Tomar decisiones puede ser una tarea intimidante para cualquier persona, pero los cristianos tienen la ventaja única que son informadas por la Palabra de Dios. Para hacerlo, hay por lo menos tres factores para considerar.
Primero, debes obedecer la voluntad moral de Dios que es revelada en las Escritura. Si la Escritura prohíbe la acción en cuestión, tu decisión es fácil: no lo hagas.
Asimismo, si alguna de las opciones en tu decisión te causa a descuidar algo que Dios específicamente te manda que hagas, estas requerido a hacer la decisión que te ayudará a cumplir tu obligación bíblica. Por ejemplo, si Dios requiere que tengamos una parte activa en nuestra iglesia local – Hebreos 10:25 indica que sí lo requiere – cualquier decisión que te prohíbe de hacer eso está en contra de la revelada voluntad de Dios. Para poder detener la voluntad moral de Dios cuando hagas decisiones, pregúntate, “¿Qué es lo que la Palabra de Dios dice acerca de esto?” Si dice algo, obedécelo (1 Juan 5:3). Si no dice nada, tienes libertad y no tienes que temer que estas en contra de la voluntad de Dios o en pecado contra Él (Romanos 14:2-6, 22).
Segundo, tomar buenas decisiones requiere que ejercites sabiduría bíblica. Esta sabiduría viene por medio de estudiar la Palabra de Dios diligentemente, con la generosa provisión de Dios. Santiago anima a aquellos faltos de sabiduría, “pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Para poder tomar decisiones sabias, necesitas conseguir la información necesaria, cuidadosamente considerar todas las opciones, buscar consejo bíblico, y después escoger la opción que es más sensible (Proverbios 2:1-11).
Finalmente, necesitas considerar tu propio deseo. Si la Biblia se queda en silencio referente a tu decisión, y si una de tus decisiones no es claramente más sabia que la otra, entonces haz lo que quieras. Tienes la libertad para hacerlo, y Dios obra Su plan soberanamente por medio de tus deseos (Salmo 37:4; Filipenses 2:13).
El proceso de arriba presupone que tú estás sometido a Cristo y lleno de Su espíritu. De lo contrario no podrás hacer decisiones bíblicas, porque el pecado ciega tu habilidad de poder entender y aplicar la Palabra de Dios en tu vida. Sin embargo, si tienes una relación vital con el Señor Jesucristo y estás caminando en el Espíritu – en vez de tu carne – eres libre de tomar tus decisiones siempre y cuando no violen la voluntad moral de Dios revelada.
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