Debemos hacer todo lo que está de nuestra parte para pelear la buena batalla de la fe. Debemos luchar, trabajar, esforzarnos y agonizar para entrar por la puerta estrecha. Debemos poner al Señor siempre delante de nosotros. Con manos limpias, con corazones puros, debemos tratar de honrar a Dios en todos nuestros caminos. Se ha provisto ayuda para nosotros por medio de Aquel que es poderoso para salvar.
El espíritu de verdad y luz nos vivificará y renovará mediante sus misteriosas operaciones; porque todo nuestro progreso espiritual proviene de Dios, no de nosotros mismos. El obrero verdadero tendrá el poder divino en su ayuda, pero el indolente no será sostenido por el Espíritu de Dios.
En un sentido somos librados a nuestras propias energías; debemos luchar con ahínco para ser celosos y arrepentirnos, para limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones de toda mancha; debemos alcanzar la norma más elevada, creyendo que Dios nos ayudará en nuestros esfuerzos. Si hemos de hallar, debemos buscar, y buscar con fe; debemos llamar, para que la puerta pueda abrirse ante nosotros.
La Biblia enseña que todo lo referente a nuestra salvación depende de nuestro propio curso de acción. Si perecemos, la responsabilidad yacerá enteramente en nosotros mismos. Si se ha hecho provisión, y si aceptamos los términos de Dios, podemos apropiarnos de la vida eterna. Debemos acudir a Cristo con fe, debemos ser diligentes para hacer nuestra vocación y elección seguras.
Se promete el perdón de los pecados al que se arrepiente y cree; la corona de vida será el galardón del que es fiel hasta el fin. Podemos crecer en la gracia desarrollándonos por medio de la gracia que ya tenemos. Debemos mantenernos sin mancha del mundo si hemos de ser hallados sin culpa en el día de Dios. La fe y las obras van de la mano; actúan armoniosamente en la empresa de alcanzar la victoria. Las obras sin fe son muertas, y la fe sin obras es muerta. Las obras jamás van a salvarnos; son los méritos de Cristo los que contarán en nuestro favor.
Mediante la fe en El, Cristo hará que todos nuestros imperfectos esfuerzos sean aceptables para Dios. La fe que se requiere que tengamos no es una fe de no hacer nada; fe salvadora es la que obra por amor y purifica el alma. El que eleve a Dios manos santas sin ira ni duda, caminará inteligentemente en la senda de los mandamientos de Dios.
Si hemos de hallar perdón por nuestros pecados, primero debemos tener conciencia de lo que es el pecado, para que podamos arrepentirnos y producir frutos dignos de arrepentimiento. Debemos tener un fundamento sólido para nuestra fe; debe fundarse en la Palabra de Dios, y sus resultados se manifestarán en obediencia a la voluntad revelada de Dios. Dice el apóstol: "Sin... [santidad] nadie verá al Señor" (Heb. 12: 14).
La fe y las obras nos mantendrán equilibrados y nos darán el éxito en la tarea de perfeccionar el carácter cristiano. Jesús dice: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 7: 21). Refiriéndose al alimento temporal, el apóstol dijo:"Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Tes. 3: 10). La misma regla se aplica a nuestra nutrición espiritual; si alguno ha de tener el pan de vida eterna, que haga esfuerzos para obtenerlo.
Estamos viviendo en un período importante e interesante de la historia de esta tierra. Necesitamos más fe que la que hemos tenido hasta ahora; necesitamos un sostén más firme de lo alto. Satanás está obrando con todo poder para obtener la victoria sobre nosotros, porque sabe que no tiene sino un corto tiempo para trabajar. Pablo se Esforzó con temor y temblor para obtener su salvación; ¿y no debiéramos temer nosotros, no sea que permaneciendo aún la promesa alguno de nosotros parezca no haberla alcanzado, y nos demostremos indignos de la vida eterna? Deberíamos velar en oración, luchando con esfuerzo agonizante para entrar por la puerta estrecha.
Predicando el Evangelio eterno. Ap. 14: 6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario