Predicando el Evangelio eterno. Ap. 14: 6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
viernes, 30 de julio de 2010
EL PELIGRO DE PERSISTIR EN EL ERROR...
En el error y en la incredulidad hay algo que aturde y fascina a la mente. Poner en duda, dudar y abrigar la incredulidad, a fin de excusarnos por habernos apartado del sendero recto, es mucho más fácil que purificar el alma creyendo en la verdad y obedeciéndola. Pero cuando las mejores influencias crean en alguien el deseo de volver, el tal se encuentra entrampado en una red de Satanás, como una mosca en una telaraña, de tal modo que le parece una tarea sin esperanza y rara vez se libera a sí mismo de la trampa que le armó el astuto enemigo.
Una vez que los hombres han admitido la duda y la incredulidad en los testimonios del Espíritu de Dios, están decididamente tentados a aferrarse a las opiniones que han sostenido delante de otros. Sus teorías y opiniones se fijan como una sombría nube sobre la mente, repeliendo así todo rayo de evidencia en favor de la verdad. Las dudas acariciadas por la ignorancia, el orgullo o el amor a las prácticas pecaminosas, remachan sobre el alma grillos que rara vez se quebrantan. Cristo, y sólo él, puede dar el poder necesario para quebrantarlos.
Los testimonios del Espíritu de Dios son dados para dirigir a los hombres a su Palabra, que ha sido descuidada. Ahora bien, si sus mensajes no son atendidos, el Espíritu Santo queda excluido del alma. ¿Qué otros medios tiene Dios en reserva para enseñar a los que yerran y mostrarles su verdadera condición?
Las iglesias que han fomentado influencias que disminuyen la fe en los testimonios, son débiles y vacilantes. Algunos ministros trabajan para atraer a la gente hacia ellos. Cuando se hace un esfuerzo para corregir cualquier error en esos ministros, se mantienen en su independencia y dicen: "Mi iglesia acepta mis labores".
Jesús dijo: "Todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas". Hay muchos hoy día que siguen una conducta similar. En los testimonios se especifican precisamente los pecados de los cuales ellos son culpables. Por lo tanto, no tienen deseo de leerlos. Hay quienes desde su juventud han recibido amonestaciones y reproches por medio de los testimonios, ¿pero han caminado en la luz y se han reformado? De ninguna manera.
Todavía acarician los mismos pecados; tienen los mismos defectos de carácter. Esos males dañan la obra de Dios y dejan su impresión sobre las iglesias. No se efectúa la obra que el Señor haría para poner a las iglesias en orden, porque los miembros individualmente y especialmente los dirigentes de la grey no se dejan corregir.
Más de uno profesa aceptar los testimonios, al paso que ellos no tienen influencia en su vida ni en su carácter. Sus faltas se hacen más fuertes por la indulgencia hasta que, habiendo sido reprochado con frecuencia y no habiendo obedecido al reproche, pierde el poder del dominio propio y se endurece en su conducta de errores.
Si está fatigado, si la debilidad se posesiona de él, no tiene poder moral para levantarse por encima de las debilidades de carácter que no venció. Estas se convierten en sus puntos más fuertes y es abatido por ellas. Póngaselo entonces a prueba y pregúntesele: " ¿No le reprochó Dios, hace años, esta fase de su carácter mediante los testimonios?" Contestará: "Sí, recibí un testimonio escrito que decía que estaba equivocado en esas cosas". "¿Por qué, entonces, no corrigió esos hábitos equivocados?" "Pensé que quien me reprochaba debía haber cometido un error. Lo que alcancé a comprender lo acepté; lo que no me convenció, dije que era sólo la opinión de quien daba el mensaje. No acepté el reproche".
En algunos casos, precisamente las faltas de carácter que Dios quería que vieran y corrigieran sus siervos, pero que ellos rehusaban ver, han costado la vida a esos hombres. Podrían haber vivido para ser canales de luz. Dios quería que vivieran y les envió instrucciones justas para que pudieran preservar sus facultades físicas y mentales a fin de hacer un servicio aceptable para él.
Si ellos hubieran recibido los consejos de Dios y se hubieran convertido completamente de acuerdo con la voluntad divina, habrían sido obreros capaces para el adelanto de la verdad, hombres eminentes en el afecto y en la confianza de nuestro pueblo, pero duermen en la tumba porque no comprendieron que Dios los conocía mejor de lo que ellos se conocían a sí mismos. Los pensamientos de Dios no eran los pensamientos de ellos, ni los caminos de Dios los caminos de ellos. Esos hombres unilaterales han influido en la obra doquiera hayan trabajado. Se han debilitado grandemente las iglesias donde trabajaron.
Dios reprocha a los hombres porque los ama. Quiere que sean fuertes en la fortaleza divina, que tengan mentes bien equilibradas y caracteres simétricos. Entonces serán ejemplos para el rebaño de Dios, al que conducirán al cielo por precepto y ejemplo. Entonces edificarán un templo santo para Dios
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