jueves, 23 de septiembre de 2010

El PELIGRO DE LA COMUNION CON EL MUNDO


Los cristianos que se asocian con compañías mundanas se están perjudicando a sí mismos y están descarriando a otros. Los que temen a Dios no pueden elegir a los irreligiosos como compañeros sin resultar dañados.

En esas asociaciones son puestos bajo la influencia de principios y costumbres mundanales, y por influencia de la compañía y el hábito, la mente llega a conformarse cada vez más a las normas mundanas.

Su amor a Dios se enfría, y no tienen más deseos de estar en comunión con él. Llegan a ser ciegos espirituales. No logran ver ninguna diferencia particular entre el transgresor de la ley de Dios, y los que temen a Dios y guardan sus mandamientos. Llaman a lo malo bueno y bueno a lo malo.

El esplendor de las realidades eternas se opaca. La verdad puede serles presentada en forma evidente, pero ellos no sienten hambre por el pan de vida ni sed por las aguas de salvación. Están bebiendo de cisternas rotas que no pueden contener agua.

Es muy fácil que mediante la asociación con el mundo se asimile su espíritu y se reciba el molde de sus conceptos, hasta el punto de no discernir la excelencia de Jesús y de la verdad. Y el espíritu del mundo controlará nuestra vida en la medida en que more en nuestro corazón. 

Cuando los hombres no están bajo el control de la Palabra y del Espíritu de Dios, son cautivos de Satanás, y no sabemos hasta qué profundidad los introducirá en el pecado. El patriarca Jacob contempló a los que se complacían en la perversidad.

Vio cuál sería el resultado de la asociación con ellos, y mediante el Espíritu exclamó: "En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía" (Gén. 49: 6). Así hace sonar la alarma de peligro para advertir a cada alma contra tales asociaciones.

El apóstol Pablo se hace eco de esa advertencia: "No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas" (Efe. 5: 11). "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Cor. 15: 33, VM). 

El alma es engañada cuando confía en la política mundanal y en las invenciones humanas en vez de confiar en el Señor Dios de Israel.

¿Podría el hombre encontrar un guía mejor que el Señor Jesús?
¿Un consejero mejor en la duda y en la tribulación?
¿Un mejor defensor en el peligro?

Poner de lado la sabiduría de Dios para aceptar la sabiduría humana constituye un engaño que destruye el alma. 

Si Ud. quiere ver lo que el hombre hace cuando rechaza la influencia de la gracia de Dios, contemple aquella escena en la sala del juicio, cuando una muchedumbre furiosa, guiada por sacerdotes y dirigentes judíos, pide a gritos la vida del Hijo de Dios.

Vea al divino Sufriente de pie junto a Barrabás, y a Pilato preguntando a quién de los dos ha de libertar. Se oye entonces el ronco grito de cientos de voces coléricas inspiradas por Satanás: "¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!" (Luc. 23: 18). Y cuando Pilato pregunta qué debe hacerse con Jesús, gritan: "¡Crucifícale, crucifícale!" (Luc. 23: 21). 

La naturaleza humana de entonces es la misma de ahora. Cuando se desprecia el Remedio divino que podría salvar y exaltar la naturaleza humana, resurge el mismo espíritu que aún vive en los corazones de los hombres, y no podemos confiar en su dirección y mantener nuestra lealtad a Cristo

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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