sábado, 4 de septiembre de 2010

La gravedad del pecado secreto, activo en el Ministerio

Hay pecadores entre los ministros. No están agonizando por entrar por la puerta estrecha.

Dios no obra con ellos, porque no puede soportar la presencia del pecado. Esto es lo que su alma odia. Aun a los ángeles que estaban cerca de su trono, a los cuales él amaba, pero que no guardaron su prístino estado de lealtad, Dios arrojó del cielo con su rebelde dirigente.

La santidad es el fundamento del trono de Dios; el pecado es lo opuesto a la santidad; el pecado crucificó al Hijo de Dios. Si los hombres pudieran ver cuán odioso es el pecado, no lo tolerarían, no se educarían en él.

Lograrían una reforma en la vida y el carácter. Las faltas secretas serían vencidas. Si habéis de ser santos en el cielo, debéis en primer lugar ser santos en la tierra.

Existe una gran necesidad de que nuestros hermanos venzan las faltas secretas. El desagrado de Dios, como una nube, pende sobre muchos de ellos. Las iglesias están débiles. El egoísmo, la falta de caridad, la codicia, la envidia, las malas sospechas, la falsedad, el robo, la sensualidad, la licencia y el adulterio, están registrados contra algunos de los que pretenden creer la solemne y sagrada verdad para este tiempo.

¿Cómo pueden estas cosas aberrantes ser eliminadas del campamento, cuando los hombres que pretenden ser cristianos están participando de ellas constantemente? Ellos son de alguna manera cuidadosos de su comportamiento delante de los hombres, pero son una ofensa para Dios.

Sus ojos puros ven, y un testigo registra todos sus pecados, tanto los abiertos como los secretos; y a menos que se arrepientan y confiesen sus pecados delante de Dios, a menos que caigan sobre la Roca y sean quebrantados, sus pecados permanecerán anotados contra ellos en los libros de memoria.

¡terribles historias se abrirán ante el mundo en ocasión del juicio, historias de pecados nunca confesados, de pecados nunca borrados! ¡Ojalá que estas pobres almas vieran que están acumulando ira contra ellas para el día de la ira!

Entonces los pensamientos del corazón, así como las acciones, serán revelados. Os digo, mis hermanos y hermanas, necesitáis humillar vuestras almas delante de Dios. "Dejad de hacer lo malo", pero no os detengáis allí. "Aprended a hacer bien". Podéis glorificar a Dios sólo llevando fruto para su gloria.

Ministros y Pastores, por causa de Cristo, comenzad la obra por vosotros mismos. Por vuestra vida no santificada habéis colocado piedras de tropiezo delante de vuestros propios hijos y delante de los no creyentes. Algunos de vosotros actuáis por impulso, a base de pasión y prejuicio, y traéis a Dios ofrendas impuras, manchadas.

Por causa de Cristo limpiad el campamento, comenzando, por la gracia de Cristo, la obra personal de purificar el alma de la contaminación moral. Un ministro jovial en el púlpito, o uno que se esfuerza en exceso para obtener alabanza, es un espectáculo que crucifica al hijo de Dios de nuevo, y le pone en abierta vergüenza.

Debe haber cabal arrepentimiento, fe en nuestro Salvador Jesucristo, vigilante cuidado, oración incesante y escudriñamiento diligente de las Escrituras. Dios nos tiene por responsables de todo lo que podríamos ser si aprovecháramos nuestros talentos.

Seremos juzgados de acuerdo con lo que debiéramos haber sido, pero que no llegamos a ser; de acuerdo con lo que deberíamos haber hecho, pero que no realizamos por no usar nuestras facultades para glorificar a Dios!. Por todo el conocimiento que podríamos haber obtenido pero que no logramos, habrá una pérdida eterna, aun cuando no perdamos nuestra alma.

Toda nuestra influencia pertenece a Dios. Todo lo que adquirimos ha de ser usado para su gloria. Toda la propiedad que el Señor nos ha confiado ha de ser mantenida sobre el altar de Dios, para serle devuelta de nuevo. Estamos trabajando por nuestro destino. Quiera el Señor ayudarnos a todos a ser sabios para la eternidad.

Hermanos míos, estamos viviendo en un período solemne de la historia de la tierra. Nunca es tiempo de pecar; siempre es peligroso continuar en la transgresión; pero en un sentido especial esto es cierto en el tiempo actual.

Estamos ahora en los mismos límites del mundo eterno, y nos hallamos en la más solemne relación hacia el tiempo y la eternidad de lo que jamás nos encontramos. Investigue cada persona ahora su propio corazón, y ruegue que los brillantes rayos del Sol de Justicia disipen toda tiniebla espiritual, y limpien la contaminación.

"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad". Por la fe, al margen de nuestros sentimientos, Jesús, el autor de nuestra salvación, el consumador de nuestra fe, por su preciosa gracia, fortalecerá las facultades morales, y los pecadores pueden considerarse a sí mismos "muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro".

La fe sencilla, con el amor de Cristo en el alma, une al creyente con Dios. Mientras se empeña en la batalla como fiel soldado de Cristo, tiene la simpatía de todo el universo leal. Los ángeles ministradores están alrededor de él para ayudarlo en el conflicto, de manera que pueda decir valientemente: "El Señor es mi ayudador", "Jehová es mi fortaleza y mi escudo"; no seré vencido. "Porque por gracia sois salvos por la fe y esto no de vosotros, pues es don de Dios".

La infinita sabiduría y el poder de Dios son ejercidos en nuestro favor. La hueste celestial está peleando ciertamente nuestras batallas en nuestro favor. Siempre están los ángeles mirando con intenso interés sobre las almas compradas por la sangre del Salvador. Por el sacrificio de Cristo, consideran el valor del alma humana. Es siempre seguro estar en el lado del Señor, no a medias, sino en forma total.

Es esta obra tibia, indiferente, descuidada, la que separa vuestras almas de Jesús, la fuente de vuestra fortaleza. Sea ésta vuestra oración: "Quítame todo cuanto tengo, déjame sin propiedades, sin honor mundano, sin ninguna cosa, pero que tu presencia me acompañe". Es seguro encomendar la guarda del alma a Dios, que reina sobre los cielos y la tierra.

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