santa Palabra. Así, aunque viva en medio de lo que degradaría a un hombre de principios laxos, preserva su cristianismo el hombre piadoso y de integridad a toda prueba.

El mundo no es más favorable hoy para el desarrollo del carácter cristiano que en los días de Noé. Entonces se había extendido tanto la impiedad, que Dios dijo: "Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová...

Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé" (Gén. 6: 7-9). Sí, en medio de esa era degenerada, Noé era un placer para su Creador.

Estamos viviendo en los últimos días de la historia de esta tierra, en una era de pecado y corrupción, y como Noé hemos de vivir de tal manera que seamos un placer para Dios al manifestar las alabanzas de Aquel "que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Ped. 2: 9). En la oración que Cristo elevó a su Padre antes de su crucifixión, dijo: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Juan 17: 15).

Cuando los hombres y mujeres hayan formado caracteres que Dios pueda sancionar, cuando su abnegación y renunciamiento hayan llegado al máximo, cuando estén listos para la prueba final, listos para ser unidos a la familia de Dios. ¿qué servicio aparecerá como más excelso en la estimación de Aquel que se dio a sí mismo como una ofrenda voluntaria para salvar a la raza culpable? ¿Qué empresa será la más apreciada por el corazón de amor infinito? ¿Qué obra proporcionará la mayor satisfacción al Padre y al Hijo?: la salvación de las almas que perecen.

Cristo murió para proporcionar a los hombres el poder salvador del Evangelio. Los que cooperan con él llevando adelante su gran empresa de misericordia, trabajando con toda la fuerza que Dios les ha dado para salvar a los cercanos y a los lejanos, compartirán el gozo del Redentor cuando la hueste de los redimidos esté en torno del trono de Dios.

Dios ha confiado medios y facultades a sus siervos para realizar una obra mucho más elevada que la que él contempla hoy día.

"Oh -dijo el mensajero celestial-, las instituciones del Señor están terriblemente atrasadas respecto de la grandeza de las verdades que se están cumpliendo en el tiempo actual. Hay un terrible concepto erróneo de las demandas del deber. La atmósfera helada en que viven satisfechos los creyentes retarda los movimientos abnegados que debieran efectuarse para amonestar al mundo y salvar a las almas.

"Los poderes de las tinieblas están obrando con esfuerzos intensos, y año tras año millares de personas, de todo pueblo, nación y lengua, pasan a la eternidad, sin amonestación y sin preparación. Nuestra fe debe significar algo más definido, más decidido, más importante.

"Pregunto a las instituciones e iglesias: '¿Creés en la Palabra de Dios? ¿Qué, pues, estás haciendo en las actividades misioneras? ¿Estás trabajando con abnegación y renunciamiento? ¿Creés que la Palabra de Dios quiere decir lo que dice? Sus acciones demuestran que no creéis. ¿Cómo haréis frente en el tribunal de Dios a los incontables millones que pasan a la eternidad sin haber sido amonestados?

" '¿Habrá un segundo tiempo de gracia? No, no. Debe desdeñarse esa necedad inmediatamente. Todo lo que tendremos es el actual tiempo de gracia. ¿Comprendéis que la salvación de los seres humanos caídos debe efectuarse en esta vida presente, o se perderán para siempre?' "

Dios ha elegido a un pueblo y lo ha hecho depositario de una verdad saturada de resultados eternos.

Le ha dado la luz que debe iluminar al mundo. ¿Se ha equivocado Dios? ¿Somos realmente sus instrumentos escogidos? ¿Somos los hombres y mujeres que han de llevar al mundo los mensajes del capítulo catorce del Apocalipsis, que han de proclamar el mensaje de salvación a los que están al borde de la ruina? ¿Procedemos como si fuéramos esos hombres y mujeres?

Con clara y firme voz, el mensajero dijo: "Os pregunto, ¿qué estáis haciendo? ¡Ojalá pudierais comprender! ¡Ojalá pudierais entender la importancia de la amonestación y lo que significa para vosotros y para el mundo! Si entendierais, si estuvierais llenos del espíritu de Aquel que dio su vida por la vida del mundo, cooperaríais con él haciendo fervientes y abnegados esfuerzos para salvar a los pecadores".

"El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él" (1 Juan 2: 4). Un gran despertar debe efectuarse en la iglesia. Si tan sólo supiéramos, si tan sólo entendiéramos, ¡cuán rápidamente el espíritu del mensaje iría de iglesia en iglesia! ¡Con cuán buena voluntad serían dados los bienes de los creyentes para sostener la obra de Dios!

Dios nos exhorta a orar y velar en oración. Limpiad vuestros hogares de los ídolos fotográficos* que han consumido el dinero que debería haber fluido a la tesorería del Señor. La luz debe avanzar como una lámpara que arde. Los que llevan el mensaje al mundo debieran buscar fervientemente al Señor para que su Espíritu Santo pueda ser derramado abundantemente sobre ellos. No tenéis tiempo que perder. Orad por el poder de Dios para que podáis trabajar con éxito por los que están cerca y lejos.

Debemos tener fe genuina. Hasta ahora apenas si hemos entendido la realidad de la verdad. Tan sólo creemos a medias la Palabra de Dios. Un hombre procederá de acuerdo con toda la fe que tenga. A pesar de que las señales de los tiempos se cumplen por todo el mundo, se ha ido debilitando la fe en la venida del Señor.

Las amonestaciones han de ser dadas clara, distinta y ciertamente. Ante el peligro de nuestras almas, hemos de enterarnos de las condiciones prescritas bajo las cuales debemos efectuar nuestra propia salvación, recordando que Dios es el que obra en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.

No nos conviene flotar con la corriente, guiados por la tradición y por presuntuosos sofismas. Somos llamados colaboradores con Dios. Levantémonos, pues, y brillemos. No hay tiempo que perder en controversias. Los que tienen un conocimiento de la verdad como está en Jesús, deben ahora unificarse en corazón y propósito.

Deben eliminarse todas las diferencias. Los miembros de la iglesia deben trabajar unidos bajo la dirección del que es la gran Cabeza de la iglesia.

Los que tienen un conocimiento de la verdad, levántense y brillen. "Clama voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta" (Isa. 58: 1). No mutiléis más la verdad. Clame el alma por el Dios viviente. Dejaos del hombre cuyo aliento está en sus narices. Si le abrís la puerta, el Consolador vendrá a vosotros.

"Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote, que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en lo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4: 14- 16)

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