Que!, ¿hoy no tenemos ningún versículo para leer?
-No. Hoy quiero que centre toda su atención solamente en el hecho de que, durante todo el año, nos dedicaremos a estudiar el documento más influyente de la cristiandad. Vez tras vez, este libro diminuto, que en su lengua de origen simplemente se tituló “A los Romanos”, ha cambiado el curso de la historia de la iglesia y del mundo.
Tomemos, por ejemplo, la voz más importante del periodo medieval, San Agustín de Hipona. Él escribió: “Me revolvía y retorcía en mis cadenas (de lascivia y de pecado) cuando, por alguna razón, me dejé caer al pie de una higuera, dando rienda suelta a mis lágrimas”. Hallándose en esa situación, San agustín oyó, repentinamente, una voz que le ordenó con insistencia: “Tómala y léela; tómala y léela”.
En respuesta a esa voz, Agustín abrió su Biblia y leyó el primer pasaje sobre el que sus ojos se posaron: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivia, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (Romanos 13:13-14). Agustín logró la victoria sobre sus problemas personales cuando, en la Epístola de los Romanos, encontró a Jesús como el Salvador que lo libraría del pecado.
Más de mil años después, Martín Lutero viviría una experiencia similar. “Si alguna vez un monje alcanzara el cielo por su propia monástica, ése seria yo”, había llegado a decir. Sin embargo, aun al pronunciar esas palabras, reconocía que la práctica religiosa no bastaba. Atormentado por su conciencia, cedió a la desesperación….hasta que descubrió la justicia de Cristo en la Epístola a los Romanos. Luego de este descubrimiento declaró: “Por esto sentí que había nacido otra vez y que había entrado por las puertas del paraíso. Todas las Escrituras cobraron nuevo significado”. El resultado fue la reforma protestante.
Dos años mas tarde, John Wesley, que había procurar por años llegar a ser justo, también cayo en la desesperación. En ese estado el 24 de mayo de 1738 se dirigió a la capilla de la calle Aldersgate, en Londres, y oyó a alguien leer el prefacio a la Epístola a los Romanos, escrito por Lutero. “Sentí-explicó luego- una sensación cálida en mi corazón. Sentí que creía en Cristo, sólo en Cristo, para mi salvación; y con ello me fue dada la certeza de que él había quitado mi pecado; sí, verdaderamente el mío, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte”. El resultado fue el surgimiento del movimiento metodista.
¡Cuidado!-queden todos advertidos-: LA LECTURA DE LA EPISTOLA A LOS ROMANOS CAMBIA A LA GENTE. Es mi oración y anhelo que, este año, la lectura diaria de la Epístola a los Romanos transforme nuestras vidas!.
¡Hermanos leamos este Libro de seguro mientras mas estemos en contacto con La Santa Biblia, cada día experimentaremos la libertad del pecado sobre nosotros, alcanzaremos la Libertad Gloriosa de los hijos de Dios; que nuestro Señor enseña en las Escrituras…..
La gracia de Jesucristo sea con ustedes!.
Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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