lunes, 13 de septiembre de 2010

EVITEN LAS DISCUSIONES


Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Tito 3: 9.

El Espíritu Santo no obra por medio de hombres que gozan siendo incisivos y criticones. Este espíritu se adquiere como consecuencia de relacionarse con polemistas, y algunos tomaron el hábito de alistarse para el combate. No se honra a Dios de este modo.

Refrene los impulsos hirientes; no aprenda en la escuela de Satanás sus métodos de guerra. El Espíritu Santo no inspira palabras de censura. Nos hallamos ante un tiempo de prueba, y toda alma honesta que no ha recibido la luz de la verdad se pronunciará entonces por Cristo.

Los que creen en ella han de convertirse nuevamente cada día. Entonces serán vasijas de gloria.

No repita las palabras de sus adversarios ni discuta con ellos. No sólo enfrenta a los hombres sino a Satanás y sus ángeles. Cristo no acusó al enemigo en lo que respecta al cuerpo de Moisés. Si el Redentor del mundo, que comprendió las estratagemas capciosas y malignas de Satanás, no osó formular tal acusación contra éste, sino que dijo en humildad y santidad: "El Señor te reprenda, oh Satanás", ¿no sería prudente que sus siervos siguieran su ejemplo? ¿Tomarán los seres humanos finitos el rumbo que Cristo rehuyó, ya que éste daría al diablo ocasión de pervertir, desfigurar y falsificar la verdad?

A esta altura de la historia del mundo tenemos una obra demasiado importante como para comenzar un nuevo tipo de contienda al enfrentar el poder sobrenatural de los agentes satánicos.

Debemos dejar de lado las personalidades, no importa cuán tentados podamos sentimos a sacar ventaja de palabras y acciones. Debemos dominar nuestras almas ejercitándolas en la paciencia. Hermano, ponga de manifiesto que está del lado del Señor. Que la verdad de la Santa Palabra de Dios revele la transgresión, y refleje su poder santificador en los corazones. El espíritu arrogante no debe introducirse para perjudicar la obra de Dios. En cada momento que tenemos el privilegio de comunicarnos con el Eterno, tenemos motivos para agradecerle. . .


Es necesario contristar el alma todos los días. El Altísimo declara el gran provecho que obtiene todo el que humilla su corazón y se oculta en Jesús: "Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Isa. 57: 15). . .

Deje que los que odian la Palabra del Señor se enfurezcan y derramen sus anatemas contra quienes tienen el valor moral para recibir y vivir la verdad. El Señor es nuestra fortaleza

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