Predicando el Evangelio eterno. Ap. 14: 6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
domingo, 29 de agosto de 2010
La Parabola del Sembrador: El terreno junto al camino
Aquello a lo cual se refiere principalmente la parábola del sembrador es el efecto producido en el crecimiento de la semilla por el suelo en el cual se echa. Mediante esta parábola Cristo decía prácticamente a sus oyentes: No es seguro para vosotros detenemos y criticar mis obras o albergar desengaño, porque ellas no satisfacen vuestras ideas. El asunto de mayor importancia para vosotros es: ¿cómo trataréis mi mensaje? Dé vuestra aceptación o rechazamiento de él, depende vuestro destino eterno.
Explicando lo referente a la semilla que cayó a la vera del camino, dijo: "Oyendo cualquiera la palabra del reino, y no entendiéndola, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino".
La semilla sembrada a la vera del camino representa la palabra de Dios cuando cae en el corazón de un oyente desatento. Semejante al camino muy trillado, pisoteado por los pies de los hombres y las bestias, es el corazón que llega a transformarse en un camino para el tránsito del mundo, sus placeres y pecados. Absorta en propósitos egoístas y pecaminosas complacencias, el alma está endurecida "con engaño de pecado".*
Las facultades espirituales se paralizan. Los hombres oyen la palabra, pero no la entienden. No disciernen que se aplica a ellos mismos. No se dan cuenta de sus necesidades y peligros. No perciben el amor de Cristo, y pasan por alto el mensaje de su gracia como si fuera algo que no les concerniese.
Como los pájaros están listos para sacar la semilla de junto al camino, Satanás está listo para quitar del alma las semillas de verdad divina. El teme que la Palabra de Dios despierte al descuidado y produzca efecto en el corazón endurecido.
Satanás y sus ángeles se encuentran en las reuniones donde se predica el Evangelio. Mientras los ángeles del cielo tratan de impresionar los corazones con la Palabra de Dios, el enemigo está alerta para hacer que no surta efecto.
Con un fervor solamente igualable a su malicia, trata de desbaratar la obra del Espíritu de Dios. Mientras Cristo está atrayendo al alma por su amor, Satanás trata de desviar la atención del que es inducido a buscar al Salvador. Ocupa la mente con planes mundanos. Excita la crítica, o insinúa la duda y la incredulidad. La forma en que el orador escoge su lenguaje o sus maneras pueden no agradar a los oyentes, y se espacian en estos defectos. Así la verdad que ellos necesitan y que Dios les ha enviado misericordiosamente, no produce ninguna impresión duradera.
Satanás tiene muchos ayudantes. Muchos que profesan ser cristianos están ayudando al tentador a arrebatar las semillas de verdad del corazón de los demás. Muchos que escuchan la predicación de la Palabra de Dios hacen de ella el objeto de sus críticas en el hogar. Se sientan para juzgar el sermón como juzgarían las palabras de un conferenciante mundano o un orador político.
Se espacian en comentarios triviales o sarcásticos sobre el mensaje que debe ser considerado como la palabra del Señor dirigida a ellos. Se discuten libremente el carácter, los motivos y las acciones del pastor, así como la conducta de los demás miembros de la iglesia.
Se pronuncian juicios severos, se repiten chismes y calumnias, y esto a oídos de los inconversos. A menudo los padres conversan de estas cosas a oídos de sus propios hijos. Así se destruye el respeto por los mensajeros de Dios y la reverencia debida a su mensaje. Y muchos son inducidos a considerar livianamente la misma Palabra de Dios.
Así, en los hogares de los profesos cristianos se inculca a muchos jóvenes la incredulidad. Y los padres se preguntan por qué sus hijos tienen tan poco interés en el Evangelio, y se hallan tan listos para dudar de las verdades bíblicas. Se admiran de que sea tan difícil alcanzarlos con las influencias morales y religiosas. No ven que su propio ejemplo ha endurecido el corazón de sus hijos. La buena semilla no encuentra lugar para arraigarse, y Satanás la arrebata.
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