jueves, 8 de diciembre de 2011

¿SOMOS PERFECTOS LOS QUE TENEMOS EL SELLO DE LA SALVACIÓN?

¿SOMOS PERFECTOS LOS QUE TENEMOS EL SELLO DE LA SALVACIÓN? UNA PERSPECTIVA BIBLICA


No somos perfectos. Mientras estemos en el cuerpo que heredamos de Adán, nadie es perfecto. Algunos se proclaman perfectos, pero el tiempo se encarga de enseñarles que “el dicho al hecho hay un largo trecho”. Algunos personajes destacados del Antiguo Testamento, hicieron cosas que Dios no aprobó. Y podemos decir lo mismo del Nuevo Testamento, hicieron cosas que Dios no aprobó. Cuando Pedro y Pablo se encontraron en la iglesia de Antioquía de Siria, Pablo reprendió a Pedro porque éste estaba haciendo algo digno de “condenar” (Gálatas 2:11).

La Primera Epístola del apóstol Juan fue dirigida a cristianos. Lo que les dice, da por sentado que no eran perfectos (1:5 a 2:1). Ahora bien, SI UN VERDADERO HIJO DE DIOS CAE EN PECADO ¿CÓMO LO TRATA EL PADRE?

Pues, le da oportunidad de arrepentirse y pedir perdón; y si no lo hace, le somete a disciplina; pero jamás le quitará la salvación. Damos por sentado que el salmista David era salvo cometió unos de los pecados mas graves que puede cometer un hijo de Dios. Ahora, ¿perdió David la salvación? NO LA PERDIÓ. El Salmo 51 es su plegaria de confesión y arrepentimiento. David pide a Dios que le devuelva el gozo de la salvación (51:12). Esto quiere decir que había perdido el gozo de la salvación, pero no la salvación, no la condición de hijo.

En 1 Juan 2:1 dice el Apóstol:

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiera pecado abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”

En Romanos 8:34: “Y Él es la propiciación por nuestros pecados”. Los pasados y los presentes. “La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado” (1:7), en el pasado, cuando nos convertimos, y en el presente, si cometemos algún pecado (2:1) y nos arrepentimos.

Si un cristiano a quien el Padre ha puesto el sello que implica salvación, protección, seguridad y filiación familiar, cae en pecado, el Espíritu del Señor, manifestándose sobre la conciencia, tratará de guiar al pecador al arrepentimiento y separación del pecado. Reconocemos que la relación del pecador dependerá de su estado espiritual, de sus relaciones con Dios. Si el culpable no responde a esta manifestación del Espíritu, el Padre apelará a otros métodos disciplinarios.

Una vez me enteré del caso siguiente: Un matrimonio, miembro de una iglesia, ofendió a otro matrimonio. El Pastor intervino en el asunto, pero los ofensores asumieron una actitud poco cristiana. No estaban dispuestos a buscar una solución cristiana al conflicto, y se fueron de la iglesia. Poco después se les enfermó un niño, de los dos que tenían, y se les murió. La madre vio en la muerte del niño la intervención de la vara disciplinadota del Padre celestial. Transcurrido un corto tiempo, se les enfermó el otro niño, y la madre dijo a su esposo: Tenemos que arreglar el conflicto que provocamos en la iglesia; si no lo hacemos inmediatamente, nos vamos a quedar sin hijos.

En relación con lo que vengo exponiendo, el apóstol Pedro dice que estamos en el tiempo cuando la vara disciplinadota del juicio “comienza por la casa de Dios”, por la familia de Dios, por los hijos de Dios (1 Pedro 4:17). Si un inconverso comete un pecado o vive permanentemente en pecado, puede que Dios no entre en juicio con ese pecador inconverso. Por que ese pecador tiene por delante el SEOL, el juicio final y el castigo eterno. Pero si un hijo de Dios cae en un pecado, y da lugar a que el Padre entre en juicio disciplinador con él, el castigo que Dios estime conveniente aplicarle, tendrá que ser ahora en esta vida. Porque para los verdaderos hijos de Dios no hay castigo en la vida venidera. Esto nos enseña que Dios no les quita la salvación a sus hijos, sino más bien los disciplina.

Hebreos 12:5-11, constituye un pasaje muy claro, en relación con lo que estoy diciendo: Dice aquí el Padre:

“Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por Hijo”, “Si sois objeto de la disciplina, Dios os trata como hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el Padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos –los hijos- han sido participantes” entonces se pone en manifiesto que no sois verdaderos hijos de Dios, no sois salvos. Y termina diciendo:

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en la disciplina han sido ejercitados”

Hebreos 12:5-11, nos enseña que si un verdadero hijo de Dios –hijo por nuevo nacimiento del alma- cae en algún pecado o conducta pecaminosa, el Padre no le priva de la condición de hijo, sino le somete a un método disciplinario con el propósito de volverlo al buen camino. ¿Hasta dónde puede llegar la vara disciplinadora del Señor? Puede llegar hasta quitarle la vida al hijo contumaz, desobediente y terco. ¿Con que propósito puede llegar a tal extremo? Pablo nos da una respuesta en 1 Corintios 11:30-32. “Para que no seamos condenados por el mundo”. El verdadero hijo de Dios, sellado con el sello de la salvación, NO PIERDE LA SALVACIÓN POR COEMTER UN PECADO, o caer en el pecado, pero puede perder la vida presente; éste sería su castigo, 1 Pedro 4:17, “para que no sea condenado con el mundo”. Como hijo sufre las consecuencias de su conducta, y a qui Dios rompe su conexión con el pecado, quitándolo del mundo.

- Tengo un testimonio de hace algunos años y me gustaría narrar la siguiente experiencia: En una ocasión, bautizó a un joven abogado de profesión. Transcurridos algunos meses, varios miembros de la iglesia dijeron al pastor que el joven abogado estaba asistiendo a bailes. El pastor se entrevistó con el joven y le preguntó si era cierta la información que le habían dado, y el joven dijo que sí. Y replicó: Qué, ¿no puedo asistir a bailes? La cuestión no es si se puede o si no puede; es si debe hacerlo o no hacerlo. El joven alegó que no veía nada de malo en asistir a bailes, que se sentía en libertad de asistir y que lo seguiría haciendo. El pastor le dijo: Usted puede seguir asistiendo a bailes, pero la iglesia puede separarle de la membresía pues tiene autoridad para esto. Y al fin lo separaron.

Transcurridos algunos meses, el joven en cuestión llamó por teléfono al pastor y le dijo: Me encuentro en el hospital, y necesito hablar con usted. Cuando vio delante al pastor le dijo: Ahora entiendo que el baile no es un lugar adecuado para un joven cristiano. Usted y la iglesia me llamaron la atención y yo asumí una actitud de rebeldía. Estoy consciente de que me voy a morir, Dios me quita la vida por mi conducta y mi actitud que yo mismo elegí. Le pido perdón a usted, y pido perdon a la iglesia, y quiero que presente mi caso como un ejemplo de la forma en que trata dios a sus hijos desobedientes. Yo sé que soy salvo, que mi alma en aquel día resucitará para vida eterna mediante Jesucristo.

De una manera especifica 1 Corintios 11:30-32, Hebreos 12:5-11 y 1 Pedro 4:17, nos enseñan que Dios no priva de la salvación al que un día le puso el sello, y lo aceptó como hijo. Pero si un hijo de Dios llegase a perder la salvación, no la podría recuperar jamás.

- Hace algunos 6 meses me entrevisté con un joven en una cafetería en Caracas, conocido mío, que acababa de salir graduado del Instituto Bíblico Bautista. En la charla que sostuvimos, me dijo que le habían enseñado que la salvación se puede perder, y se puede recuperar. Mi asombro fue aun mayor al saber que viene de un Instituto Bautista. Al rato le dije que no estaba de acuerdo. Luego se fue a su casa y al día siguiente me citó al mismo café y volvió con un pliego de papel lleno de citas bíblicas, que según él, enseñaban que la salvación se puede perder. Yo le cité el siguiente pasaje: Hebreos 6:4-6 donde dice:

“Los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos participes del Espíritu Santo, y así mismo gustaron la buena Palabra de Dios….”recayeron, es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismo al Hijo de Dios y exponiéndolo a vituperio”

Este pasaje dice que si alguien llegase a perder la salvación le sería imposible recuperarla, porque tal recuperación demandaría un nuevo sacrificio de Jesucristo. Cuando el joven en cuestión se enfrentó con el pasaje que le cité, guardó su papel, se fue a casa, y no dijo nada más.

Debo aclarar aquí el aspecto siguiente: Pablo habla de un caso hipotético. No dice que aquellos a quienes dirige la carta habían perdido la salvación. Lo que les advierte es que si se afrentan al Espíritu de Gracia, y ofenden al Hijo de Dios, y tienen por inmunda la sangre del pacto de la gracia, y se vuelven a Moisés, les espera la condenación eterna y no habrá para ellos otra oportunidad. Debo manifestar aquí que cuando un hebreo volvía de Cristo a Moisés, el ritual de retractación a que lo sometían implicaba las ofensas que Pablo menciona en su epístola.

Cuando un cristiano se ha arrepentido, de verdad, de sus pecados, y ha aceptado a Jesucristo como su Salvador y Señor, y ha alcanzado la condición o relación hijo de Dios (Efesios 2:19), la ciudadanía del cielo (Filipenses 3:20), y el sello divino de la salvación (efesios 1:13); sino se anda como es digno de la vocación a que fue llamado, la vara del juicio disciplinador va a funcionar y puede llegar al extremo de perder la vida “para que no sea condenado con el mundo”.

- EL SER MIEMBRO DE UNA IGLESIA NO REQUIERE DECIR QUE ES SALVO; que posee el sello divino de la salvación. Pablo dijo a los cristianos de la iglesia de Corinto: “Examinaos a vosotros mismos” 2 Corintios 13:5. Afirmo responsablemente que hay miembros en todas las iglesias que no son salvos. Y esto es muy preocupante. Las diez vírgenes de la parábola esperaban la venida del Señor; pero cinco no habían nacido de nuevo, no tenían el sello de la salvación.

En este estudio he contestado la pregunta siguiente: ¿Cómo podemos saber si Dios nos ha impartido el sello de la salvación? SI USTED ESTIMADO LECTOR, no está seguro de poseer el sello, empiece de nuevo con la lectura constante de la Santa Biblia, pídale a Dios que le ilumine el entendimiento y persevere en la búsqueda de la verdad hasta que se sienta seguro o segura de que ha nacido de nuevo y que posee el sello divino de la salvación. Es la eternidad lo que tiene por delante, y algunos van a recibir una sorpresa como la de las cinco vírgenes que se quedaron afuera (Romanos 8:9, Mateo 25:1-13).

Como regla bíblica nosotros los Bautista creemos que la salvación no se pierde. Si se pudiera dar el caso excepcional de que uno ha llegado a ser hijo de Dios por la fe en Cristo, se perdiese, esa sería la excepción y no encontramos base bíblica para tal excepción.

Yo sé que soy salvo, que Dios ha sido extraordinariamente misericordioso conmigo, y que por la gracia de Dios, estoy llamado a ser un súbdito del REY DE REYES por toda la eternidad.

Algunos dicen que enseñar que la salvación no se pierde equivale a dar una especie de licencia para pecar. Pero esto no es así. No estoy de acuerdo con los que dicen esto. Puesto que el evangelio es libertad y vida en abundancia y yo estoy seguro de mi salvación, pero vivo consciente de que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). Tengo presente de que el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello:

“Conoce el Señor a los que son suyos; y: apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19). El Señor me ha llamado a aceptar el evangelio como la verdad de Dios, y ha vivir una vida limpia. Me he visto en trances difíciles, pero el Señor me ha sostenido hasta hoy para su gloria. Por regla general el cristiano nacido de nuevo y sellado con el Espíritu Santo, es temeroso de Dios, y el Salvador le guarda del maligno (1 Juan 5:18).

La vida cristiana victoriosa no depende de que creamos que la salvación se pierde, o de que creamos lo contrario; depende de que el Espíritu sellador del Señor permanezca en nosotros (2 Corintios 3:17).


Dios me los bendiga mis amados hermanos en Cristo!

Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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