MADRUGAR
Lectura bíblica: Cnt. 7:12;
Sal. 57:8-9; 63:1; 78:34; 90:14; 108:2-3; Éx. 16:21
I. LAS HORAS DE LA MADRUGADA
SON LAS MEJORES DEL DÍA
¿A qué hora se deben
levantar los creyentes todos los días?
En cierta ocasión, una
hermana dijo algo que me pareció excelente, pues dijo: “Básicamente, podemos
determinar cuánto ama una persona al Señor por la elección que ella hace cada
mañana entre su lecho y el Señor. ¿A quién ama usted más, al Señor o a su cama?
Si usted ama más a su cama, entonces dormirá un poquito más. Si usted ama más
al Señor, entonces se levantará un poquito más temprano”. Aunque estas palabras
fueron pronunciadas hace más de treinta años, aún siguen resonando con frescura
en nuestro ser. Una persona debe escoger entre su amor por su cama y su amor
por el Señor. Cuanto más ame al Señor, más madrugará.
Un cristiano debe levantarse
temprano porque las horas de la madrugada son las mejores para reunirse con el
Señor. Con la única excepción de los que estén enfermos, todos los hermanos y
hermanas deben levantarse temprano. De hecho, hay muchas enfermedades que, en
realidad, no son enfermedades. Tales achaques se convierten en enfermedades
debido solamente a que tales personas se aman demasiado a sí mismas. Con la
excepción de aquellos, que por órdenes del médico tienen que descansar más,
todos deberían madrugar.
Puesto que debemos ser equilibrados en todo, es
nuestro consejo que aquellos hermanos y hermanas que están verdaderamente
enfermos, duerman un poco más. Sin embargo, aquel que goza de buena salud debe
levantarse lo más temprano que pueda, pues las horas de la madrugada son las
mejores para ir al encuentro del Señor, tener contacto con Él y disfrutar de
comunión con Él. Debemos recordar que el maná se recogía antes de que saliera
el sol (Éx. 16:14-21). Cualquiera que desee nutrirse con el alimento provisto
por Dios, deberá levantarse temprano, pues el maná se derrite con el calor del
sol. Si deseamos recibir alimento espiritual y ser edificados espiritualmente,
si deseamos disfrutar de comunión espiritual y del suministro espiritual,
tenemos que madrugar. Si nos levantamos tarde, el maná se habrá derretido y
desaparecido.
Es en la madrugada cuando Dios suministra a Sus hijos el alimento
espiritual y la comunión santa. El que se levanta tarde, no recoge nada. Son
muchos los hijos de Dios que están enfermos, no porque tengan problemas
espirituales, sino porque se levantan demasiado tarde. También son muchos los
hijos de Dios quienes, a pesar de que se han consagrado a Dios, son celosos por
Él y le aman fervientemente, no llevan una vida cristiana apropiada por el
simple hecho de que se levantan tarde. No piensen que esto carece de
importancia y que no tiene nada que ver con la condición espiritual del
creyente; todo lo contrario, ello contribuye en gran manera a su condición
espiritual.
Muchos cristianos no son espirituales simplemente porque no se
levantan temprano. Muchos han sido cristianos por muchos años pero, aun así, no
pueden llevar una vida cristiana apropiada debido a que se levantan demasiado
tarde. Yo no conozco a nadie que sepa orar y que no se levante temprano, ni
conozco a nadie que disfrute de íntima comunión con Dios y que se levante
tarde. Todas aquellas personas que conocen a Dios, se levantan temprano. Por
norma, ellos se levantan temprano para tener comunión con el Señor.
En Proverbios 26:14 dice:
“Como la puerta gira sobre sus quicios, así el perezoso se vuelve en su cama”.
Este versículo nos dice que el perezoso en su cama es como la puerta que gira
sobre sus goznes. El perezoso se vuelve en su cama sin poder dejarla. Se vuelve
a un lado de su cama; luego se vuelve al otro. No importa para qué lado se
vuelve, continúa en su cama. A muchos les encanta tanto su cama que disfrutan
de ella al volverse de un lado a otro, y les resulta imposible dejar su lecho.
Cuando se vuelven a la izquierda, están en la cama, y cuando se vuelven a la
derecha, aún siguen en la cama. Les encanta dormir y no pueden dejar su lecho.
Muchas personas sólo quieren dormir un ratito más y simplemente no pueden
levantarse de la cama. Si uno desea aprender a servir a Dios y ser un buen
cristiano, tiene que levantarse muy temprano por la mañana todos los días.
Aquellos que madrugan,
cosechan muchos beneficios en términos espirituales. Las oraciones que ellos
hacen a otras horas del día simplemente no pueden compararse con las oraciones
ofrecidas en las primeras horas de la mañana. La lectura de la Biblia que ellos
realizan a otras horas del día no tiene comparación con la que realizan en la
madrugada. Igualmente, la comunión que ellos tienen con el Señor temprano en la
mañana tampoco tiene comparación con la que ellos tienen a otras horas del día.
El alba es el mejor tiempo del día, y debemos gastarlo en la presencia del
Señor en lugar de otras cosas. Algunos cristianos, que se levantan tarde por la
mañana, dedican todo el día en otros asuntos, y sólo a la hora de acostarse se
arrodillan a leer la Biblia y a orar. Por eso, no es de extrañar que para ellos
la lectura bíblica, la oración y la comunión con el Señor les resulten tan
ineficaces. Desde el momento mismo que creemos en el Señor Jesús, debemos
reservar un tiempo temprano en la mañana para tener comunión con Dios y tener
contacto con Él.
II. EJEMPLOS DE SIERVOS QUE
MADRUGABAN
En la Biblia encontramos
muchos siervos de Dios que se levantaban de madrugada. Examinemos algunos de
estos ejemplos:
1. Abraham—Gn. 19:27; 21:14;
22:3
2. Jacob—28:18
3. Moisés—Éx. 8:20; 9:13;
24:4; 34:4
4. Josué—Jos. 3:1; 6:12;
7:16; 8:10
5. Gedeón—Jue. 6:38
6. Ana—1 S. 1:19
7. Samuel—15:12
8. David—17:20
9. Job—Job 1:5
10. María—Lc. 24:22; Mr.
16:9; Jn. 20:1
11. Los apóstoles—Hch. 5:21
Todos estos versículos nos
muestran que los siervos de Dios tenían la costumbre de encontrarse con Dios al
amanecer. Todos y cada uno de ellos tenían el hábito de levantarse muy
temprano, a primeras horas de la mañana, para tener comunión con Dios. Ellos se
levantaban muy de mañana para realizar muchas gestiones relativas a los asuntos
de Dios.
También se levantaban de madrugada para consagrarse a Dios. Si bien en
la Biblia no existe ningún mandamiento que específicamente nos ordene
levantarnos temprano, aquí tenemos suficientes ejemplos bíblicos que nos
muestran que todos los siervos fieles de Dios se levantaban temprano. Incluso
el propio Señor Jesús madrugaba. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy
oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mr. 1:35). Cuando
quiso elegir a los doce apóstoles, Él llamó a Sus discípulos muy temprano por
la mañana (Lc. 6:13). Si el Señor tenía que levantarse temprano para hacer
estas cosas, entonces, ¿no debiéramos nosotros con mayor razón hacerlo también?
Todo hermano o hermana que
tenga el deseo de seguir al Señor jamás debiera abrigar la idea de que no hay
mucha diferencia entre levantarse una hora antes o una hora después.
Deben
tener bien claro que incluso su lectura de la Biblia será ineficaz si se
levantan una hora más tarde. Igualmente, sus oraciones resultarán ineficaces si
las hacen una hora más tarde.
Aun cuando uno pueda dedicar la misma cantidad de
tiempo a dichas actividades, el hecho de que las realice una hora más tarde
dará resultados muy diferentes. Así pues, levantarse temprano trae grandes
bendiciones. Es nuestro deseo que los nuevos creyentes no pierdan tales
bendiciones al inicio mismo de su vida cristiana. Sé de un hermano a quien,
durante sus primeros tres años como creyente, se le preguntó por lo menos
cincuenta veces: “¿A qué hora te levantaste esta mañana?”.
Levantarse temprano
es una gran bendición. Aquellos que han aprendido a levantarse temprano, saben
cuán importante es hacerlo. Si usted no se levanta temprano, vivirá sumido en
pobreza espiritual. Levantarse tarde causa muchas pérdidas, pues muchas cosas espirituales
se pierden por levantarse tarde.
Hemos visto que abundan los
ejemplos en la Biblia. Pero, ¿qué de aquellos siervos de Dios que no son
mencionados en la Biblia? Nos referimos a personas como George Müller, John
Wesley y muchos otros que son conocidos por ser siervos de Dios.
Podemos
decir que casi todos aquellos a quienes conocemos en persona, o los conocemos
por sus libros, y que han sido útiles en las manos de Dios, dieron mucha
importancia al asunto de madrugar. Ellos lo llamaban “vigilia matutina”. Todos
los siervos de Dios hacen hincapié en la necesidad de tener tal “vigilia
matutina”. De hecho, la expresión la vigilia matutina indica claramente que
ésta era una práctica que se realizaba en las primeras horas de la mañana.
¿Han
escuchado de alguien que tenga vigilia matutina después que salga el sol?
¡Jamás! Uno tiene “vigilias matutinas” en las horas de la madrugada. Se trata,
pues, de un hábito excelente que todo cristiano debe cultivar. Los hijos de
Dios no deben ser personas descuidadas. La iglesia ha venido practicando esto
por muchos años, y nosotros debemos mantener esta muy buena costumbre de ir al
encuentro de nuestro Dios en las primeras horas de la madrugada.
La expresión
vigilia matutina no se encuentra en la Biblia y, si queremos, podemos
designarla de otra manera, pero no importa cómo la llamemos, acudir a la
presencia de Dios en las horas de la madrugada es de suma importancia.
III. QUÉ HACER EN LAS
PRIMERAS HORAS DE LA MAÑANA
No nos limitamos simplemente
a levantarnos temprano, sino que tenemos que hacer ejercicios espirituales y
todo lo que hagamos debe tener un contenido espiritual. A continuación,
mencionaremos algunas de las cosas que debemos hacer en la madrugada.
A. Tener comunión con Dios
Cantar de los cantares 7:12
nos muestra que el mejor momento para tener comunión con el Señor es temprano
en la mañana. Tener comunión con Dios consiste en abrir nuestro espíritu y
nuestra mente a Él, y permitirle que nos ilumine, nos hable, que cause una
determinada impresión en nosotros y que nos conmueva (Sal. 119:105, 147).
Durante ese tiempo, nuestros corazones se acercan a Dios y damos lugar a que Él
se acerque a nuestro corazón. Debemos levantarnos en la madrugada a fin de
permanecer en la presencia del Señor, meditar sobre la Palabra, ser dirigidos
por Él y recibir impresiones de Dios, para aprender a tocarlo y darle la
oportunidad de que Él nos hable.
B. Alabar y cantar
Nuestras alabanzas y
cánticos deben escucharse muy de mañana. Las primeras horas de la mañana son
las mejores para entonar alabanzas a Dios. Cuando presentamos ante Dios
nuestras alabanzas más sublimes, nuestro espíritu asciende a la cima más alta.
C. Leer la Biblia
En la madrugada se debe
recoger el maná (el cual es Cristo). ¿Qué significa comer el maná? Significa
disfrutar a Cristo, disfrutar de la Palabra de Dios y disfrutar de Su verdad
todos los días al amanecer. Después de haber comido el maná, tendremos la
fortaleza necesaria para emprender nuestra jornada por el desierto. Las horas
de la mañana son las mejores para recoger el maná. Si en las primeras horas de
la mañana nos dedicamos a hacer otras cosas, no seremos alimentados
espiritualmente ni estaremos satisfechos.
Dijimos anteriormente que
debemos tener dos Biblias: una con nuestras anotaciones, para usarla por la
tarde, y otra libre de anotaciones, para “comer maná” muy de mañana. Durante
este tiempo no debemos tratar de leer mucho ni procurar abarcar muchos pasajes
de la Biblia. En lugar de ello, debemos detenernos en una pequeña porción de la
Palabra, leyéndola al mismo tiempo que disfrutamos de incesante comunión con
Dios y elevamos algunos cánticos. Esto no quiere decir que debemos seguir
cierto orden: tener comunión con Dios primero, alabarle después y, sólo
entonces, leer la Biblia al final. No, tenemos que entremezclar todas estas
cosas.
Al mismo tiempo, también debemos orar. Cuando abrimos y leemos la
Palabra y estamos en la presencia de Dios, tal vez sintamos la necesidad de
confesar nuestros pecados. Otras veces al leer un pasaje, quizás seamos conmovidos
por Su gracia y en virtud de ello, somos motivados a darle gracias al Señor.
También podemos orar a Dios con respecto a lo que hemos leído en Su Palabra.
Podemos decir: “Señor, esto es lo que yo verdaderamente necesito. Este pasaje,
este versículo y esta palabra verdaderamente han puesto en evidencia mis
deficiencias. Señor, llena mi necesidad”. Cuando encontramos una promesa,
digámosle: “Señor, creo en esta promesa”; y si es gracia lo que hemos recibido,
le decimos: “Señor, recibo Tu gracia”. También es posible que seamos conducidos
a interceder, pues al leer la Biblia, posiblemente nos acordemos de aquellos
que están en una condición espiritual lamentable y, sin criticarlos ni
acusarlos, intercedemos diciendo: “Señor cumple Tu palabra tanto en mí como en
mi hermano y hermana”. También es posible que seamos llevados a confesar
nuestros pecados y los pecados de los demás. Podemos orar por nosotros mismos
así como por otros.
Podemos ejercitar nuestra fe para creer tanto en beneficio
nuestro como en beneficio de otros. Y podemos ofrecer acciones de gracias a
nombre nuestro como a nombre de otros. La lectura de la Biblia no debe ser muy
larga ni debe abarcar demasiado. Tal vez dos, tres o cuatro, quizás hasta cinco
versículos sean lo suficiente. Podríamos invertir una hora en ellos. Mientras
hacemos esto, al leer cada palabra de esos versículos, podemos orar y tener
comunión con Dios usando tales palabras; entonces seremos llenos de Él.
Tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo podemos encontrar muchas personas que tuvieron
comunión con Dios de esta manera. Ellas conocían a Dios y tenían comunión con
Él. Esta comunión llegó a formar parte de sus vidas.
En los Salmos, David
intercambia con mucha libertad los pronombres “tú” y “Él”, de tal modo que así
como conversaba con el hombre, casi de inmediato elevaba sus oraciones a Dios.
Por ello, en un mismo salmo encontramos frases dirigidas a los hombres
intercaladas con oraciones dirigidas a Dios. Por un lado, David se dirigía a
los hombres; por otro, hablaba con Dios. Así pues, el libro de Salmos nos
muestra que David era una persona que vivía en constante comunión con Dios.
Mientras Nehemías se
encontraba trabajando, profería algunas cuantas frases y luego elevaba una
breve oración. Así, cuando el rey le preguntó algo, él podía contestarle y,
casi de inmediato, conversar con el Señor. Él entremezclaba su trabajo y su
oración. Para él, el trabajo y la oración eran inseparables.
Pablo escribió el libro de
Romanos a aquellos que se encontraban en Roma. Sin embargo, podemos notar que
en más de una ocasión también se dirigía al Señor. Algunas veces parecía
olvidarse de que estaba escribiendo a los romanos porque de repente empezaba a
hablar con Dios. Vemos esto también en sus otras epístolas. En un instante él
podía tornarse a Dios y conversar con Él.
Aquellos que han leído la
autobiografía de la señora Guyón, podrán apreciar algo que es muy
característico de ella. La mayoría de las autobiografías son escritas para ser
leídas por los hombres, pero en su autobiografía, ella en un instante se dirige
a los hombres y en el siguiente a Dios. En un momento hablaba con La Combe (la
persona que le pidió que escribiera su autobiografía) y, en el siguiente
instante, hablaba con el Señor. A esto llamamos comunión. Es difícil saber cuándo
comienza la comunión con Dios y cuándo termina. La comunión no consiste en
hacer a un lado otros asuntos para dedicarse exclusivamente a orar, sino en
hacer ambas cosas simultáneamente.
Por lo tanto, en las horas
de la madrugada dedicadas a recoger el maná, debemos aprender a entremezclar la
oración con la Palabra de Dios, como también debemos mezclar la alabanza y la
comunión con la Palabra de Dios. En un momento tendremos la experiencia de
estar en la tierra, y el siguiente en los cielos; en un momento estaremos en
nosotros mismos, y al instante en Dios.
Si continuamos practicando esto todas
las mañanas, después de algún tiempo seremos llenos del Espíritu, y la palabra
de Dios morará en nosotros ricamente. Es indispensable leer la Palabra de Dios
y recoger el maná. Muchos hermanos y hermanas son débiles y no son capaces de
cruzar el desierto. A estos debemos preguntarles: “¿Han comido hoy?”. Ellos no
pueden caminar porque su alimentación espiritual es
deficiente. El maná se recoge al amanecer, y para obtenerlo necesitamos
madrugar. Si no madrugamos, no tendremos maná. Debemos levantarnos muy de
mañana para laborar en la Palabra de Dios.
D. Orar
Cuando amanece, debemos
tener comunión con el Señor, alabarle y recoger el maná. También demos orarle
al Señor. Salmos 63:1 y 78:34 nos muestran que debemos buscar al Señor al
amanecer. La oración de la que hablamos en el párrafo anterior es una especie
de oración compenetrada, pero la oración a la que nos referimos aquí es más
específica. Después de tener comunión, de alabar y comer el maná, uno es
fortalecido y puede presentarlo todo en oración delante de Dios. La oración
ciertamente requiere de mucha energía, por lo que debemos acercarnos a Dios de
madrugada para ser alimentados.
Entonces, una vez que hagamos esto, podremos
dedicar una media hora o unos quince minutos para orar por algunas necesidades
urgentes, ya sea con respecto a nosotros mismos, a la iglesia o con respecto al
mundo. Por supuesto, también podríamos ofrecer tales oraciones en la tarde o en
la noche, pero si sabemos aprovechar el hecho de que hemos recibido y adquirido
un poder fresco al tener comunión con Dios y al comer el maná de madrugada,
entonces tendremos un respaldo mejor.
Al amanecer, todo creyente
debe realizar estas cuatro cosas delante del Señor: tener comunión con Él,
alabarle, leer la Biblia y orar. La conducta que tengamos durante el día pondrá
de manifiesto si hemos hecho estas cuatro cosas en la madrugada. George Müller
afirmaba que el grado de su condición espiritual durante el día, dependía
exclusivamente de la alimentación que recibía del Señor por la mañana. Muchos
cristianos se sienten débiles durante el transcurso del día, porque
desperdician las mañanas. Por supuesto, hay ciertos hermanos que han avanzado
tanto en su peregrinaje espiritual que han aprendido a separar totalmente el
alma del espíritu.
Puesto que su hombre exterior ha sido quebrantado,
difícilmente serán afectados por alguna circunstancia a la que tengan que
enfrentarse durante el día. Pero esto ya es un asunto completamente distinto.
Los nuevos creyentes necesitan aprender a levantarse temprano. Una vez que
actúen irresponsablemente a este respecto, serán irresponsables en todo lo
demás y nada marchará bien. Hay una gran diferencia entre ser o no ser nutrido en
la mañana.
Cierto músico famoso dijo
una vez: “Si dejo de ensayar por un día, yo lo notaré; si dejo de hacerlo por
dos días, mis amigos lo notarán; y si no ensayo por tres días, la audiencia lo
notará”. Si esto sucede cuando ensayamos con un instrumento musical, con mayor
razón se aplica al aprendizaje de la lección espiritual de madrugar. Si no
hemos disfrutado una rica vigilia matutina en la presencia de Dios, nosotros lo
notaremos. Aquellos que tienen alguna
experiencia con el Señor,
cuando conversen con nosotros, también lo notarán.
Ellos percibirán que
carecemos del suministro fresco que proviene de la fuente espiritual. Desde el
primer día de sus vidas cristianas, los nuevos creyentes deben ser estrictos
consigo mismos y ser disciplinados. Ellos deben levantarse temprano todos los
días para poner esto en práctica en la presencia del Señor.
IV. LA PRÁCTICA DE MADRUGAR
Finalmente, hablemos un poco
sobre la manera concreta de poner esto en práctica. ¿Qué debemos hacer para
madrugar? Tenemos que tomar en cuenta varios puntos.
Todos los que madrugan deben
desarrollar el hábito de acostarse temprano. Nadie que se acueste tarde podrá
levantarse temprano. Esto sería como quemar una vela por ambos lados.
No se impongan una meta
demasiada elevada. Algunas personas quieren levantarse a las tres o cuatro de
la mañana, y cuando se dan cuenta de que les es muy difícil mantener ese
horario, dejan de madrugar. Es mejor ser moderados. La hora más apropiada para
levantarse es las cinco o seis de la mañana, cuando el sol está a punto de
salir o acaba de salir.
Levántense siempre al rayar el alba. Si uno trata de
levantarse demasiado temprano, no perseverará por mucho tiempo; aparte de que
fijarse una meta tan elevada hará que nuestra conciencia nos acuse. Ciertos
hermanos han procurado fijarse metas demasiado elevadas y eso les ha causado
muchos problemas en sus hogares, en sus trabajos y aun cuando se hospedan en
otras casas.
Esto no es provechoso. Debemos seguir una norma que esté a nuestro
alcance, sin irnos a los extremos. No debemos imponernos una meta que nos es
imposible de alcanzar. Para fijar la hora adecuada de levantarse, debemos tomar
en consideración ante el Señor nuestras limitaciones físicas y nuestras
circunstancias. Una vez que establezcamos un horario, seamos fieles en
mantenerlo.
Posiblemente nos resulte
difícil madrugar al principio. Si bien es fácil madrugar el primer y el segundo
día, el tercer día es difícil. Es muy posible que los primeros dos días no nos
cueste mucho trabajo, pero después, echaremos de menos la cama y eso hará que
nos sea difícil levantarnos temprano, especialmente durante el invierno. Toma
tiempo hacer un nuevo hábito.
Tal vez por estar uno acostumbrado a levantarse
tarde, su mente también se ha acostumbrado a ello. Pero si uno madruga por
algunos días, su mente se irá ajustando al nuevo horario hasta que una vez ya
levantado, no regresará de nuevo a su lecho pese a que su mente le pide que lo
haga. Al principio necesitamos esforzarnos un poco para madrugar. Para adquirir
este nuevo hábito tenemos que pedirle a Dios que nos conceda Su gracia, y
debemos continuar pidiéndole hasta
que tengamos el hábito.
Hagámoslo una y otra vez. Renunciemos diariamente a
nuestro lecho a fin de levantarnos al amanecer. A la postre, nos levantaremos
de madrugada espontáneamente. Delante de Dios, ustedes tienen que desarrollar
este hábito. No perdamos la gracia que representa el tener comunión con Dios en
la madrugada.
Una persona saludable no
necesita más de ocho horas de sueño, y usted no es la excepción. No se preocupe
preguntándose si madrugar afectará su salud, porque no lo afectará, pero su
ansiedad sí podría afectar su salud. Son muchos los que se aman demasiado a sí
mismos y caen enfermos por preocuparse tanto de sí mismos.
Si el doctor le dice
que está enfermo, posiblemente usted necesite dormir diez o doce horas, pero
seis a ocho horas son suficientes para una persona normal. Debemos dormir de
seis a ocho horas diarias; no debemos adoptar una posición extremada, pues no
pretendemos que los que estén enfermos madruguen. Si usted está enfermo, hará
bien en quedarse en la cama y leer la Biblia allí; sin embargo, aquellos a
quienes el doctor no les haya aconsejado quedarse en cama hasta tarde, y que no
están enfermos, deben madrugar.
Es nuestro deseo que los
hermanos que tienen más madurez espiritual y de mayor peso en el Señor fomenten
esta práctica. La iglesia debe darle un “empujón” a los holgazanes para
despertarles e instarles a que avancen y, a la vez, debe conducir a los nuevos
creyentes a participar de esta bendición. Cuando se nos presente la
oportunidad, debemos preguntarle al recién convertido: “¿A qué hora te
levantas?”. Después de algunos días, preguntémosle de nuevo: “¿A qué hora te
levantaste hoy?”. Debemos recordarle este asunto durante por lo menos el primer
año de su vida cristiana.
Después de un año, quizás todavía sea necesario
preguntarle: “Hermano, ¿a qué hora te levantas ahora?”. Hagamos esta pregunta a
los nuevos creyentes cada vez que los veamos, ayudándolos a que pongan esto en
práctica. Sin embargo, si nosotros mismos no hemos aprendido bien esta lección
ante el Señor, nos será muy difícil esperar que otros también lo aprendan; por
esta razón, nosotros mismos debemos aprender bien esta lección.
Entre todos los hábitos que
desarrolle un nuevo creyente, el hábito de levantarse temprano debe ser el
primero. Hemos desarrollado la costumbre de dar gracias por los alimentos y de
reunirnos los domingos; también debemos adquirir la costumbre de madrugar para
tener contacto con el Señor.
El nuevo creyente debe desarrollar este hábito. Es
una lástima ver que algunos que han sido cristianos por muchos años, jamás han
disfrutado la bendición y la gracia que ellos recibirían si madrugasen.
Si
deseamos experimentar esta gracia, debemos aprender bien esta lección. Si más
hermanos y hermanas se proponen aprender esta lección y todos se levantan al
amanecer, la iglesia crecerá. Si un hermano recibe más luz, toda la
iglesia será iluminada más intensamente. Pero si todos reciben un poco más de
luz cada mañana, entonces toda la iglesia también será enriquecida.
Hoy la
iglesia es pobre porque muy pocas personas reciben el suministro que procede de
la Cabeza. Si todos y cada uno de nosotros recibimos algo directamente de la
Cabeza, por muy poco que sea, la acumulación de todas esas pequeñas porciones
enriquecerán a la iglesia profusamente.
No deseamos que sólo unos
cuantos hermanos laboren en la iglesia. Nuestra esperanza es que todos los
miembros se presenten de madrugada ante el Señor, que toda la iglesia se
levante al alba para recibir las riquezas y la gracia de Dios. Lo que un
miembro recibe de la Cabeza es de beneficio para todo el Cuerpo. Si cada
hermano y hermana toma este camino, habrá muchos vasos que tengan al Señor como
su contenido, y cada día seremos más y más ricos espiritualmente.
No debemos
pensar que levantarnos al amanecer no tiene importancia. Si aprendemos a
levantarnos al rayar el alba y adquirimos la costumbre de hacerlo, tendremos un
brillante futuro espiritual.
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
Gracias por estas palabras, han sido de mucha bendicion para mi vida. Dios los bendiga mucho!!! intentare nuevamente levantarme de madrugada.
ResponderEliminarGracias por estas palabras, han sido de mucha bendicion para mi vida. Dios los bendiga mucho!!! intentare nuevamente levantarme de madrugada.
ResponderEliminarExcelente! Dios los bendiga
ResponderEliminarGracias ! Bendiciones
ResponderEliminarGracias, muy enriquecedora. A levantarse temprano!
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarAmen
ResponderEliminarLa verdad es que por un tiempo me levantaba tempraano, pero lo deje dxe hacer para "descAnsar". Pero como sé aue el enemigo no descansa, desdr hoy intentare acostarme tenprano para levantarme temprano y recibir del mana💖💖.
ResponderEliminarsiempre me despierto de madrugada...nunca le encuentro sentido, solo me pongo a orar ya que ahí empiezan mis pensamientos nefastos, cuando no logro conciliar el sueño
ResponderEliminarme cuesta mucho levantarme temprano es como decir que esas horas las 6 a 8 de la mañana estoy en el sueño profundo
ResponderEliminarPidiendo dirección a Dios me trajo hasta aquí, Dios está tratando en mi vida. Es muy duro! Pero si somos suceptibles a la voz de Dios nos va guiando. Ahora le pregunté en oración que quería de mi que me mostrara lo que quería y sorpresa, me dio está enseñanza. Gracias Dios! Bendiciones...
ResponderEliminarMuy buena enseñanza espirituál
ResponderEliminarPara todo cristianó, gloria a Dios