jueves, 26 de julio de 2012

CUAN IMPORTANTE ES LA AMISTAD!!


LOS AMIGOS
Lectura bíblica: Jac. 4:4; 2 Co. 6:14-18; Sal. 1; 1 Co. 15:33
I. LA BIBLIA NO HACE ÉNFASIS EN LA AMISTAD
Algo especial que tiene la Biblia es que no recalca la amistad entre los hijos de Dios. Esto no quiere decir que la palabra amigo no aparezca en la Biblia. De hecho, tal palabra aparece muchas veces en el Antiguo Testamento; la encontramos en Génesis y especialmente en Proverbios. En el Nuevo Testamento, la palabra amigo aparece en los Evangelios de Mateo y Lucas. Pero la amistad de la cual se habla en la Biblia se refiere principalmente a las amistades que se desarrollan aparte de Cristo; en realidad, la Biblia no dice mucho acerca de cómo cultivar una amistad entre aquellos que están en el Señor. 

Si recuerdo correctamente, la palabra amigos con relación a cristianos se menciona dos veces en el libro de Hechos. En primera instancia, vemos que algunos de los líderes asiarcas eran amigos de Pablo, y ellos fueron quienes le rogaron que no corriera el riesgo de presentarse en el teatro (Hch. 19:31). En una segunda ocasión, Julio trató amablemente a Pablo y le permitió reunirse con sus amigos para ser atendido por ellos (27:3). Además de estos dos versículos, en 3 Juan 14 consta: 

―Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno por nombre. Hasta donde yo sé, estas son las tres únicas instancias consignadas en los Hechos y las Epístolas en las que se hace referencia a este tema. Esto nos muestra que la Biblia no tiene mucho que decir acerca de la amistad.

 La Biblia no enfatiza el tema de la amistad, pero en lugar de ello recalca nuestra relación como hermanos y hermanas, esto es, la relación que existe entre los hermanos y hermanas en el Señor. Esta es la relación más importante y elemental. La Biblia, pues, le da mucho más importancia a esta clase de relación que a la amistad.

II. LA AMISTAD ES LA RELACIÓN MÁS IMPORTANTE QUE HAY EN EL MUNDO
¿Qué es la amistad? Es posible que un anciano sea amigo de un joven. Puede existir amistad entre cónyuges. Asimismo, los padres pueden ser amigos de sus hijos, y también puede existir la amistad entre hermanos. Ser amigo de alguien quiere decir sentir cariño por esa persona y poder comunicarse con ella. Esta es la única relación que cuenta en una amistad. 

Entre las diversas clases de vínculos que existen entre seres humanos, existe el vínculo sanguíneo, el cual sólo es posible entre parientes. Sin embargo, la amistad es diferente de toda otra clase de vínculo, pues está sellada únicamente por el amor mutuo. La amistad desestima cualquier otra clase de vínculo y une a dos personas únicamente en virtud del afecto que existe entre ellas. Con frecuencia, surge la amistad entre el esposo y la esposa, el padre y el hijo, la madre y la hija, o el maestro y su alumno. La amistad puede desarrollarse entre personas de la misma edad, o entre individuos pertenecientes a una misma clase social o simplemente entre compañeros de una misma generación.

Por todo ello, la amistad es un vínculo muy importante para aquella persona que no ha creído en el Señor Jesús. Antes que una persona acepte al Señor como su Salvador, no existe ninguna clase de vínculo espiritual en el Señor. Debido a esto, el vínculo más importante que existe para las personas de este mundo es la amistad. Pero entre nosotros, la amistad ha dejado de ser lo más importante. 

Por ello, la amistad rara vez es mencionada en el Nuevo Testamento. Más bien, nosotros recalcamos el vínculo existente entre hermanos y hermanas en el Señor. En el Señor, nuestros lazos de amistad resultan mucho menos significativos. Por ello, la amistad no es muy importante entre los hijos de Dios.

Antes que creyéramos en el Señor, no conocíamos vínculo espiritual alguno. Sólo conocíamos la relación entre padre y madre, madre e hija, profesor y alumno, amo y esclavo. Por ello, la amistad resulta muy importante para quienes no han creído en el Señor. Dos personas pueden ser padre e hijo, pero pueden seguir teniendo ciertas divergencias. Lo mismo podríamos decir de una mamá y su hija, de un esposo y su esposa, y de un amo con su esclavo. Todos ellos pueden conservar su propia posición personal. Además, los vínculos sanguíneos son limitados en número. La mayoría de personas tiene de tres a cinco vínculos de esta clase, y los que tienen ocho o diez de tales relaciones pueden ser considerados casos excepcionales. Aparte de tales vínculos, todas nuestras otras relaciones son generalmente con nuestros amigos.
 
El hombre no puede estar satisfecho únicamente con relaciones familiares. Tampoco puede estar satisfecho con relaciones de tipo académico o laboral, como la que existe entre un profesor y su alumno, ni con cualquier otra clase de vínculo social. El hombre necesita de la amistad. La amistad está basada en el amor, no en los vínculos sanguíneos. Muchas de nuestras relaciones humanas las heredamos al nacer; sólo la amistad se desarrolla por elección personal. Por esto, para un incrédulo la amistad reviste suprema importancia. 

Todos tenemos amigos. Una persona puede tener tres, cinco, ocho o diez amigos. Puede llegar a tener docenas y hasta cientos de amigos si es lo suficientemente sociable. Y una persona puede disfrutar de compañerismo, afecto y comunión al relacionarse con tales amigos. Ciertamente la amistad ocupa un lugar muy importante en la vida de un incrédulo.

Si un incrédulo no tiene amigos, no debe ser una persona agradable, o es algo anormal, o puede tener una personalidad enfermiza; tal vez no se lleve bien con otros; o pueda que su honradez os sus peculiaridades han desalentado a otros de tener amistad con él. Pero bajo condiciones normales, un hombre siempre tiene amigos.

 III. DIOS NOS ORDENA PONER FIN A NUESTRAS AMISTADES MUNDANAS
Dios, sin embargo, ha dispuesto que nosotros pongamos fin a nuestras amistades después de haber creído en el Señor Jesús.

A. La amistad con el mundo es enemistad contra Dios
Jacobo se refirió a la amistad de este mundo (Jac. 4:4). En este versículo, el mundo significa: ―la gente mundana. ―La amistad con el mundo es enemistad contra Dios. Por favor recuerden que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros (1 Jn. 2:15). Ser amigo de las personas mundanas equivale a hacerse enemigo de Dios. 

Un nuevo creyente tiene que tener bien en claro que en cuanto se hace cristiano, tiene que reemplazar a todos sus amigos. Si usted ha sido aceptado por el Señor recientemente, tiene que reemplazar a sus amigos. Esto es igual a todos los otros cambios que sufrimos a raíz de haber creído en el Señor, como por ejemplo el cambio que sufrimos en nuestra manera de vestir.

 Asimismo, es necesario que también cambiemos de amigos; debemos tener un grupo de amigos completamente distinto. Por propia experiencia, sé lo que les digo. Un nuevo 

creyente llevará una vida espiritual muy pobre y superficial si no cambia de amigos. Uno tiene que poner fin a todas sus antiguas amistades en cuanto cree en el Señor. Es maravilloso darse cuenta que en cuanto el amor de Dios entra, el amor del hombre sale. Cuando la vida del Señor entra a nosotros, entonces el mundo ya no podrá ser nuestro amigo. 
Pero el Señor no dijo que nosotros debíamos odiar al mundo para poder amar a Dios. Esto no quiere decir que tengamos que ignorar a la gente mundana o que ya no podamos saludar a nuestros amigos al encontrarnos con ellos en la calle. Más bien, esto significa que todo aquel que cultiva la amistad con el mundo se hace enemigo de Dios. No tenemos que tratar al mundo como nuestro enemigo, pero nuestra profunda amistad con él, así como nuestro anhelo por estar relacionados con el mundo, tiene que cesar. Todavía podemos amar a nuestros amigos, pero ahora nuestra meta deberá ser que ellos sean salvos. Los seguimos tratando como amigos, pero nuestra meta debe ser la que tenía Cornelio: traerlos al evangelio. Cornelio invitó a dos grupos de personas a su casa cuando Pedro vino a ella: él invitó a sus parientes y a sus amigos íntimos (Hch. 10:24). 

Él sabía que Dios quería que él invitase a Pedro, y él invitó también a sus parientes y amigos íntimos para que escucharan el evangelio. Esta es la meta que necesitamos para mantener una relación con nuestros conocidos; la meta no es mantener nuestros antiguos lazos de amistad. 

Uno no puede dejar de conocer a una persona que ya conoció. Un amigo seguirá siendo un amigo. Uno no puede anular su relación con aquellos que conoce hace muchos años. Cuando hablamos de que tenemos que adoptar medidas con respecto a nuestras amistades, queremos decir que nosotros mismos debemos experimentar un giro en el Señor. Esto significa que todas nuestras antiguas relaciones han cesado y que, de ahora en adelante, todavía conversamos con nuestros amigos cuando los vemos, seguimos intercambiando opiniones con ellos si tenemos algún problema, pero ahora nosotros poseemos una nueva vida, la cual ellos no poseen. 

Nuestra relación con ellos no debe ignorar este cambio en vida. Una persona llega a ser amiga de otra, primero por medio de conocerla, después al manifestar cierto afecto y, finalmente, al relacionarse con ella. Si continuamos relacionándonos con nuestros viejos amigos después de que hemos sido salvos, entonces nos hacemos enemigos de Dios y, naturalmente, nos será difícil avanzar como debiéramos. 
Al correr una carrera, cuanto menos peso carguemos mejor. Cuanto más uno tome medidas con respecto a sus pecados, menor será el peso que cargue consigo. Cuanto más restituciones haga uno, más ligera será su carga, y cuantos más amigos deje atrás, menos lastre tendrá. Si uno adquiere algunas amistades mundanas, se encontrará oprimido por ellas. Yo he conocido muchos hermanos y hermanas para quienes tales amistades les han sujetado e impedido seguir adelante. Tales creyentes no pueden ser absolutos en el camino de Dios y les
resulta muy difícil ser buenos cristianos. Los principios morales y las normas de conducta que rigen la vida de un incrédulo, siempre serán los que corresponden a un incrédulo.  Quizás ello no lo arrastrará, pero con toda certeza tampoco lo levantará. 
B. No debemos unirnos en yugo desigual con los incrédulos
En 2 Corintios 6:14 se nos dice: ―No os unáis en yugo desigual con los incrédulos. Muchas personas piensan que este versículo se aplica sólo al matrimonio. Si bien estoy de acuerdo en que unirse en yugo desigual implica el matrimonio con incrédulos, esto también describe toda otra relación que pueda existir entre creyentes e incrédulos. 
1. Unirse en yugo desigual con los del mundo no es una bendición, sino un sufrimiento
―No os unáis en yugo desigual con los incrédulos. Esta es una afirmación bastante general. ¿Qué quiere decir? Tenemos que considerar las siguientes preguntas: ―¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como Dios dijo: ‗Habitaré entre ellos y entre ellos andaré, y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo‘. Por lo cual, ‗salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os recibiré‘, ‗y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso‘ (2 Co. 6:14-18). Fíjense que todas estas preguntas surgen a raíz de la primera afirmación: ―No os unáis en yugo desigual con los incrédulos. Esta es una cita positiva. Es la premisa básica, después de la cual surgen cinco preguntas. Estas preguntas nos muestran que los creyentes e incrédulos son incompatibles entre sí y no pueden ser uncidos al mismo yugo. 
 
Espero que ustedes se den cuenta que aunque vivimos hoy en la misma sociedad que las personas del mundo, nosotros no podemos desarrollar un vínculo íntimo de amistad con tales personas, ya sea que se trate de una asociación comercial, mera amistad o una unión matrimonial. Si un incrédulo y un creyente están unidos, tarde o temprano acabarán teniendo problemas. Los creyentes tienen sus propios principios y normas, mientras que los incrédulos adoptan estándares distintos. Los creyentes no comparten la misma ideología con los incrédulos.
 

Los incrédulos tienen sus propios puntos de vista, y los creyentes tenemos nuestra propia perspectiva. Si juntáramos a creyentes e incrédulos, no habría bendición alguna sino solamente aflicción. Ambas personas difieren en cuanto a sus perspectivas, sus opiniones y sus principios éticos y morales. Es decir, difieren en todo aspecto. Uno se esfuerza por ir en una dirección, mientras que el otro se esfuerza por ir en la dirección opuesta. Uncir ambas personas al mismo yugo sólo hará que el yugo que los une, se quiebre. El creyente tiene que consentir en hacer lo que el incrédulo hace o, sino, tendrá que quebrar tal yugo.

Quisiera que todo nuevo creyente se percate que cuando se unen los creyentes e incrédulos, siempre son los creyentes los que sufren. No debiéramos pensar jamás que podremos hacer que los incrédulos nos sigan. Si queremos que ellos nos sigan, no tenemos que lograrlo por medio de hacernos sus amigos. Yo puedo testificarles que he intentado hacer que mis amigos me sigan, sin tener que mantener la antigua amistad que me unía a ellos. 


Podemos hacer que nuestros amigos se pasen al lado nuestro, sin tener que intentar mantener nuestras viejas amistades con ellos. Si intentamos mantener nuestros viejos vínculos de amistad, lo más probable es que nuestros amigos harán que seamos nosotros los que nos pasemos a su lado.

En cierta ocasión, C. H. Spurgeon dio un buen ejemplo. Una jovencita acudió a él para decirle que deseaba iniciar una amistad con un incrédulo. Ella le dijo que quería traerlo primero al Señor y luego ser su prometida. Spurgeon le pidió entonces que subiera a una mesa muy alta, y ella lo hizo así. Para entonces el señor Spurgeon ya era un anciano. Él le dijo a esta señorita que se esforzara al máximo por hacerlo subir a la mesa. Ella se esforzó y lo jaló mucho, mas no pudo hacerlo. 

Entonces, el señor Spurgeon le dijo: ―Ahora déjeme intentar hacerla descender de donde está, y de un solo tirón, obligó a esta joven a saltar al piso. Por favor recuerden que siempre le será muy difícil hacer que la otra persona suba; sin embargo, a ella le es muy fácil hacer que usted descienda. Son muchos los que han sido jalados hacia abajo por los incrédulos. Muchos hermanos y hermanas son arrastrados al suelo por sus amigos debido a que no supieron tomar las medidas correspondientes con respecto al problema que representan tales amistades.
Los nuevos creyentes deben contarles a todos sus amigos que ellos han creído en el Señor Jesús.
 

Ellos tienen que dar testimonio y confesar con sus propios labios que han recibido al Señor. Siempre que vuelvan a ver a sus amigos, deben darles el Señor a ellos. Cuando estaba en la escuela, yo tenía muchos amigos. Después de haber creído en el Señor, yo solía sacar mi Biblia, sentarme con ellos y hablarles del Señor siempre que podía. Antes de hacerme cristiano, mi comportamiento era muy pobre. Cuando menos, yo solía jugar juegos de azar y me encantaba ir al teatro. Era fácil para mis amigos hacer que yo me involucrara en esta clase de actividades. 

Pero después de haber creído en el Señor, solía sacar mi Biblia cada vez que me sentaba con mis amigos. Después que me hice conocido por hacer esto, mis amigos comenzaron a rehuirme. De hecho, esto me hizo mucho bien, porque ellos dejaron de incluirme en sus actividades. De no haberme comportado así, me habría desviado sin poder evitarlo. Es preferible para nosotros ser rechazados por nuestros amigos, que ser influenciados por ellos. Es mejor mantener una amistad moderada con ellos, pero no debemos buscar ser sus amigos íntimos. 

Sean corteses y amables. No pierdan amigos, pero no busquen hacer vuestras relaciones con ellos más profundas de lo necesario. Nosotros pertenecemos al Señor y siempre debemos traerles el Señor a ellos.

Si usted sirve al Señor fielmente y les presenta el Señor a sus amigos, tarde o temprano ellos se volverán al Señor o lo abandonarán por completo. Estas son las dos únicas posibilidades. Difícilmente habrá una tercera opción. Es una de dos: o sus amigos lo seguirán y tomarán el mismo camino que usted, o no volverán a molestarlo. Esto será de gran ventaja para el nuevo creyente, pues le ahorrará muchos problemas. Si una persona está unida por el mismo yugo a un incrédulo, será arrastrada y alejada por él debido a que ella ha desobedecido al Señor a fin de mantener una amistad íntima con el mundo. 
2. Cinco preguntas con respecto a no estar unidos en yugo desigual
En primer lugar: ―¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?. Usted ha creído en el Señor y ha conocido la justicia. Ahora, usted debe tomar medidas con respecto a las injusticias que usted cometió en el pasado. Usted tiene que indemnizar a los demás por cualquier deuda que les haya ocasionado. Pero los incrédulos, incluso aquellos que tienen los principios morales más altos, no saben lo qué significa la justicia. La justicia no tiene compañerismo alguno con la injusticia. Una es diametralmente opuesta a la otra. A nosotros no nos está permitido aprovecharnos de los otros, incluso en los asuntos más insignificantes. 

Quizás a otros les gusta aprovecharse de los demás. Es probable que en el pasado usted haya creído que esto era muestra de inteligencia, pero ahora se da cuenta que esto es cometer injusticia. ¿Cómo podría haber compañerismo alguno entre la justicia y la injusticia? Ahora, sus perspectivas son fundamentalmente diferentes. Por tanto, no puede haber compañerismo entre la justicia y la injusticia.

En segundo lugar: ―¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?. Ustedes han sido iluminados y ahora ven. La otra persona está en la oscuridad y no puede ver. Un hijo de Dios que haya conseguido cierto progreso en su jornada espiritual y que tenga cierta profundidad en las cosas del Señor, le será difícil incluso tener comunión con un cristiano carnal que vive en la oscuridad.
 

¿Cuánto más difícil le será tener comunión con alguien que está totalmente en tinieblas y no puede ver nada? Usted, al menos, ha sido iluminado por Dios. Aquí hay una
contradicción fundamental: la luz no tiene comunión con las tinieblas. Los incrédulos pueden hacer muchas cosas. Sus filosofías, sus principios éticos y su perspectiva de la vida difieren de las de los creyentes. Los creyentes están en la luz, mientras que los incrédulos están en tinieblas. 

¿Cómo podrían tener comunión y compañerismo los unos con los otros? Ellos son fundamentalmente diferentes en naturaleza.

En tercer lugar: ―¿Y qué concordia Cristo con Belial?
. Belial se refiere a Satanás y las cosas despreciables. Ciertamente Satanás es despreciable. Nosotros pertenecemos al Señor, mientras que los incrédulos pertenecen a Belial. Nosotros somos personas honorables (1 P. 2:9), mientras que ellos son ordinarios. Nosotros fuimos comprados con un precio muy alto; fuimos comprados con la sangre del Hijo de Dios, no con cosas corruptibles como oro o plata. Poseemos la posición y dignidad propias de un creyente. Hay muchas cosas que nosotros no podemos hacer. 

Yo puedo regatear con un culi de calesa [N. del T.: un taxista oriental de la antigüedad que jalaba el carro a mano] dentro de ciertos límites razonables, pero sería incorrecto sobrepasar tal límite. 

Nosotros somos cristianos y no podemos sobrepasar ciertos límites. No podemos regatear demasiado con los demás. No debemos perder nuestra dignidad cristiana. Nosotros valemos más que aquellos pocos centavos que ahorramos cuando regateamos. No podemos descender al nivel de vendedores callejeros. Tenemos que mantener la posición y dignidad que nos corresponde por ser cristianos.

Algunas personas pertenecen a Belial. A ellas les es permitido hacer muchas cosas. Probablemente para tales personas sea correcto aprovecharse de los demás procurando beneficios personales, pero nosotros no podemos hacer lo mismo. Nosotros tenemos la posición y el honor que son propios de un cristiano. ¿Cómo podría haber armonía entre estas dos clases de personas? Mientras uno se esfuerza por ir en una dirección, el otro se esfuerza por ir en la dirección opuesta. Estas dos clases de personas no pueden ser unidas en yugo desigual; uncirlas bajo el mismo yugo no dará resultado. El yugo ciertamente acabará por romperse.

Por favor recuerden que hay muchas personas que no son personas honorables. Lejos de serlo son, de hecho, personas innobles. Los cristianos, sin embargo, son personas nobles. Estas dos clases de personas difieren completamente entre sí; no pueden unirse bajo un mismo yugo. Después que uno se ha hecho cristiano, no podrá desarrollar vínculos profundos de amistad con un incrédulo, pues uno ya es incompatible con tal clase de persona.

En cuarto lugar: ―¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
. Esta es una reiteración de la pregunta anterior. Se trata de otra comparación. Usted tiene fe,
mientras que la otra persona no tiene fe. Usted conoce a Dios por medio de la fe, pero la otra persona no cree en Dios y no le conoce. Usted encuentra fe en su vida, pero la otra persona no. 

Usted confía en Dios, mientras que la otra persona no. Usted depende de Dios, mientras que la otra persona depende de ella misma. Usted afirma que todo está en las manos de Dios, pero la otra persona afirma tener todo bajo su control. Ambas personas son fundamentalmente distintas. Con frecuencia, incluso no podemos comunicarnos con cristianos nominales; no podemos tener comunión con tales personas, pues ellas afirman ser cristianas, pero carecen de fe.

 Esto representa un verdadero problema. Ambas personas no solamente difieren en cuanto a su comportamiento, sino que una de ellas tiene fe y la otra no. Difieren en cuanto a su conducta debido a que su medida de fe es diferente. Ante tal clase de diferencia, es difícil tener alguna comunicación entre estas personas. Un creyente no tiene nada que ver con un incrédulo. Un creyente espontáneamente confía en Dios con respecto a muchas cosas; para él esto es tan natural como respirar. Pero esto resulta difícil para un incrédulo. El incrédulo aducirá que el creyente es supersticioso, anticuado o tonto. Es imposible para nosotros tener amigos entre los incrédulos. Ellos nos arrastrarán cuesta abajo y lo harán con mucha fuerza.

En quinto lugar: ―¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?. ¿Qué es el templo de Dios? ¿Qué es un ídolo? Me parece que esto hace referencia a la santificación de nuestro cuerpo. En seguida, se nos dice que somos el templo del Dios viviente. Según 1 Corintios, el cuerpo del creyente es el templo de Dios. Un grupo de gente era idólatra, mientras que el otro grupo afirmaba: ―Nuestros cuerpos son el templo de Dios. No podemos contaminar el templo de Dios. Lo que hagamos con respecto a nuestros amigos directamente afectará a nuestro cuerpo. 

Beber, fumar y otras actividades de este tipo afectan nuestros cuerpos y atañen directamente a nuestros cuerpos. Pero nuestros cuerpos son el templo de Dios. No se debe destruir ni contaminar el templo de Dios. Tenemos que resguardar nuestros cuerpos tal como resguardamos el templo de Dios. El Dios viviente mora en nosotros y no debemos destruir este templo. Nosotros somos el templo de Dios, mientras que los incrédulos son un templo para ídolos. Ellos están vinculados a los ídolos, ya sean visibles o invisibles. A ellos no les importa la santidad del cuerpo, pero a nosotros sí. ¿Ven cuál es la diferencia? ¿Cómo podrían estas dos clases de personas estar unidas bajo un mismo yugo?

 Jamás podremos ser amigos de los incrédulos. Si nos hacemos amigos de ellos, solamente podemos esperar un resultado: ser arrastrados cuesta abajo junto con ellos. Jamás debiéramos creer que por ser fuertes y estables es correcto que nosotros tengamos algunos amigos incrédulos. Permítanme decirles que nosotros hemos sido cristianos por muchos años, pero todavía tenemos temor de cultivar amistades entre los incrédulos. Toda relación con ellos siempre nos va a ocasionar pérdida. 

Nosotros debemos relacionarnos con los incrédulos a fin de poder invitarlos a nuestras reuniones o darles testimonio. Aparte de esto, cualquier otra clase de relación es peligrosa, pues una vez que estamos en medio de ellos, somos obligados a renunciar a nuestro estándar. Si estamos entre ellos, nos será muy difícil mantener nuestros principios y normas cristianos.

C. Las malas compañías corrompen las buenas costumbres
En 1 Corintios 15:33 dice: ―No os engañéis; las malas compañías corrompen las buenas costumbres. Tener malas compañías significa tener amigos que no son muy apropiados. De hecho, sería mejor si tradujéramos ―malas compañías como ―comunión impropia o ―vínculo inapropiado. El resultado de tales malas compañías es la corrupción de las costumbres morales.  
 Corrupción significa ―putrefacción, tal como la descomposición que sufre la madera al ser carcomida por los gusanos. Las malas compañías hacen que se pudran las buenas costumbres.
La expresión buenas costumbres en su acepción más moderada podría traducirse como ―los buenos modales. También podría usarse una expresión más fuerte y decir, por ejemplo, que ―las malas compañías corrompen la moral. En realidad, el significado original del término que se usó, se ubica entre estos dos extremos. Mientras que la expresión la moral podría resultar demasiado fuerte, la expresión buenos modales podría considerarse demasiado débil. 

Probablemente, este pasaje hace referencia a una clase de comportamiento que se ubica entre estos dos extremos. Me parece que sería mejor traducir esta expresión como: ―apariencia. Esto es más moderado que decir ―la moral, pero más fuerte que decir ―los buenos modales

Podemos afirmar que todo vínculo inapropiado corrompe nuestra apariencia. Usted puede ser una persona muy piadosa ante Dios, pero después que comienza a relacionarse con un incrédulo a quien le gusta hacer bromas, usted comenzará a reírse. Hay algunos chistes ante los cuales no nos debiéramos reír, pero muchas veces sentimos que no debemos parecer tan reprimidos cuando estamos entre los incrédulos y creemos que si nos relajáramos un poco, ellos nos recibirían mejor. Pero este es un vínculo inapropiado y corrompe nuestra buena apariencia.

La buena apariencia es lo opuesto a la comunicación inapropiada. Aquello es bueno, mientras que esto otro es malo. Lo malo corromperá lo bueno. Tenemos que evitar tal corrupción. Puesto que la vida del Señor está en nosotros, debemos dedicar cierto tiempo a cultivar los buenos hábitos y aprender a ser restringidos por el Señor. Tenemos que aprender, día a día, a ser personas piadosas, cuidadosas, disciplinadas y que saben restringirse.

Por favor, recuerden que un solo contacto con incrédulos, así como cualquier comunicación inapropiada con ellos, hará que desperdiciemos mucho tiempo. Esto constituye una gran pérdida. Cada vez que usted se comunique con incrédulos, es probable que necesite tres o cuatro días para recuperar la postura debida, puesto que los incrédulos son capaces de afectar su apariencia, sus hábitos y su conducta moral delante de los hombres. Ciertamente, esto no es provechoso.

D. No debemos andar con los incrédulos ni estar en sus caminos ni sentarnos con ellos
Salmos 1:1-2 dice: ―Bienaventurado el varón / Que no anda / En consejo de malos, / Ni se detiene en camino de pecadores, / Ni se sienta en compañía escarnecedores; / Sino que en la ley de Jehová está su delicia, / Y en Su ley medita de día y de noche.

A los incrédulos les encanta dar consejos. No hay nada más lamentable que ver a los hijos de Dios pidiendo consejo a los incrédulos cuando tienen problemas. Pero son muchos los hijos de Dios que piden consejo a los incrédulos de cómo hacer frente a ciertos problemas. Aun si ellos le ofrecieran algún consejo, ustedes no deben hacer lo que les aconsejan. Yo tengo muchos amigos incrédulos que me ofrecen sus consejos aun cuando no se los pido. Si usted les presta atención, se dará cuenta— que todos los pensamientos de ellos giran en torno a cómo beneficiarse a sí mismos. A ellos no les importa si algo es correcto o equivocado, ni tampoco si es la voluntad de Dios o no. Ellos tienen un solo motivo: su provecho personal. 

¿Podríamos nosotros hacer algo que es puramente para nuestro beneficio personal? En algunos casos, tales consejos no solamente procuran el beneficio de uno mismo, sino que incluso causan pérdidas a los demás. Hay ciertos beneficios que se logran sin perjudicar a otros y hay beneficios que se logran a costa de otros. ¿Cómo podría un creyente andar según el consejo de un incrédulo?

Si usted se hace amigo íntimo de un incrédulo, le será difícil no hacer caso a sus consejos. Como resultado, usted se desviará. Si usted le pide consejo a un grupo de cinco amigos, le será muy difícil rechazar sus sugerencias y oponerles resistencia, debido a que ellos son sus amigos. Ellos le presentarán una propuesta unánime, a una voz, y que le traerá beneficios a usted. Si conversa con ellos, esto querrá decir que usted busca que ellos le aconsejen. Pero el consejo de ellos sólo proviene de sus mentes. Usted no debe seguir tal consejo.

Más aún, hay muchos lugares a los que ustedes no deben ir. Los pecadores tienen sus propios caminos y sus propios lugares. Ellos no vienen a las reuniones de la iglesia cuando quieren jugar juegos de azar. Ellos tienen sus lugares y sus caminos. Hoy en día, si usted se comunica con incrédulos, ustedestará optando por sus caminos aun cuando usted diga que no es uno de ellos. Esto es muy difícil de evitar. 

Quizás un incrédulo quiera ir a un lugar al que usted no debiera ir. Aun si usted dice que no entrará allí, ya se encuentra en el mismo camino. Aun cuando usted se despida y se separe de ellos al llegar a la puerta, usted ya anduvo por la misma senda. ―Bienaventurado el varón / Que no anda en consejo de malos, / Ni se detiene en camino de pecadores

Dios no quiere que vayamos a los lugares que ellos van, ni siquiera quiere que estemos parados en sus caminos. Dios quiere que nos separemos completamente de ellos. No podemos hacer amistad con ellos. Una vez que nos amistamos, estaremos en sus caminos o, por lo menos, tendremos contacto con los lugares a los que ellos van.

―Ni se sienta en compañía de escarnecedores. Casi todos los incrédulos son escarnecedores. Rara vez encontré un hermano cuyos amigos no se hayan burlado de él o que no hayan ridiculizado el nombre del Señor. Durante los primeros años de mi vida cristiana, conocí a muchos incrédulos que se burlaban del nombre del Señor en cuanto me veían. Ellos blasfemaban el nombre del Señor. Si usted se sienta con incrédulos, ellos tratarán de ridiculizarlo y blasfemarán el nombre del Señor. 

Quizás antes de que usted se integrase al grupo de ellos, ellos no habrán mencionado el nombre del Señor; quizás ellos no hayan tenido la intención de blasfemar en contra del nombre del Señor, pero la presencia suya les dará ocasión para hablar acerca de Jesús y del cristianismo, y proseguirán entonces a hacer bromas. Si usted no quiere sentarse en compañía de escarnecedores o escuchar sus burlas, entonces no debe comunicarse ni tener comunión con ellos o hacerse amigo de ellos.

IV. DEBEMOS REEMPLAZAR NUESTROS AMIGOS CON LOS HERMANOS DE LA IGLESIA
Uno tiene que decidir este asunto de la amistad durante las primeras semanas de su vida cristiana. Uno tiene que cambiar todos sus amigos. Debemos contarles a todos nuestros amigos lo que nos ha sucedido. Usted todavía puede mantener cierta amistad con ellos, pero esta amistad ya no puede ser íntima. Usted tiene que cambiar todos sus amigos; tiene que aprender a ser un hermano en la iglesia y reemplazar a sus antiguas amistades con los hermanos de la iglesia.

No queremos ir a extremos. No aborrecemos a nuestros antiguos amigos y no pretendemos ignorarlos por completo, sino que ahora tenemos que relacionarnos con ellos en otro nivel.
 

Aprendan a testificarles y a traerles el Señor a ellos. Nosotros debemos pasar con ellos solamente unos cinco minutos, quince minutos, media hora o una hora. No siga sentándose entre ellos y no converse con ellos de asuntos mundanos. Aprenda a asumir la posición que le
corresponde y esfuércese por traer sus amigos al Señor y a la iglesia. Testifíqueles y predíqueles el evangelio. Esfuércese por hacer que ellos se conviertan en hermanos y hermanas de la iglesia. No busque amistades ni tenga amistades fuera del círculo de hermanos.
 
Les puedo asegurar que un creyente que tiene demasiados amigos incrédulos, ciertamente será un cristiano derrotado. Aun si no llega a caer en pecado, se convertirá en una persona mundana. Si una persona ama al Señor, le sirve y es fiel a Él, y además se mantiene ejercitada en sí misma, es imposible que tenga muchos amigos mundanos. Si una persona tiene muchas amistades frívolas, esto demuestra que ella misma está enferma.

No debiéramos ser personas de labios inmundos, ni tampoco debiéramos morar entre personas de labios inmundos. A los ojos de Dios, es algo malo tener labios inmundos. De la misma manera es igualmente malo, y requiere confesión el morar con gente de labios inmundos. Así como está mal que pequemos, también está mal que moremos entre pecadores. Es necesario que nosotros mismos pidamos la gracia de Dios para nosotros a fin de que no pequemos. 

Necesitamos Su gracia a fin de no cultivar amistades íntimas con los pecadores. Usted se molestaría con una persona que lo llamara ladrón, y no se sentiría halagado si alguien dijera que usted se acompaña de ladrones o que usted es amigo de ladrones.

La primera pregunta que uno debe hacerle al Señor debe ser acerca de uno mismo. Y la segunda pregunta que uno debe plantear delante del Señor debe ser acerca de sus amigos. Además de su propia persona, uno es representado por sus conocidos. Si uno desea permanecer firme, no puede actuar despreocupadamente en lo que respecta a sus conocidos y amigos. En cuanto uno actúe con ligereza en esto, será derrotado. Jamás sean descuidados en este asunto. 

Ustedes tienen que dejar atrás todas sus antiguas amistades. Aprendan a hacer amistad con aquellos que participan de la comunión de la iglesia, pero los vínculos que desarrollen con ellos deben ser relaciones en el Señor. Deben reemplazar todas sus antiguas relaciones con relaciones en el Señor.
V. EL SIGNIFICADO DE LA AMISTAD EN LA IGLESIA
A. La amistad es algo que va más allá de una relación normal
Ya habrán comprendido que la amistad es algo muy especial. Se trata de una relación que supera las diferencias sociales. Es una relación libre de todo formalismo. Si una comunicación va más allá de las diferencias sociales y de todo formalismo, eso es amistad. Alguna vez dije que algunos padres son amigos de sus hijos, mientras que otros permanecen como sus padres por el resto de sus
días. Yo sé que algunas madres nunca fueron amigas para sus hijas; las madres son estrictamente madres y las hijas son estrictamente hijas; ellas nunca han sido amigas entre sí. Hay muchas personas que jamás llegan a convertirse en amigos para el resto de los miembros de su familia; el esposo sigue siendo estrictamente un esposo, y la esposa sigue siendo estrictamente una esposa. En muchas oficinas, los supervisores adoptan una postura de gran superioridad, mientras que sus subordinados permanecen en una posición inferior. Entre ellos, únicamente existe la relación que corresponde a un empleador y sus empleados; jamás ha habido amistad alguna entre ellos. Si bien algunos llegan a hacerse amigos, estas son raras excepciones. Ser amigo de alguien significa ir más allá de una relación normal. Esto quiere decir mantener una relación que va más allá de lo que normalmente se espera.
Abraham era amigo de Dios. Si ellos se hubiesen comportado estrictamente como hombre y Dios respectivamente, ellos no se hubieran hecho amigos. Abraham se olvidó de su status y Dios también. Por ello Abraham pudo hacerse amigo de Dios.
El Señor Jesús se hizo amigo de pecadores. El Señor Jesús no hubiese podido ser amigo de los pecadores si hubiese permanecido en la posición que le correspondía. Se hizo amigo de pecadores porque dejó tal posición; si Él no hubiese descendido de Su posición, Él solo habría podido ser el Salvador de los hombres, pero no su amigo. Espero que ustedes puedan comprender lo que es un amigo. Como pecadores, nosotros jamás podríamos unirnos con el Señor. Él es el Juez y nosotros los que hemos de ser juzgados. Él es el Salvador y nosotros los que somos salvos. Pero el Señor lo abandonó todo a fin de convertirse en amigo de los pecadores. Por ello fue llamado: ―Amigo de pecadores. Es así como Él guía a las personas a recibirlo como su Salvador.
Estoy persuadido que una persona que ha estado con el Señor por mucho tiempo, ha desarrollado una profunda relación con Él y encontrará algunos hermanos en la iglesia que puedan ser sus amigos. Tal persona podrá ir más allá de lo que se espera normalmente en una relación. La tercera epístola de Juan es bastante clara al respecto. En esta epístola, Juan ya no parece ser un apóstol; en lugar de ello ha llegado a ser un anciano.
Quisiera llamar vuestra atención al hecho de que la tercera epístola de Juan fue escrita cuando Juan ya era muy anciano. Esta epístola fue escrita unos treinta años después que Pablo murió como mártir. Para entonces, también Pedro había fallecido y de los doce apóstoles, Juan era el único que quedaba. Al escribir esta epístola, él lo hizo como ―el anciano a Gayo (v. 1). Ciertamente él ya era un anciano. A mí me gusta mucho su tercera epístola, la cual difiere de las otras epístolas. En su primera epístola, Juan habla de los ―padres, los ―jóvenes
y los ―niños. Tal parece que cuando la escribió, Juan todavía estaba consciente de estas distinciones claras allí. Pero el último versículo de su tercera epístola nos muestra que Juan había llegado a un lugar diferente, que se encontraba en una posición muy especial. Para entonces, él ya era un anciano y podía tratar a una persona de setenta años como a su hijito. Juan estaba muy entrado en años; probablemente tenía noventa años. Si bien Juan tenía muchos años de vida, poseía gran conocimiento y había llegado tan lejos en su travesía espiritual que al dirigirse a sus hermanos y hermanas, no se dirigía a ellos meramente como hermanos y hermanas. No se valía de términos como: niños, jóvenes o padres. Él sencillamente les dijo: ―Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos. ¿No perciben un sabor muy especial en estas palabras? Al leer la Palabra de Dios, tenemos que percibir su sabor, así como su espíritu, antes de poder comprender el significado subyacente en la Palabra. Si no percibimos el sabor ni el espíritu de sus palabras, nuestra lectura será infructuosa. He aquí un hombre que tenía tantos años de vida que, prácticamente, había perdido a todos sus amigos. Pedro había muerto, al igual que Pablo, pero Juan todavía podía decir: ―Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos. He aquí un hombre que poseía muchas riquezas en él. Podemos decir que Juan había alcanzado la cumbre de sus riquezas. Él había seguido al Señor por muchos años y había tocado muchas cosas. Ahora, era tan viejo que podía palmear la cabeza de un hombre de sesenta o setenta años y llamarlo: ―hijo mío, pero él no habló así. En lugar de ello, él dijo: ―mis amigos. No sé si ustedes comprenden lo que estoy tratando de decirles. Esto no tiene nada que ver con la posición que uno ocupa; Juan no estaba hablando en su capacidad acostumbrada. Esta clase de hablar eleva a una persona. Tal como el Señor era amigo de pecadores y así como Dios se hizo amigo de Abraham, Juan también trató a todos los hijos de Dios, jóvenes y viejos, como sus amigos. Esto difiere completamente de lo dicho al comienzo de este capítulo.
B. En la iglesia enfatizamos la relación de hermanos
Algún día, algunos de los más jóvenes entre nosotros arribarán a esta etapa, pero en la actualidad, ellos tienen que comportarse como hermanos en la iglesia. En la iglesia, la amistad ocupa una posición muy elevada. Algún día, cuando alcancemos un plano tan elevado, quizás lleguemos a ser como amigos aun para los niños más pequeños entre nosotros. Si bien es posible que nos encontremos muy por encima de ellos, todavía podemos honrarlos al llamarlos: amigos. Antes que llegue ese día, la iglesia tiene que enfatizar el vínculo fraternal, no la relación de amigos.
Es interesante percatarse que en la iglesia se enfatiza muchas cosas, menos la amistad. Esto se debe a que la amistad es algo que va más allá de las relaciones
normales. Es algo que va más allá de lo común y que se encuentra en una esfera superior. La amistad surge cuando un gran hombre honra a otro al ser su amigo. Semejante persona posee tal grandeza que puede llamar a otro, su amigo. Esto no es algo que cualquier hermano o hermana está en posición de realizar. Aquellos que todavía son jóvenes en el Señor, deben aprender a relacionarse con los otros creyentes como hermanos y hermanas en el Señor. Así pues, espero que ustedes se separaren de sus antiguas amistades y en su lugar tengan comunicación y comunión con los hermanos y hermanas de la iglesia. Si ponen esto en práctica, se ahorrarán muchos problemas en su travesía espiritual.

Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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