LA
IMPORTANCIA DE EDIFICAR A LOS CREYENTES NUEVOS
Uno
Al
inicio de su vida cristiana se le debe enseñar enfáticamente a todo nuevo
creyente a no confiar en sí mismo. Supongamos que un hermano es salvo a los
cuarenta años de edad. Durante esos cuarenta años, esta persona vivió en el
mundo, desperdició sus días en pecado, siguió las costumbres de esta era, y
Satanás lo tenía atado. Durante esos cuarenta años de su vida, tal persona
vivió conforme a su propia manera de ser y se condujo en conformidad con sus
propios conceptos, sentimientos e ideas. Ahora que es salva, esta persona ya no
debe tener ninguna confianza en sí misma. Debería, más bien, desconfiar mucho
de sí misma.
Los
cristianos tenemos ciertas normas, que son los estándares para llevar la vida
cristiana, los ideales cristianos y los conceptos cristianos. Quienes
desconocen tales normas no conocen lo que significa ser perfeccionados. Ellos,
con arrogancia, se jactan de sí mismos y tienden a sentirse satisfechos consigo
mismos y a confiar en sí mismos; puesto que desconocen esas normas, confunden
lo erróneo con lo correcto y viceversa. Únicamente los que han aprendido las
lecciones de la vida cristiana y conocen las normas que ésta supone, podrán
decirles a los demás lo que no deben hacer y lo que no deben decir. Solamente
ellos podrán distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. La edificación de
los nuevos creyentes consiste en enseñarles esas normas de la vida cristiana a
fin de que puedan conducirse conforme a ellas.
Dos
Lo
primero que un nuevo creyente necesita hacer es anular total y completamente su
pasado. ¿Por qué dijo el Señor: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os
hacéis como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 18:3)?
Esto
significa que nuestra pasada manera de vivir era errónea; vivíamos en vanidad,
y aquellos días no contaban para nada. Por ello, es necesario que todos
nosotros tengamos un nuevo comienzo. La regeneración, de la cual se habla en el
capítulo 3 de Juan, nos muestra la necesidad de tener una nueva vida, mientras
que volvernos y hacernos como niños, que se menciona en Mateo 18, nos muestra
la necesidad de anular nuestra pasada manera de vivir. Así pues, todo cuanto
pertenece al pasado deberá ser demolido y desarraigado.
El
perfeccionamiento de un nuevo creyente consiste en derribar, uno a uno, todo
elemento perteneciente a su pasado. Perfeccionar a una persona que ha sido
salva a los cuarenta años de edad significa derribar completamente todo lo que
ha adquirido durante los previos cuarenta años de su vida. Son muchos los que
se arrepienten de sus pecados, mas no de lo que son ellos mismos.
Nosotros
no estamos tratando de poner vida en lo que está muerto, sino que nosotros
hemos pasado de muerte a vida. Así, la edificación de un nuevo creyente
consiste en identificar aquello con respecto de lo cual se deben tomar medidas,
aquellas cosas que se deben eliminar, y las cosas que necesitan ser añadidas.
Todo
deberá ser juzgado de acuerdo con las normas bíblicas. Si algo no pasa la
prueba de estas normas; es decir, si la manera en la que una persona se conduce
sigue basada en sus experiencias pasadas, sus viejos hábitos o sus antiguos
conceptos; entonces, tal persona está viviendo en grotesco error. En cuanto
alguien cree en el Señor, tiene que abandonar todos y cada uno de sus antiguos
conceptos. La regeneración le otorga nueva vida al hombre, mientras que al
volverse como un niño, derrumba su vida pasada. En cuanto a la edificación de
un nuevo creyente, en el aspecto negativo, ésta consiste en derribar todo
cuanto él ha adquirido en el pasado; en el aspecto positivo, consiste en tener
un nuevo comienzo, que le permitirá llevar una nueva manera de vivir.
Si
un nuevo creyente no elimina y destruye todo cuanto ha adquirido en el pasado,
él tendrá muchos obstáculos en su andar cristiano. Las cosas que hizo en el
pasado seguirán remordiéndole la conciencia, y todo cuanto reciba de parte del
Señor llegará a ser una mera añadidura a lo que él ha adquirido en el pasado.
El resultado será una mezcla de la vida del Señor con la vida pasada de esta
persona. Probablemente, esta persona todavía se tenga en muy alta estima y
hable a los demás acerca de su sinceridad, su paciencia, así como de sus muchos
sufrimientos. Quizás esté llena de orgullo y, aun así, se comporte con mucha
humildad. Quizás codicie la vanagloria y los tesoros terrenales, sin embargo,
piensa que ella está por encima de toda ambición mundana y toda ganancia vil.
Muchas hermanas tienen una manera de ser muy peculiar y les resulta muy difícil
llevarse bien con los demás. Muchos creyentes que son padres tienen ciertas
ideas muy extrañas acerca de sus hijos.
Tales
cristianos pueden seguir viviendo de esa manera, sin cambiar, por diez o veinte
años; y es precisamente para no seguir este camino que un nuevo creyente debe
desconfiar completamente de sí mismo desde el inicio mismo de su vida
cristiana. Él debe poner en tela de juicio todo cuanto procede de su pasado;
deberá abandonar sus antiguos conceptos, sus viejos hábitos, sus antiguas ideas
y, en suma, deshacerse de todo cuanto sea viejo. El nuevo creyente deberá
volverse como un niño y comenzar una nueva vida.
Tres
El bautismo implica sepultar
todo lo que pertenece al pasado. Supongamos que una persona que tiene cincuenta
años de edad es salva y está a punto de ser bautizada. Para tal persona, el
bautismo no sólo debe significar que el Señor sepulta su antigua manera de
vivir sino que, más específicamente, el Señor quita también todos y cada uno de
los cincuenta años de su antigua existencia. Puesto que el pecado ha impregnado
todo su ser, dicha persona está enferma en todo aspecto. Por lo tanto, todo
tiene que ser sepultado en el agua, para que después resucite de la sepultura.
Tal persona, inclusive, tiene que deshacerse de las ropas que vestía mientras
estaba en la sepultura. El acto del bautismo debe revestir tal seriedad.
Cuatro
En
el momento en que un hombre es salvo, sus conceptos con respecto a los valores
que regían su vida deberán sufrir un cambio fundamental, ya que todos sus
conceptos pasados en cuanto a los valores que regían su existencia eran
erróneos. Así pues, perfeccionar a un nuevo creyente significará hacerle ver
los errores y equivocaciones de su antiguo sistema de valores. Tal persona
deberá ver algo nuevo, deberá tener una nueva concepción de los valores que
rigen su vida. Todo lo que ella valoraba, ahora es considerado como basura.
Todo lo que ella consideraba como ganancia, ahora es pérdida. Ya no le será
posible desenvolverse con el mismo temperamento, ni utilizar el mismo
vocabulario, y tanto sus vestidos como sus alimentos no podrán ser los mismos
de antes. Ya no puede aferrarse a su antigua manera de entender su vida
matrimonial y sexual; antes bien, deberá adquirir nuevos puntos de vista y
nuevos conceptos acerca de la paternidad y la amistad. Ella deberá ser
diferente incluso en cuanto a las distracciones o la carrera que elija para sí.
Ahora todo es nuevo; por tanto, el nuevo creyente deberá tener un nuevo
comienzo.
Cinco
Si lección tras lección
entrenamos al nuevo creyente, y él derriba aquello que debe ser derribado y
edifica lo que debe ser edificado, él se conformará cada vez más a la norma que
corresponde a un cristiano normal.
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO con Permiso de W.N. Ministries
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