lunes, 23 de agosto de 2010

Estudiar la escritura con: SIMPLICIDAD Y CON FE *

No requiere mucho conocimiento o capacidad el hacer preguntas difíciles de responder. Un niño puede hacer preguntas que pueden dejar perplejos a los hombres más sabios. No nos empeñemos en una competencia de esta clase.

Existe en nuestro tiempo la misma incredulidad que prevaleció en los días de Cristo. Ahora, así como entonces, el deseo de preferencia y de alabanza de parte de los hombres descamina al pueblo de la sencillez y de la verdadera piedad. No hay orgullo tan peligroso como el orgullo espiritual.

Los jóvenes deben investigar las Escrituras por sí mismos. No deben pensar que es suficiente que los de más experiencia busquen la verdad; que los más jóvenes pueden aceptarla cuando proviene de ellos, considerándolos una autoridad. Los judíos perecieron como nación porque fueron apartados de la verdad de la Biblia por sus gobernantes, príncipes y ancianos. Si hubieran escuchado las lecciones de Jesús, e investigado las Escrituras por sí mismos, no habrían perecido.

Los jóvenes de nuestras filas están vigilando para ver con qué espíritu los ministros abordan la investigación de las Escrituras; si tienen un espíritu accesible, y son lo suficientemente humildes para aceptar la evidencia, y recibir la luz de los mensajeros a quienes Dios escoge para mandar.
Debemos estudiar la verdad por nosotros mismos. No debe confiarse en ningún hombre para que piense por nosotros.

No importa de quién se trate, o en qué puesto pueda ser colocado, no hemos de mirar a ningún hombre como criterio para nosotros. Hemos de aconsejarnos mutuamente, y de estar sujetos el uno al otro; pero al mismo tiempo hemos de ejercer la capacidad que Dios nos ha dado, para aprender qué es verdad.

Cada uno de nosotros debe mirar a Dios para recibir iluminación divina. Debemos desarrollar individualmente un carácter que soporte la prueba en el día de Dios. No debemos ser obstinados en nuestras ideas, y pensar que nadie debe interferir nuestras opiniones.

Cuando un punto de doctrina que no entendáis llegue a vuestra consideración, id a Dios sobre vuestras rodillas, para que podáis entender qué es verdad y no ser hallados como lo fueron los judíos luchando contra Dios. Mientras amonestamos a los hombres a precaverse de aceptar cualquier cosa a menos que sea la verdad, debemos también amonestarles a no poner en peligro sus almas rechazando los mensajes de luz, sino a salir de las tinieblas por un estudio fervoroso de la Palabra de Dios.

Cuando Natanael fue a Jesús, el Salvador exclamó: "He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". Natanael dijo: "¿De dónde me conoces?" Jesús respondió: "Cuando estabas debajo de la higuera te vi". Y Jesús nos verá también en los lugares secretos de la oración, si buscamos luz para saber qué es verdad.

Si un hermano está enseñando el error, los que están en puestos de responsabilidad deben saberlo; y si está enseñando verdad, han de decidirse a sostenerlo. Todos nosotros debemos saber lo que se enseña en nuestro medio; pues si es la verdad, debemos conocerla. El maestro de la escuela sabática necesita saberlo, y todo alumno de la escuela sabática debe comprenderlo.

Todos estamos bajo la obligación hacia Dios de comprender lo que él nos envía. El ha dado instrucciones por las cuales podemos probar toda doctrina: "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". Pero si está de acuerdo con esta prueba, no estéis tan llenos de prejuicio que no podáis reconocer un punto, sencillamente porque no concuerda con vuestras ideas.

Es imposible que una mente, cualquiera que sea, comprenda toda la riqueza y grandeza de una sola promesa de Dios. Una capta la gloria desde un punto de vista; otra la hermosura y la gracia desde otro punto de vista, y el alma se llena de la luz del cielo. Si viéramos toda la gloria, el espíritu desmayaría. Pero podemos tener revelaciones de las abundantes promesas de Dios mucho mayores que las que ahora gozamos.

Me entristece el corazón pensar cómo perdemos de vista la plenitud de la bendición destinada a nosotros. Nos contentamos con fulgores momentáneos de iluminación espiritual, cuando podríamos andar día tras día a la luz de su presencia.

Queridos hermanos, orad como nunca lo habéis hecho para que los rayos del Sol de Justicia brillen de la Palabra, para que podáis comprender su verdadero significado. Jesús rogó que sus discípulos fueran santificados por la verdad: la Palabra de Dios. ¡Cuán fervientemente, pues, debiéramos orar para que Aquel que "todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios". Aquel cuya misión es recordarle al pueblo de Dios todas las cosas, y guiarlo a toda verdad, esté con nosotros en la investigación de su santa Palabra.

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