"Y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya." (Isaías 61: 3).
Los cristianos deben ser semejantes a Cristo. Tendrán el mismo espíritu, ejercerán la misma influencia y tendrán la misma excelencia moral que El poseía. El idólatra y corrupto de corazón debe arrepentirse y volverse a Dios. El que es orgulloso y farisaico debe humillar el yo y llegar a ser contrito, manso y humilde de corazón. El que tiene inclinaciones mundanas debe tener los zarcillos del corazón libres de los deshechos del mundo, de los que están pendientes, y entrelazarse en Dios; debe llegar a ser inclinado a lo espiritual.
El deshonesto y mentiroso debe llegar a ser justo y veraz. El ambicioso y el codicioso debe ser escondido en Cristo y buscar su gloria, y no la propia. Deben despreciar su propia santidad y hacerse tesoros arriba. Quien no ora debe sentir la necesidad tanto de la oración secreta como de la familiar, y debe hacer sus súplicas a Dios con gran fervor.
Como adoradores del Dios verdadero y viviente llevaremos el fruto correspondiente a la luz y a los privilegios que disfrutamos. Muchos están adorando ídolos en vez de adorar al Señor del cielo y de la tierra.
Todo lo que ame y en lo que confíe el hombre en vez de amar al Señor y confiar totalmente en El, se convierte en un ídolo, así es registrado en los libros del cielo. Aun las bendiciones son a menudo transformadas en una maldición.
Las simpatías del corazón humano, fortalecidas por el ejercicio, son a veces pervertidas hasta que llegan a ser una trampa. Si alguien es amonestado, siempre habrá quienes simpatizarán con El. Ellos pasan completamente por alto el daño que ha hecho a la causa de Dios la influencia equivocada de uno cuya vida y carácter no guardan relación alguna con el Modelo. Dios envía a sus siervos con un mensaje al pueblo que profesa seguir a Cristo; pero algunos son hijos de Dios sólo de nombre, y rechazan la advertencia.
De una manera maravillosa Dios ha dotado al hombre con poderes de raciocinio. Quien preparó el árbol para llevar su carga de buenos frutos ha hecho al hombre capaz de llevar preciosos frutos de justicia. Ha plantado al hombre en su jardín y tiernamente ha cuidado de él. Esperaba que llevara fruto. En la parábola de la higuera Cristo dice: "He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto" (S. Lucas 13: 7). . .
Cuán ansiosamente observamos un árbol o planta favorita, esperando que recompense nuestro esfuerzo por medio de la producción de brotes, flores y frutos; y cuánto nos desanimamos al no encontrar mas que hojas. Con cuánta mayor ansiedad y tierno interés el Padre celestial observa el crecimiento de quienes El ha hecho a su propia imagen y para quienes condescendió a dar a su Hijo, para que pudieran ser elevados, ennoblecidos y glorificados. -
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
Predicando el Evangelio eterno. Ap. 14: 6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
viernes, 5 de abril de 2013
jueves, 4 de abril de 2013
QUE ES ENTREGARSE REALMENTE A DIOS
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (S. Juan 17: 3).
No espere que se obre algún cambio mágico en usted, sin dar los pasos que se requieren de usted mismo. La vida debe consistir en ocuparse, con humildad, en su propia salvación con temor y temblor, pues es Dios el que obra en usted el querer y el hacer por su buena voluntad. No se detenga, corra por su vida.
Cristo quiere que avancemos juntos, que seamos uno con El así como El es uno con el Padre. Usted debe depender de Dios, ser disciplinado y prepararse para la vida más elevada. Sí, dependa de Dios; busque agradarle, sígalo, descanse obedientemente en la fuerza de su Palabra.
Obedecer cuando parece imposible es verdadera entrega a Dios. Esto reavivará su naturaleza moral y subyugará su orgullo. Aprenda a someter su voluntad a la voluntad de Dios, y estará preparado para la herencia de los santos en luz.
Una fe común no es suficiente. Debemos vestir el manto de la justicia de Cristo, y llevarlo en forma abierta, valiente, decidida, exhibiendo a Cristo, sin esperar demasiado de los hombres finitos, sino puestos los ojos en Jesús y atraídos por las perfecciones de su carácter. Entonces, individualmente, manifestaremos el carácter de Jesús, y será evidente que somos vigorizados por la verdad; puesto que ella santifica el alma y mantiene cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo.
Cada misionero tendrá que pelear arduas batallas contra el yo, y estos combates no disminuirán en intensidad. Pero si estamos constantemente creciendo en experiencia cristiana, si continuamos mirando a Jesús con fe, se nos dará la fuerza para cada emergencia. Todos los poderes y facultades de una naturaleza regenerada deberán ser ejercitados constantemente, diariamente. Cada día tendremos ocasión de crucificar el yo, de pelear contra la inclinación y un temperamento perverso que arrastraría la voluntad en dirección equivocada. El reposo y el triunfo de la victoria todavía no es nuestro, excepto cuando por fe entremos en la victoria que Cristo ha ganado por nosotros.
Las promesas de Dios, aceptadas con genuina fe, tienen una fragante influencia sobre la vida y el carácter, haciendo que el instrumento humano refleje la imagen de lo divino. . . Dios obra por su parte. . . impartiendo gracia a quien imparte en su vida las gracias que le fueron dadas, al representar la genuina santificación al mundo en su propio carácter. -
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
No espere que se obre algún cambio mágico en usted, sin dar los pasos que se requieren de usted mismo. La vida debe consistir en ocuparse, con humildad, en su propia salvación con temor y temblor, pues es Dios el que obra en usted el querer y el hacer por su buena voluntad. No se detenga, corra por su vida.
Cristo quiere que avancemos juntos, que seamos uno con El así como El es uno con el Padre. Usted debe depender de Dios, ser disciplinado y prepararse para la vida más elevada. Sí, dependa de Dios; busque agradarle, sígalo, descanse obedientemente en la fuerza de su Palabra.
Obedecer cuando parece imposible es verdadera entrega a Dios. Esto reavivará su naturaleza moral y subyugará su orgullo. Aprenda a someter su voluntad a la voluntad de Dios, y estará preparado para la herencia de los santos en luz.
Una fe común no es suficiente. Debemos vestir el manto de la justicia de Cristo, y llevarlo en forma abierta, valiente, decidida, exhibiendo a Cristo, sin esperar demasiado de los hombres finitos, sino puestos los ojos en Jesús y atraídos por las perfecciones de su carácter. Entonces, individualmente, manifestaremos el carácter de Jesús, y será evidente que somos vigorizados por la verdad; puesto que ella santifica el alma y mantiene cautivo cada pensamiento a la obediencia de Cristo.
Cada misionero tendrá que pelear arduas batallas contra el yo, y estos combates no disminuirán en intensidad. Pero si estamos constantemente creciendo en experiencia cristiana, si continuamos mirando a Jesús con fe, se nos dará la fuerza para cada emergencia. Todos los poderes y facultades de una naturaleza regenerada deberán ser ejercitados constantemente, diariamente. Cada día tendremos ocasión de crucificar el yo, de pelear contra la inclinación y un temperamento perverso que arrastraría la voluntad en dirección equivocada. El reposo y el triunfo de la victoria todavía no es nuestro, excepto cuando por fe entremos en la victoria que Cristo ha ganado por nosotros.
Las promesas de Dios, aceptadas con genuina fe, tienen una fragante influencia sobre la vida y el carácter, haciendo que el instrumento humano refleje la imagen de lo divino. . . Dios obra por su parte. . . impartiendo gracia a quien imparte en su vida las gracias que le fueron dadas, al representar la genuina santificación al mundo en su propio carácter. -
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
EL PORQUE DE LA POBREZA Y EL DOLOR
El Señor Jesús dijo: "Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia". Nunca como hoy en día hubo una época cuando hubiera mayor necesidad de ejercer la misericordia. Nos rodean los pobres, los angustiados, los afligidos, los dolientes y los que están por perecer.
Los que han adquirido riquezas, lo han hecho por medio de los talentos que Dios les ha dado, pero esos talentos para obtener bienes les fueron dados para que pudiesen socorrer a aquellos que se encuentran en la pobreza. Esos dones les fueron otorgados a los hombres por Aquel que hace que su sol ilumine y su lluvia caiga sobre justos e injustos; para que por la fecundidad de la tierra los hombres puedan tener abundante provisión para suplir todas sus necesidades. Los campos han sido bendecidos por Dios y de su bondad ha "provisto al pobre"
Son muchos los que se quejan de Dios porque hay tanta necesidad y dolor en el mundo; pero Dios no quiso nunca que existiese esta miseria. Nunca quiso que un hombre tuviese abundancia de los lujos de la vida, mientras que los hijos de otros lloraran por pan. El Señor es un Dios benévolo.
Dios ha hecho a los hombres sus mayordomos y a él no se le puede culpar del sufrimiento, la miseria, la desnudez y la necesidad de la humanidad. El Señor ha hecho amplia provisión para todos. El ha dado a miles de hombres gran provisión con la cual mitigar la necesidad de sus prójimos. Pero aquellos a quienes Dios ha hecho sus mayordomos no han soportado la prueba, pues ellos han dejado sin aliviar a los dolientes y necesitados.
Cuando los hombres que han sido abundantemente bendecidos por el cielo con mucha riqueza fallan en llevar adelante los designios de Dios y no alivian al pobre y al oprimido, el Señor se desagrada y seguramente los visitará [con su castigo]. No tienen excusa por retener la ayuda que Dios ha puesto en su poder para dar a sus prójimos, y se deshonra a Dios. Su carácter es mal interpretado por Satanás, y es representado como un juez duro que acarrea sufrimiento sobre las criaturas que ha creado. Esta mala interpretación del carácter de Dios está hecha como para que parezca verdad y de esta manera como consecuencia de la tentación del enemigo el corazón de los hombres es endurecido contra Dios. Satanás culpa a Dios el mal que él mismo ha causado al hacer que los hombres retengan sus recursos y no los den a los que sufren. El atribuye a Dios sus propias características.
Si los hombres cumplieran con su deber como mayordomos fieles de los bienes del Señor, no habría el clamor por pan, ni el sufrimiento por la miseria, ni la desnudez y la necesidad. La infidelidad de los hombres trae el estado de sufrimiento en el que la humanidad está hundida. Si aquellos a quienes Dios ha hecho sus mayordomos tan sólo emplearan los bienes del Señor para el objeto con el cual se los dio, este estado de sufrimiento no existiría. El Señor prueba a los hombres dándoles una abundancia de cosas buenas, así como probó al hombre rico de la parábola. Si somos hallados infieles en el manejo de las riquezas mundanales, ¿cómo nos podrá confiar las verdaderas riquezas? Aquellos que han permanecido firmes en la prueba en el mundo, que han sido hallados fieles, que han obedecido las palabras del Señor al ser misericordiosos usando sus medios para el progreso de su reino, oirán de los labios del Maestro: "Bien, buen siervo y fiel" (Ibid.).
La razón por la cual Dios permitió que algunos miembros de la familia humana fueran tan ricos y otros tan pobres seguirá siendo un misterio para los hombres hasta la eternidad, a menos que entren en la debida relación con Dios y realicen sus planes, en lugar de obrar de acuerdo con sus propias ideas egoístas.
En la providencia de Dios los hechos han sido así ordenados para que los pobres estén siempre con nosotros, con el propósito de que pueda haber un constante ejercicio en el corazón humano de los atributos de la misericordia y el amor. El hombre ha de cultivar la ternura y la compasión de Cristo; no ha de separarse de los dolientes, los afligidos, los necesitados y los angustiados.
Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oraciones y la ayuda de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportunidades que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y desarrollen en ellos un carácter semejante al modelo divino.
Para proveer estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el legado de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como él los cuidaría. De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, dándonos la cultura del corazón y el carácter que necesitamos.
El Señor podría llevar a cabo su obra sin nuestra cooperación. No depende de nosotros por nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestro trabajo. Pero la iglesia es muy preciosa a su vista. Es el estuche que contiene sus joyas, el aprisco que encierra su rebaño, y él anhela verla sin mancha, tacha ni cosa semejante. El siente por ella anhelos de amor indecible. Esta es la razón por la cual nos ha dado oportunidades de trabajar para él y acepta nuestras labores como prueba de nuestro amor y lealtad.
El pobre, tanto como el rico, son el objeto del especial cuidado y de la atención de Dios. Sáquese la pobreza y no tendremos cómo comprender la misericordia y el amor de Dios, no habrá forma de conocer la compasión y la simpatía del Padre celestial.
Dios nos imparte su bendición para que podamos impartirla a otros. Cuando le pedimos nuestro pan cotidiano, él mira nuestro corazón para ver si queremos compartirlo con los que lo necesitan más que nosotros. Cuando oramos: "Dios, sé propicio a mí pecador", quiere ver si manifestaremos compasión hacia aquellos con quienes tratamos. Damos evidencia de nuestra relación con Dios, si somos misericordiosos como lo es nuestro Padre celestial.
Nada mina la espiritualidad del alma más rápidamente que el albergar en ella el egoísmo y las preocupaciones por sí mismo. Los que son indulgentes consigo mismos y negligentes en el cuidado de las almas y de los cuerpos de aquellos por quienes Cristo ha dado su vida, no están comiendo del pan de vida ni bebiendo del agua del manantial de la salvación. Están secos y sin savia, como árboles que no llevan fruto. Son enanos espirituales, que consumen para sí mismos sus recursos; pero, "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará".
A causa de que los ricos descuidan hacer la obra en favor de los pobres que Dios les asignó para que hicieran, desarrollan más orgullo, más suficiencia propia, más indulgencia para sí mismos y se les endurece el corazón. Ellos [los ricos] apartan a los pobres de sí por el hecho de ser pobres y de ese modo les dan motivo para sentirse envidiosos y celosos. Muchos llegan a la amargura y están saturados de odio hacia aquellos que lo tienen todo mientras ellos no tienen nada.
Dios pesa las acciones, y todo aquel que sea infiel en su mayordomía, y que no haya remediado los males que estuvo en su poder remediar, no será tenido en cuenta en las cortes del cielo. Aquellos que sean indiferentes a la necesidad de los pobres serán considerados como administradores infieles y clasificados como enemigos de Dios y del hombre. Aquellos que malversan los medios que Dios les ha encomendado para ayudar precisamente a los que necesitan su ayuda, demuestran que no tienen conexión con Cristo, porque fallan en manifestar la ternura de Cristo hacia los que son menos afortunados.
El rico es un administrador de Dios, y si camina en las pisadas de Cristo, manteniendo una vida piadosa y humilde, llegará a través de la transformación de su carácter a tener un corazón dócil y sumiso. Se da cuenta que sus posesiones son solamente tesoros prestados y los sentirá como sagrados depósitos que le han sido encomendados para ayudar a los necesitados y dolientes, en lugar de Cristo. Esta obra traerá su recompensa en talentos y riquezas atesorados al lado del trono de Dios. De esta manera, el rico puede hacer que su vida tenga un éxito espiritual, como un fiel administrador de las cosas de Dios (Manuscrito 22, 1898).
Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios "no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres". Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es para "lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación". Si la recibimos con fe, la prueba que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe cruel que marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo. ¡Cuántos son los que nunca habrían conocido a Jesús, si la tristeza no les hubiera movido a buscar consuelo en él!
Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio.
El Señor obrará para cuantos depositen su confianza en él. Los fieles ganarán victorias preciosas, aprenderán lecciones de gran valor y tendrán experiencias de gran provecho
"Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: ni éste pecó, ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifestasen en él"
Se creía generalmente entre los judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador. . . .
Dios había dado una lección destinada a prevenir esto. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento es infligido por Satanás, pero que Dios predomina sobre él con fines de misericordia. Pero Israel no entendía la lección. Al rechazar a Cristo, los judíos repetían el mismo error por el cual Dios había reprobado a los amigos de Job.
Los discípulos compartían la creencia de los judíos concerniente a la relación del pecado y el sufrimiento. Al corregir Jesús el error, no explicó la causa de la aflicción del hombre, sino que les dijo cuál sería el resultado. Por causa de ello se manifestarían las obras de Dios. "Entre tanto que estuviere en el mundo -dijo él- luz soy del mundo". Entonces, habiendo untado los ojos del ciego, lo envió a lavarse en el estanque de Siloé, y el hombre recibió la vista. Así Jesús contestó la pregunta de los Discípulos de una manera práctica, como respondía él generalmente a las preguntas que se le dirigían nacidas de la curiosidad. Los discípulos no estaban llamados a discutir la cuestión de quién había pecado o no, sino a entender el poder y la misericordia de Dios al dar vista al ciego.
Dios se propone que los enfermos, los desventurados, aquellos que están poseídos por malos espíritus, oigan su voz a través de nosotros. Por medio de sus agentes humanos, él desea ser un consolador, tal como el mundo jamás ha visto antes. Sus palabras deben ser dichas por sus seguidores: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí".
El Señor obrará por medio de cada alma que se entregue a sí misma para trabajar, no solamente para predicar, sino para asistir a los desconsolados e inspirar esperanza en los corazones que no la tienen. Estamos para hacer nuestra parte en aliviar y suavizar las miserias de esta vida. Las miserias y los misterios de esta vida son tan tenebrosos y sombríos como lo fueron hace miles de años. Hay algo que debemos hacer: "Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti". Hay necesitados cerca de nosotros; los dolientes están en nuestros propios lindes. Debemos tratar de ayudarlos. Con la gracia de Cristo, las fuentes selladas de la obra ferviente, semejante a la de Cristo, han de ser abiertas. En la fortaleza de Aquel que tiene toda la fortaleza, hemos de trabajar como jamás hemos trabajado antes.
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
miércoles, 3 de abril de 2013
BUSQUEN CONSEJO DIVINO, NO HUMANO
Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
le será dada. Sant. 1: 5.
Son tantos los que, cuando están en
problemas... se olvidan de las invitaciones que Dios extiende abundantemente y
comienzan a buscar y tratar de conseguir ayuda humana. Acuden a seres humanos
en busca de ayuda, y es así como sus experiencias se vuelven débiles y
confusas.
Se nos indica que en todas nuestras tribulaciones busquemos al Señor
más fervorosamente, recordando que somos su propiedad, sus hijos por adopción.
Ningún ser humano puede entender nuestras necesidades como Cristo. Recibiremos
ayuda si se la pedimos con fe. Somos suyos por creación y por redención.
Mediante las cuerdas del amor divino estamos ligados a la fuente de todo poder
y fortaleza. Si solamente dependemos de Dios, pidiéndole lo que necesitamos
como un niñito pide a su padre lo que necesita, obtendremos una rica
experiencia. Aprenderemos que Dios es la fuente de toda fortaleza y poder. . .
Cuando el pueblo depende de los seres
humanos, Dios es deshonrado grandemente .El no nos dijo que hagamos esto. Nos
dijo que El nos enseñará, que El nos guiará. Podemos acudir a El y recibir
ayuda. . . ¿Qué fue lo que Cristo prometió a sus discípulos si creían en El
como su salvador personal?
"He aquí yo estoy con vosotros todos los
días", les dijo, "hasta el fin del mundo" (Mat. 28: 20). Y otra
vez les dijo, "estoy a tu diestra para ayudarte" (véase Sal, 16: 8).
Piensen en las muchas promesas que nos ha dado, de las que podemos aferrarnos
mediante la mano de la fe. Cuando acudimos a la fuente de poder sabemos que
recibiremos esa inteligencia y sabiduría que proceden de una fuente pura, que
no está mezclada con ningún elemento de origen humano.
Cuando oramos, es
nuestro privilegio saber que Dios quiere que oremos, que le pidamos ayuda.
"Pedid, y se os dará" (Mat. 7: 7). Está en ustedes creer que
recibirán. Dios desea que nos familiaricemos con El, que hablemos con El, que
le contemos nuestras dificultades y que conozcamos por experiencia propia lo
que significa pedir a Alguien que nunca se equivoca en sus evaluaciones ni
comete un solo error. . .
Deshonramos a Dios cuando nos esforzamos
por encontrar a alguien que pensamos que puede entender nuestro caso y
ayudarnos. ¿No nos ha dado El a su Hijo unigénito? ¿Acaso no está Cristo junto
a nosotros para damos la ayuda que necesitamos?. . .
Por COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO
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