APRENDAMOS DE “JUAN EL BAUTISTA”
Porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (Luc. 1: 15).
El Salvador declaró que en la memoria que los cielos guardan de los hombres nobles, no había hombre mayor que Juan el Bautista. La obra que le fue encomendada requería no sólo energía física y resistencia, sino las más altas cualidades del espíritu y del alma. Tan importante era la buena educación física como preparación para esta tarea, que el ángel más encumbrado del cielo fue enviado con un mensaje de instrucción para los padres del niño.
Como padres debían colaborar fielmente con Dios en formar en Juan un carácter que lo capacitara para realizar la parte que Dios le había asignado. Juan les había nacido a una edad avanzada, era hijo de un milagro, y los padres pudieron pensar que tenía una tarea especial que realizar para el Señor y que el Señor lo cuidaría. Pero los padres no razonaron en esa forma; se retiraron a un lugar alejado, donde su hijo no estuviera expuesto a las tentaciones de la vida ciudadana, o fuera inducido a alejarse del consejo y la instrucción que ellos como padres le darían.
En el desierto, Juan pudo más fácilmente negarse a sí mismo, dominar su apetito y vestirse de acuerdo con la sencillez natural. No había nada en el desierto que distrajese su mente de la meditación y la oración. Satanás tenía acceso a Juan, aun después que hubo cerrado toda forma posible por la cual pudiese entrar. Pero sus hábitos de vida eran tan puros y naturales que podía discernir al adversario, y tenía fuerza de espíritu y decisión de carácter para resistirle.
El libro de la naturaleza estaba abierto ante Juan con su provisión inagotable, de variada instrucción. Buscó el favor de Dios, y el Espíritu Santo descansó sobre él y encendió en su corazón un ardiente celo por la gran obra de llamar al pueblo al arrepentimiento, a una vida más elevada y más santa. Mediante las privaciones y asperezas de su vida retirada, Juan se estaba preparando para dominar todas sus facultades físicas y mentales de tal manera que pudiese ocupar su lugar entre la gente, tan inconmovible frente a las circunstancias que lo rodearan como las rocas y montañas del desierto que lo habían circundado durante treinta años.
EN EL ESPÍRITU DE ELÍAS: Luc. 1: 5-23.
E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Luc. 1: 17).
Dios había llamado al hijo de Zacarías a una gran obra, la mayor que hubiera sido confiada alguna vez a los hombres. Juan había de salir como mensajero de Jehová, para comunicar a los hombres la luz de Dios. Debía dar una nueva dirección a sus pensamientos. Debía hacerles sentir la santidad de los requerimientos de Dios, y su necesidad de la perfecta justicia divina. Un mensajero tal debía ser santo. Debía ser templo del Espíritu de Dios. A fin de cumplir su misión, debía tener una constitución física sana, y fuerza mental y espiritual. Por lo tanto, le sería necesario dominar sus apetitos y pasiones. Debía poder dominar todas sus facultades, para poder permanecer entre los hombres tan inconmovible frente a las circunstancias que le rodeasen como las rocas y montañas del desierto.
En el tiempo de Juan el Bautista, la codicia de las riquezas, y el amor al lujo y a la ostentación, se habían difundido extensamente. Los placeres sensuales, banquetes y borracheras estaban ocasionando enfermedades físicas y degeneración, embotando las percepciones espirituales y disminuyendo la sensibilidad al pecado. Juan debía destacarse como reformador. Por su vida abstemia y su ropaje sencillo, debía reprobar los excesos de su tiempo. Tal fue el motivo de las indicaciones dadas a los padres de Juan, una lección de temperancia dada por un ángel del trono celestial.
Al preparar el camino para la primera venida de Cristo, representaba a aquellos que han de preparar un pueblo para la segunda venida de nuestro Señor. El mundo está entregado a la sensualidad. Abundan los errores y las fábulas. Se han multiplicado las trampas de Satanás para destruir a las almas. Todos los que quieran alcanzar la santidad en el temor de Dios deben aprender las lecciones de temperancia y dominio propio. Las pasiones y los apetitos deben ser mantenidos sujetos a las facultades superiores de la mente. Esta disciplina propia es esencial para la fuerza mental y la percepción espiritual que nos han de habilitar para comprender y practicar las sagradas verdades de la Palabra de Dios. Por esta razón, la temperancia ocupa un lugar en la obra de prepararnos para la segunda venida de Cristo.
UN MENSAJE DIRECTO:Luc. 1: 80; Mat. 3: 1-6.
Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel. (Amós 4: 12).
Juan el Bautista, en su vida en el desierto, fue enseñado de Dios. El estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día y de noche, Cristo era su estudio, su meditación, hasta que su mente, su corazón y su alma quedaron llenos de la gloriosa visión. El miraba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Contemplaba la majestad de la santidad, y se reconocía ineficiente e indigno. Debía declarar el mensaje de Dios. Había de subsistir en el poder y justicia de Dios. Estaba listo para ir como mensajero del cielo, sin temor de lo humano, porque había considerado lo divino.
Sin argumentos elaborados ni sutiles teorías, declaró Juan su mensaje. Sorprendente y severa, aunque llena de esperanza, se oía su voz en el desierto: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado". . . Ignorantes campesinos y pescadores de la comarca circundante; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con la espada al costado, listos para apagar cuanto supiese a rebelión; avarientos cobradores de impuestos venidos desde sus casillas de peaje; y sacerdotes del Sanedrín adornados con filacterias -todos escuchaban como hechizados-; y todos se iban....el corazón compenetrado del sentimiento de sus pecados.
En este tiempo, justamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de Juan el Bautista. Dios llama a hombres que preparen un pueblo para que subsista en el gran día del Señor. En nuestro carácter de pueblo que cree en la inminente venida de Cristo, tenemos un mensaje que dar: "Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios". Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. El reprendía a los reyes por su iniquidad. Aun con peligro de su vida, no vacilaba en declarar la palabra de Dios. Y nuestra obra en este tiempo debe hacerse con la misma fidelidad.
A fin de dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual parecida a la suya. Debe hacerse la misma obra en nosotros. Debemos contemplar a Dios, y al contemplarlo, perdernos a nosotros mismos de vista.
UN SACRIFICIO VIVO: Luc. 1: 13-15; 3: 1-9.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Rom. 12: 1).
El Señor ha estado llamando la atención de su pueblo a la reforma pro salud. Esta es una de las grandes ramas en la obra de preparación para la venida del Hijo del Hombre. Juan el Bautista salió con el espíritu y del poder de Elías para preparar el camino del Señor.
Juan se separó de sus amigos y de los placeres de la vida. La simplicidad de su vestimenta, un manto tejido de pelo de camello, era un permanente reproche para el lujo desmedido y la ostentación de los sacerdotes judíos y del pueblo en general. Su dieta, puramente vegetal, de algarrobas y miel silvestre, era un reproche para la complacencia del apetito y la glotonería que prevalecían por todas partes. Los que deben preparar el camino para la segunda venida de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías para preparar el camino para la primera venida de Cristo. El gran tema de la reforma debe ser puesto ante la opinión pública. La temperancia en todas las cosas debe estar unida con el mensaje para volver al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería y sus extravagancias en el vestir y en otras cosas.
Debe presentarse a la gente la negación del yo, la humildad y la temperancia que se requieren de los justos, a quienes Dios guía y bendice especialmente, en contraste con los hábitos de despilfarro, destructores de la salud de los que viven en esta época degenerada. No puede encontrarse en ningún lugar una causa tan grande de degeneración moral y física como el descuido de este importante asunto. Son culpables ante Dios los que complacen apetito y pasiones y cierran los ojos a la luz por temor de ver excesos pecaminosos que no están dispuestos a abandonar. Todo aquel que se aleja de la luz en una cosa, endurece su corazón para hacer caso omiso de la luz en otros asuntos. Todo aquel que viola las obligaciones morales en el comer y el vestir, prepara el camino para violar las exigencias de Dios en lo que se refiere a intereses eternos. Nuestros cuerpos no nos pertenecen. Dios exige que cuidemos de la morada que nos ha dado, para que podamos presentarle nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable.
La gracia de Jesucristo sea con todos ustedes.-
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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