domingo, 3 de junio de 2012

SEPARADOS DEL MUNDO!!!



SEPARADOS DEL MUNDO

Escritura bíblica: Éx. 10:8-11, 21-26; 12:6-11, 37-42; 2 Co. 6:17

En la Biblia hay muchos mandamientos con respecto a nuestra separación del mundo. El Antiguo Testamento da numerosos ejemplos y enseñanzas al respecto. Por ejemplo: Egipto, Ur de los caldeos, Babilonia y Sodoma tipifican al mundo en sus diferentes aspectos. Egipto representa el gozo del mundo; Ur de los caldeos representa las religiones del mundo; la torre de Babel, la confusión del mundo; y Sodoma, los pecados del mundo. Debemos salir de Egipto y también salir de Ur de los caldeos, tal como lo hizo Abraham. Lot se fue a Sodoma, y el pueblo de Israel estuvo cautivo en Babilonia. Todos nosotros también debemos salir de esos lugares. La Biblia se vale de cuatro lugares diferentes para representar el mundo y mostrarnos cómo el pueblo de Dios sale de estos distintos aspectos del mundo.

I. LO QUE TIPIFICA EL ÉXODO DE EGIPTO

A. El resultado de la redención es salir de allí

Dios salvó a los israelitas mediante el Cordero de la pascua. Cuando el mensajero de Dios salió a dar muerte a todo primogénito de la tierra de Egipto, el ángel de la muerte pasó de largo ante las puertas untadas con la sangre. En la casa cuya puerta no hubiera sangre, moriría el primogénito. Esto no tenía nada que ver con que si la puerta era buena o mala, si el dintel y los postes eran especiales, si era una buena familia la que vivía en esa casa, o si el primogénito honraba a sus padres. Lo único que contaba era que la sangre estuviera allí. 

Perecer o no perecer no depende del nivel social de la familia ni del comportamiento de uno, sino de la sangre. El factor básico de la salvación es la sangre, lo cual no tiene nada que ver con nosotros mismos.

Puesto que somos salvos por gracia y fuimos redimidos por la sangre del Cordero, no debemos olvidar que en cuanto la sangre nos redime, debemos prepararnos y salir. Una vez que somos redimidos por la sangre, no debemos pensar en comprar casas y morar en Egipto. No, todos debemos salir esa misma noche. Antes de la medianoche, los israelitas sacrificaron el cordero y rociaron la sangre con hisopo; después comieron apresuradamente, con sus lomos ceñidos y los bordones en sus manos, porque tenían que salir inmediatamente.

El primer resultado de la redención es nuestra separación del mundo, la cual consiste en abandonar el mundo al salir de allí. Dios jamás redime a una persona para dejarla en el mismo estado y para que siga viviendo en el mundo. De hecho, esto es absolutamente imposible. Todo el que haya nacido de nuevo, es decir, sea salvo, debe tomar su bordón y salir. Una vez que el ángel de la destrucción separaba al que habría de ser salvo del que iba a perecer, el salvo tenía que salir. En cuanto somos separados por el ángel heridor, tenemos que empacar y salir de Egipto.

Nadie usa un bordón para acostarse, pues el bordón no sirve de almohada, sino que se usa para caminar. Todos los que fueron redimidos, ya sean ancianos o jóvenes, debían tomar su bordón y salir esa misma noche. Igualmente, tan pronto somos redimidos por la sangre, nos convertimos en extranjeros y peregrinos en esta tierra. Así que debemos salir de Egipto y separarnos del mundo inmediatamente. No debemos seguir morando allí.

Una hermana, mientras enseñaba en la reunión de niños la historia de Lázaro y el rico, les preguntó: “¿Desean ser el rico o ser Lázaro? Acuérdense que el rico disfruta en esta era, pero sufrirá en la próxima, mientras que Lázaro sufre hoy, pero disfrutará en la era venidera. 

¿Cuál de estos dos quisieran ser?”. Una niña de ocho años le respondió: “Mientras yo esté vivo, quiero ser el rico, pero cuando muera, quiero ser Lázaro”. Muchas personas son así, cuando necesitan la salvación, confían en la sangre del Cordero, pero después de que son salvos por la sangre, se establecen firmemente en Egipto, esperando obtener el beneficio de los dos lados.

Recuerden que la redención que la sangre efectúa nos salva del mundo. Cuando la sangre nos redime, nos convertimos inmediatamente en extranjeros y peregrinos en esta tierra. Esto no quiere decir que ya no vivamos en el mundo, sino que fuimos separados del mundo. Así que, cuando se aplica la redención, el resultado es este: somos separados del mundo. Tan pronto somos redimidos, el curso de nuestra vida cambia y tenemos que dejar el mundo. La sangre separa a los vivos de los muertos y, también separa a los hijos de Dios de la gente del mundo. Una vez redimidos, ya no podemos permanecer en el mundo.

B. Las muchas frustraciones que pone el Faraón

La historia del éxodo de los hijos de Israel, la salida de Egipto, nos muestra cuán difícil fue para ellos salir de allí. Egipto trató de retenerlos una y otra vez. Cuando por primera vez ellos intentaron salir, Faraón sólo permitió que salieran los varones, mientras que los niños y los ancianos tenían que permanecer en Egipto. Él sabía que haciendo esto, los fuertes no podían ir muy lejos y que con el tiempo regresarían. La estrategia de Satanás es evitar que nos separemos totalmente de Egipto. Por eso Moisés, desde un principio, rehusó las tácticas retardatorias que el Faraón quería ocasionar. Si dejamos en Egipto alguna posesión o persona, no podremos ir muy lejos, porque eso nos hará regresar.

Recuerden lo que Faraón le dijo la primera vez a Moisés: “Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra” (Éx. 8:25). Después le dijo que no fueran muy lejos; y en la tercera ocasión, Faraón dijo a Moisés que sólo los varones podían irse; y por último, dijo que todo el pueblo podía salir, pero que el ganado y las ovejas tenían que quedarse atrás. Lo que deseaba el Faraón era persuadirlos a que sirviesen a Dios allí en Egipto. Esta era su premisa básica. 

El faraón estaba dispuesto a permitir que ellos fueran hijos de Dios, siempre y cuando permanecieran en Egipto, porque sabía que si una persona servía a Dios allí, no le sería fácil tener un testimonio adecuado y, al final, tendría que servir al Faraón. Aunque deseara ser un siervo de Dios, terminaría siendo siervo de Satanás.

Si usted intenta servir a Dios en el mundo, terminará siendo esclavo de Satanás, produciendo ladrillos para él. Él no le soltará, y si lo hiciera, no le dejará irse muy lejos y sólo permitirá que los varones vayan, mas el resto tendrá que quedarse. Satanás conoce muy bien Mateo 6:21: 

“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”, y conoce que una persona y su tesoro van juntos. Satanás sabía que si Faraón retenía el ganado y las ovejas, el pueblo no podría ir muy lejos y, a la postre, iría en pos de su ganado y sus ovejas. Pero Dios quería que el ganado y las ovejas fueran en pos de sus dueños. Así, Dios deseaba salvar a las personas de sus tesoros.

Desde el momento en que una persona es salva, debe ir al desierto y llevar consigo a los suyos y todos sus tesoros. Si no lo hace, regresará a Egipto y no podrá separarse de Egipto. Dios manda que quienes le sirven se separen del mundo.

C. Nuestra senda: el desierto
Si anhelamos tener un testimonio apropiado, no basta con confesar con nuestra boca: “Creo en el Señor Jesús”, sino que también tenemos que salir del mundo y separarnos del mismo. 

Esto nos llevará un paso más adelante. No podemos ser cristianos mudos; sin embargo, tampoco basta con solamente abrir la boca para confesar nuestra fe. Tenemos que separarnos del mundo y poner fin a nuestras antiguas amistades, nuestros vínculos sociales y toda otra relación que tengamos con el mundo. Debemos valorar la posición que ahora tenemos en el Señor y abandonar la posición que teníamos en el pasado. No sólo nosotros debemos salir de Egipto, sino también nuestras posesiones. Aunque otros digan que somos insensatos, no debemos escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo. 

Desde el momento en que nos hicimos cristianos, Egipto ha dejado de ser nuestra senda. Ahora nuestra senda es el desierto.

En el Nuevo Testamento, tanto Egipto como el desierto representan el mundo: Egipto, en el sentido moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos forman parte del mundo en un sentido físico, mas no en el sentido moral. Además, tenemos que saber distinguir otros dos aspectos del mundo: el mundo es un lugar y es también un sistema. En el mundo físico hay muchas cosas cuyo atractivo suscitan los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Todo ello conforma Egipto. Aparte de esto, el mundo es también el lugar donde reside nuestro cuerpo.

 B. Las muchas frustraciones que pone el Faraón

La historia del éxodo de los hijos de Israel, la salida de Egipto, nos muestra cuán difícil fue para ellos salir de allí. Egipto trató de retenerlos una y otra vez. Cuando por primera vez ellos intentaron salir, Faraón sólo permitió que salieran los varones, mientras que los niños y los ancianos tenían que permanecer en Egipto. Él sabía que haciendo esto, los fuertes no podían ir muy lejos y que con el tiempo regresarían. La estrategia de Satanás es evitar que nos separemos totalmente de Egipto. 

Por eso Moisés, desde un principio, rehusó las tácticas retardatorias que el Faraón quería ocasionar. Si dejamos en Egipto alguna posesión o persona, no podremos ir muy lejos, porque eso nos hará regresar.

Recuerden lo que Faraón le dijo la primera vez a Moisés: “Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra” (Éx. 8:25). Después le dijo que no fueran muy lejos; y en la tercera ocasión, Faraón dijo a Moisés que sólo los varones podían irse; y por último, dijo que todo el pueblo podía salir, pero que el ganado y las ovejas tenían que quedarse atrás. Lo que deseaba el Faraón era persuadirlos a que sirviesen a Dios allí en Egipto. Esta era su premisa básica. El faraón estaba dispuesto a permitir que ellos fueran hijos de Dios, siempre y cuando permanecieran en Egipto, porque sabía que si una persona servía a Dios allí, no le sería fácil tener un testimonio adecuado y, al final, tendría que servir al Faraón. Aunque deseara ser un siervo de Dios, terminaría siendo siervo de Satanás.

Si usted intenta servir a Dios en el mundo, terminará siendo esclavo de Satanás, produciendo ladrillos para él. Él no le soltará, y si lo hiciera, no le dejará irse muy lejos y sólo permitirá que los varones vayan, mas el resto tendrá que quedarse. Satanás conoce muy bien Mateo 6:21: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”, y conoce que una persona y su tesoro van juntos. Satanás sabía que si Faraón retenía el ganado y las ovejas, el pueblo no podría ir muy lejos y, a la postre, iría en pos de su ganado y sus ovejas. 

Pero Dios quería que el ganado y las ovejas fueran en pos de sus dueños. Así, Dios deseaba salvar a las personas de sus tesoros.

Desde el momento en que una persona es salva, debe ir al desierto y llevar consigo a los suyos y todos sus tesoros. Si no lo hace, regresará a Egipto y no podrá separarse de Egipto. Dios manda que quienes le sirven se separen del mundo.

C. Nuestra senda: el desierto

Si anhelamos tener un testimonio apropiado, no basta con confesar con nuestra boca: “Creo en el Señor Jesús”, sino que también tenemos que salir del mundo y separarnos del mismo. 

Esto nos llevará un paso más adelante. No podemos ser cristianos mudos; sin embargo, tampoco basta con solamente abrir la boca para confesar nuestra fe. Tenemos que separarnos del mundo y poner fin a nuestras antiguas amistades, nuestros vínculos sociales y toda otra relación que tengamos con el mundo. Debemos valorar la posición que ahora tenemos en el Señor y abandonar la posición que teníamos en el pasado. No sólo nosotros debemos salir de Egipto, sino también nuestras posesiones. Aunque otros digan que somos insensatos, no debemos escucharlos; debemos salir de Egipto hoy mismo. Desde el momento en que nos hicimos cristianos, Egipto ha dejado de ser nuestra senda. Ahora nuestra senda es el desierto.

En el Nuevo Testamento, tanto Egipto como el desierto representan el mundo: Egipto, en el sentido moral, y el desierto, en el sentido físico. Los cristianos forman parte del mundo en un sentido físico, mas no en el sentido moral. Además, tenemos que saber distinguir otros dos aspectos del mundo: el mundo es un lugar y es también un sistema. En el mundo físico hay muchas cosas cuyo atractivo suscitan los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. Todo ello conforma Egipto. Aparte de esto, el mundo es también el lugar donde reside nuestro cuerpo.

A. Actividades que el mundo considera impropias para un cristiano

Debemos evitar toda actividad que el mundo considere inapropiada para los cristianos. Como mínimo, nuestra vida cristiana debe conformarse a la norma establecida por aquellos que pertenecen al mundo. El mundo en general ha establecido para los cristianos reglas y normas, y si no las cumplimos, los decepcionaremos. No debemos dar pie a las críticas de los gentiles ni a comentarios tales como: “¿Los cristianos hacen estas cosas?”. En el momento en que los gentiles les reconvienen de ese modo, ustedes habrán fracasado. Supongamos que alguien lo sorprende visitando ciertos lugares; es posible que se pregunte: 

“¿No sabía yo que los cristianos también visitaban estos sitios?”.
Los gentiles van a donde quieren, y si uno les dice que no es correcto, ellos discutirán argumentando lo contrario; pero si ustedes van a esos mismos lugares, el comentario será: 

“¿Así que ustedes también van a esos sitios?”. Ciertas actividades son pecaminosas y cuando los gentiles las practican, ellos no dicen nada, pero cuando usted participa de ellas, lo promulgan por doquier. Por consiguiente, debemos abstenernos de todo lo que los gentiles consideren impropio. Este es uno de los requisitos mínimos. Cuando los incrédulos digan: “Los cristianos no deberían hacer esto”, debemos apartarnos inmediatamente de ello.

 Algunos jóvenes han sido salvos, pero sus padres no. Algunas veces estos jóvenes les piden algo a sus padres, quienes les responden diciendo: “¿Así que ustedes los cristianos también desean esas cosas?”. Si hay algo de lo cual un creyente debiera sentirse avergonzado es de ser corregido por un gentil. Abraham mintió, y fue reprendido por Abimelec. La Biblia considera esta clase de hechos como los más deshonrosos. Debemos apartarnos y separarnos de todo aquello que los mundanos, los egipcios, juzgan que sea impropio.

B. Lo que es incompatible con el propio Señor

Debemos eliminar de nuestras vidas todo aquello que sea incompatible con el Señor. Puesto que el Señor sufrió humillaciones en esta tierra, nosotros no deberíamos buscar ninguna gloria terrenal. Y dado que nuestro Señor fue crucificado como un ladrón, nosotros, de igual manera, tampoco debiéramos esperar ser bien recibidos por los hombres. Cuando nuestro Señor anduvo por la tierra, fue acusado por los hombres de estar poseído por un demonio. Así pues, no debemos dejar que la gente nos califique de personas inteligentes, brillantes e intelectuales. Tenemos que pasar por las mismas experiencias por las que pasó el Señor. Debemos eliminar de nuestras vidas todo lo que sea incompatible con el Señor.

El Señor dijo que el discípulo no está sobre su maestro, ni el esclavo sobre su señor. Si el mundo trató a nuestro Maestro de cierta manera, no debemos esperar que se nos trate de otra. Si nuestro Señor recibió cierto trato, no debemos entonces esperar que se nos trate de una manera distinta. Si no recibimos el mismo trato que nuestro Maestro recibió, hay algo en nosotros que no está bien y, con toda certeza, hay algo en nuestra relación con el Señor que no está bien. Nuestra experiencia hoy debe corresponder a todo cuanto el Señor experimentó en la tierra.

Para seguir a Jesús de Nazaret, debemos estar dispuestos a ser humillados, sin esperar gloria alguna. Seguir a Jesús de Nazaret significa llevar la cruz. A aquellos que fueron los primeros en seguir al Señor, Él inmediatamente les dijo que tenían que cargar la cruz si deseaban seguirle. Según el propio Señor, la cruz es la entrada principal. El Señor no espera a que una persona entre al cuarto para presentarle después este requisito. Antes de entrar, el Señor nos dice claramente que para poder ir en pos de Él, debemos tomar la cruz. El Señor nos ha llamado para cargar la cruz. Este es el camino que hemos tomado, y podremos seguir al Señor únicamente si lo hacemos tomando este camino. Nuestra relación con el mundo debe ser la misma y debe ser compatible con la relación que tiene el Señor con el mundo. No podemos tomar un camino diferente.

Gálatas 6:14 nos muestra que la cruz está puesta entre el mundo y el Señor. En un extremo está el Señor, en el otro, el mundo; y la cruz está entre ambos. Así pues, nosotros y el mundo nos encontramos a uno y otro lado de la cruz. El mundo crucificó a nuestro Señor; por tanto, el mundo se halla en el otro lado de la cruz. Nosotros por estar del lado de Él, si hemos de ir al mundo, primero tenemos que pasar por la cruz. No hay manera de evitar la cruz porque es un hecho y es la historia; no podemos anular este hecho ni la historia del mismo. El mundo crucificó a nuestro Señor, y a mi no me espera otro camino. Puesto que la cruz es un hecho, es también un hecho eterno que el mundo me es crucificado a mí. Si no podemos anular la cruz, tampoco podemos anular el hecho de que el mundo nos es crucificado a nosotros. No podemos ir al mundo a menos que eliminemos la cruz, lo cual es imposible, porque la crucifixión de nuestro Señor es un hecho consumado. Ahora, nos encontramos al otro lado de la cruz.

Supongamos que los padres o hermanos de alguien que conocemos han sido asesinados. Las razones que le dan acerca de lo que ocasionó esas muertes pueden diferir, pero nada cambiará el hecho de que sus seres queridos están muertos. Esta persona tal vez diga: “Mis seres queridos ya están muertos, y no hay excusas que cambien este hecho; si estuvieran vivos, tendríamos mucho de que hablar; pero ahora están muertos, no hay nada mas que decir”. 

Según este mismo principio, podemos decir que la cruz ya está aquí. ¿Qué más podríamos decir? El mundo ya crucificó a nuestro Señor, y puesto que estamos de parte de Él, sólo podemos decir: “Mundo, desde tu punto de vista, yo estoy crucificado, y desde mi perspectiva, tú estás crucificado”. Es imposible que estos dos lados se comuniquen: el mundo no puede venir acá, y nosotros no podemos ir allá. La cruz es un hecho, y así como no podemos anularla, tampoco podemos lograr que el mundo venga a nuestro lado. Nuestro Señor murió y no hay ninguna posibilidad de reconciliación con el mundo.

Una vez que veamos la cruz, podremos decir: “Me glorío en la cruz”. Para nosotros el mundo ha sido crucificado, y para el mundo nosotros hemos sido crucificados (Gá. 6:14). La cruz será para siempre un hecho histórico. La cruz está interpuesta entre nosotros y el mundo. Los cristianos estamos a un lado de la cruz, mientras el mundo está al otro lado. En el momento en que abrimos nuestros ojos, todo lo que veremos no es más que la cruz. Así que, cuando queramos ver el mundo, primero tendremos que ver la cruz.

Los nuevos creyentes deben ser dirigidos por el Señor para que se percaten de que su condición debe ser igual a la del Señor. Ciertas personas hacen demasiadas preguntas, al preguntar por ejemplo: “Si hago esto, ¿estaré en el mundo? ¿Nos es permitido hacer esto o aquello?”. No podemos decirles a las personas lo que tienen que hacer, una por una. Lo único que podemos asegurarles, como principio general, es que el mundo está en contra de la cruz y también está en contra de nuestro Señor. Si nuestro corazón está abierto y es dócil ante Dios, cuando nos acerquemos a Él, espontáneamente la diferencia entre el mundo y la cruz nos resultará obvia.

En cuanto nos acercamos al Señor, sabremos con exactitud lo qué es y lo que no es el mundo. En realidad, lo único que tenemos que preguntarnos es: “¿En qué consiste exactamente mi relación con este asunto? Y ¿qué clase de relación tenía el Señor Jesús con este asunto cuando Él vivía en la tierra?”. Siempre y cuando nuestra relación con el mundo sea la misma que el Señor tuvo mientras estuvo en la tierra, estaremos bien. Si nuestra posición es diferente a la del Señor Jesús, algo está mal, hemos errado. 

El Cordero fue inmolado y nosotros somos Sus seguidores. Nosotros somos aquellos que siguen al Cordero por dondequiera que va (Ap. 14:4). Asumimos la misma postura que asumió el Señor, y nos alejamos de todo aquello que no se ciñe a esta postura o que se opone a Él, porque es parte del mundo.

C. Todo lo que apaga nuestra vida espiritual

Es difícil enumerar cada cosa de lo que es el mundo, pues nunca terminaríamos; pero hay un principio básico: todo aquello que apague la vida espiritual es el mundo. El mundo es todo aquello que elimina nuestro celo por la oración, nos roba el interés por leer la Palabra de Dios y nos impide testificar y proclamar nuestra fe delante de los hombres. Todo lo que nos impide acercarnos al Señor y confesar que creemos en Él es el mundo. El mundo es aquel ambiente que ahoga y seca a una persona; es cualquier cosa que disuade al hombre de amar y de anhelar al Señor con todo el corazón. Aquí vemos un principio muy amplio: el mundo es todo lo que hace deteriorar nuestra condición espiritual a los ojos del Señor. Debemos rechazar todo lo que apague nuestra vida espiritual.

Algunas personas dicen: “Si esto no tiene nada de pecaminoso, ¿todavía podría ser considerado mundano?”. Son muchas las cosas que pueden parecernos buenas, pero después de que hemos participado de ellas una o dos veces, apagan el fuego espiritual que tenemos por dentro. Tales cosas debilitan nuestra conciencia delante de Dios. Después que hemos participado de tales cosas, nuestra lectura de la Biblia se hace insípida. 

Aunque tengamos tiempo para leer la Biblia, no deseamos hacerlo. Después de participar en tales cosas nos sentimos vacíos y carecemos de testimonio ante los hombres. Quizás tales cosas no constituyan pecado, pero pueden apagar nuestra vida espiritual. Todo aquello que apague nuestra vida espiritual es el mundo, y debemos rechazarlo completamente.

D. Todo lo que dé la impresión de que no somos cristianos

Hay que abordar otro asunto más: cómo nos relacionamos con los demás. Toda actividad o relación social que haga que escondamos nuestra lámpara debajo del almud pertenece al mundo. Muchas amistades, actividades y contactos con la gente mundana nos obligan a esconder nuestra luz. Por estar envueltos en todo esto, no podemos llevar erguida la cabeza para testificar que somos cristianos. Si usted se envuelve en ciertas conversaciones y, por cortesía, las escucha y se ríe con los incrédulos, sentirá que algo se ha apagado por dentro aunque por fuera se sonría. Internamente sabe que eso es el mundo, pero por fuera, se siente obligado a ir tras el mismo. Sabe que es pecado, pero no lo denuncia. Debemos huir de esta clase de ambiente social. Muchos hijos de Dios son gradualmente absorbidos por el mundo a causa de las diferentes actividades y contactos sociales en que se involucran indiscriminadamente.

Todo creyente debe saber desde un principio cuál es su posición y también tiene que tomar las decisiones respectivas. No queremos ser antisociales a propósito, ni tenemos que ser como Juan el Bautista, que no comía ni bebía. Nosotros seguimos al Señor y comemos y bebemos. Pero cuando estamos con la gente de este mundo, debemos mantener nuestra posición cristiana. Nadie debe insultar la postura que hemos tomado como cristianos, al contrario, tienen que respetarla. Cuando yo tomo esta postura, debo conservarla aunque otros me critiquen.

Si queremos separarnos del mundo, debemos dejar claro que somos cristianos, siempre cuidando la manera en que hablamos. Si no podemos mantener esta postura delante de los demás, sería bueno que nos alejáramos de allí. En Salmos 1:1 se nos dice que no debemos estar en camino de pecadores, ni sentarnos en silla de escarnecedores. Si andamos por camino de pecadores, terminaremos en el mismo lugar donde ellos están; y si nos sentamos en la silla de los escarnecedores, o los que se burlan, tarde o temprano, seremos iguales que ellos. El pecado y el escarnio son contagiosos, así que debemos aprender a huir de estos como se huye de los gérmenes infecciosos.

 E. Acciones que los creyentes débiles desaprueban

El mundo también lo constituyen las acciones que hacen tropezar una conciencia débil. Los hijos de Dios deben alejarse de ellas. Ya hablamos de las acciones que el mundo considera impropias. Examinemos ahora lo que las personas que recién empiezan en la vida cristiana piensan que no se debe hacer. Si un incrédulo considera que no debemos hacer algo, debemos evitarlo, de lo contrario perderemos nuestro testimonio. De igual manera, debemos evitar cualquier actividad que un cristiano no apruebe, aunque éste sea el más joven y débil de todos. 

Este es un mandamiento bíblico. Así pues, no son las palabras de un cristiano fuerte, sino las palabras de un cristiano débil las que determinan lo que debemos o no debemos hacer. Tal vez lo que él afirme que es incorrecto o indebido, no lo sea; sin embargo, no debemos ser tropiezo para los débiles. Si ellos piensan que vamos por el camino equivocado, los haremos tropezar. Pablo dijo: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas son provechosas” (1 Co. 6:12). Todas las cosas son lícitas, pero algunos las consideran mundanas, por consiguiente, no debemos hacerlas por el bien de ellos.

Pablo usó como ejemplo: comer carne. Él dijo que si comer carne era ocasión de tropiezo para algún hermano, el jamás la comería. Esto no es fácil de hacer porque, ¿quién puede abstenerse de comer carne para siempre? Por supuesto, Pablo no está sugiriendo que dejemos de comer carne. En 1 Timoteo, él claramente establece que no estaba bien abstenerse de comer carne; sin embargo, nos muestra que estaba dispuesto a ser extremadamente cuidadoso. 

A él no le molestaba comer carne o no comerla, y sabía perfectamente lo que estaba haciendo; pero no aquellos que le seguían a él. Nosotros sabemos hasta donde podemos llegar, pero aquellos que nos siguen no lo saben. ¿Qué pasaría si ellos avanzaran? No hay nada malo si comemos carne pero, después de un tiempo, aquellos que nos siguen tal vez vayan al templo, no sólo a comer lo sacrificado a los ídolos, sino a adorarlos. Muchas cosas no están directamente relacionadas con el mundo, pero debemos ser extremadamente cuidadosos al tocarlas, porque puede ser que para los demás sean mundanas.

III. DEBEMOS SALIR DE EN MEDIO DE ELLOS PARA SER RECIBIDOS POR EL SEÑOR QUE TODO LO PROVEE

En 2 Corintios 6:17-18 dice: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.

En el Nuevo Testamento, el título el Señor Todopoderoso se usa por primera vez en 2 Corintios 6. En hebreo, el Señor Todopoderoso es El-shaddai. El significa “Dios”; sha significa “el pecho de la madre” o “la leche materna”, y shaddai se refiere a lo que está en la leche. En hebreo shaddai significa “que todo lo provee”. En el Antiguo Testamento, El-shaddai se traduce “Dios Todopoderoso”, pero debería traducirse “El Dios que todo lo provee”. Todo el nutrimento que un niño necesita se halla en la leche materna, o sea, que todo el suministro necesario está en el pecho de la madre. La raíz de la palabra shaddai hace alusión al pecho de la madre, lo cual significa que con Dios tenemos todo lo que necesitamos.

En 2 Corintios 6:17 el Señor que todo lo provee nos dice que si salimos de en medio de ellos, y no tocamos lo inmundo, Dios nos recibirá y será un Padre para nosotros, y nosotros seremos para Él hijos e hijas. Aquí podemos darnos cuenta de que estas palabras no fueron enunciadas livianamente. El Señor está diciendo: “Por Mí ustedes han dejado muchas cosas. 

Por Mí han salido de en medio de los incrédulos, se han separado de ellos, y han terminado toda relación tanto con ellos como con sus cosas inmundas. Ahora vuestras manos están vacías y no queda nada del mundo en ustedes. Puesto que han hecho todo esto, Yo los recibo con los brazos abiertos”.

Recuerden, todo aquel a quien el Señor recibe se ha separado del mundo. Muchos no perciben la excelencia del Señor cuando se acercan a Él, porque todavía no han estimado como pérdida todas las cosas del mundo; por el contrario, las consideran preciosas. Tales personas no saben lo que significa ser recibido por Dios, o que Dios sea un Padre para ellos y que ellos sean Sus hijos. No saben que el Señor quien es todo suficiente dijo esto. ¿Entienden ahora ustedes lo que significa shaddai? Esta expresión se traduce como “ Señor Todopoderoso”, porque cuando una persona desecha todo, necesita a Dios como el Shaddai, necesita un Padre, que sea todo suficiente.

En Salmos 27:10 dice que aunque nuestro padre y nuestra madre nos dejen, Jehová nos recogerá. En otras palabras, Él se convierte en nuestro Padre. En Salmos 73:26 dice: “Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”. De ahí emana la dulzura de nuestra experiencia. Para que haya ganancia debe haber pérdida. El ciego conoció al Señor después de haber sido expulsado de la sinagoga (Jn. 9:35). No hay ninguna posibilidad de conocer al Señor en la sinagoga, pero una vez que somos expulsados de allí, vemos inmediatamente la bendición del Señor.

Por ser creyentes nuevos, debemos salir del mundo. Sólo entonces gustaremos la dulzura del Señor. Por una parte renunciamos a algo, y por otra, experimentamos la benignidad del Señor.

Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO Featuring W.N. Ministries

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