El casamiento de creyentes con no creyentes.-
Hay en el mundo cristiano una indiferencia asombrosa y alarmante para con las enseñanzas de la Palabra de Dios acerca del casamiento de los cristianos con los incrédulos. Muchos de los que profesan amar y temer a Dios prefieren seguir su propia inclinación antes que aceptar el consejo de la sabiduría infinita. En un asunto que afecta vitalmente la felicidad y el bienestar de ambas partes, para este mundo y el venidero, la razón, el juicio y el temor de Dios son puestos a un lado, y se deja que predominen el impulso ciego y la determinación obstinada.
Hombres y mujeres que en otras cosas son sensatos y concienzudos cierran sus oídos a los consejos; son sordos a las súplicas y ruegos de amigos y parientes, y de los siervos de Dios. La expresión de cautela o amonestación es considerada como entrometimiento impertinente, y el amigo que es bastante fiel para hacer una reprensión, es tratado como enemigo.
Todo esto está de acuerdo con el deseo de Satanás. El teje su ensalmo en derredor del alma, y ésta queda hechizada, infatuada. La razón deja caer las riendas del dominio propio sobre el cuello de la concupiscencia, la pasión no santificada predomina, hasta que, demasiado tarde, la víctima se despierta para vivir una vida de desdicha y servidumbre. Este no es un cuadro imaginario, sino un relato de hechos ocurridos. Dios no sanciona las uniones que ha prohibido expresamente.*
Las órdenes de Dios son claras.-
El Señor ordenó al antiguo Israel que no se relacionara por casamientos con las 53 naciones idólatras que lo rodeaban: "Y no emparentarás con ellos: no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo." Se da la razón de ello. La sabiduría infinita, previendo el resultado de tales uniones declara: "Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá presto." "Porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios: Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra." . . .
En el Nuevo Testamento hay prohibiciones similares acerca del casamiento de los cristianos con los impíos. El apóstol Pablo, en su primera carta a los corintios declara: "La mujer casada está atada a la ley, mientras vive su marido; más si su marido muriere, libre es: cásese con quien quisiere, con tal que sea en el Señor." También en su segunda epístola escribe: "No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo y yo os recibiré, y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.*
La maldición de Dios recae sobre muchas de las relaciones inoportunas e impropias que se entablan en esta época del mundo. Si la Biblia dejara estas cuestiones en luz vaga e incierta, la conducta seguida por muchos jóvenes de hoy en sus uniones unos con otros resultaría más excusable. Pero las exigencias de la Biblia no son órdenes a medias; requieren una perfecta pureza de pensamiento, palabra y acto. Sentimos gratitud hacia Dios porque su Palabra es lámpara a nuestros pies y nadie necesita errar la senda del deber. Los jóvenes deben dedicarse a consultar sus páginas y escuchar sus consejos, porque siempre se cometen tristes errores al apartarse de sus preceptos.*
Dios prohibe a los creyentes que se casen con incrédulos.-
Nunca debe el pueblo de Dios aventurarse en terreno prohibido. El casamiento entre creyentes e incrédulos ha sido prohibido por Dios; pero con demasiada frecuencia el corazón inconverso sigue sus propios deseos y se contraen casamientos que Dios no sanciona. Por esta causa muchos hombres y mujeres están sin esperanza y sin Dios en el mundo. Murieron sus aspiraciones nobles, y Satanás los sujeta en su red por una cadena de circunstancias. Los que son dominados por la pasión y el impulso tendrán que cosechar una mies amarga en esta vida, y su conducta puede resultar en la pérdida de su alma.*
Los que profesan la verdad pisotean la voluntad de Dios al casarse con incrédulos; pierden su favor y hacen obras amargas, de las que habrán de arrepentirse. La persona incrédula puede poseer un excelente carácter moral; pero el hecho de que no haya respondido a las exigencias de Dios y haya descuidado una salvación tan grande, es razón suficiente para que no se verifique una unión tal. El carácter de la persona incrédula puede ser similar al del joven a quien Jesús dirigió las palabras: "Una cosa te falta," y esa cosa era la esencial.*
El ejemplo de Salomón.-
Existen hombres situados en la pobreza y la obscuridad cuya vida Dios aceptaría y henchiría de utilidad en la tierra y de gloria en el cielo, pero Satanás obra con insistencia para derrotar los propósitos divinos y arrastrar a esos hombres a la perdición mediante su casamiento con personas de tal carácter que se interponen directamente en el camino de la vida. Muy pocos salen triunfantes de este conflicto.*
Satanás conocía los resultados que acompañarían la obediencia; 55 y durante los primeros años del reinado de Salomón, que fueron gloriosos por la sabiduría, la beneficencia y la integridad del rey, procuró introducir influencias que minasen insidiosamente la lealtad de Salomón a los buenos principios, y le indujesen a separarse de Dios. Por el relato bíblico sabemos que el enemigo tuvo éxito en ese esfuerzo: "Y Salomón hizo parentesco con Faraón rey de Egipto, porque tomó la hija de Faraón, y trájola a la ciudad de David."
Al formar alianza con una nación pagana, y al sellar el pacto casándose con una princesa idólatra, Salomón despreció temerariamente la sabia disposición que Dios había tomado para conservar la pureza de su pueblo. La esperanza de que su esposa egipcia pudiera convertirse no era sino una débil excusa por aquel pecado. En violación de una orden directa de que su pueblo permaneciese separado de otras naciones, el rey unió su fuerza con el brazo de la carne.
Durante un tiempo, Dios, en su misericordia compasiva, pasó por alto esta terrible equivocación. La esposa de Salomón se convirtió; y el rey, por una conducta prudente, podría haber mantenido en jaque, por lo menos en gran medida, las fuerzas malignas que su imprudencia había desatado. Pero Salomón había comenzado a perder de vista la Fuente de su poder y gloria. A medida que sus inclinaciones cobraban ascendiente sobre la razón, aumentaba su confianza propia, y procuraba cumplir a su manera el propósito del Señor....
Muchos cristianos profesos piensan, como Salomón, que pueden unirse con los impíos porque su influencia sobre los que están en el error resultará benéfica; pero con demasiada frecuencia, al quedar ellos mismos entrampados y vencidos, renuncian a su fe sagrada, sacrifican los buenos principios y se separan de Dios. Un paso en falso conduce a otro, hasta que al fin se colocan donde ya no pueden tener esperanza alguna de que romperán las cadenas que los atan.*
La excusa: "Favorece la religión".-
A veces se arguye que 56 el no creyente favorece la religión, y que como cónyuge es todo lo que puede desearse, excepto en una cosa, que no es creyente. Aunque el buen juicio indique al creyente lo impropio que es unirse para toda la vida con una persona incrédula, en nueve casos de cada diez triunfa la inclinación. La decadencia espiritual comienza en el momento en que se formula el voto ante el altar; el fervor religioso se enfría, y se quebranta una fortaleza tras otra, hasta que ambos están lado a lado bajo el negro estandarte de Satanás. Aun en las fiestas de boda, el espíritu del mundo triunfa contra la conciencia, la fe y la verdad. En el nuevo hogar no se respeta la hora de oración. El esposo y, la esposa se han elegido mutuamente y han despedido a Jesús.*
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