Dejar una iglesia no es algo que se debe hacer a la ligera. Mucha gente abandona su iglesia por asuntos que no tienen importancia. Dejar una iglesia en donde se predica sana doctrina debido a desacuerdos por simples asuntos de preferencia, no es una buena razón para dejar dicha iglesia. A los cristianos se les manda respetar, honrar, y obedecer a aquellos a quienes Dios a puesto en posiciones de liderazgo en la iglesia (He. 13:7, 17).
Sin embargo, hay ocasiones en las que es necesario salir de una iglesia por causa de la consciencia de uno o por la obligación de obedecer a Dios y no a los hombres. Ciertas circunstancias incluyen:
Si desde el púlpito se está enseñando herejía en una verdad fundamental (Gá. 1:7-9).
Si los líderes de la iglesia toleran doctrina con errores serios, de cualquier persona a quien se le ha dado autoridad para enseñar (Ro. 16:17).
Si la iglesia es conocida por un menosprecio descarado de las Escrituras, tal como el negar la disciplina de miembros que están en pecado abierto (1 Co. 5:1-7).
Si una vida impía es tolerada en la iglesia (1 Co. 5:9-11).
Si la iglesia está muy lejos del patrón bíblico para la iglesia (2 Ts. 3:6,14).
Si la iglesia se caracteriza por la hipocresía, afirmando de labios para afuera el cristianismo bíblico pero rehusándose a reconocer su poder verdadero (2 Ti. 3:5).
Esta lista no tiene la intención de sugerir que estas son las únicas circunstancias bajo las cuales se permite a la gente dejar una iglesia. Ciertamente no tiene nada de malo cambiar la membrecía de uno solo porque otra iglesia ofrece mejor enseñanza o más oportunidades para el crecimiento y servicio. Pero aquellos que transfieren su membrecía por dichas razones, deben ser sumamente cuidadosos en no sembrar discordia o división en la iglesia que están dejando. Y estos cambios deben ser hechos rara vez. La membrecía en una iglesia es un compromiso que debe tomarse seriamente.
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