Tienes problemas, entonces oras. Estás agotado, entonces clamas a Dios para que te alivie. Pero la respuesta que recibes es silencio – un silencio tan ensordecedor que ahoga todos tus pensamientos menos este: Dios no está escuchando.
¿Es ése tu testimonio? Si es así, quisiéramos ayudarte a conseguir una perspectiva bíblica proveyendo algunos principios en los que puedas reflexionar. Confiamos que estos pensamientos te traerán consuelo y esperanza.
Tu experiencia es común
¿Te sientes abandonado? Otros creyentes se han sentido igual. Lee los escritos de Oswald Chambers, Charles Spurgeon, y D. Martyn Lloyd-Jones, y descubrirás que ellos también conocían bien la agonía que tu experimentas.
Después de que C.S. Lewis perdió a su esposa al cáncer, él clamo a Dios para recibir consuelo pero no sintió alguna respuesta. Confundido, pregunto, “¿Qué puede decir esto? ¿Por qué es un presente comandante en nuestros tiempos de prosperidad y una ayuda muy ausente en nuestros tiempos de dificultad?”
Pero no necesitas una gran biblioteca para saber que tu experiencia es común. Solo busca en las páginas de tu Biblia, especialmente en los salmos, y leerás varios gritos de angustia para que Dios actúe:
• Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo? (Salmo 6:2-3)
• ¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades (Salmo 77:7-9)?
• Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto (Salmo 83:1).
Salmo 22:1 contiene tal vez el ejemplo más conocido, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?” Jesús repitió ese salmo en la cruz: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).
Un pasaje clave en 1 Pedro te ayudará a apreciar que los tiempos de angustia son comunes y son para los hijos de Dios. Entre los ricos detalles de la gloriosa gracia de Dios, reside una afirmación que aquellos que regocijan en su salvación también experimentarán angustia dado a diferentes pruebas. Toma mucha atención al segundo párrafo:
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (1 Pedro 1:3-7).
Toma consuelo sabiendo que tiempos difíciles – aún tiempos cuando sientes que Dios ha alejado Su presencia – son una parte esencial para tu experiencia espiritual. Dios no te ha abandonado, aunque sientes que sí. Otros creyentes han viajado ese camino oscuro en el cual estás con éxito y han completado su viaje.
Pedro reconoce que las pruebas producen dolor en los creyentes – y el dolor es una experiencia común. Él también habla sobre otros dos principios que te ayudarán a entender y pacientemente aguantar tu prueba:
Tu experiencia es temporánea
Sentirte agobiado por tus pruebas – como el sentir la ausencia de la presencia de Dios – abatirá a un creyente inmaduro si no tuviere un final. Entonces Pedro agrega que esta agonía es solamente por “un poco de tiempo”. Tu aflicción es temporánea. Dios no te dejará en tu agonía por siempre. Terminará – probablemente no tan pronto como quisieras – pero sí vendrá su fin. Una vez que la prueba ha servido su propósito, beneficiarás de los resultados y renovarás el gozo del abrazo de tu Padre celestial.
Tu experiencia tiene un propósito
Pedro anticipa la próxima pregunta, “¿Por qué un creyente tiene que pasar por pruebas que traen tanto dolor?” Él responde, “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (v. 7).
Como un hijo de Dios, tienes la promesa de Su presencia, aunque por ahorita te sientes solo y sin ayuda. Descansa en el conocimiento que Dios tu Padre tiene buenas razones por la cual estás en esta prueba. Él está comprometido a hacerte santo, aún si tiene que parar tu alegría por un corto tiempo.
Derivarás mucho beneficio de esta prueba, no ignorándolo ni desmayando bajo el cargo, pero entendiendo su propósito. Cuando reconoces que Dios está usando la prueba para hacerte consciente de Su gracia en tu vida y prepararte para gloria, alabanza y honor eternal, estarás equipado para aguantarlo aunque te agobie el alma.
Sufrir en silencio, también:
1. Te hará más obediente (Salmo 119:67).
2. Te ayudará a entender más la palabra de Dios (Salmo 119:71).
3. Aumentará tu compasión y eficacia en el ministerio (2 Corintios 1:3-4).
4. Te ayudara a apreciar a Dios aún más cuando te restaure (Job 42:7:17).
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