sábado, 14 de agosto de 2010

Cristo y La Ley el equilibrio perfecto:6) La Ley y Los Galatas

SE ME pregunta acerca de la ley en Gálatas. ¿Cómo se divide la Ley de Dios para llevarnos al tema de Cristo? Contesto: Ambas, la ceremonial y el código moral de los Diez Mandamientos.

Cristo fue el fundamento de todo el sistema judío. La muerte de Abel fue una consecuencia de no haber aceptado Caín el plan de Dios en la escuela de la obediencia para ser salvado por la sangre de Jesucristo, simbolizada por las ofrendas de sacrificio que señalaban a Cristo.


Caín rehusó la efusión de sangre que simbolizaba la sangre de Cristo que había de ser derramada por el mundo. Toda esta ceremonia fue preparada por Dios, y Cristo vino a ser el fundamento de todo el sistema. Este es el comienzo de la obra de la ley como el ayo que lleva a los instrumentos humanos pecaminosos considerar a Cristo como el fundamento de todo el sistema judío.


Todos los que servían en relación con el santuario eran educados constantemente acerca de la intervención de Cristo a favor de la raza humana. Ese servicio tenía el propósito de crear en cada corazón amor por la ley de Dios, que es la ley del reino divino. Las ofrendas de sacrificios habían de ser una lección objetiva del amor de Dios revelado en Cristo: en la víctima doliente, moribunda, que tomó sobre sí el pecado del cual era culpable el hombre, haciéndose pecado el Inocente por nosotros.


En la contemplación de este gran tema de la salvación, vemos la obra de Cristo. No sólo el don prometido del Espíritu sino también la naturaleza y el carácter de ese sacrificio y de esa mediación son temas que debieran crear en nuestro corazón ideas elevadas, sagradas y sublimes de la ley de Dios, que sigue en vigencia para todos los seres humanos. La violación de esa ley en el pequeño acto de comer del fruto prohibido trajo sobre el hombre y sobre la tierra la consecuencia de la desobediencia a la santa ley de Dios.

La naturaleza de la mediación siempre debiera hacer al hombre temeroso de incurrir en el más pequeño acto de desobediencia a los requisitos de Dios.


Debiera haber una clara comprensión de lo que significa el pecado y debiéramos evitar la más pequeña aproximación que nos induzca a cruzar las fronteras entre la obediencia y la desobediencia. Dios quiere que cada miembro de su creación entienda la gran obra del infinito Hijo de Dios al dar su vida por la salvación del mundo. "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él" (1 Juan 3: 1)


Cuando el pecador ve en Cristo la corporización del amor y de la benevolencia infinitos y desinteresados, se despierta en su corazón una disposición agradecida a seguir donde Cristo indica Especialmente la ley moral


"La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe" (Gál. 3: 24). El Espíritu Santo está hablando especialmente de la ley moral en este texto, mediante el apóstol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo.


La falta de voluntad para renunciar a opiniones preconcebidas y aceptar esta verdad fue la principal base de la oposición manifestada contra el mensaje del Señor expuesto por los hermanos extremistas teologicos radicales. Suscitando esa oposición, Satanás tuvo éxito en impedir que fluyera hacia nuestros hermanos, en gran medida, el poder especial del Espíritu Santo que Dios anhelaba impartirles.


El enemigo les impidió que obtuvieran esa eficiencia que pudiera haber sido suya para llevar la verdad al mundo, tal como los apóstoles la proclamaron después del día de Pentecostés. Fue resistida la luz que ha de alumbrar a toda la tierra con su gloria, y en gran medida ha sido mantenida lejos del mundo por el proceder de nuestros propios hermanos.


La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos.

Es una muralla de protección para el obediente. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien al revelar a los hombres los principios inmutables de justicia, procura escudarlos de los males que provienen de la transgresión.


No hemos de considerar a Dios como a alguien dispuesto a castigar al pecador por su transgresión. El pecador acarrea el castigo sobre sí mismo. Sus propias acciones ponen en marcha una serie de circunstancias que provocan un seguro resultado. Cada acto de transgresión repercute sobre el pecador, obra en él un cambio de carácter y le hace más fácil transgredir otra vez. Eligiendo pecar, los hombres se separan de Dios, se apartan del canal de bendiciones, y el seguro resultado son la ruina y la muerte.

La ley es una expresión del pensamiento de Dios. Cuando la recibimos en Cristo, llega a ser nuestro pensamiento. Nos eleva por encima del poder de los deseos y tendencias naturales, por encima de las tentaciones que llevan al pecado. "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo" (Sal. 119: 165).

No hay paz para los impíos. Están en guerra contra Dios. Pero el que recibe la justicia de la ley en Cristo está en armonía con el cielo. "La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron" (Sal. 85: 10)

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