domingo, 9 de enero de 2011

Historia de la Iglesia PI (DESDE LA REFORMA EN ADELANTE)

I. Condiciones anteriores a la Reforma

La iglesia predominaba en todo durante la Edad Media: en el Estado, en la sociedad, en la ciencia, en el comercio, en la literatura y en las artes.  Afirmaba que su poder se extendía aun más allá de la tumba y que podía abrir o cerrar las puertas del cielo. La gente prácticamente nacía en la iglesia; ser ciudadano significaba ser miembro de la iglesia.


Desde el siglo VI hasta el XII el papado llegó a ser, aunque no sin contratiempos, poder más centralizado en la cristiandad occidental, y alcanzó su cumbre máxima el siglo XIII; pero en los siglos siguientes hubo síntomas siempre crecientes de su desintegración. 

La gente tenía una preparación espiritual muy deficiente, y aumentaban las dudas y la confusión. La filosofía griega y el pensamiento pagano saturaban la teología, y se produjeron controversias.  Muchos papas estaban más interesados en las guerras y en las artes que en sus deberes espirituales como dirigentes.  Estas circunstancias, es cierto, fueron combatidas por algunos líderes y pensadores como el místico Bernardo de Claraval (o Clairvaux).

Intentos de reformar la iglesia.-


El papado, que Bernardo de Claraval y otros místicos deseaban que fuera esencialmente religioso, era en sí mismo una causa de desunión.  Los papas habían encontrado muchos medios condenables para enriquecer los cofres de la iglesia; había aumentado muchísimo la simonía.  Una iglesia, cuya mentalidad se había materializado por completo, creaba y ofrecía en subasta, uno tras otro, cargos lucrativos al mejor postor.

Además, los papas se imponían ante los reyes como árbitros y exigían que las diferencias políticas fueran sometidas a su arbitraje.  Como ya se ha dicho ("Decadencia papal y cisma", p. 39), las controversias de los papas con los poderes seculares condujeron al papado a una división embarazosa, y finalmente hubo tres papas que simultáneamente exigían la cátedra de Pedro.  

Los concilios de la iglesia pudieron resolver los problemas referentes a la sucesión papal, pero no el más básico de todos: la reforma moral.  El Concilio de Basilea, convocado en 1431, trató infructuosamente durante 17 años de reformar los abusos de la iglesia que la habían llevado a una completa bancarrota moral, un hecho que la mayoría de los clérigos reconocían deploraban.

Juan Wyclef (c. 1320-1384).-


Los sucesos del continente europeo habían tenido repercusión en Inglaterra, en donde se resistía intensamente la interferencia del papa en los asuntos nacionales.  El desagrado de Inglaterra fue especialmente pregonado por Juan Wyclef, educado en Oxford y posteriormente profesor en esa universidad.  Oxford finalmente se transformó en el baluarte del movimiento de reforma de Juan Wyclef.  Al principio ganó reputación como filósofo especulativo, y más tarde como líder en el campo de la política eclesiástica.  En la década de 1370-1380 inició un movimiento cuyo propósito era suprimir los abusos de la iglesia.


En 1365, cuando el papa, que entonces estaba en Aviñón, impuso una contribución a Inglaterra por tributos atrasados durante 33 años, Wyclef se convirtió en el paladín de su país para oponerse a esa pretensión. 

Argumentó que Inglaterra no sólo tenía el derecho de no prestar atención al reclamo del papa Urbano V sino que debían devolverse a Inglaterra los fondos que habían sido mal administrados por la iglesia, y que, además, Inglaterra debía tomar la iniciativa para imponer ciertas reformas en la iglesia.


Mientras Wyclef estaba en Oxford mencionó en varias ocasiones, especialmente en sus Sermones, la gran impresión que le había causado la lectura de la Biblia y cómo le había abierto sus ojos para comprender la condición de la iglesia.  La mayoría de sus ideas fueron presentadas en su Summa Theologiae, y más especialmente en su De Civili Dominio. 

Protestaba fuertemente contra el sistema de impuestos de Aviñón, y declaraba que la iglesia no debía actuar como un gobierno temporal o civil.


Wyclef tenía el temperamento y el valor de un reformador.  Atacaba la doctrina de la transubstanciación y proclamaba la autoridad única de las Escrituras.  Pero fue su concepto de la iglesia lo que más influyó para que el papa buscara los medios de eliminar esa crítica del proceder papal.  La situación financiera de la iglesia convenció a Wyclef de que ella debía buscar la pobreza antes que el poder.  Sus ideas coincidían con tendencias similares que había en la Europa continental, donde la pobreza era considerada como una virtud, y la riqueza, particularmente el dinero, como "la raíz de todos los males".  Afirmaba que cuanto menos se ocupara la iglesia de dinero tanto mejor estaría espiritualmente.  Los franciscanos, los espirituales, los valdenses y los Hermanos de la Vida Común consideraban, como Wyclef, que la riqueza era la causa de la corrupción.

Wyclef definía la iglesia como la comunidad de los que están predestinados para la bienaventuranza; y enseñaba que ninguno de los que están eternamente perdidos tiene parte alguna en ella; que no hay sino una iglesia universal, y Cristo es su cabeza; que la iglesia continúa existiendo aunque no tenga cabeza visible; pero que debe haber un liderazgo humano de la debida clase, y que el dirigente legítimo no es el que escogen los cardenales sino el "elegido" por Dios.  Advertía Wyclef que si un elector no está entre los elegidos, entonces podría escoger a un falso conductor, a un anticristo.  El verdadero dirigente es aquel cuyas enseñanzas y cuya vida siguen más de cerca a las de Cristo, cuyo reino no es de este mundo.  Estas ideas acerca de la iglesia se destacan en los últimos capítulos de la Summa, titulados, "Acerca de la simonía", "Acerca de la apostasía" y "Acerca de la blasfemia".
Wyclef tradujo el NT al inglés tomando como base la Vulgata.  La traducción del AT fue obra de Nicolás de Hereford.  Wyclef organizó un movimiento popular de evangelismo, y enviaba sacerdotes y laicos de dos en dos, descalzos pero sin que estuvieran sometidos a votos, para que predicaran por todas partes en Inglaterra.  Esos enviados, a los que Gregorio IX llama en una bula "los lolardos" (sembradores de cizaña), sobrevivieron a Wyclef y pusieron el fundamento para la Reforma inglesa posterior.  Un contemporáneo afirmaba: "Cada hombre instruido con que te encuentres es un lolardo".  Los discípulos de Wyclef con frecuencia eran llamados hombres de la Biblia.


Juan Hus (1369-1415).-







La influencia de Wyclef se extendió mucho más allá de su propio país.  Se hizo sentir especialmente en Bohemia. Juan Hus fue el más fiel de los discípulos de Wyclef, pues siguió sus enseñanzas casi literalmente.  Hus era un erudito, un profesor de la Universidad de Praga, elocuente predicador y ardiente patriota. Estaba determinado, como Wyclef, a reformar la iglesia, especialmente las costumbres del clero.  También escribió un ensayo acerca de las funciones de la verdadera iglesia.  En el debate de 1412 acerca de las indulgencias, citó a De Ecclesia, de Wyclef.  Hus protestó con gran vehemencia cuando el papa Juan XXIII (más tarde omitido de las listas como falso papa) ofreció una indulgencia plenaria a todos los que combatieran contra el rey de Nápoles, argumentando que la iglesia no debe ocuparse de guerras, y que, además, el papa no tenía derecho a vender el perdón de sus pecados.  

Al referirse a estos temas, sus sermones son también una reproducción exacta de los de Wyclef. Cuando Hus fue condenado por el papa, declaró que Dios era su protector, la única cabeza de la iglesia.  Cuando fue llamado ante el Concilio de Constanza en 1415, Hus llevaba un salvoconducto imperial; pero rehusó retractarse de sus supuestos "errores" a menos que se lo convenciera con las Escrituras.  Afirmó: "Sin mentir ante mi conciencia, no puedo considerar que he cometido los errores de los cuales soy acusado".


Hus proclamaba como Wyclef que la Biblia era la única autoridad en asuntos de que la iglesia estaba constituida por los verdaderos creyentes, los elegidos, y que el papa no era infalible.  Hus, tildado de hereje peligroso, fue quemado vivo en 1415.

Jerónimo Savonarola (1452-1498).-



Dante se refirió a Italia como a una "morada de dolores", pero otros la consideraban como un inmenso campo de recreo.  El papa repudió el ascetismo medieval y se entregó a un torbellino de fiestas.  Algunos sacerdotes, como fue el caso de Ficino, se dedicaron a la literatura pagana porque creían que la iglesia no podía ofrecerles solaz ni salvación.  El empeoramiento de las condiciones morales marchaba paralelamente con la glorificación del paganismo. En Florencia, donde gobernaban los Médicis y se habían suprimido las libertades viles, un predicador dominico del convento de San Marcos, Jerónimo Savonarola, convenció de que Dios le ordenaba que condenara la corrupción y la tiranía de la iglesia y a sus dirigentes degenerados. 

Predecía que Dios castigaría a la iglesia a menos que se arrepintiera.  En gran medida debido a su influencia, el pueblo de Florencia expulsó por algún tiempo a los Médicis, puso en práctica una reforma de las costumbres, castigó la blasfemia y destruyó todo lo que se usaba para diversiones o juegos por dinero.  El papa intentó calmar a Savonarola ofreciéndole un capelo cardenalicio, pero esto sólo aumentó su fervor por una reforma.

Savonarola predicaba intrépidos sermones inspirados por los mensajes de los profetas de la Biblia, e insistía en la salvación mediante Cristo únicamente y no por obras meritorias.  Clamaba: "Cuando todo el poder eclesiástico está corrompido, es necesario ir a Cristo quien es la causa primera, y decirle: Tú eres mi Confesor, mi Obispo y mi Papa" (Eugenio Choisy, Histoire Générale du Christianisme, 4ª. ed., p. 80).
 
Savonarola sufrió la oposición de los jóvenes nobles, de la orden de los franciscanos, de los defensores de los Médicis y especialmente del papa Alejandro VI (de la familia Borgia).  Abandonado por algunos de los que lo apoyaban, Savonarola fue acusado de ser un falso profeta y hereje, y fue estrangulado y después quemado en la hoguera en 1498, por orden del papa Alejandro.  El pontífice estaba particularmente molesto por sus ataques contra el papado y porque pedía que se convocara un concilio de la iglesia para que depusiera al papa por impío y corrupto.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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