Dios ha dado en su Palabra pruebas suficientes del divino origen de ella. Las grandes verdades que se relacionan con nuestra redención están presentadas en ella con claridad. Con la ayuda del Espíritu Santo que se promete a todos los que lo pidan con sinceridad, cada cual puede comprender estas verdades por sí mismo. Dios ha dado a los hombres un fundamento firme en que cimentar su fe.
Con todo, la inteligencia limitada de los hombres resulta inadecuada para comprender los planes del Dios infinito. Nuestras investigaciones no nos harán descubrir jamás las profundidades de Dios.
No debemos intentar con mano presuntuosa levantar el velo que encubre su majestad. El apóstol exclama: "¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Romanos 11: 33.) No obstante podemos comprender lo bastante su modo de tratar con nosotros y los motivos que le hacen obrar como obra, para reconocer un amor y una misericordia infinitos unidos a un poder sin límites.
Nuestro Padre celestial dirige todas las cosas con sabiduría y justicia, y no debemos vivir descontentos ni desconfiados, sino inclinarnos en reverente sumisión. El nos revelará sus designios en la medida en que su conocimiento sea para nuestro bien, y en cuanto a lo demás debemos confiar en Aquel cuya mano es omnipotente y cuyo corazón rebosa de amor.
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad. Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que rehusan, aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda, no llegarán jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón irregenerado, que está en enemistad con él. Pero la fe es inspirada por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la fomente. Nadie puede robustecer su fe sin un esfuerzo determinado. La incredulidad también se robustece a medida que se la estimula; y si los hombres, en lugar de meditar en las evidencias que Dios les ha dado para sostener su fe, se permiten ponerlo todo en tela de juicio y entregarse a cavilaciones, verán confirmarse más y más sus dudas.
Pero los que dudan de las promesas de Dios y desconfían de las seguridades de su gracia, le deshonran; y su influencia, en lugar de atraer a otros hacia Cristo, tiende a apartarlos de él; son como los árboles estériles que extienden a lo lejos sus tupidas ramas, las cuales privan de la luz del sol a otras plantas y hacen que éstas languidezcan y mueran bajo la fría sombra. La carrera de esas personas resultara como un acto continuo de acusación contra ellas. Las semillas de duda y escepticismo que están propagando producirán infaliblemente su cosecha.
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No hay más que una línea de conducta que puedan seguir los que desean sinceramente librarse de las dudas. En lugar de ponerlo todo en tela de juicio y de entregarse a cavilaciones acerca de cosas que no entienden, presten atención a la luz que ya está brillando en ellos y recibirán aún más luz. Cumplan todo deber que su inteligencia ha entendido y así se pondrán en condición de comprender y realizar también los deberes respecto a los cuales les quedan dudas.
Satanás puede presentar una impostura tan parecida a la verdad, que engañe a todos los que están dispuestos, a ser engañados y que retroceden ante la abnegación y los sacrificios reclamados por la verdad; pero no puede de ningún modo retener en su poder una sola alma que desee sinceramente y a todo trance conocer la verdad. Cristo es la verdad y "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo." (S. Juan 1: 9.) El espíritu de verdad ha sido enviado para guiar a los hombres en toda: verdad. Y la siguiente declaración ha sido hecha bajo la autoridad del Hijo de Dios: "Buscad, y hallaréis." "El que quisiere hacer su voluntad [del Padre], conocerá de la doctrina." (S. Mateo 7: 7; 8. Juan 7: 17.)
Los discípulos de Cristo saben muy poco de las tramas que Satanás y sus huestes urden contra ellos. Pero el que está sentado, en los cielos hará servir todas esas maquinaciones para el cumplimiento de sus altos designios. Si el Señor permite que su pueblo pase por el fuego de la tentación, no es porque se goce en sus penas y aflicciones, sino porque esas pruebas son necesarias para su victoria final. El no podría, en conformidad con su propia gloria, preservarlo de la tentación; pues el objeto de la prueba es precisamente prepararlo para resistir a todas las seducciones del mal.
Ni los impíos ni los demonios pueden oponerse a la obra de Dios o privar de su presencia a su pueblo, siempre que éste quiera con corazón sumiso y contrito confesar y abandonar sus pecados y aferrarse con fe a las promesas divinas. Toda tentación, toda influencia contraria manifiesta o secreta, ya puede ser resistida victoriosamente: ¡No por esfuerzo, ni con poder, 584 sino por mi Espíritu! dice Jehová de los Ejércitos." (Zacarías 4:6, )
"Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones.... ¿Y quién es aquel que os podrá dañar, si vosotros seguís el bien?" (1 Pedro 3: 12, 13.) Cuando Balaam, tentado por la promesa de ricos regalos, recurrió a encantamientos contra Israel, y quiso por medio de sacrificios ofrecidos al Señor, invocar una maldición sobre su pueblo, el Espíritu de Dios se opuso a la maldición que el profeta apóstata trataba de pronunciar y éste se vio obligado a exclamar: "¿Cómo maldeciré a quien no ha maldecido Dios? ¿y cómo derramaré imprecaciones donde no las ha derramado Jehová?" "¡Muera yo de la muerte de los justos, y sea mi postrimería como la suya!"
Después de haber ofrecido otro sacrificio, el profeta impío dijo: "He aquí que yo he recibido comisión para bendecir; si, él ha bendecido, y no podré yo revocarlo. El no ha reparado la iniquidad en Jacob, y no ha mirado la perversidad en Israel. Jehová su Dios está con él; y en medio de él suenan vítores de rey." "Que no hay hechizo contra Jacob, ni hay adivinación contra Israel. A su tiempo será dicho de Jacob y de Israel: ¡ Mirad lo que ha hecho Dios!" No obstante se levantaron altares por tercera vez, y Balaam volvió a hacer un nuevo esfuerzo para maldecir a Israel. Pero, por los labios rebeldes del profeta, el Espíritu de Dios anunció la prosperidad de su pueblo escogido y censuró la locura y maldad de sus enemigos: "¡Sean benditos los que te bendicen, y malditos los que te maldicen!" (Números 23: 8, 10, 20, 21, 23; 24: 9, )
En aquel tiempo el pueblo de Israel era fiel a Dios; y mientras siguiera obedeciendo a su ley, ningún poder de la tierra o del infierno había de prevalecer contra él. Pero la maldición que no se le permitió a Balaam pronunciar contra el pueblo de Dios, él al fin consiguió atraerla sobre dicho pueblo arrastrándolo al pecado. Al quebrantar Israel los mandamientos de Dios, se separó de él y fue abandonado al poder del destructor.
Satanás sabe muy bien que el alma más débil pero que permanece en Jesús puede más que todas las huestes de las tinieblas, y que si se presentase abiertamente se le haría frente y se le resistirla. Por esto trata de atraer a los soldados de la cruz fuera de su baluarte, mientras que él mismo permanece con sus fuerzas en emboscada, listo para destruir a todos aquellos que se aventuren a entrar en su territorio. Sólo podemos estar seguros cuando confiamos humildemente en Dios, y obedecemos todos sus mandamientos.
Nadie que no ore puede estar seguro un solo día o una sola hora. Debemos sobre todo pedir al Señor que nos dé sabiduría para comprender su Palabra.. En ella es donde están puestos de manifiesto los artificios del tentador y las armas que se le pueden oponer con éxito. Satanás es muy, hábil para citar las Santas Escrituras e interpretar pasajes a su modo, con lo que espera hacernos tropezar. Debemos estudiar la Biblia con humildad de corazón, sin perder jamás de vista nuestra dependencia de Dios. Y mientras estemos en guardia contra los engaños de Satanás debemos orar con fe diciendo: "No nos dejes caer en tentación."
Predicando el Evangelio eterno. Ap. 14: 6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
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