sábado, 18 de septiembre de 2010

LA IGLESIA PRIMITIVA P7

VII. La obra posterior de los apóstoles

La obra posterior de Pedro.-

La habilidad de Lucas como historiador hace que se sepa mucho más de la obra de Pablo que de la de Pedro.  Lucas registra algunos hechos acerca de Pedro, y Pablo también hace algunas referencias incidentales a la actuación posterior de ese apóstol.
 
Poco después de que Jacobo, el hijo de Zebedeo, fuera muerto por orden de Herodes Agripa I, este rey también encarceló a Pedro, pero no pudo ejecutarlo porque el apóstol fue liberado milagrosamente por un ángel (Hech. 12: 3-19).  

Como parece que esto sucedió poco antes de la muerte de Herodes, sería razonable ubicar esa liberación en el 44 d. C. (ver p. 100).  Pedro después aparece en el concilio de Jerusalén, donde su discurso allanó el camino para la decisión de liberar a los cristianos gentiles de la obligación de practicar el ritual judaico (Hech. 15: 7-1l).  

Pedro desaparece desde este momento de la narración de Hechos.  Pablo menciona la presencia de ese apóstol en Antioquía, evidentemente poco después del concilio de Jerusalén (Gál. 2: 11), y Eusebio, escribiendo casi tres siglos después, indica que fue el primer obispo de Antioquía (Historia eclesiástica iii. 36. 2).  

Parecería evidente por la introducción de su primera epístola (cap. 1: 1), que Pedro había trabajado entre los habitantes del Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, zona que comprende una gran parte del norte y oeste del Asia Menor.

Según una tradición, Pedro pasó muchos años en Roma presidiendo la iglesia.  Eusebio, según la versión armenia de su Crónica, afirma que Pedro fue a Roma en el tercer año de Calígula, lo que sería en el 39 d. C. 

Posteriormente, en el mismo documento, coloca el martirio de Pedro en Roma en el año 13.º de Nerón, el 66 d. C., o sea, que Pedro habría vivido unos 27 años en Roma. Gerónimo, escribiendo unas pocas décadas después de Eusebio, declara que Pedro fue a Roma en el año 2.º de Claudio, el 42 d. C., y permaneció allí durante 25 años, hasta el 14.º año de Nerón, 67 d. C. (De viris illustribus i).  

Es sumamente improbable que cualquiera de estas dos tradiciones sea correcta, pues difícilmente Pedro podría haber pasado en Roma un período tan largo.  Si fue allí en una fecha tan temprana como la que indican esas tradiciones, forzosamente debe haber interrumpido su permanencia durante un período considerable, tanto por su presencia en el concilio de Jerusalén y su posterior visita a Antioquía como por sus probables actividades misioneras en una amplia zona del Asia Menor.  

Además, el hecho de que no se mencione a Pedro una sola vez en la correspondencia de Pablo dirigida a Roma o procedente de esta ciudad, donde Pablo menciona a muchos creyentes que allí habitaban, es una indicación de que lo más probable es que Pedro no estuviera en Roma en el invierno (diciembre-febrero) de 57/58 d.C. cuando Pablo escribió el libro de Romanos, ni aproximadamente durante los años 61 a 63 d.C. cuando Pablo estuvo encarcelado allí por primera vez.

La tradición de la llegada temprana de Pedro a Roma puede haber surgido junto con los informes en cuanto a Simón el Mago.  Justino Mártir (c. 150 d.C.) registra que un Simón, de Samaria, llegó a Roma durante el reinado de Claudio (41-54 d.C.) e hizo "grandes actos de magia" (Primera apología 26).  Ireneo (c. 185 d.C., Contra herejías i. 23. 1-4) repite este relato e identifica a este Simón con Simón el Mago a quien Pedro había reprendido en Samaria (Hech. 8: 9-23).  

Un documento legendario llamado "Los hechos de Pedro con Simón", cuya fecha aproximada de origen es el año 200 d. C., narra una enredada fábula de cómo Pedro, mediante una visión de Cristo, fue enviado a Roma para que se opusiera a Simón.  Como se creía que Simón había llegado allí durante el reinado de Claudio, era lógico concluir que Pedro había llegado a Roma por ese mismo tiempo.  Sin embargo, una leyenda como la de Simón el Mago es muy insuficiente como prueba para ubicar la llegada de Pedro a Roma en una fecha tan temprana.

Con todo, las pruebas presentadas no significan que Pedro nunca estuvo en Roma.  La antigua tradición cristiana es concluyente en afirmar que Pedro fue un dirigente de la iglesia en Roma, y que murió allí.  Ignacio (c. 116 d. C.) dice que Pedro enseñó en Roma (A los romanos 4), e Ireneo (c. 185 d. C.) declara que Pedro y Pablo, "después de fundar y edificar espiritualmente a la iglesia, entregaron en manos de Lino el cargo del episcopado" (Contra herejías iii. 3. 3).  

Según el Nuevo Testamento es evidente que Pablo no fundó la iglesia de Roma (Rom. 1: 13; 15: 23-24), y de acuerdo con la prueba que acabamos de dar, también es dudoso que Pedro la fundara.  Sin embargo, categóricas tradiciones antiguas hacen probable que Pedro muriera en Roma.  Gayo, cristiano de Roma, declaró (c. 200 d. C.) que se sabía que el "trofeo" de Pedro -lo que quizá signifique su tumba o el lugar de su martirio- estaba en el Vaticano, que en ese tiempo no era un edificio sino un cementerio.

La cuestión de la permanencia de Pedro en Roma es algo muy diferente del primado de los papas que pretenden remontar su cargo hasta él.  Esta pretensión 37 finalmente o se rechaza o se acepta no teniendo en cuenta si Pedro estuvo en Roma, sino considerando algo muy diferente: la posición o categoría de Pedro en la iglesia y la verdadera naturaleza de la sucesión apostólica.  Para un estudio más detallado de este problema, ver t. IV, pp. 861-863; t. V, com.  Mat. 16: 18.

El apóstol Juan.-

Se sabe aun menos del apóstol Juan que de Pablo o Pedro.  En los primeros años Juan trabajó con Pedro.  Acompañaba a Pedro cuando, mientras iban a adorar al templo, curaron al cojo (Hech. 3).  Los apóstoles de Jerusalén enviaron a Pedro y a Juan para que ayudaran a Felipe en la evangelización de Samaria (Hech. 8).  

Esto fue pocos años después de Pentecostés.  Excepto su mención específica en Gál. 2: 9, lo siguiente que se registra de él en las Escrituras es su propia afirmación de que estuvo "en la isla llamada Patmos", siendo así "copartícipe... en la tribulación" con los que también estaban sufriendo persecución (Apoc. 1: 9).  Una tradición digna de crédito (Ireneo, Contra herejías v. 30. 3) dice que Juan escribió el Apocalipsis a fines del gobierno del emperador Domiciano, quien murió en 96 d. C. No hay ningún registro inspirado de lo que le sucedió a Juan durante los sesenta años que transcurrieron entre sus experiencias en Samaria y Patmos.

Si se tiene en cuenta que Juan, después de haber contemplado las extraordinarias y significativas visiones que se desplegaron ante él en Patmos, habría deseado registrarlas inmediatamente, se puede comprender con facilidad cuán afanosamente las redactaría.  

Entonces debe haberlas enviado tan pronto como pudo al continente para que ese documento estuviera en manos más seguras que las de un preso en Patmos.  Que se lo hizo retroceder en el tiempo y el espacio al ambiente de los antiguos profetas, y que vivió las emociones de ellos mientras escribía el Apocalipsis, se demuestra por el hecho de que una gran parte del vocabulario y aun de sus expresiones se parecen mucho a las de Isaías, Ezequiel y Daniel.

Juan no dice en su Evangelio dónde estaba cuando lo escribió; pero Ireneo (Id. iii. 3. 4) afirma que Juan estuvo en Efeso hasta el reinado de Trajano (98-117 d. C.), y se considera como probable que escribió el Evangelio en esa ciudad.

Según Polícrates, que presidía la iglesia de Esmirna por el año 200 d. C., Juan era un sacerdote "y llevó la lámina [de oro en la frente]" (Eusebio, Historia eclesiástica, v. 24. 3).  Un documento apócrifo, "Los hechos de los santos apóstoles y del evangelista Juan el teólogo", cuya autoridad y veracidad no se pueden determinar, describe con grandes detalles el arresto de Juan y cómo compareció ante Domiciano, en cuyo tiempo el apóstol dio testimonio del Evangelio.  

Se dice que en presencia de Domiciano bebió una taza de veneno sin sufrir daño, y que resucitó al servidor del rey.  Según Tertuliano,  que escribió a príncipes del siglo III, Juan fue arrojado en un tanque de aceite hirviente, y fue sacado sin daño, poco antes de ser exiliado a Patmos (De praescriptione haereticorum 36; cf.).

Juan estaba firmemente convencido de la verdad, tal como lo manifiesta vez tras vez en su Evangelio, y, consecuentemente, detestaba la herejía (1 Juan 2: 18-19, 22-23; 2 Juan 7-9).  Esa aversión suya a la herejía queda ilustrada en un relato que se cuenta de él.  Cuando estaba por entrar en cierta casa de baños públicos, en Efeso, supo que estaba allí Cerinto, uno de los llamados cristianos gnósticos.  Se dice que Juan, al saberlo, huyó gritando que las paredes de la casa de baños podrían caerse por estar allí Cerinto (Ireneo, Contra herejías iii. 3. 4). Sin embargo, en estas cosas es difícil distinguir lo real de lo fantástico.

El liderazgo de Juan en la iglesia de Efeso inevitablemente debe haberla convertido en un gran centro de evangelización.  Los lugares donde la iglesia era más fuerte seguramente cambiaban debido al surgimiento y a la desaparición de los grandes líderes cristianos.  En los primeros años de la dispensación evangélica, indudablemente 38 el centro fue Jerusalén, donde vivían por lo menos algunos de los apóstoles, donde se celebró el gran concilio y desde donde salieron los "enviados" para cumplir sus misiones.  Este bien pudo haber sido el caso hasta el año 50 d. C., después de concilio.

Mientras tanto, los misioneros en Chipre y en Cirene habían iniciado una activa y exitosa campaña misionera entre los gentiles en Antioquía y alrededor de ella, y desde allí fueron enviados Pablo y Bernabé en su arriesgada empresa misionera entre los gentiles.  A lo menos para llegar a los gentiles, Antioquía debe haber sido un centro de servicio cristiano más o menos a partir del año 44 d. C., y continuó hasta la muerte de Pablo o aún después.

Los años que Pablo pasó en Efeso hicieron que esa ciudad fuera importante para los cristianos.  El asignó ese lugar a su discípulo Timoteo, sin duda después de su primer encarcelamiento en Roma.  Bajo el liderazgo de ese talentoso joven, esa ciudad sin duda consintió siendo un foco de actividad para Cristo.  Cuando Juan asumió el liderazgo en Efeso, la importancia de ese centro debe haber aumentado más.

Los otros apóstoles.-

No hay información fidedigna acerca de los otros apóstoles. Sus actividades y la forma en que terminaron su vida están sumidas en mayor oscuridad que las de Juan o Pedro.  Se dice que Andrés, el hermano de Simón Pedro, predicó el Evangelio en Escitia y en Tracia, al norte de Grecia, y que fue crucificado en Grecia en una cruz en forma de X, por lo cual se llama la cruz de San Andrés.  

Nada se sabe con certeza de la suerte de Jacobo (o Santiago) el Menor, el autor de la epístola, pero se dice que predicó en Palestina, Siria y Arabia.  Según la tradición, Mateo estuvo en Partia y Persia y se deduce de la misma que no murió mártir.  Matías, elegido para ocupar el lugar de Judas, según se registra en el primer capítulo de Hechos, se dice que fue uno de los setenta que Cristo mandó a predicar (Luc. 10: 1), que así lo hizo en Capadocia, al norte de Cilicia (la provincia natal de Pablo), y que murió mártir, quizá en Judea.  Según Josefo (Antigüedades XX. 9. l), Jacobo, el hermano de nuestro Señor, murió apedreado en los atrios del templo.

La tradición sostiene categóricamente que Marcos, el autor del Evangelio que lleva este nombre, predicó en Egipto.  Este era el joven que rehusó continuar en el primer viaje misionero con Pablo y Bernabé (Hech. 13: 13), y el mismo a quien Pablo pidió que lo acompañara mientras estaba preso en Roma (2 Tim. 4: 11).  Se cree que él fundó la iglesia de Alejandría, y fue su principal anciano.  Se dice que murió allí mártir durante la persecución desatada por Nerón.  Se piensa que Natanael (Bartolomé) predicó en Arabia, y quizá en las aproximidades de la actual Etiopía; sin embargo, la tradición afirma que fue crucificado cabeza abajo en una de las provincias de Armenia.

Es obvio que la tradición confunde a Felipe el apóstol, con Felipe el diácono. El relato bíblico dice del apóstol Felipe sólo lo que se registra en el Evangelio de Juan, donde se habla de él más que en ningún otro registro evangélico.  El Felipe del libro de los Hechos es el diácono.  La tradición sostiene que el apóstol Felipe predicó en Frigia.

Se dice que Simón el Zelote predicó en el norte de África y que fue martirizado en Palestina en tiempo de Domiciano, el emperador que desterró a Juan a la isla de Patmos.  La tradición ubica a Tomás en Partia y Persia, y en sus últimos años en Edesa, donde se dice que fue martirizado.  Sin embargo, hay también una tradición según la cual Tomás predicó el Evangelio en la India, y actualmente hay en la India un grupo de cristianos autóctonos de ese país que se llaman a sí mismos cristianos de Tomás.  Lo más probable es que las actividades de Tomás no se extendieran tan lejos. 
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

1 comentario:

  1. Ver:
    HISTORIA ECLESIÁSTICA
    http://historiaeclesiastica.blogspot.com/

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