domingo, 22 de agosto de 2010

LAS SANTAS ESCRITURAS: ¿Cómo Escudriñaremos las Escrituras?

¿Cómo escudriñaremos las Escrituras para entender lo que enseñan? Debemos abordar la investigación de la Palabra de Dios con un corazón contrito, con oración y con una disposición a ser enseñados.

No hemos de pensar, como pensaron los judíos, que nuestras propias ideas y opiniones son infalibles; ni como los papistas, que piensan que ciertos individuos son los único guardianes de la verdad y el conocimiento, y que los hombres no tienen derecho a investigar las Escrituras por sí mismos, sino que deben aceptar las explicaciones dadas por los padres de la iglesia.

No debemos estudiar la Biblia con el propósito de sostener nuestras opiniones preconcebidas, sino con el único objeto de aprender lo que Dios ha dicho.

Algunos han temido que si en un solo punto siquiera reconocían su error, otras mentes se verían inducidas a dudar de toda la teoría de la verdad. Por lo tanto, han creído que no debiera permitirse la investigación, que ésta tendería a la disensión y la desunión. Pero si tal ha de ser el resultado de la investigación, cuanto antes venga tanto mejor.

Si hay personas cuya fe en la Palabra de Dios no resiste la prueba de una investigación de las Escrituras, cuanto antes se manifiesten, tanto mejor; pues entonces se abrirá el camino para mostrarles su error.

No podemos sostener que ninguna posición, una vez adoptada, ninguna idea, una vez defendida, no habrá de ser abandonada en circunstancia alguna. Hay solamente Uno que es infalible: Aquel que es el camino, la verdad y la vida.

Los que permiten que el prejuicio impida que la mente reciba la verdad, no pueden ser receptáculos de la iluminación divina. Sin embargo, cuando se presenta un punto de vista de las Escrituras, muchos no preguntan: ¿Es cierto? ¿Está en armonía con la Palabra de Dios? Sino ¿quién lo defiende? y a menos que venga precisamente por el medio que a ellos les agrada, no lo aceptan.

Tan plenamente satisfechos se sienten con sus propias ideas, que no quieren examinar la evidencia bíblica con un deseo de aprender, sino que rehusan interesarse, meramente a causa de sus prejuicios.

El Señor a menudo obra cuando nosotros menos lo esperamos; él nos sorprende al revelar su poder mediante instrumentos de su propia elección, mientras pasa por alto a los hombres por cuyo intermedio hemos esperado que viniera la luz. Dios quiere que recibamos la verdad por sus propios méritos, porque es verdad.

La Biblia no debe ser interpretada para acomodarse a las ideas de los hombres, por mucho tiempo que hayan sido tenidas estas ideas como verdad. No hemos de aceptar la opinión de comentadores como la voz de Dios; ellos eran seres mortales como nosotros. Dios nos ha dado facultades razonadoras a nosotros así como a ellos. Hemos de hacer que la Biblia sea su propio expositor.

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