SEPARADOS DEL MUNDO
Escritura bíblica: Éx.
10:8-11, 21-26; 12:6-11, 37-42; 2 Co. 6:17
En la Biblia hay muchos
mandamientos con respecto a nuestra separación del mundo. El Antiguo Testamento
da numerosos ejemplos y enseñanzas al respecto. Por ejemplo: Egipto, Ur de los
caldeos, Babilonia y Sodoma tipifican al mundo en sus diferentes aspectos.
Egipto representa el gozo del mundo; Ur de los caldeos representa las
religiones del mundo; la torre de Babel, la confusión del mundo; y Sodoma, los
pecados del mundo. Debemos salir de Egipto y también salir de Ur de los
caldeos, tal como lo hizo Abraham. Lot se fue a Sodoma, y el pueblo de Israel
estuvo cautivo en Babilonia. Todos nosotros también debemos salir de esos
lugares. La Biblia se vale de cuatro lugares diferentes para representar el
mundo y mostrarnos cómo el pueblo de Dios sale de estos distintos aspectos del
mundo.
I. LO QUE TIPIFICA EL ÉXODO
DE EGIPTO
A. El resultado de la
redención es salir de allí
Dios salvó a los israelitas
mediante el Cordero de la pascua. Cuando el mensajero de Dios salió a dar
muerte a todo primogénito de la tierra de Egipto, el ángel de la muerte pasó de
largo ante las puertas untadas con la sangre. En la casa cuya puerta no hubiera
sangre, moriría el primogénito. Esto no tenía nada que ver con que si la puerta
era buena o mala, si el dintel y los postes eran especiales, si era una buena
familia la que vivía en esa casa, o si el primogénito honraba a sus padres. Lo
único que contaba era que la sangre estuviera allí.
Perecer o no perecer no
depende del nivel social de la familia ni del comportamiento de uno, sino de la
sangre. El factor básico de la salvación es la sangre, lo cual no tiene nada
que ver con nosotros mismos.
Puesto que somos salvos por
gracia y fuimos redimidos por la sangre del Cordero, no debemos olvidar que en
cuanto la sangre nos redime, debemos prepararnos y salir. Una vez que somos
redimidos por la sangre, no debemos pensar en comprar casas y morar en Egipto.
No, todos debemos salir esa misma noche. Antes de la medianoche, los israelitas
sacrificaron el cordero y rociaron la sangre con hisopo; después comieron
apresuradamente, con sus lomos ceñidos y los bordones en sus manos, porque
tenían que salir inmediatamente.
El primer resultado de la
redención es nuestra separación del mundo, la cual consiste en abandonar el
mundo al salir de allí. Dios jamás redime a una persona para dejarla en el
mismo estado y para que siga viviendo en el mundo. De hecho, esto es
absolutamente imposible. Todo el que haya nacido de nuevo, es decir, sea salvo,
debe tomar su bordón y salir. Una vez que el ángel de la destrucción separaba
al que habría de ser salvo del que iba a perecer, el salvo tenía que salir. En
cuanto somos separados por el ángel heridor, tenemos que empacar y salir de
Egipto.
Nadie usa un bordón para
acostarse, pues el bordón no sirve de almohada, sino que se usa para caminar.
Todos los que fueron redimidos, ya sean ancianos o jóvenes, debían tomar su
bordón y salir esa misma noche. Igualmente, tan pronto somos redimidos por la
sangre, nos convertimos en extranjeros y peregrinos en esta tierra. Así que debemos
salir de Egipto y separarnos del mundo inmediatamente. No debemos seguir
morando allí.
Una hermana, mientras
enseñaba en la reunión de niños la historia de Lázaro y el rico, les preguntó:
“¿Desean ser el rico o ser Lázaro? Acuérdense que el rico disfruta en esta era,
pero sufrirá en la próxima, mientras que Lázaro sufre hoy, pero disfrutará en
la era venidera.
¿Cuál de estos dos quisieran ser?”. Una niña de ocho años le
respondió: “Mientras yo esté vivo, quiero ser el rico, pero cuando muera, quiero
ser Lázaro”. Muchas personas son así, cuando necesitan la salvación, confían en
la sangre del Cordero, pero después de que son salvos por la sangre, se
establecen firmemente en Egipto, esperando obtener el beneficio de los dos
lados.
Recuerden que la redención
que la sangre efectúa nos salva del mundo. Cuando la sangre nos redime, nos
convertimos inmediatamente en extranjeros y peregrinos en esta tierra. Esto no
quiere decir que ya no vivamos en el mundo, sino que fuimos separados del
mundo. Así que, cuando se aplica la redención, el resultado es este: somos
separados del mundo. Tan pronto somos redimidos, el curso de nuestra vida
cambia y tenemos que dejar el mundo. La sangre separa a los vivos de los
muertos y, también separa a los hijos de Dios de la gente del mundo. Una vez
redimidos, ya no podemos permanecer en el mundo.
B. Las muchas frustraciones
que pone el Faraón
La historia del éxodo de los
hijos de Israel, la salida de Egipto, nos muestra cuán difícil fue para ellos
salir de allí. Egipto trató de retenerlos una y otra vez. Cuando por primera
vez ellos intentaron salir, Faraón sólo permitió que salieran los varones,
mientras que los niños y los ancianos tenían que permanecer en Egipto. Él sabía
que haciendo esto, los fuertes no podían ir muy lejos y que con el tiempo
regresarían. La estrategia de Satanás es evitar que nos separemos totalmente de Egipto. Por
eso Moisés, desde un principio, rehusó las tácticas retardatorias que el Faraón
quería ocasionar. Si dejamos en Egipto alguna posesión o persona, no podremos
ir muy lejos, porque eso nos hará regresar.
Recuerden lo que Faraón le
dijo la primera vez a Moisés: “Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la
tierra” (Éx. 8:25). Después le dijo que no fueran muy lejos; y en la tercera
ocasión, Faraón dijo a Moisés que sólo los varones podían irse; y por último,
dijo que todo el pueblo podía salir, pero que el ganado y las ovejas tenían que
quedarse atrás. Lo que deseaba el Faraón era persuadirlos a que sirviesen a
Dios allí en Egipto. Esta era su premisa básica.
El faraón estaba dispuesto a
permitir que ellos fueran hijos de Dios, siempre y cuando permanecieran en
Egipto, porque sabía que si una persona servía a Dios allí, no le sería fácil
tener un testimonio adecuado y, al final, tendría que servir al Faraón. Aunque
deseara ser un siervo de Dios, terminaría siendo siervo de Satanás.
Si usted intenta servir a
Dios en el mundo, terminará siendo esclavo de Satanás, produciendo ladrillos
para él. Él no le soltará, y si lo hiciera, no le dejará irse muy lejos y sólo
permitirá que los varones vayan, mas el resto tendrá que quedarse. Satanás
conoce muy bien Mateo 6:21:
“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también
tu corazón”, y conoce que una persona y su tesoro van juntos. Satanás sabía que
si Faraón retenía el ganado y las ovejas, el pueblo no podría ir muy lejos y, a
la postre, iría en pos de su ganado y sus ovejas. Pero Dios quería que el
ganado y las ovejas fueran en pos de sus dueños. Así, Dios deseaba salvar a las
personas de sus tesoros.
Desde el momento en que una
persona es salva, debe ir al desierto y llevar consigo a los suyos y todos sus
tesoros. Si no lo hace, regresará a Egipto y no podrá separarse de Egipto. Dios
manda que quienes le sirven se separen del mundo.
C. Nuestra senda: el
desierto
Si anhelamos tener un
testimonio apropiado, no basta con confesar con nuestra boca: “Creo en el Señor
Jesús”, sino que también tenemos que salir del mundo y separarnos del mismo.
Esto nos llevará un paso más adelante. No podemos ser cristianos mudos; sin embargo,
tampoco basta con solamente abrir la boca para confesar nuestra fe. Tenemos que
separarnos del mundo y poner fin a nuestras antiguas amistades, nuestros
vínculos sociales y toda otra relación que tengamos con el mundo. Debemos
valorar la posición que ahora tenemos en el Señor y abandonar la posición que
teníamos en el pasado. No sólo nosotros debemos salir de Egipto, sino también
nuestras posesiones. Aunque otros digan que somos insensatos, no debemos
escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo.
Desde el momento en
que nos hicimos cristianos, Egipto ha dejado de ser nuestra senda. Ahora
nuestra senda es el desierto.
En el Nuevo Testamento,
tanto Egipto como el desierto representan el mundo: Egipto, en el sentido
moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos forman parte del
mundo en un sentido físico, mas no en el sentido moral. Además, tenemos que
saber distinguir otros dos aspectos del mundo: el mundo es un lugar y es
también un sistema. En el mundo físico hay muchas cosas cuyo atractivo suscitan
los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Todo
ello conforma Egipto. Aparte de esto, el mundo es también el lugar donde reside
nuestro cuerpo.
B. Las muchas frustraciones
que pone el Faraón
La historia del éxodo de los
hijos de Israel, la salida de Egipto, nos muestra cuán difícil fue para ellos
salir de allí. Egipto trató de retenerlos una y otra vez. Cuando por primera
vez ellos intentaron salir, Faraón sólo permitió que salieran los varones,
mientras que los niños y los ancianos tenían que permanecer en Egipto. Él sabía
que haciendo esto, los fuertes no podían ir muy lejos y que con el tiempo
regresarían. La estrategia de Satanás es evitar que nos separemos totalmente de
Egipto.
Por eso Moisés, desde un principio, rehusó las tácticas retardatorias
que el Faraón quería ocasionar. Si dejamos en Egipto alguna posesión o persona,
no podremos ir muy lejos, porque eso nos hará regresar.
Recuerden lo que Faraón le
dijo la primera vez a Moisés: “Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la
tierra” (Éx. 8:25). Después le dijo que no fueran muy lejos; y en la tercera
ocasión, Faraón dijo a Moisés que sólo los varones podían irse; y por último,
dijo que todo el pueblo podía salir, pero que el ganado y las ovejas tenían que
quedarse atrás. Lo que deseaba el Faraón era persuadirlos a que sirviesen a
Dios allí en Egipto. Esta era su premisa básica. El faraón estaba dispuesto a
permitir que ellos fueran hijos de Dios, siempre y cuando permanecieran en
Egipto, porque sabía que si una persona servía a Dios allí, no le sería fácil
tener un testimonio adecuado y, al final, tendría que servir al Faraón. Aunque
deseara ser un siervo de Dios, terminaría siendo siervo de Satanás.
Si usted intenta servir a
Dios en el mundo, terminará siendo esclavo de Satanás, produciendo ladrillos
para él. Él no le soltará, y si lo hiciera, no le dejará irse muy lejos y sólo
permitirá que los varones vayan, mas el resto tendrá que quedarse. Satanás
conoce muy bien Mateo 6:21: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también
tu corazón”, y conoce que una persona y su tesoro van juntos. Satanás sabía que
si Faraón retenía el ganado y las ovejas, el pueblo no podría ir muy lejos y, a
la postre, iría en pos de su ganado y sus ovejas.
Pero Dios quería que el ganado y las ovejas
fueran en pos de sus dueños. Así, Dios deseaba salvar a las personas de sus
tesoros.
Desde el momento en que una
persona es salva, debe ir al desierto y llevar consigo a los suyos y todos sus
tesoros. Si no lo hace, regresará a Egipto y no podrá separarse de Egipto. Dios
manda que quienes le sirven se separen del mundo.
C. Nuestra senda: el
desierto
Si anhelamos tener un
testimonio apropiado, no basta con confesar con nuestra boca: “Creo en el Señor
Jesús”, sino que también tenemos que salir del mundo y separarnos del mismo.
Esto nos llevará un paso más adelante. No podemos ser cristianos mudos; sin
embargo, tampoco basta con solamente abrir la boca para confesar nuestra fe.
Tenemos que separarnos del mundo y poner fin a nuestras antiguas amistades,
nuestros vínculos sociales y toda otra relación que tengamos con el mundo.
Debemos valorar la posición que ahora tenemos en el Señor y abandonar la
posición que teníamos en el pasado. No sólo nosotros debemos salir de Egipto,
sino también nuestras posesiones. Aunque otros digan que somos insensatos, no
debemos escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo. Desde el momento en que
nos hicimos cristianos, Egipto ha dejado de ser nuestra senda. Ahora nuestra
senda es el desierto.
En el Nuevo Testamento,
tanto Egipto como el desierto representan el mundo: Egipto, en el sentido
moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos forman parte del
mundo en un sentido físico, mas no en el sentido moral. Además, tenemos que
saber distinguir otros dos aspectos del mundo: el mundo es un lugar y es
también un sistema. En el mundo físico hay muchas cosas cuyo atractivo suscitan
los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Todo
ello conforma Egipto. Aparte de esto, el mundo es también el lugar donde reside
nuestro cuerpo.
A. Actividades que el mundo
considera impropias para un cristiano
Debemos evitar toda
actividad que el mundo considere inapropiada para los cristianos. Como mínimo,
nuestra vida cristiana debe conformarse a la norma establecida por aquellos que
pertenecen al mundo. El mundo en general ha establecido para los cristianos
reglas y normas, y si no las cumplimos, los decepcionaremos. No debemos dar pie
a las críticas de los gentiles ni a comentarios tales como: “¿Los cristianos
hacen estas cosas?”. En el momento en que los gentiles les reconvienen de ese
modo, ustedes habrán fracasado. Supongamos que alguien lo sorprende visitando
ciertos lugares; es posible que se pregunte:
“¿No sabía yo que los cristianos también
visitaban estos sitios?”.
Los gentiles van a donde
quieren, y si uno les dice que no es correcto, ellos discutirán argumentando lo
contrario; pero si ustedes van a esos mismos lugares, el comentario será:
“¿Así
que ustedes también van a esos sitios?”. Ciertas actividades son pecaminosas y
cuando los gentiles las practican, ellos no dicen nada, pero cuando usted
participa de ellas, lo promulgan por doquier. Por consiguiente, debemos
abstenernos de todo lo que los gentiles consideren impropio. Este es uno de los
requisitos mínimos. Cuando los incrédulos digan: “Los cristianos no deberían
hacer esto”, debemos apartarnos inmediatamente de ello.
Algunos jóvenes han sido
salvos, pero sus padres no. Algunas veces estos jóvenes les piden algo a sus
padres, quienes les responden diciendo: “¿Así que ustedes los cristianos
también desean esas cosas?”. Si hay algo de lo cual un creyente debiera
sentirse avergonzado es de ser corregido por un gentil. Abraham mintió, y fue
reprendido por Abimelec. La Biblia considera esta clase de hechos como los más
deshonrosos. Debemos apartarnos y separarnos de todo aquello que los mundanos,
los egipcios, juzgan que sea impropio.
B. Lo que es incompatible
con el propio Señor
Debemos eliminar de nuestras
vidas todo aquello que sea incompatible con el Señor. Puesto que el Señor
sufrió humillaciones en esta tierra, nosotros no deberíamos buscar ninguna
gloria terrenal. Y dado que nuestro Señor fue crucificado como un ladrón,
nosotros, de igual manera, tampoco debiéramos esperar ser bien recibidos por
los hombres. Cuando nuestro Señor anduvo por la tierra, fue acusado por los
hombres de estar poseído por un demonio. Así pues, no debemos dejar que la
gente nos califique de personas inteligentes, brillantes e intelectuales.
Tenemos que pasar por las mismas experiencias por las que pasó el Señor.
Debemos eliminar de nuestras vidas todo lo que sea incompatible con el Señor.
El Señor dijo que el
discípulo no está sobre su maestro, ni el esclavo sobre su señor. Si el mundo
trató a nuestro Maestro de cierta manera, no debemos esperar que se nos trate
de otra. Si nuestro Señor recibió cierto trato, no debemos entonces esperar que
se nos trate de una manera distinta. Si no recibimos el mismo trato que nuestro
Maestro recibió, hay algo en nosotros que no está bien y, con toda certeza, hay
algo en nuestra relación con el Señor que no está bien. Nuestra experiencia hoy
debe corresponder a todo cuanto el Señor experimentó en la tierra.
Para seguir a Jesús de
Nazaret, debemos estar dispuestos a ser humillados, sin esperar gloria alguna.
Seguir a Jesús de Nazaret significa llevar la cruz. A aquellos que fueron los
primeros en seguir al Señor, Él inmediatamente les dijo que tenían que cargar la
cruz si deseaban seguirle. Según el propio Señor, la cruz es la entrada
principal. El Señor no espera a que una persona entre al cuarto para
presentarle después este requisito. Antes de entrar, el Señor nos dice
claramente que para poder ir en pos de Él, debemos tomar la cruz. El Señor nos
ha llamado para cargar la cruz. Este es el camino que hemos tomado, y podremos
seguir al Señor únicamente si lo hacemos tomando este camino. Nuestra relación
con el mundo debe ser la misma y debe ser compatible con la relación que tiene
el Señor con el mundo. No podemos tomar un camino diferente.
Gálatas 6:14 nos muestra que
la cruz está puesta entre el mundo y el Señor. En un extremo está el Señor, en
el otro, el mundo; y la cruz está entre ambos. Así pues, nosotros y el mundo
nos encontramos a uno y otro lado de la cruz. El mundo crucificó a nuestro
Señor; por tanto, el mundo se halla en el otro lado de la cruz. Nosotros por
estar del lado de Él, si hemos de ir al mundo, primero tenemos que pasar por la
cruz. No hay manera de evitar la cruz porque es un hecho y es la historia; no
podemos anular este hecho ni la historia del mismo. El mundo crucificó a
nuestro Señor, y a mi no me espera otro camino. Puesto que la cruz es un hecho,
es también un hecho eterno que el mundo me es crucificado a mí. Si no podemos
anular la cruz, tampoco podemos anular el hecho de que el mundo nos es
crucificado a nosotros. No podemos ir al mundo a menos que eliminemos la cruz,
lo cual es imposible, porque la crucifixión de nuestro Señor es un hecho
consumado. Ahora, nos encontramos al otro lado de la cruz.
Supongamos que los padres o
hermanos de alguien que conocemos han sido asesinados. Las razones que le dan
acerca de lo que ocasionó esas muertes pueden diferir, pero nada cambiará el
hecho de que sus seres queridos están muertos. Esta persona tal vez diga: “Mis
seres queridos ya están muertos, y no hay excusas que cambien este hecho; si
estuvieran vivos, tendríamos mucho de que hablar; pero ahora están muertos, no
hay nada mas que decir”.
Según este mismo principio, podemos decir que la cruz
ya está aquí. ¿Qué más podríamos decir? El mundo ya crucificó a nuestro Señor,
y puesto que estamos de parte de Él, sólo podemos decir: “Mundo, desde tu punto
de vista, yo estoy crucificado, y desde mi perspectiva, tú estás crucificado”.
Es imposible que estos dos lados se comuniquen: el mundo no puede venir acá, y
nosotros no podemos ir allá. La cruz es un hecho, y así como no podemos
anularla, tampoco podemos lograr que el mundo venga a nuestro lado. Nuestro
Señor murió y no hay ninguna posibilidad de reconciliación con el mundo.
Una vez que veamos la cruz,
podremos decir: “Me glorío en la cruz”. Para nosotros el mundo ha sido
crucificado, y para el mundo nosotros hemos sido crucificados (Gá. 6:14). La
cruz será para siempre un hecho histórico. La cruz está interpuesta entre
nosotros y el mundo. Los cristianos estamos a un lado de la cruz, mientras el mundo
está al otro lado. En el momento en que abrimos nuestros ojos, todo lo que
veremos no es más que la cruz. Así que, cuando queramos ver el mundo, primero
tendremos que ver la cruz.
Los nuevos creyentes deben
ser dirigidos por el Señor para que se percaten de que su condición debe ser
igual a la del Señor. Ciertas personas hacen demasiadas preguntas, al preguntar
por ejemplo: “Si hago esto, ¿estaré en el mundo? ¿Nos es permitido hacer esto o
aquello?”. No podemos decirles a las personas lo que tienen que hacer, una por
una. Lo único que podemos asegurarles, como principio general, es que el mundo
está en contra de la cruz y también está en contra de nuestro Señor. Si nuestro
corazón está abierto y es dócil ante Dios, cuando nos acerquemos a Él,
espontáneamente la diferencia entre el mundo y la cruz nos resultará obvia.
En cuanto nos acercamos al
Señor, sabremos con exactitud lo qué es y lo que no es el mundo. En realidad,
lo único que tenemos que preguntarnos es: “¿En qué consiste exactamente mi
relación con este asunto? Y ¿qué clase de relación tenía el Señor Jesús con
este asunto cuando Él vivía en la tierra?”. Siempre y cuando nuestra relación
con el mundo sea la misma que el Señor tuvo mientras estuvo en la tierra,
estaremos bien. Si nuestra posición es diferente a la del Señor Jesús, algo
está mal, hemos errado.
El Cordero fue inmolado y nosotros somos Sus
seguidores. Nosotros somos aquellos que siguen al Cordero por dondequiera que
va (Ap. 14:4). Asumimos la misma postura que asumió el Señor, y nos alejamos de
todo aquello que no se ciñe a esta postura o que se opone a Él, porque es parte
del mundo.
C. Todo lo que apaga nuestra
vida espiritual
Es difícil enumerar cada
cosa de lo que es el mundo, pues nunca terminaríamos; pero hay un principio
básico: todo aquello que apague la vida espiritual es el mundo. El mundo es
todo aquello que elimina nuestro celo por la oración, nos roba el interés por
leer la Palabra de Dios y nos impide testificar y proclamar nuestra fe delante
de los hombres. Todo lo que nos impide acercarnos al Señor y confesar que
creemos en Él es el mundo. El mundo es aquel ambiente que ahoga y seca a una
persona; es cualquier cosa que disuade al hombre de amar y de anhelar al Señor
con todo el corazón. Aquí vemos un principio muy amplio: el mundo es todo lo
que hace deteriorar nuestra condición espiritual a los ojos del Señor. Debemos
rechazar todo lo que apague nuestra vida espiritual.
Algunas personas dicen: “Si
esto no tiene nada de pecaminoso, ¿todavía podría ser considerado mundano?”.
Son muchas las cosas que pueden parecernos buenas, pero después de que hemos
participado de ellas una o dos veces, apagan el fuego espiritual que tenemos
por dentro. Tales cosas debilitan nuestra conciencia delante de Dios.
Después que hemos participado de tales cosas, nuestra lectura de la Biblia se
hace insípida.
Aunque tengamos tiempo para leer la Biblia, no deseamos hacerlo.
Después de participar en tales cosas nos sentimos vacíos y carecemos de
testimonio ante los hombres. Quizás tales cosas no constituyan pecado, pero
pueden apagar nuestra vida espiritual. Todo aquello que apague nuestra vida
espiritual es el mundo, y debemos rechazarlo completamente.
D. Todo lo que dé la impresión
de que no somos cristianos
Hay que abordar otro asunto
más: cómo nos relacionamos con los demás. Toda actividad o relación social que
haga que escondamos nuestra lámpara debajo del almud pertenece al mundo. Muchas
amistades, actividades y contactos con la gente mundana nos obligan a esconder
nuestra luz. Por estar envueltos en todo esto, no podemos llevar erguida la
cabeza para testificar que somos cristianos. Si usted se envuelve en ciertas
conversaciones y, por cortesía, las escucha y se ríe con los incrédulos,
sentirá que algo se ha apagado por dentro aunque por fuera se sonría.
Internamente sabe que eso es el mundo, pero por fuera, se siente obligado a ir
tras el mismo. Sabe que es pecado, pero no lo denuncia. Debemos huir de esta
clase de ambiente social. Muchos hijos de Dios son gradualmente absorbidos por
el mundo a causa de las diferentes actividades y contactos sociales en que se
involucran indiscriminadamente.
Todo creyente debe saber
desde un principio cuál es su posición y también tiene que tomar las decisiones
respectivas. No queremos ser antisociales a propósito, ni tenemos que ser como
Juan el Bautista, que no comía ni bebía. Nosotros seguimos al Señor y comemos y
bebemos. Pero cuando estamos con la gente de este mundo, debemos mantener
nuestra posición cristiana. Nadie debe insultar la postura que hemos tomado
como cristianos, al contrario, tienen que respetarla. Cuando yo tomo esta
postura, debo conservarla aunque otros me critiquen.
Si queremos separarnos del
mundo, debemos dejar claro que somos cristianos, siempre cuidando la manera en
que hablamos. Si no podemos mantener esta postura delante de los demás, sería
bueno que nos alejáramos de allí. En Salmos 1:1 se nos dice que no debemos
estar en camino de pecadores, ni sentarnos en silla de escarnecedores. Si
andamos por camino de pecadores, terminaremos en el mismo lugar donde ellos
están; y si nos sentamos en la silla de los escarnecedores, o los que se
burlan, tarde o temprano, seremos iguales que ellos. El pecado y el escarnio
son contagiosos, así que debemos aprender a huir de estos como se huye de los
gérmenes infecciosos.
E. Acciones que los
creyentes débiles desaprueban
El mundo también lo
constituyen las acciones que hacen tropezar una conciencia débil. Los hijos de
Dios deben alejarse de ellas. Ya hablamos de las acciones que el mundo
considera impropias. Examinemos ahora lo que las personas que recién empiezan
en la vida cristiana piensan que no se debe hacer. Si un incrédulo considera
que no debemos hacer algo, debemos evitarlo, de lo contrario perderemos nuestro
testimonio. De igual manera, debemos evitar cualquier actividad que un
cristiano no apruebe, aunque éste sea el más joven y débil de todos.
Este es un
mandamiento bíblico. Así pues, no son las palabras de un cristiano fuerte, sino
las palabras de un cristiano débil las que determinan lo que debemos o no
debemos hacer. Tal vez lo que él afirme que es incorrecto o indebido, no lo
sea; sin embargo, no debemos ser tropiezo para los débiles. Si ellos piensan
que vamos por el camino equivocado, los haremos tropezar. Pablo dijo: “Todas
las cosas me son lícitas, mas no todas son provechosas” (1 Co. 6:12). Todas las
cosas son lícitas, pero algunos las consideran mundanas, por consiguiente, no
debemos hacerlas por el bien de ellos.
Pablo usó como ejemplo:
comer carne. Él dijo que si comer carne era ocasión de tropiezo para algún
hermano, el jamás la comería. Esto no es fácil de hacer porque, ¿quién puede
abstenerse de comer carne para siempre? Por supuesto, Pablo no está sugiriendo
que dejemos de comer carne. En 1 Timoteo, él claramente establece que no estaba
bien abstenerse de comer carne; sin embargo, nos muestra que estaba dispuesto a
ser extremadamente cuidadoso.
A él no le molestaba comer carne o no comerla, y
sabía perfectamente lo que estaba haciendo; pero no aquellos que le seguían a
él. Nosotros sabemos hasta donde podemos llegar, pero aquellos que nos siguen
no lo saben. ¿Qué pasaría si ellos avanzaran? No hay nada malo si comemos carne
pero, después de un tiempo, aquellos que nos siguen tal vez vayan al templo, no
sólo a comer lo sacrificado a los ídolos, sino a adorarlos. Muchas cosas no
están directamente relacionadas con el mundo, pero debemos ser extremadamente
cuidadosos al tocarlas, porque puede ser que para los demás sean mundanas.
III. DEBEMOS SALIR DE EN
MEDIO DE ELLOS PARA SER RECIBIDOS POR EL SEÑOR QUE TODO LO PROVEE
En 2 Corintios 6:17-18 dice:
“Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo
inmundo; y Yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis
hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
En el Nuevo Testamento, el
título el Señor Todopoderoso se usa por primera vez en 2 Corintios 6. En
hebreo, el Señor Todopoderoso es El-shaddai. El significa “Dios”; sha significa
“el pecho de la madre” o “la leche materna”, y shaddai se refiere a lo que está
en la leche. En hebreo shaddai significa “que todo lo provee”. En el Antiguo
Testamento, El-shaddai se traduce “Dios Todopoderoso”, pero debería
traducirse “El Dios que todo lo provee”. Todo el nutrimento que un niño
necesita se halla en la leche materna, o sea, que todo el suministro necesario
está en el pecho de la madre. La raíz de la palabra shaddai hace alusión al
pecho de la madre, lo cual significa que con Dios tenemos todo lo que
necesitamos.
En 2 Corintios 6:17 el Señor
que todo lo provee nos dice que si salimos de en medio de ellos, y no tocamos
lo inmundo, Dios nos recibirá y será un Padre para nosotros, y nosotros seremos
para Él hijos e hijas. Aquí podemos darnos cuenta de que estas palabras no
fueron enunciadas livianamente. El Señor está diciendo: “Por Mí ustedes han
dejado muchas cosas.
Por Mí han salido de en medio de los incrédulos, se han
separado de ellos, y han terminado toda relación tanto con ellos como con sus
cosas inmundas. Ahora vuestras manos están vacías y no queda nada del mundo en
ustedes. Puesto que han hecho todo esto, Yo los recibo con los brazos
abiertos”.
Recuerden, todo aquel a
quien el Señor recibe se ha separado del mundo. Muchos no perciben la
excelencia del Señor cuando se acercan a Él, porque todavía no han estimado
como pérdida todas las cosas del mundo; por el contrario, las consideran
preciosas. Tales personas no saben lo que significa ser recibido por Dios, o
que Dios sea un Padre para ellos y que ellos sean Sus hijos. No saben que el
Señor quien es todo suficiente dijo esto. ¿Entienden ahora ustedes lo que
significa shaddai? Esta expresión se traduce como “ Señor Todopoderoso”, porque
cuando una persona desecha todo, necesita a Dios como el Shaddai, necesita un
Padre, que sea todo suficiente.
En Salmos 27:10 dice que
aunque nuestro padre y nuestra madre nos dejen, Jehová nos recogerá. En otras
palabras, Él se convierte en nuestro Padre. En Salmos 73:26 dice: “Mi carne y
mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para
siempre”. De ahí emana la dulzura de nuestra experiencia. Para que haya
ganancia debe haber pérdida. El ciego conoció al Señor después de haber sido
expulsado de la sinagoga (Jn. 9:35). No hay ninguna posibilidad de conocer al
Señor en la sinagoga, pero una vez que somos expulsados de allí, vemos
inmediatamente la bendición del Señor.
Por ser creyentes nuevos,
debemos salir del mundo. Sólo entonces gustaremos la dulzura del Señor. Por una
parte renunciamos a algo, y por otra, experimentamos la benignidad del Señor.
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO Featuring W.N. Ministries
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