sábado, 2 de octubre de 2010

P6 LA HISTORIA ROMANA EN LOS DIAS DEL NUEVO TESTAMENTO


VI.  Nerón (54-68 d. C.)

La familia del nuevo emperador desde hacía mucho tiempo había tenido importancia en el ambiente de Roma; unos doscientos años antes se habían elevado de la clase plebeya.  Ese clan había producido dos cónsules, un pontífice máximo y varios generales.  El padre de Nerón había sido acusado de muchos crímenes: incesto, adulterio, asesinato y traición.  Se casó con Agripina, hermana de Calígula, y el hijo de ambos, Lucio Domicio, fue el Nerón de la historia.  El padre murió cuando Nerón sólo tenía tres años de edad; su madre fue desterrada, y una tía fue su tutora.  Calígula se apropió del patrimonio del niño, pero Claudio más tarde se lo restituyó.

La educación del muchacho había incluido muchas cosas perjudiciales.  Conocía buenas maneras, la etiqueta de la corte, sus derechos y prerrogativas, pero estaba demasiado versado en los vicios y en las corrupciones de sus días.  Su desventura fue la de muchos jóvenes romanos de buena cuna: su instrucción había estado en manos de sirvientes poco supervisados. Una excepción a esto fue que tuvo a Séneca como su tutor.  Este tutor, hermano del Galión que fue procónsul de Acaya cuando Pablo estaba en Corinto (Hech. 18:12), nació en una familia de maestros, y llegó a ser filósofo y versado en los asuntos materiales.  Sabía cómo retener amigos influyentes y cómo beneficiarse mediante su amistad. 

Sus principios eran buenos, propios del estoicismo que profesaba.  Sabía cómo vivir sin corromperse en una época y un ambiente perversos.  Es evidente que tuvo una buena influencia sobre Nerón, la que se extendió durante los primeros años del nuevo reinado.  También es obvio que su influencia no fue ni lo bastante buena ni lo suficientemente decisiva.  Las malas características inherentes del joven, los mismos de que había sido objeto y la corrupción que lo rodeaba, pudieron más que la capacidad de Séneca o quizá que su voluntad para vencer.

Otro de los primeros favoritos de Nerón fue Burro, prefecto de los pretorianos, de larga experiencia en la corte.  Era un hombre de sagacidad innata, disciplinado y de una sensibilidad moral sorprendente para una persona de su posición.

Nerón padecía de obsesiones.  Temía a su madre.  Temía a Británico, el hijo de Claudio, a quien Agripina había logrado desplazar para promover a su propio hijo.  Pero cuando Nerón fue presentado por Burro ante los pretorianos como el idóneo sucesor de Claudio, lo aclamaron.  Ya no hubo ningún poder que pudiera disputarle 84 esa aprobación, mucho menos al negligente senado. Nerón tenía unos 17 años de edad cuando fue hecho emperador.

Agripa sumió entonces el papel de emperatriz, en lo cual cooperó con Nerón. Se hacia llevar en la tierra imperial junto con su hijo, daba consejos y recibía embajadas. Disponía de envenenadores para eliminar a las personas que parecían ser obstáculos en su camino. Procuraba dominar completamente a su hijo, el joven emperador. Para contrarrestar ese dominio materno, Séneca y Burro convinieron en mantener su influencia sometiéndose a la voluntad de Nerón.  Pensaron que la forma más efectiva de influir en Nerón era someterse a los caprichos del soberano. De ese modo, Nerón fue envileciéndose gradualmente desde sus primeros años de gobierno.

Muchos de los actos del joven emperador fueron deliberadamente malos. Hizo envenenar a Británico. Por una concubina abandonó a su esposa a su esposa Octavia, a quien Agripina tomó entonces bajo su protección. Eliminó a Palas , liberto que había sido ministro de Claudio y protegido de Agripina. Halagado por los aplausos de la multitud, se exhibía despreocupadamente en el circo y en el teatro, y hasta participaba en pequeños robos callejeros y peleas las que se disfrazaba, pero no suficientemente. Lo mejor que se puede decir de Nerón es que dejaba los asuntos de gobierno a sus ministros. Séneca y Burro mantenían siempre bien informado al senado de todo lo relacionado con el gobierno y de ese modo se protegían de la ira de la madre de Nerón.

 Nerón actuaba públicamente como juez, y realmente procuraba ser justo en su fallos. No tomaba en cuenta las burlas que el populacho insolente con frecuencia había dirigido contra el trono. Por todas estas razones, sus primeros años parecieron  tolerables, especialmente si se compara con la última parte de su reinado.

En el año 58 d. C. precenció un cambio para mal en la vida del emperador. Lo primero que sucedió en este segundo periodo fue su enamoramiento de Popea, la disoluta esposa de Otón, favorito de la corte del emperador. Cuando pareció que Otón se opondría a las familiaridades de Nerón con su esposa, le fue dado un cargo en Lusitania (moderno Portugal), para que no interfiriera en esas relaciones. El siguiente hecho, y que sin duda resulto de la mala influencia de Popea, fue el asesinato de Agripina, la madre de Nerón.

El emperador temió las consecuencias de ese terrible acto, pero cuando entró de nuevo a Roma después de la muerte de su madre, fue recibido con más exorbitante adulación que le prodigaron tanto los senadores como el pueblo. Desde ese momento, el emperador se volvió sumamente egocéntrico, pero al mismo tiempo era débil y vacilante, supersticioso y cobarde, desenfrenado y lascivo, y de un temperamento peligroso para todos los que lo rodeaban. Se entregaba cada vez más a las disipaciones más públicas y corruptas. Inducía a esos desenfrenos tanto a nobles como plebeyos mediante cenas públicas en la que se practicaban y se estimulaba una inmoralidad descarada. Parecía que el mismo populacho estaba siendo inducido a una completa corrupción.

Burro y Séneca continuaron desempeñándose como ministros de Nerón, pero su influencia iba declinando. Hombres perversos, Tigelino y Rufo, iban ganando influencia. Burro murió en el año 62 d. C., quizá envenenado. Séneca procuró fructuosamente retirarse a la vida privada . Nerón repudió públicamente a Octavia, después la hizo matar en muy forma muy cruel, y se casó con Popea. Entonces, como la tesorería estaba vacía debido al libertinaje del emperador, se eliminaba a ciudadanos ricos para que su fortuna pudiera ser confiscada.

Incendio de Roma.-

Este trágico holocausto, el acontecimiento mejor conocido del reinado de Nerón, ocurrió en el año 64 d. C. De los catorce sectores que constituían la ciudad, sólo se salvaron cuatro, tres se quemaron completamente, y los otros 85 siete sufrieron daños más o menos graves. Fueron destruidos algunos de los edificios  más famosos de la ciudad, tanto públicos como palacios. Hasta el palacio de Nerón sufrió con el fuego. Miles de las casas de los plebeyos y de las hacinadas viviendas de los distritos más pobres fueron destruidas. Se perdieron obras de arte de valor incalculable, e indudablemente se quemaron documentos de gran valor legal e histórico.

Podría ser cierto que Nerón hizo incendiar a Roma para que le sirviera como telón de fondo para recitar con lenguaje de tragedia el poema épico El saqueo de Troya. No hay motivo especial para rechazar esta idea, aunque circularon otras versiones. Se dijo que sólo había impedido  que se hicieran esfuerzos eficaces para detener el incendio; según otra versión, Nerón incendio la ciudad porque deseaba tener una oportunidad de reedificarla con toda magnificencia y dar su nombre a la ciudad restaurada.

Ya sea que haya incendiado Roma, o que lo haya permitido, Nerón se extralimitó. Esto lo comprendió, y mando hacer ofrendas expiatorias especiales a los dioses. Con todo, los sobrevivientes del incendio murmuraban contra él. Tácito, historiador romano, escribiendo unos cien años después del nacimiento de Cristo, dijo: "Ni la reparación humana, ni la munificencia imperial, ni todas las formas de aplacar el cielo, pudieron sofocar el escándalo o desvanecer la creencia de que el incendio había sido intencional" (Anales xv. 44).

Persecución de los cristianos.-

¿Qué podría ser Nerón? Debía buscar a alguien a quien culpar del desastre. Encontró la víctima propiciatoria en la secta ilegal de los cristianos, quienes en ese tiempo  sin duda habían llegado a ser numerosos en la ciudad. Dice Tácito: "Por lo tanto Nerón, para acallar el rumor, presentó como criminales y castigó con el máximo refinamiento de crueldad, a una clase de hombres detestados por sus vicios, a quienes la turba llamaba cristianos. Crhistus, el que dio origen al nombre, había padecido la pena de muerte durante el reinado de Tiberio, por sentencia del procurador Poncio Pilato; y la perniciosa supertición fue reprimida por un momento, sólo para irrumpir una vez más no sólo en Judea, donde se originó la enfermedad, sino en la capital misma, donde proliferan y se ponen de moda todas las cosas horribles y vergonzosas del mundo" (Ibíd.). Esto basta para conocer la opinión de Tácito. Después prosigue describiendo la forma en que Nerón persiguió a los cristianos:

"Primero eran arrestados los miembros reconocidos de la secta; después, por confesión propia, eran condenados en gran número, no tanto a causa de un incendio premeditado como por odiar a la raza humana. Y el escarnio acompañaba a su fin. Eran cubiertos con pieles de fieras y muertos  a dentalladas por perros, o eran atados a cruces, y cuando terminaba la luz del día eran quemados para que sirvieran como antorchas por las noches. Nerón había cedido sus jardines para el espectáculo, y presentó una exhibición en su circo mezclándose con la turba disfrazado de auriga, o montado en su carro. Por lo tanto, a pesar de una culpa que había merecido el castigo más ejemplar, se despertó un sentimiento de compasión debido a la impresión de que estaban siendo sacrificados no para el bienestar del Estado, sino debido a la ferocidad de un solo hombre" (Ibíd.).

Pedro y Pablo.-

Esta persecución de Nerón, que comenzó en el año 64 d. C., no fue la expresión de una política gubernamental acerca de los cristianos, sino que surgió del antojo y capricho de Nerón, como una manera de eludir su culpa. La persecución fue severa, pero ahora es imposible determinar hasta donde llegó su persecución. Suetonio, contemporáneo de Tácito, dice que "se infligió castigo a los cristianos, una clase de hombres entregados a una nueva y maligna superstición" 86 (Nerón vi. 16).  No cabe duda de que centenares de cristianos sufrieron el martirio en la ciudad de Roma, y que también pudo haber habido estallidos de persecución contra ellos en las provincias.  Ninguno de los escritores paganos se refiere a Pedro o a Pablo por nombre, pero los primeros autores cristianos unánimemente se refieren al martirio de esos apóstoles en el tiempo de Nerón, y en Roma. Entre ellos están Tertuliano (m. c. 230 d. C.; Contra Marción iv. 5) y Eusebio (c. 325 d. C; Historia eclesiástica ii. 25).


La antigua mazmorra Mamertina que se halla situada en las proximidades del Foro Romano, y no lejos del antiguo recinto del senado, aún es mostrada a los turistas como el lugar donde se supone que Pablo estuvo encarcelado. La fecha de su muerte puede ubicarse entre los años 66 y 68 d. C., el año en que murió Nerón. De acuerdo con una antigua tradición, Pedro fue martirizado después de Pablo, siendo crucificado con la cabeza hacia abajo (Eusebio, Historia eclesiástica iii. l; cf.  HAp 428-429).

Muerte de Nerón.-

Mientras continuaba esporádicamente la persecución de los cristianos en Roma, Nerón se ocupaba de reedificar la ciudad. Se diseñaron nuevamente las calles y se levantaron edificios que mostraban belleza y criterio artístico. Grandes sumas de dinero se gastaron en la reconstrucción, dinero que tuvo que provenir de la gente rica de las provincias y de gravosos impuestos.

Pero eso no apaciguaba al pueblo. Ya no se trataba sólo de murmuraciones entre la plebe. La nobleza, los líderes de la vida social y económica de Roma, estaban determinados a que hubiera un cambio en el gobierno. Se descubrió uno de los complots más organizados, y los conspiradores fueron juzgados, condenados y muertos. Entre ellos estaba el antiguo amigo y mentor de Nerón, Séneca, que en vano había procurado retirarse de la vida pública, apartándose de la ciudad de Roma y de sus peligros. Nerón pudo entonces incluirlo en la lista de los conspiradores y hacerlo morir como un criminal.

En los últimos años de su vida Nerón se había vuelto más libertino, más indigno de confianza, más disipado, más cruel. Parecía no tener límites su infundado egotismo. Sus precoces alardes de poeta y artista continuaron hasta el fin. Antes del incendio de Roma había decidido hacer un viaje al Medio Oriente; pero esos planes fueron interrumpidos por su deseo de hacer que Roma fuera reedificada. Por fin emprendió viaje en el año 66, y estuvo ausente cerca de dos años. Su gira fue una exhibición pública de vanidad depravada y corrupta. A su regreso efectuó una entrada triunfal en Roma, pero eso no distrajo al público de su descontento, lo que se notó especialmente entre los nobles.

Nerón recibió entonces noticias de graves defecciones entre los generales de las provincias. Se mencionaba especialmente a Galba, destacado en España, pues Víndex, prefecto de una de las provincias de las Galias, le había hecho proposiciones formales para que fuera emperador. Galba vaciló en participar de la conspiración, pero Víndex siguió adelante con el complot. Nerón consiguió que Víndex fuera declarado enemigo público, pero para entonces Galba estaba resuelto a seguir adelante con la conspiración.

El pueblo clamaba contra Nerón, los senadores se mantenían apartados de él, y los pretorianos le negaban su protección. El emperador huyó de Roma, por lo que el senado lo proclamó enemigo público y decretó su muerte. Escondido en una casucha a la vera del camino, Nerón se puso un arma contra el pecho, y un esclavo lo traspasó con ella. Murió en el momento en que llegaban los soldados para apresarlo. El tirano murió vergonzosamente a la edad de 30 años, después de un afrentoso reinado de catorce años.  Eso sucedió en el año 68 d. C.

Por John J. Alvarado D. COMUNIDAD BIBLICA DE LA GRACIA DE JESUCRISTO

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